Cansado, después de una entrevista muy intensa con una paciente, me detuve unos minutos para descansar en una de las salas del hospital. Mientras me preparaba para otra entrevista, me llamó la atención una señora de unos cincuenta años. Su animada sonrisa y su contacto visual me invitaban a presentarme como un miembro del equipo de capellanes de esa institución de salud.

—Trabajé en una iglesia como tesorera —me dijo—. Ocupé ese cargo por más de quince años. Durante ese tiempo tuvimos cuatro pastores.

—¿Quién es el pastor actualmente? —le pregunté. Quedó en silencio por unos momentos, y entonces me hizo la siguiente confidencia:

—Acaba de regresar después de una ausencia de un año, para recuperarse de una depresión.

Le expresé mi preocupación por el bienestar del pastor, y le hice una nueva pregunta:

—¿Qué le parece a usted que contribuye más al éxito de un pastor?

—¡Las visitas a los miembros!—me respondió sin vacilar.

Sorprendido, le aseguré que yo también estaba muy interesado en las visitas pastorales, y añadí:

—Inclusive estoy participando de un curso de entrenamiento para pastores, con la mira de llevar a cabo mejores visitas.

—¿Qué métodos se emplean en la enseñanza o planificación de visitas pastorales verdaderamente productivas? —preguntó ella.

Le respondí de la siguiente manera:

—Quien está a cargo de la misión pastoral hace innumerables visitas, incluyendo la atención de las familias que perdieron a seres queridos. En los últimos años visité cerca de mil pacientes y miembros de iglesia. Normalmente escucho lo que me quieren decir, oro y leo la Biblia con ellos. Después repaso cada visita y las evalúo para asegurarme de que fui cuidadoso. Estoy bajo la constante supervisión de pastores de experiencia, y yo también superviso a otros. Las visitas pastorales producen miles de oportunidades para servir realmente, y atraen muchas bendiciones.

Ese encuentro despertó más mi mente, y deseo continuar analizando la importancia de las visitas pastorales.

Beneficios

Crecimiento espiritual. Sin una profunda experiencia espiritual con Dios ningún pastor puede hacer visitas significativas. La preparación espiritual previa a la visita es importante. Sin comunión con el Señor la visita puede ser sólo un acontecimiento social. La interacción mutua entre pastores y miembros despierta el deseo de conocer se mejor. También acentúa el deseo de conocer a Dios y conocerse ellos mimos.

Hace algunos años, cuando yo era pastor de una iglesia, visitaba a menudo a un ex miembro. Nos regocijábamos estudiando la Biblia. Ese señor de 81 años expresaba con suma sinceridad su renovado deseo de comunión con Dios. “Quiero ser rebautizado”, decía. ¡Qué notable transformación de la desavenencia a la nueva creación! (2 Cor. 5:17.)

Relaciones mutuas. Las visitas pastorales consolidan la relación del pastor con los miembros. Puesto que la relación es vital en el ministerio cristiano, las visitas pastorales contribuyen a que los miembros conozcan más de cerca al pastor que, a su vez, puede animar a los hermanos. En la primera iglesia que me tocó ser pastor los miembros vivían una experiencia de amistad muy íntima. Como resultado de sus frecuentes contactos y de mis visitas, la iglesia, que en verdad era un grupo pequeño, se volvió muy fraternal. Las visitas estimulan la unidad y son la clave para darle calor humano a la congregación. La sinceridad y la diligencia del pastor para hacer visitas efectivas ciertamente producen resultados compensadores.

Predicación. Las visitas pastorales le dan ideas al pastor extraídas de las experiencias de los miembros, que le sirven de temas para sus mensajes. Entonces la predicación será más importante. En una presentación acerca del bautismo, empleé la experiencia de un nuevo matrimonio que acababa de recibir un bebé. Describí la forma como recibieron los padres a su hijito, cuán felices estaban y cómo siguieron cuidando de él. De esa manera animé a los feligreses a cuidar a los nuevos miembros con el mismo desvelo con que los padres cuidan a sus bebés.

Nutrición. Las visitas pastorales forman parte del ministerio de la iglesia. En las palabras de despedida que le dirigió a Pedro, Jesús lo instó a apacentar su rebaño (Juan 21:15-19). Para alimentar al pueblo es necesario que el pastor viva junto al pueblo. Cada día su mente recibe el bombardeo de muchas ideas. Es crucial alimentar a la iglesia por medio de la obra pastoral, y eso incluye curación, sustento y dirección.[1]

Es esencial darle prioridad al cuidado de los miembros de la iglesia, en especial en estos días cuando muchos de ellos padecen de estrés y reciben heridas. Esta obra requiere un creciente entrenamiento en cuidado y educación pastorales, tanto en los seminarios convencionales como en los cursos de Educación Constante.[2]

Mayordomía. Las visitas pastorales son la clave para comunicar la importancia de la mayordomía cristiana. En ocasión del colapso financiero de Wall Street, en octubre de 1989, un miembro de iglesia, de muchos años, perdió mucho dinero. El impacto de ese perjuicio fue tan grande que sufrió un derrame cerebral. Sin embargo, cuando lo visité estaba muy contento. Oramos y le di los emblemas de la Santa Cena. El sábado siguiente su esposa dio una ofrenda extraordinaria. No existe mejor motivación para dar que cuando el pastor le proporciona al miembro un cuidado pastoral efectivo por medio de la predicación y las visitas pastorales.

Crecimiento personal. Cuando el pastor visita a los hermanos, con frecuencia se da cuenta de sus propias limitaciones. Cierto profesor de un seminario teológico me hizo la siguiente confidencia: “La mayor parte de los seminaristas no alcanzan a comprender las tinieblas y las necesidades de su propia vida interior. No se conocen a sí mismos. No están seguros de su identidad personal y profesional”. Los ministros se deben descubrir a sí mismos preguntándose: “¿Quién soy yo y qué es un pastor?” El pastor puede hallar la respuesta a estas preguntas al visitar a la gente.

Mi propia falta de conocimiento de mí mismo se aclaró cuando visité a José, un joven estudiante condenado injustamente a quince años de cárcel como consecuencia de su participación en un accidente automovilístico. A pesar de la injusticia, creció espiritualmente en la prisión. Nos dimos ánimo mutuamente. Le decía que yo mismo me había considerado muchas veces objeto de injusticias. Pero, al reflexionar más, me di cuenta de que estaba exagerando mi problema. Si me hubiera concentrado más en él y sus preocupaciones, lo podría haber ayudado más.

Elena de White escribió: “A ustedes les corresponde educarse y ejercitarse a sí mismos en la tarea de visitar a todas las familias que les sea posible alcanzar. Los resultados de esa tarea darán testimonio de que esta obra es la más provechosa que puede llevar a cabo un ministro”.[3]

Pocas visitas

¿Por qué los pastores hacen comparativamente pocas visitas? Muchos seminarios les enseñan a sus estudiantes cómo predicar, cómo hacer exégesis y cómo administrar iglesias. Todo eso es muy importante. Pero no deberíamos reducir u omitir el entrenamiento relativo a oír, aconsejar y visitar. Posiblemente es verdad que algunos de nosotros nos sentimos tentados a ser negligentes y descuidados en lo que se refiere a las visitas pastorales, porque esa tarea requiere paciencia, compasión genuina y diligencia. Pero uno de los más grandes pastores de este siglo dice lo siguiente: “Muchas veces un pastor no llega a ser un verdadero cristiano hasta que esté dedicado al cuidado pastoral”.[4]

Es posible que algunos pastores no visiten más porque no trazan planes definidos para ello. Reservar algunas horas y la energía necesaria para visitar requiere planificación. Tal vez no visitemos porque tememos revelar demasiado acerca de nosotros mismos: porque durante las visitas también nos volvemos vulnerables. ¿O podría ser simplemente falta de amor a Dios y a nuestros semejantes? El conocimiento del Señor trae nuevos desafíos y nuevas responsabilidades; el conocimiento de sí mismo conduce al arrepentimiento genuino y a la conversión diaria.

Algunos pastores aparentemente se sienten satisfechos con una relación superficial con su rebaño. Cuando pierden de vista la profundidad de la comprensión de Dios y de sí mismos, la relación con los demás se vuelve distante y se desarrolla en un nivel inferior. A eso le sigue la inseguridad en la predicación. De este modo muchas congregaciones han resultado heridas porque los miembros esperaban un cuidado pastoral que nunca recibieron.

Como pastores, necesitamos el toque de pasajes como los que encontramos en el Salmo 23 y en Juan 10. Alguien que se refería al pasturado lanzó el siguiente desafío: “¿Estoy yo sentado sobre el pedestal de mi propio orgullo, y observo con desprecio a mis semejantes? ¿O desciendo y me identifico con ellos en sus dilemas, y les extiendo una pequeña medida de la bondad y la gracia que recibí del Maestro?”[5]

En verdad, las visitas pastorales no son una opción de trabajo; forman parte del estilo de vida del pastor.

Sobre el autor: Doctor en Ministerio. Capellán del Hospital Adventista de Washington, Takoma Park, Estados Unidos.


Referencias:

[1] Steward Hiltner, Preface to Pastoral Theology [Un prefacio para la teología pastoral] (Nueva York, Abingdon Press), 1958, p. 28.

[2] Ibíd., p. 32.

[3] Elena de White, El evangelismo, p. 440.

[4] Dietrich Bonhoeffer, Spiritual Care [Cuidado espiritual] (Filadelfia, Fortress Press, 1985), p. 45.

[5] Philip Keller, Inspirational Writings [Escritos inspiradores] (Nueva York, Inspirational Press, 1993), p. 115.