Pregunta 28

¿Por qué rechazan los adventistas la posición, tan ampliamente sostenida, según la cual Antíoco Epífanes cumple la profecía del “cuerno pequeño” de Daniel 7 u 8, o ambas, con su supresión de los sacrificios judíos entre los años 167 y 164 A.C. como el cumplimiento de los atropellos y del período de tiempo predichos en cuanto al “cuerno pequeño”?

El problema que aquí se expone es más complejo y mucho más fundamental de lo que podría parecer a primera vista. Algunos aplican a Antíoco Epífanes el símbolo del “cuerno pequeño” de Daniel 7 que “parecía más grande” que cualquiera de los diez cuernos (vers. 20), mientras que otros lo identifican con el “cuerno pequeño” de Daniel 8 que “creció mucho” y “se engrandeció” (Dan. 8: 9, 10). Todavía hay otros que parecen aplicar a Antíoco los cuernos pequeños de ambos capítulos. Pero estos cuernos, como veremos, son dos símbolos diferentes. No son idénticos, y solamente en parte son paralelos.

Numerosos eruditos bíblicos (como Faussett, Auberlen, Zündel, Eberhardt, Hávernick, Hengstenberg, Scofield, Gaebelein y Ironside) advierten del peligro de confundir el “cuerno pequeño” de Daniel 7 con el “cuerno pequeño” de Daniel 8. Sin embargo, muchos siguen confundiéndolos, y por eso se ven luego en dificultades insalvables.

Los que ponen a Antíoco en Daniel 8, no sostienen necesariamente la así llamada “teoría de Porfirio” de Daniel 7, la cual hace de Antíoco el cuerno pequeño de un cuarto imperio “griego”. También hay quienes, partiendo de un cumplimiento parcial o preliminar de algunos aspectos de la profecía, han considerado a Antíoco como un símbolo, o precursor, del gran anticristo perseguidor que iba a constituir el verdadero cumplimiento siglos después. Además, ha habido una casi universal opinión de que Antíoco tiene un lugar legítimo entre la serie de reyes —Tolomeos y Seléucidas— a los cuales se hace referencia en el capítulo 11, una profecía literal que abarca el período en el cual él intentó suprimir la verdadera adoración de Dios. El ubicarlo en ese capítulo, juntamente con otros gobernantes relativamente poco importantes, no es de ninguna manera lo mismo que darle la exagerada importancia que le asigna la interpretación de que Antíoco es el cuerno pequeño de Daniel 7. Debemos tener presentes cada una de estas variantes en la interpretación para evitar confusión.

  1. El cuarto imperio: ¿Grecia o Roma? Cabe destacar que cualquier identificación de Antíoco como el cuerno pequeño del capítulo 7 depende de la identificación del cuarto imperio mundial de Daniel como el período macedonio (griego) en lugar del romano. Hay que explicar ambas posiciones. La interpretación de la mayoría a través de los siglos ha sido que el cuarto poder mundial de Daniel 2 y 7 es Roma, y que el bosquejo profético trazado en esos capítulos (así como en los capítulos 8 y 9) llega hasta el fin del tiempo.

Esto lo enseñaron Josefo y otros escritores judíos, y más tarde otros expositores de los primeros de la iglesia primitiva, como el pseudo Bernabé, Ireneo, Tertuliano, Hipólito, Eusebio, Afraates, Cirilo, Crisóstomo, Isidoro, Sulpicio Severo, Jerónimo y Teodoreto. Era virtualmente la interpretación universal de los tiempos de la pre reforma, de la Reforma y de la postreforma. Comenzando con el siglo XIII y de la Reforma en adelante, tuyo un corolario de la mayor importancia según el cual el cuerno pequeño de Daniel 7, que surgía de las diez divisiones de Roma, era el papado. Roma, en sus fases pagana y/o papal, ha sido igualmente identificada con el cuerno “pequeño” que luego “creció mucho” de Daniel 8, aunque esto no acompaña necesariamente la identificación de Roma como el cuarto imperio. (Los defensores de Roma han visto a Antíoco, y más tarde al islam en el capítulo 8.)

La posición griega fue sostenida originalmente por Porfirio y otros pocos, pero hoy está representada por un gran número de exégetas, principalmente de la escuela modernista. Este esquema asigna el cuarto imperio de Daniel 2 y 7 al período griego o helenístico, o sea a Alejandro y sus sucesores o únicamente a los sucesores hasta el tiempo del Imperio Romano, con Antíoco Epifanes el rey seléucida perseguidor,[1] como el “cuerno pequeño” que surgió de entre los diez cuernos de la cuarta bestia del capítulo 7. Y muchos, incluyendo algunos de los que hacen de Roma el cuarto imperio, sostienen que Antíoco constituye el cuerno “que creció mucho” saliendo de uno de los cuatro cuernos del macho cabrío griego del capítulo 8, o es por lo menos el símbolo o precursor de ese cuerno.

Esta posición griega, según S. R. Driver, restringe los últimos días “dentro del alcance del escritor” (de la profecía de Daniel), y señala a Antíoco Epifanes como el “horizonte limitador del libro”. O sea, que todo lo que hay en el libro de Daniel (incluso los capítulos 2, 7, 8, 9, 11) se supone que haya ocurrido antes de la era cristiana. Por el contrario, según la posición romana, con Roma pagana y papal como el cuarto poder mundial, las actuaciones del “cuerno pequeño”, sea éste quien fuere, ocurren enteramente después del comienzo de la dispensación cristiana. Una posición, por consiguiente, excluye a la otra.

  • Origen no cristiano de la teoría griega. El origen de la teoría según la cual es Grecia el cuarto imperio se asigna generalmente no a un exégeta cristiano, sino al pagano Porfirio quien murió alrededor del año 304 DC. Estaba destinada, no a exponer, sino a desacreditar y a negar el elemento profético del libro de Daniel; no a confirmar la Biblia, sino a negar su veracidad. Para abreviar, como lo han señalado muchos eruditos (tales como Jerónimo de Antioquía y el obispo Thomas Newton), fue eso un contraataque pagano a la expansión de las enseñanzas cristianas en el mundo pagano, una suposición intencionadamente forjada [que resultó defendiendo a la Roma papal] de que el libro de Daniel no había sido escrito por el profeta Daniel en el siglo VI AC, sino por un pseudo Daniel en el siglo II AC en tiempo de los macabeos.[2] De manera que él sostuvo que el libro de Daniel no era en absoluto una profecía, como pretendía ser, sino solamente un relato escrito después de los hechos. Así desafió la legitimidad de su aceptación y propagación entre los cristianos. Fue la precisión del cumplimiento histórico lo que lo llevó a decir que tuvo que haber sido escrito después de los acontecimientos.
  • Las dos formas de la posición griega. Hay dos formas en la posición griega del cuarto reino de Daniel, que están de acuerdo solamente en poner como primer imperio a Babilonia y en que los cuernos del cuarto reino son reyes helenísticos, con el pequeño cuerno como Antíoco Epifanes. He aquí las dos series comparadas:

La primera forma, que se atribuye generalmente a Porfirio, fue reeditada hacia 1600 y ha tenido defensores hasta el siglo presente. La segunda, enseñada por Efraín el Sirio y otros pocos, no fue resucitada hasta el siglo dieciocho, pero hoy día está ampliamente sostenida. (Véase de H. H. Rowley, Darius the Mede and the Four World Empires in the Book of Daniel, para hallar las diferentes posiciones y sus numerosas variaciones.)

La primera forma de esta posición ignora la unidad del período helenístico. De Alejandro hasta la dominación romana, el mundo helenístico constituyó una civilización única greco-macedonia-oriental modelada por el idioma, el pensamiento y las instituciones políticas de los griegos, regida por los macedonios, y considerada un solo imperio por mucho tiempo después de la muerte de Alejandro, a pesar de las divisiones políticas. Dice un historiador:

“Podemos detenernos para notar que el nombre de rey [aplicado a Seleuco] no tenía alusión territorial. Estos reyes [los sucesores de Alejandro] nunca tienen el título oficial de reyes de Egipto o reyes de Asia. Si así son llamados por los historiadores, es meramente con el fin de una distinción conveniente. Señalaba más bien una relación personal con el pueblo macedonio. Idealmente había un imperio macedonio, así como en la Edad Media hubo un Imperio Romano. Pero la dignidad del rey macedonio era llevada juntamente o compartida por varios caudillos, así como la dignidad del emperador romano era compartida por el gobernante del oriente y del occidente. En la práctica, por supuesto, cada uno de los rivales tenía que reconocer la jurisdicción de los otros reyes dentro de cierta esfera territorial. Pero su relación con esa esfera nunca era tan estrecha y esencial como la del rey de Inglaterra y el rey de Francia sobre su territorio. Al fin de cuentas, Tolomeo y Seleuco eran reyes macedonios a los cuales les tocó reinar sobre Egipto y Asia” (Edwyn Robert Bevan, The House of Seleucus, 1902, tomo 1, págs. 57, 58. I a cursiva está en el original).

Daniel indica esta unidad representando a Grecia por un solo animal, un macho cabrío con cuernos, que representaban a su primer rey y a sus cuatro sucesores. Así, los sucesores de Alejandro no constituyeron un reino diferente que sucedió a sus predecesores en la conquista, como lo hicieron los otros; era tan sólo una continuación y un desarrollo del dominio de Alejandro. Pero en Daniel 2 y 7 el cuarto reino no es una fase final del tercero; está tan diferenciado como cualquiera de los otros tres. No sólo la cuarta bestia está separada, sino que aún es “diferente” de sus predecesoras. Un cuarto reino helenístico no cumple las especificaciones. Si el leopardo con cuatro cabezas es el imperio de Alejandro, ¿quiénes son las cuatro cabezas sino sus cuatro sucesores, paralelamente con los cuatro cuernos del macho cabrío del capítulo 8? Esta primera forma de la posición griega hace violencia tanto a la historia como a los símbolos de Daniel.

La segunda serie no ofrece mejor solución. Es cierto que hubo un imperio me- do que precedió al persa, pero había sido dominado por Ciro algunos años antes de su conquista de Babilonia. Por lo tanto, es históricamente imposible que sea éste el segundo de los cuatro reinos que siguieron a Babilonia. Tampoco separa el libro de Daniel el gobierno medo del persa. El imperio babilonio es reemplazado por el de “medos y… persas” (Dan. 5:28); Darío de Media hace cumplir las leyes “de Media y de Persia” (Dan. 6:12); y el poder combinado de “Media y de Persia” está representado por un solo carnero (Dan. 8:20) que es destruido y reemplazado por el macho cabrío griego.

Los más antiguos sostenedores de esta segunda forma de interpretación pudieron poner el gobierno de Ciro en Babilonia después del reino medo de Darío de Media porque no sabían, como nosotros sabemos hoy, que el conquistador Ciro está reconocido en los registros babilonios como gobernando inmediatamente después de la caída de la ciudad. Los sostenedores modernos dicen que la profecía de Daniel fue escrita por un posterior pseudo Daniel que por ignorancia consideró el reino de Darío de Media como un reino separado que precedió al persa. Nosotros, que aceptamos a Daniel como contemporáneo de Ciro, no podemos ni torcer la historia ni pretender que Daniel era ignorante. Pero Darío de Media no es menos histórico que lo que lo era Belsasar antes que su existencia, de la cual se dudó por largo tiempo, fuera corroborada por hallazgos arqueológicos en 1923. No hay nada por lo cual no pueda considerarse el reinado de Darío simultáneo por un año o dos (se menciona solamente su “año primero”) con los años de reinado de Ciro. Puede admitirse esto sin tener que preocuparse de si Darío debe ser considerado como un rey subordinado de Babilonia o como un ‘‘rey fantoche” sobre el imperio que ostentase un título nominal con la anuencia de Ciro, la verdadera cabeza del imperio. No sólo un imperio medo intermedio es tan poco histórico como innecesario, sino que tampoco llena las especificaciones proféticas. ¿Qué diremos de las tres costillas en la boca de un oso medo? ¿O de las cuatro cabezas de un leopardo persa?

Aún más difícil es el cuarto reino griego —y el quinto. La interpretación de Antíoco como el pequeño cuerno, plausible hasta cierto punto, se derrumba al fin. Su falta de adecuación en cuanto a sus actos, su período de actuación, y su relación con los diez cuernos y con los tres, es otro asunto. ¿Dónde están el juicio y la destrucción por fuego como resultado de su blasfemia? ¿Cómo fue sucedido el reino de Grecia por el reino de Dios que barre con todos los reinos del mundo? A la verdad, los actuales sostenedores de la posición griega señalan estas cosas como pruebas de la supuesta composición posterior del libro de Daniel y de su equivocación en calcular el futuro.

Por otro lado, la posición romana puede ser armonizada tanto con las especificaciones proféticas como con la historia del Imperio Romano y su continuación en el imperio político-religioso del papado (véase la nota 7 y el párrafo al cual corresponde en la segunda parte de este artículo que aparecerá en el próximo número).


Referencias:

[1] El imperio seléucida era la más oriental de las cuatro divisiones del imperio de Alejandro. Debido a que su capital era Antioquía de Siria y que en tiempos posteriores perdió sus territorios orientales quedando reducido a Siria propiamente dicha, era llamado también imperio sirio, o simplemente Siria.

[2] El Dr. Edward J. Young, del Westminster Theological Seminary en su libro The Prophecy of Daniel, pág. 5, observa:

“El que pretenda que el libro de Daniel es producto de la época macabea niega implícitamente que sea una obra de verdadera profecía que anticipa el futuro como pretende ser. Además, si el libro de Daniel viene de la época de los Macabeos, no veo cómo sea posible escapar de la conclusión que el libro es una impostura, ya que pretende ser una revelación de Dios a Daniel que vivió en Babilonia durante el cautiverio”.

Porfirio puso en duda y menoscabó la veracidad y la competencia del testimonio de Jesucristo mismo, quien citó a Daniel como el autor del libro profético que lleva su nombre, y reconoció que era una profecía inspirada (Mat. 24:15).