El debate dentro de los círculos evangélicos se acerca más a la enseñanza bíblica

Hace poco un amigo bautista me invitó a su iglesia para escuchar a James I. Packer. “Se le ha pedido redefinir la doctrina del infierno”, dijo mi amigo, ampliando su explicación de la presencia de un evangélico anglicano tan destacado en una Iglesia Bautista. Packer nos dijo aquella noche que varios “evangélicos de la corriente principal”, junto con otros líderes protestantes destacados y escritores, han escrito en favor de la aniquilación o de la inmortalidad condicional, posiciones que marcan el punto de vista de la Iglesia Adventista del Séptimo Día sobre la vida después de la muerte. Su lista de escritores incluía a John Stott, Michael Green, John Wenham y Phillips Edgcumbe Hughes.

Estos eruditos, que apoyan la Biblia y rechazan las interpretaciones más liberales de la Escritura, han declarado que ellos no creen el punto de vista tradicional del infierno. La mayoría confiesa su creencia en un castigo para los impíos que termina en la aniquilación. Aunque los escritores nombrados por Packer son de origen británico, al otro lado del Atlántico, Clark Pinnock y Edward Fudge han escrito convincentemente acerca de su creencia en la inmortalidad condicional.[1] Hay creciente evidencia de que muchos cristianos evangélicos pertenecientes a diversas denominaciones se están inclinando hacia el condicionalismo.

El acercamiento evangélico hacia el condicionalismo

John Stott, en su libro Essentials: A Liberal-Evangelical Dialogue, publicado en 1988, afirmó su creencia en la aniquilación de los pecadores. Cuando fue desafiado por el bien conocido teólogo liberal anglicano David Edwards acerca de sus ideas en cuanto al infierno, Stott dijo que era “con gran renuencia y aflicción del corazón” que se había aproximado al tema del juicio y el infierno. Su renuencia a hablar del tema surgió del hecho de que él no deseaba causar división en las filas de los evangélicos alrededor del mundo. Sin embargo, declaró su creencia de que “la Escritura señala en la dirección de la aniquilación, que el tormento eterno y consciente es una tradición que tiene que rendirse ante la suprema autoridad de la Escritura”. Stott pide un diálogo franco sobre el tema entre los evangélicos, una vez más, “sobre la base de la Escritura”.[2]

El escritor anglicano John Wenham admite un interés en la inmortalidad condicional, que se remonta hasta sus días de estudiante en Cambridge, en la década de 1930. Allí recibió la fuerte influencia de Basil Atkinson, que había publicado privadamente el libro titulado Life and Inmortality (Vida e inmortalidad).[3] Wenham dijo que él mismo había enseñado la inmortalidad condicional en varias instituciones británicas, pero que no había sido sino hasta 1973 que había logrado que una casa publicadora evangélica editara sus puntos de vista sobre el condicionalismo.

El libro de Wenham, The Goodness of God,[4] fue el primero en ser publicado por una casa editora evangélica en Gran Bretaña que contradecía las ideas tradicionales en cuanto al infierno. Aunque contiene sólo un capítulo, que está muy lejos de ser exhaustivo, sobre el infierno, el libro de Wenham fue el preludio que marcó la publicación de otras obras con ideas similares en Gran Bretaña y Estados Unidos. Este libro le pisó los talones a The Conditionalist Faith of Our Fathers,[5] de L. E. Froom, que parece haber sido, al menos parcialmente, el causante de una reacción en cadena en el pensamiento de muchos norteamericanos y británicos sobre cuestiones relacionadas con la doctrina del infierno. La reacción a la publicación de libros sobre el condicionalismo desde los bastiones de la ortodoxia evangélica tradicional, llegó muy lentamente. En Galés, el Movimiento Evangélico publicó el libro The Wrath of God (La ira de Dios), y la Banner of Truth volvió a editar The Doctrine of Endless Punishment (La doctrina del tormento eterno) de W. G. T. Shedd. A través de toda la década de 1980 comenzaron a aparecer libros en ambos lados del debate. Era evidente para los observadores que el debate cobraba intensidad.

En 1982 Edward Fudge publicó un libro significativo, The Fire that Consumes[6] (El fuego que consume), que investiga a fondo el castigo final de los impíos. Lo significativo acerca del libro es que fue escrito por un miembro de la Evangelical Theological Society (Sociedad Teológica Evangélica) de los Estados Unidos. Las respuestas a los argumentos de este libro han sido endebles. Algunos oponentes como John Gerstner, que enseñó una vez en el Seminario Teológico de Pittsburgh, dijo que el libro de Fudge era “la crítica más hábil del infierno hecha por un creyente en la inspiración de la Biblia”. Otros escritores del lado tradicional se han mostrado confusos en sus respuestas en el debate.

En 1989 The Banner of Truth publicó el libro The Last Things: Death, Judgment, Heaven and Hell (Las últimas cosas: muerte, juicio, cielo e infierno) de Paul Helm. Aunque en este libro el autor dice que “la Escritura no enseña la inmortalidad del alma en muchas palabras”, afirma que “la enseñanza de la Escritura no se centra en el alma, sino en el ser humano como manifestado en un cuerpo”, que es lo que la mayoría de los condicionalistas afirman. Los argumentos de Helm se caracterizan por entrar en confusiones ilógicas que lo hacen a uno sentir que él mismo no tiene claro el tema en su mente.

Packer contra el condicionalismo

Cuando James Packer viajó alrededor del mundo en 1990 para restablecer la idea tradicional del infierno en círculos evangélicos, se le echó más combustible al debate. Tanto en la Conferencia León Morris para la Evangelical Alliance (Alianza Evangélica de Melboume), como en la Annual Evangelical Library of Wales (Conferencia Evangélica Anual de la Biblioteca de Gales), en Cardiff, el tema de Packer se tituló “El problema del castigo eterno”.[7] La conferencia no hizo ninguna contribución significativa al debate.

Packer asocia la declinación del punto de vista tradicional acerca del infierno con el surgimiento, en el siglo pasado, de los Adventistas del Séptimo Día, los Testigos de Jehová, y otros grupos. El hace esta asociación sin establecer una diferencia entre los puntos de vista ampliamente divergentes de estos grupos cuando llega a la cuestión de la vida después de la muerte. Esto no es más que una vieja táctica polémica, como lo fue el argumento promovido por los evangélicos en el pasado que sólo las sectas y los teólogos liberales quieren deshacerse del punto de vista tradicional acerca del infierno.

Packer admitió en su conferencia en Cardiff que un creciente número de evangélicos creyentes en la Biblia estaba endosando la idea del infierno como aniquilación. En esto citó a Peter Toon: “En los círculos conservadores parece existir una renuencia pública a endosar públicamente una doctrina del infierno, y donde ésta es aceptada, parece haber una tendencia hacia una doctrina del infierno como aniquilación… La inmortalidad condicional… parece estar ganando aceptación en los círculos evangélicos ortodoxos”.[8] Después Packer se dedicó a presentar cuatro argumentos bíblicos contra el condicionalismo.

El primer argumento que él usó no trata los términos bíblicos de destrucción, muerte, perdición y castigo. Sin embargo, él dijo que podrían significar aniquilación, pero que él cree que significan ruina y angustia, no inexistencia. De modo que en su primer argumento Packer decide no tratar el asunto. Su segundo argumento está basado en el primero: ¡siendo que los creyentes tienen vida eterna, los incrédulos también la tendrán! Los argumentos terceros y cuarto de Packer son similares. El sugiere que las ideas condicionalistas de un cielo nuevo y una tierra nueva sin pecadores impenitentes es pura especulación. El punto fuerte de su argumento parece ser que el cielo no será mancillado para los cristianos si los impenitentes están siendo atormentados porque la voluntad de Dios lo ha decretado.

Aunque Packer prometió dar bases bíblicas para fundar su pensamiento, careció totalmente de ellas, aparte de algunas alusiones casuales a la parábola del Rico y Lázaro (Luc. 16:19-31). Esto no puede decirse del creciente número de escritores que sí usan correctamente la Biblia para definir su condicionalismo. Un ejemplo es el libro Four Views of Hell, de Clark Pinnock.

El argumento de Pinnock a favor del condicionalismo

Pinnock dice: “La Biblia usa el lenguaje de la muerte y la destrucción, de ruina y perdición, cuando habla del destino de los impenitentes. Usa las figuras del fuego que consume cualquier cosa que esté a su alcance; la unión de imágenes de fuego y destrucción sugiere aniquilación… Aunque hay muchas buenas razones para cuestionar la visión tradicional de la naturaleza del infierno, la más importante es que la Biblia no la enseña. Contrario a los grandes clamores de los tradicionalistas, no es una doctrina bíblica”.[9]

Estos eruditos, que apoyan la Biblia y rechazan las interpretaciones más liberales de la Escritura, han declarado que ellos no creen el punto de vista tradicional del infierno. La mayoría confiesa su creencia en un castigo para los impíos que termina en la aniquilación.

Al examinar los textos del Antiguo Testamento Pinnock cita el Salmo 37 y bosqueja todas las figuras que pueden ser asociadas con la aniquilación de los impíos: “Como la hierba verde se secarán” (vers. 2); “Porque los malignos serán destruidos” (vers. 9); “Mas los impíos perecerán… Serán consumidos, se disiparán como el humo” (vers. 20); y “Mas los transgresores serán todos a una destruidos” (vers. 38). Según Malaquías 4:1, 2, los impíos serán consumidos.

Luego Pinnock se vuelve al Nuevo Testamento y cita a Jesús quien habla de la capacidad de Dios para destruir tanto al alma como al cuerpo en el infierno (Mat. 10:28). También recuerda a sus lectores las palabras de Jesús registradas en Mateo 13:30, 42, 49, 50, donde los impíos son quemados. Luego, después de citar las palabras de Pablo, “la paga del pecado es muerte” (Rom. 6:23), Pinnock arguye que el lenguaje de destrucción puede verse a través de todas las epístolas. Ve 1 Corintios 3:17, Filipenses 3:19 y 2 Tesalonicenses 1:19 como declaraciones que se refieren a la aniquilación total de los impíos. Halla también convincente apoyo para el concepto de aniquilación en 2 Pedro 3:7; 2:1, 3; Hebreos 10:29; Judas 7 y Apocalipsis 20:14, 15.

De manera que, a partir de un estudio del Antiguo y el Nuevo Testamentos, Pinnock concluye que la Escritura “emplea las palabras muerte, perdición, destrucción y corrupción para describir el fin de los impíos”.

Después de estudiar los textos de prueba que ofrecen los tradicionalistas, Pinnock afirma que las objeciones a ese punto de vista son formidables. “Concluyo”, escribe, “que la creencia tradicional de que Dios hace sufrir un tormento eterno en estado consciente en el infierno es anti bíblica, fomentada por un punto de vista helenístico de la naturaleza humana, es perjudicial para el carácter de Dios, se defiende por lo general sobre bases pragmáticas y está siendo rechazada por un creciente número de fieles eruditos bíblicos contemporáneos”.[10]

El debate continúa

Uno de los libros más significativos producidos como parte de este debate fue publicado en 1989 por las grandes casas editoras InterVarsity Press y Eerdmans: The True Image: The Origin and Destiny of Man in Christ, por el erudito anglicano Philip Edgcumbe Hughes, que enseñó en el Seminario Teológico de Westminster, en Filadelfia. Como un estudio profundo y completo, traza la integración de los seres humanos creados a la imagen de Dios: cómo se borró la imagen a causa del pecado y cómo se restaurará la imagen a través de Cristo. El capítulo final del libro trata de las discusiones corrientes en el mundo cristiano con respecto al condicionalismo.

Algunos de los libros escritos en los últimos años son más modestos comparativamente. Sin embargo, el libro Universalism and the Doctrine of Hell, que es un informe de la Cuarta Conferencia de Edimburgo sobre Dogmática Cristiana, tiene un capítulo escrito por John Wenham, titulado: “El caso de la inmortalidad condicional”[11], que da una buena información acerca del debate entre los evangélicos hasta la fecha. Wenham escribe: “Yo creo que ha llegado el tiempo cuando debo decir honestamente lo que tengo en mi mente. Yo creo que el tormento eterno es una doctrina horrible y antibíblica que ha sido una pesada carga para la mente de la iglesia durante muchos siglos, y una terrible mancha en su presentación del evangelio. Yo sería inmensamente feliz si antes de morir pudiera ayudar a desterrarla. Pero sobre todo, debo alegrarme de ver a muchos teólogos… unirse… en la investigación de este gran tema con todas sus ramificaciones”.[12]

La herramienta necesaria para conocer las variadas responsabilidades y ministerios del anciano de iglesia.

Sobre el autor: Brian P. Phillips es pastor de distrito al norte de Gales, en las Islas Británicas.


Referencias:

[1] Clark H. Pinnock, Four Views of Hell (Grand Rapids: Zondervan, 1992).

[2] John R. W. Stott, Essentials (Londres: Hodder & Stoughton, 1988), págs. 306-326.

[3] Puede obtenerse en B. L. Bateson, 26 Summershard, South Petherton, Somerset, TAI3 5DP, Reino Unido.

[4]El libro fue publicado de nuevo bajo el título The Enigma of Evil por InterVarsity Press en Gran Bretaña en una segunda edición en 1985. Pronto se agotó. Eagle Books, Guilford, England, ha publicado una nueva edición en 1994, con un capítulo adicional sobre el debate.

[5] LeRoy Edwin Froom, The Condicionalist Faith of Our Fathers: The Conflict of the Ages Over the Nature and Destiny of Man (Wáshington, D. C.: Review and Herald Pub. Assn., 1965, 1966).

[6]El libro de Fudge fue patrocinado originalmente por Robert Brinsmead, que es australiano.

[7] Esta conferencia fue publicada más tarde bajo el mismo título por Orthos, Disley, Cheshire, en el Reino Unido.

[8] Peter Toon, Heaven and Hell (Nashville: Thomas Nelson, 1986), págs. 174,176.

[9] Pinnock, págs. 145, 146.

[10] Id., pág. 165.

[11] John Wenham en Universalism and the Doctrine of Hell, ed N:M:S: Cameron (Grand Rapids: Baker Book House, 1992).

[12] Id., págs. 190, 191.