Preguntas y respuestas sobre la ordenación de ancianas

En julio de 2021, la División Sudamericana votó autorizar a las iglesias locales a nombrar y ordenar mujeres al ancianato. Ese voto sigue la recomendación de la Asociación General que, después de un profundo y reflexivo análisis teológico, autorizó a las Divisiones a estudiar el tema e implementar, conforme a las necesidades de sus iglesias locales, la ordenación de ancianas.

Una comisión establecida por la División Sudamericana analizó los resultados del informe y, luego de ratificar los argumentos bíblicos, teológicos y eclesiásticos, concluyó que el nombramiento de ancianas fortalece el liderazgo de la iglesia local, valora el discipulado y contribuye efectivamente con la misión.

Acompáñanos, a continuación, con algunas cuestiones importantes sobre el tema.

1. ¿Cómo la ordenación practicada actualmente está relacionada con la terminología bíblica?

Aunque la palabra ordenación no aparece en la Biblia, el concepto ha sido asociado a términos bíblicos como “imposición de manos” (1 Tim. 4:14; 2 Tim. 1:6; Heb. 6:2), “establecer/designar” (Tito 1:5). Se trata del nombramiento o separación de alguien para un propósito en particular. Primero, Dios nombra una persona; luego, la iglesia reconoce ese nombramiento. La iglesia solo puede ordenar a quien Dios ya separó o comisionó (1 Cor. 7:17). Pablo, por ejemplo, ya era reconocido como apóstol y maestro por la iglesia cuando el Espíritu Santo instruyó a los líderes a separarlo para una tarea específica (Hech. 13:1-3).

Respecto de las ordenaciones realizadas en el Antiguo Testamento, existen semejanzas y diferencias. Hay semejanzas en el hecho de que, en ambos testamentos, Dios llama a su pueblo a reconocer ese llamado. Un ejemplo importante de diferenciar es que en el Nuevo Testamento hay un cambio en la ley acerca de la ordenación de los sacerdotes. Hebreos 7:12 dice: “Pues al cambiar el sacerdocio, también es necesario cambiar la ley del sacerdocio”.

2. Dios establece y ordena a quienes ejercen dones en la iglesia.

Así es. Muchas veces, las palabras griegas traducidas como “ordenar” –en el Nuevo Testamento– conllevan la idea de “elegir”, “designar” o “establecer”. En 1 Corintios 12:28, Pablo afirma: “Así los puso Dios en la iglesia: primero apóstoles, segundo profetas, tercero maestros, después los que hacen milagros, después dones de sanidad, los que ayudan, los que administran, los que tienen don de lenguas”.

Es importante tener en cuenta que la ordenación no funciona en un sentido mágico, infundiendo a la persona un tipo de poder especial. También es errado decir que la ordenación es “simplemente un nombramiento de la iglesia”. Esa expresión rebaja el valor del cuerpo de Cristo y del liderazgo divino que la guía. Por otro lado, es necesario enfatizar que la ordenación es una acción inspirada, que muestra la organización eclesiástica al reconocer los dones concedidos por Dios a algunos de sus miembros. Esa organización no tiene que ver, principalmente, con jerarquía, sino con misión (Mat. 23:11; 28:19, 20). Hombres y mujeres son llamados y ordenados por Dios para participar de esa misión (Juan 2:28, 29). Por lo tanto, la ordenación es la habilitación de una persona para representar a la iglesia, proclamar el evangelio, administrar la Cena del Señor, plantar y organizar iglesias, guiar e instruir a los miembros, oponerse a las falsas enseñanzas y brindar servicios a la congregación (Hech. 6:3; 20:28, 29; 1 Tim. 3:2, 4, 5; 2 Tim. 1:13, 14; 2:2; 4:5; Tito 1:5, 9).

3. ¿Dios nombra mujeres para ejercer dones espirituales y cargos de liderazgo en la iglesia?

Sí. Dios estableció, por ejemplo, profetisas en la iglesia (1 Cor. 12:28) y entre su pueblo. Presta atención a las referencias: “Y María la profetisa, hermana de Aarón” (Éxo. 15:20), “Débora, profetisa, esposa de Lapidot” (Jue. 4:4); “la profetisa Hulda” (2 Rey. 22:14), la esposa de Isaías (Isa. 8:3) y “Ana, profetisa” (Luc. 2:36).

Muchas otras mujeres también sirvieron al pueblo de Dios en roles de liderazgo. En el Antiguo Testamento, Débora “juzgaba Israel” (Jue. 4:4). En el Nuevo Testamento, varias mujeres sirvieron en la iglesia apostólica como colaboradoras de Pablo y desempeñaron funciones de liderazgo. Entre ellas están: Febe (Rom. 16:1), Priscila (vers. 3), María (vers. 16), Trifena, Trifosa y Persis (vers. 12), Evódia y Síntique (Fil. 4:2) y Ninfa (Col. 4:15).

Aunque la ordenación de ancianas no esté decretada ni prohibida en la Biblia, existen principios que aclaran esta cuestión. Jesús nos enseñó a orar: “Venga tu reino. Sea hecha tu voluntad en la tierra como en el cielo” (Mat. 6:10). También, “todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo; y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo” (16:19; 18:18). Pablo escribió: “Por lo demás, cada uno viva como el Señor le asignó y como Dios lo llamó. Esta es la norma que presento en todas las iglesias” (1 Cor. 7:17). Necesitamos depender de la soberanía divina, observar los principios básicos enseñados en la Biblia y seguir la orientación del Espíritu Santo que nos conduce “a toda la verdad” (Juan 16:13).

4. ¿Pero el liderazgo eclesiástico no es una prerrogativa solo de los hombres?

Algunas personas creen que, por el hecho de que el marido es la “cabeza de la mujer” o la “cabeza del hogar”, también debería ser la “cabeza” de la iglesia. Por lo tanto, esto descalificaría a la mujer de ejercer posiciones de liderazgo. Sin embargo, de acuerdo a las Escrituras, Cristo es la única Cabeza de la iglesia, tanto de hombres como de mujeres, quienes forman el cuerpo de Cristo (Efe. 1:22, 23; 5:23; Col. 1:18; 2:19).

Elena de White escribió: “Cristo es la cabeza de la iglesia, no el ministro”[1] y “Cristo es la única cabeza de la iglesia”.[2] Ni en las Escrituras, ni en los escritos de Elena de White se afirma que solo los hombres pueden ser líderes en la iglesia. Además, no apoyan ninguna transferencia de la función de la cabeza del hogar a las funciones dentro del cuerpo de la iglesia.

5. ¿El término “anciano” excluye necesariamente a las mujeres?

No. El autor del libro de Hebreos hace una descripción representativa al describir que “los antiguos (presbiteroi, que significa “ancianos”) fueron aprobados” (Heb. 11:2), incluyendo a Sara (11:11), a Rahab (11:31) y a otras mujeres (11:35). Estos ancianos hacían parte del orden general del pueblo de Dios. Ellos no son ejemplos del ministerio de una “presbítero” de la iglesia en el período del Nuevo Testamento, pero sí muestran que, en la terminología bíblica, el lenguaje masculino puede usarse para incluir mujeres.

Las ancianas también son mencionadas en otro texto paulino: “No reprendas con dureza al anciano (presbiterou), sino exhórtalo como a padre. A los más jóvenes, trátalos como a hermanos; a las ancianas (presbiteras), como a madres; a las jovencitas, como a hermanas, con toda pureza” (1 Tim. 5:1, 2). Algunos estudiantes de la Biblia concluyen que estos ancianos y ancianas simplemente eran personas de edad. Sin embargo, esta perspectiva no cambia el hecho de que tanto hombres como mujeres son referidos como ancianos. Por lo tanto, el término “anciano” no excluye automáticamente al género femenino.

6. ¿Pablo prohibió a las mujeres enseñar y ejercer autoridad sobre los hombres?

La prohibición de 1 Timoteo 2:11 y 12 es parte de la respuesta general del apóstol a la influencia maligna de los falsos maestros que estaban minando la fe de los creyentes en Éfeso (cf. 1:3, 4; 18-20; 4:1-4; 6:20, 21). Algunas mujeres de esta ciudad habían perdido de vista el verdadero evangelio y no estaban viviendo como seguidoras de Cristo. Bajo la dirección de estos falsos maestros, ellas desarrollaron un desdén hacia el rol tradicional de la mujer como esposa y madre (cf. 4:3; 5:9, 10, 14) y pasaron a vestirse indecorosamente (2:9, 10; 5:6), como también a actuar de manera dominadora sobre su marido (2:11, 12).

Es interesante observar que, en vez de usar el término griego exousia, palabra comúnmente utilizada en el Nuevo Testamento para referirse a la autoridad (Rom. 9:21; 13:3; 2 Cor. 13:10; 2 Tes. 3:9), Pablo usa una palabra extremadamente rara, que no aparece en ningún otro lugar del Nuevo Testamento: authenteo. Este verbo tiene un elemento negativo asociado a él. Puede significar “gobernar/reinar”, “controlar” o “dominar”. En vez de ejercer la forma normal de autoridad asociada al oficio del ministerio, estas mujeres se estaban comportando de manera arrogante, sin el espíritu de amor cristiano, abnegación y sumisión mutua que define la relación entre todos los creyentes.

7. ¿Las mujeres son excluidas de ser ancianas porque no poseen todas las características listadas por Pablo en 1 Timoteo 3:17?

No. La cualificación esencial es que el anciano sea irreprensible. Una persona no necesita de todas las cualidades listadas por Pablo (como ser un hombre casado, por ejemplo) para ser un “presbítero” (anciano). Las viudas, por ejemplo, también debían ser “esposa de un solo marido” (1 Tim. 5:9), el mismo consejo dado a los ancianos (1 Tim. 3:2). El principio que Pablo promueve es la pureza sexual. La preocupación del apóstol no era con el género de un líder de la iglesia, sino con el tipo de carácter que debe definir la vida de un líder espiritual.

En griego, Pablo dice que “Si alguien” quiere servir como anciano “a un buen trabajo aspira” (DHH). “Alguien” puede referirse a un hombre o a una mujer. Si Pablo hubiera querido limitar el ministerio de un obispo a los hombres, fácilmente podría haber restringido el significado del pronombre indefinido añadiendo un sustantivo o pronombre específico de género (como lo hace en otros lugares, 1 Tim. 5:4, 16; 1 Cor. 7:12, 13, 16). Además, en griego no aparece ningún pronombre masculino en toda la lista de cualificaciones para el ministerio de un anciano.

Pablo usa lenguaje masculino al hablar de los requisitos de los presbíteros porque, en la antigüedad, el género estándar para un grupo mixto era siempre masculino. El lenguaje inclusivo de género es un fenómeno bastante reciente y no había sido considerado en la época de Pablo.

8. En la Iglesia Adventista del Séptimo Día, ¿cuáles son los tres oficios para los que las personas son ordenadas?

La Guía para ministros declara que “las Escrituras distinguen tres categorías de oficiales ordenados: (1) el ministro evangélico, cuyo papel puede verse como predicando y enseñando, administrando los ritos y cuidando con solicitud pastoral almas e iglesias (1 Tim. 4:14; 2 Tim. 4:1-5); (2) el anciano (en las Escrituras a veces se lo llama obispo), quien ejerce el cuidado de una congregación local y también lleva a cabo las funciones pastorales necesarias (Hech. 14:23; 20:17; Tito 1:5, 9; 1 Tim. 3:2, 5); y (3) el diácono, a cuyo cuidado se confía la obra de benevolencia para los pobres de la congregación (Fil. 1:1; Hech. 6:1-6; 1 Tim. 3:8-13)”.[3]

9. ¿Cómo lidiaban los pioneros adventistas con los asuntos en los cuales la Biblia no brinda instrucciones explícitas y detalladas?

Cuando temáticas específicas no son abordadas en las Escrituras, es considerada una práctica sólida y aceptable aplicar principios extraídos de la Biblia. Elena de White siguió esa práctica en un ejemplo citado por su marido, James White, “Se me ha preguntado: ‘¿Dónde están los claros textos de la Escritura para mantener legalmente las propiedades de la iglesia?’ Nosotros respondemos: ‘La Biblia no proporciona ninguno; pero tampoco dice que debemos mantener una revista semanas, una imprenta a vapor, que debemos publicar libros, construir edificios para adorar o enviar carpas evangelísticas’. Jesús dijo: ‘Así brille vuestra luz delante de los hombres’; pero no nos proporcionó todos los detalles de cómo debe hacerse esto. A la iglesia se le encarga continuar frente a esta gran obra, orando por la orientación divina, actuando de acuerdo con los planes más eficientes para su realización. Creemos que es seguro ser gobernados por la siguiente regla: ‘Todos los medios que, de acuerdo al sentido común, promuevan la causa de la verdad y no sean prohibidos por declaraciones de las Escrituras deben ser empleados’ ”.[4]

10. ¿Elena de White apoya la ordenación de mujeres para los ministerios para los cuales Dios las llama?

En el sentido espiritual, Elena de White creía que todos los cristianos son llamados para ejercer un tipo de ministerio. Esa perspectiva está en el centro del sacerdocio de todos los creyentes (1 Ped. 2:9). Ella escribió: “Todos los que son ordenados a la vida de Cristo están ordenados para trabajar por la salvación de sus semejantes”.[5]

En 1895, Elena de White escribió un largo artículo sobre el trabajo de los laicos en las iglesias locales. Ella exhortó a los ministros a dejar que los miembros trabajen para la iglesia y a que los entrenen para que lo hagan. Ella incluso afirmó que las mujeres que sirven en el ministerio local también deben ser separadas para el tipo de ministerio y evangelismo que ejercían. Ella aconsejó: “Las mujeres que estén dispuestas a consagrar parte de su tiempo al servicio del Señor deben ser nombradas para visitar a los enfermos, cuidar de los jóvenes, y ministrar a los pobres en sus necesidades. Deben ser apartadas para este trabajo mediante la oración y la imposición de manos. En algunos casos necesitarán buscar el consejo de los oficiales de la iglesia o los ministros; pero si son mujeres devotas, que mantienen una conexión vital con Dios, serán un poder para el bien en la iglesia. Esta es otra manera de fortalecer y edificar a la iglesia. Necesitamos ampliar más nuestros métodos de trabajo”.[6]


Referencias

[1] Elena de White, El ministerio pastoral (Florida: ACES, 1995), p. 118.

[2] Manuscript Releases, t. 21, p. 274.

[3] Guía para ministros adventistas del séptimo día (Florida: ACES, 2021), p. 102.

[4] James White, “Making us a name”, Review and Herald, 26 de abril de 1860, p. 4.

[5] Elena de White, Testimonios para la iglesia (Miami: APIA, 1998), t. 8, p. 23.

[6] White, El Ministerio pastoral, p. 257.