El autor nos invita a desarrollar un compromiso total en la comunicación del mensaje a nuestro prójimo.
Mientras cumplía “el gran objeto de su vida’’, “la salvación de la perdida humanidad”,[1] “el Salvador iba de casa en casa”.[2] Al enviar a sus discípulos también los instruyó en el sentido de que “sus esfuerzos debían limitarse al trabajo de casa en casa”.[3] El espíritu de profecía hace claro que “esta labor de casa en casa, para buscar las almas… es la obra más esencial que pueda realizarse”[4] y que debiéramos llevar “la Palabra de Dios a la puerta de todo hombre”.[5]
Pero a pesar del ejemplo del Salvador y la instrucción que hemos recibido, vemos muy poca obra de casa por casa realizada por los adventistas de hoy. Aun el lema de los colportores de años atrás, “de casa en casa”, ha dado lugar al sistema de las “recomendaciones”. En lugar de la obra de casa en casa, se la ha sustituido por envíos por correo y los medios masivos de comunicación. Ambos métodos han sido efectivos hasta cierto punto, pero están en segundo lugar cuando se considera los hallazgos de diferentes investigaciones que revelan que la razón más frecuente de que un nuevo miembro se una a la iglesia, además de su corrección doctrinal, es la influencia personal de un familiar o de un amigo.
Desafortunadamente, la natural renuencia humana a hacer trabajo de casa por casa se ha visto fortalecida en años recientes por una equivocada aplicación del principio de los dones espirituales. Esta visión “iluminada” de dones espirituales nos instruye a que nos examinemos a nosotros mismos para ver cuáles de los diferentes dones del Espíritu poseemos personalmente, tales como la administración, la hospitalidad, la evangelización, etc. Entonces hemos de usar cualquier don o dones que tenemos y no preocuparnos por los que no tenemos. Por supuesto, muy pocos descubren que tienen el don de la evangelización. Siguiendo esta línea de razonamiento, pueden ahora rehusar esta obra tan importante y todavía tener una conciencia “limpia”.
La aplicación anterior de los dones del Espíritu no es válida, siendo que las Escrituras establecen claramente (Mat. 25: 14-30) que se dan dones espirituales adicionales a los que usan los que ya poseen. En verdad, el incremento es más que la simple adición, así como se indica en la parábola de los talentos y la declaración de que “quienes están así trabajando en base al plan de adición para obtener las gracias cristianas, tienen la seguridad de que Dios trabajará con el plan de multiplicación al garantizarles los dones de su Espíritu”.[6]
Parece que tener una vida llena de Cristo es incompatible, en el nivel práctico, con tener una falta de preocupación por la salvación de nuestros prójimos y de la humanidad en general. “Una persona verdaderamente convertida está tan llena del amor de Dios, que anhela comunicar a otros el gozo que posee”.[7] “Si [los del pueblo de Dios] se dedicasen activamente a conocer y practicar la voluntad de Dios, sentirían una carga tal por las almas que perecen, una preocupación tan viva, que nada podría impedirles obedecer la orden del Maestro: Id por todo el mundo; predicad el evangelio a toda criatura’ “.[8] “Tan pronto como viene uno a Cristo, nace en el corazón un vivo deseo de hacer conocer a otros cuán precioso amigo ha encontrado en Jesús; la verdad salvadora y santificadora no puede permanecer encerrada en el corazón. Si estamos revestidos en la justicia de Cristo y rebosamos de gozo por la presencia de su Espíritu, no podremos guardar silencio. Si hemos gustado y visto que el Señor es bueno, tendremos algo que decir a otros”.[9]
Esta declaración y otras deberían conducirnos a que nos hagamos algunas preguntas. Si no mostramos real preocupación por las almas de los que nos rodean, ¿necesita atención nuestra relación con el Señor? Si es tan difícil motivarnos a hacer obra personal de ganancia de almas, ¿es porque no tenemos una relación salvadora con Jesús? ¿Por qué somos tan pocos los que estamos golpeando las puertas de los hogares en nuestra vecindad o en la ciudad? Por el contrario, ¿por qué es que los miembros de algunas otras iglesias sistemáticamente visitan los hogares de su vecindad? ¿Tienen ellos más amor por Jesús y por las almas que perecen que nosotros? Bien podríamos hacernos, individualmente, algunas preguntas: ¿Tengo yo una real preocupación por la salvación de la gente que vive a mi alrededor? ¿Me importa si mi vecino de la casa de al lado no conoce al Señor y se pierde eternamente? Si tengo seres amados que no han dado su corazón al Señor, ¿todavía paso sólo diez minutos por día sobre mis rodillas?
“El Cielo se indigna al ver la negligencia manifestada en cuanto a las almas de los hombres. ¿Queremos saber cómo lo considera Cristo? ¿Cuáles serían los sentimientos de un padre y de una madre si supiesen que su hijo, perdido en el frío de la noche, había sido pasado de lado y que lo dejaron perecer aquellos que podrían haberlo salvado? ¿No estarían terriblemente agraviados, indignadísimos? ¿No denunciarían a aquellos homicidas con una ira tan ardiente como sus lágrimas, tan intensa como su amor? Los sufrimientos de cada hombre son los sufrimientos del Hijo de Dios, y los que no extienden la mano auxiliadora a sus semejantes que perecen, provocan su justa ira. Esta es la ira del Cordero. A los que aseveran tener comunión con Cristo y sin embargo han sido indiferentes a las necesidades de sus semejantes, les declarará en el gran día del juicio: ‘No os conozco de dónde seáis; apartaos de mí todos los obreros de iniquidad’ “.[10]
Aun muchos de los perdidos nos reprocharán nuestra negligencia en la ganancia de almas. “En el día de Dios, cuántos nos enfrentarán y dirán: ‘¡Estoy perdido! ¡Estoy perdido! Y tú nunca me amonestaste; nunca me rogaste que viniera a Jesús. Si yo hubiera creído como tú lo hiciste, hubiera seguido a toda alma sujeta al juicio que estuviera a mi alcance, con oraciones y lágrimas y amonestaciones’ ”.[11]
A menudo encontramos que son los recientemente convertidos a Cristo los que trabajan más activamente por la salvación de otros. De la misma forma, es raro que un adventista que creció en la iglesia ingrese al ministerio de la página impresa. Quizás el resto de nosotros hemos perdido hace tiempo nuestro “primer amor” por Jesús y por las almas que perecen. Quizás es porque como padres cristianos no sólo no demostramos ningún amor real por las almas sino que inconsciente pero efectivamente, desanimamos a nuestros hijos de entrar en una ocupación como el ministerio de la página impresa, porque las ganancias financieras son a menudo inciertas y la imagen del vendedor no es lo suficientemente profesional. Deseamos que nuestros hijos sean suficientemente religiosos como para ser considerados cristianos, pero no que se comprometan al punto de sacrificar algo de los bienes materiales o el honor de este mundo. Parece que este enfoque que pretende ser equilibrado podría llevar a algunos resultados indeseables. “En vista de esta orden [Mar. 16: 15], ¿podemos educar a nuestros hijos para una vida de convencionalismo respetable, una vida de aparente cristianismo, pero que carezca de la abnegación del Maestro, una vida para la cual el veredicto de Aquel que es la verdad, sea: ‘No os conozco ?
“Miles lo hacen. Piensan asegurar a sus hijos los beneficios del Evangelio, mientras niegan su espíritu. Pero esto no es posible. Los que no aceptan el privilegio de la comunión con Cristo en el servicio, rechazan la única educación que podría capacitarlos para participar con él de la gloria; rechazan la preparación que en esta vida da fuerza y nobleza de carácter. Más de un padre y una madre que negaron sus hijos a la cruz de Cristo, se dieron cuenta demasiado tarde que de ese modo los entregaban al enemigo de Dios y el hombre”.[12]
Los beneficios de trabajar por las almas que perecen son numerosos. “Si trabajas como Cristo quiere que sus discípulos trabajen y ganen almas para Él, sentirás la necesidad de una experiencia más profunda y de un conocimiento más grande de las cosas divinas, y tendrás hambre y sed de justicia… tu fe se robustecerá… Crecerás en la gracia y en el conocimiento de Cristo y adquirirás una rica experiencia” y dará “al carácter profundidad, firmeza y amabilidad semejantes a las de Cristo”, y “trae paz y felicidad”. El que así lo hace tendrá “claras percepciones espirituales, una fe firme y creciente y un acrecentado poder en la oración”, así como está obrando “ciertamente su propia salvación”.[13] Con seguridad, cualquier pastor interesado en el bienestar espiritual de la familia de su iglesia la animará a la ganancia de almas.
No nos engañemos. Esto es claro. Si no tenemos amor ni preocupación por las almas que perecen, entonces no todo anda bien con nuestras almas. Que Dios ponga nueva vida, amor y fervor en los huesos secos de nuestras vidas espirituales al revelarse a sí mismo a nosotros de una manera tal que nadie sea capaz de frenarnos en compartir esa revelación.
Sobre el autor: Charles Schlunt, disertación devocional ofrecida al personal de la División Interamericana
Referencias
[1] El camino a Cristo, pág. 77.
[2] Los hechos de los apostóles, pág. 300.
[3] El Deseado de todas las gentes, pág. 318
[4] El evangelismo, pág. 316.
[5] Ibid., pág. 318.
[6] The Santified Life, pág. 95.
[7] Joyas de los testimonios, t. 3. pág 298
[8] Ibíd., pág. 304
[9] El camino a Cristo, págs. 77, 78.
[10] El Deseado de todas las gentes, págs. 765, 766.
[11] El evangelismo, pág. 318.
[12] La educación, pág. 264.
[13] El camino a Cristo, pág. 79, 80.