Necesitamos extendernos y formar nuevas amistades con gente que no es de la iglesia.
Todos tenemos amigos. Son las personas con las cuales es grato estar, con las que disfrutamos diferentes actividades y con quienes nos gustaría pasar la eternidad. También nos gustaría tener más amigos. De hecho, si estás inscripto en Facebook, parece que nunca puedes tener suficientes amigos.
Cuando la gente se convierte al cristianismo, la mayoría de sus amigos pasan a ser cristianos o adventistas. Algunas investigaciones sugieren que dos años después del bautismo la mayoría de los amigos pertenecen a la iglesia. Eso puede ser bueno, pero no nos ayuda a ganar amigos para Jesús. Si todos nuestros amigos cercanos son de la iglesia, entonces necesitamos extendernos y formar nuevas amistades con gente que no es de la iglesia.
Hace años, Elena de White escribió su clásica definición de los que es el evangelismo: “Solo el método de Cristo será el que dará éxito para llegar a la gente. El Salvador trataba con los hombres como quien deseaba hacerles bien. Les mostraba simpatía, atendía sus necesidades y se ganaba su confianza. Entonces les decía: ‘Seguidme’ “ (El ministerio de curación, p. 102).
Ella indica que hay muchas formas de evangelizar, pero solo una que da un éxito verdadero, y esa es la que consiste en la amistad. El Cielo indica que un enfoque relacional hacia el evangelismo es el método que nos proporcionará éxito. Para alcanzar a la gente, debemos relacionarnos con ella. Este no es un llamado para decirle a la gente que está equivocada, sino, más bien, un llamado distintivo al pueblo de Dios para establecer relaciones con la gente que está sin Cristo.
Sin embargo, Elena de White nos está postulando una amistad condicionada. Ella aboga por que los adventistas se relacionen fluidamente con gente que no conoce a Jesús y que, como consecuencia de este contacto, muchos de ellos vayan a Jesús. Debemos amar a la gente de forma incondicional, pero en el proceso de recibir su amor incondicional, muchos llegarán a conocer a Jesús como su Amigo y Salvador personal.
Así es como lo hizo Jesús, declara Elena de White. Él se mezclaba con la gente buscando su bienestar. Pasaba tiempo con la gente perdida. Se lo conocía como el amigo de los pecadores y de los publicanos. La gente perdida disfrutaba de la compañía de Jesús. De hecho, se sentían cómodos con el Maestro. Jesús iba donde la gente perdida pudiera ser hallada. Él asistía a sus celebraciones, los buscaba en sus lugares de trabajo y de esparcimiento. No comprometía sus convicciones, pero Jesús disfrutaba de estar cerca de gente perdida.
A veces, hacemos lo opuesto a lo que hacía Jesús. Pasamos la mayor parte del tiempo con los santos y poco con aquellos que están sin Cristo. Incluso nos enorgullecemos por el hecho de no haber asistido a una fiesta del vecindario en la que bebieron alcohol. No necesitas beber el alcohol, pero Jesús asistió a sus celebraciones, y también lo deberíamos hacer nosotros. Si no te acercas a la gente, nunca te ganarás el derecho de compartir a Jesús con ellos en el momento oportuno.
De acuerdo con la definición de Elena de White sobre evangelismo, debemos compartir a Jesús en el contexto de una relación. Solo cuando Jesús había ganado su confianza -ella declara-, él les pedía que lo siguieran. ¿Qué significa esto para nosotros, en la práctica? Simplemente, que no le hablas de Jesús a otra persona hasta que logres una relación con ella. Por esta razón es tan importante que invites a tus amigos a tu Grupo pequeño. Es ahí, en el contexto de esas relaciones, que serán conquistados para Jesús.
Si decidimos ir de “puerta en puerta” para testificar, deberíamos hacerlo con la finalidad de lograr establecer relaciones con la gente. Esto significa que no hablamos de Cristo en la primera oportunidad que llegamos a un hogar, sino que buscamos elementos en común para relacionarnos con la gente. Una vez que se establece la relación, los puedes invitar al Grupo pequeño, para que la amistad siga creciendo en un contexto cristiano. Una vez que la relación se ha establecido, entonces resulta más sencillo compartir el mensaje de esperanza con quienes apreciamos.
¿Cómo formamos las relaciones con la gente? Pasando tiempo con ellas y realizando actividades en común. A veces, esto tiene sus riesgos, tal como lo fue para Jesús el venir a esta Tierra y relacionarse con nosotros. Debemos extender nuestras relaciones hacia los demás, buscándolos donde ellos se encuentran, traduciéndoles el evangelio a su cultura por medio de nuestra vida transformada por la gracia de Dios. Esto resultará en su deseo de tener lo que nosotros tenemos.
Yo no nací en una familia adventista, sino en una bautista. Mi padre se oponía rotundamente en que me hiciera adventista. Tenía 17 años cuando me bauticé. Cuando el pastor adventista me vino a visitar, mi padre quiso evadirlo y se dirigió al sótano, en donde estaba construyendo un pequeño bote. Cuando el pastor terminó de hablar conmigo, sin preguntar, simplemente bajó al sótano y fue a hablar con mi padre.
No habló de la Biblia con mi padre; solo se hizo su amigo. Sabía que a mi padre le gustaba la pesca, por lo que le ofreció ir a pescar juntos algún día. Mi padre aceptó la invitación-sorprendentemente-, y acabó pescando con el pastor de la iglesia que despreciaba. Como resultado, mi padre se convirtió en un colportor adventista. Esto fue posible porque el pastor estuvo dispuesto a ir a pescar con mi padre.
Si el pastor hubiera querido darle un estudio bíblico, mi padre le habría dado un “no” enfático, pero no se pudo resistir a la invitación de un amigo. Hay muchos, tal como mi padre, que nunca serán convertidos mediante un estudio bíblico, por importante que eso sea. Sin embargo, esta gente puede ser alcanzada si nos tomamos el tiempo de construir una relación con ella.
Revisemos los pasos del evangelismo de la amistad:
1. Piensa en la gente que conoces y que no son cristianos o adventistas. Haz una lista de ellos.
2. Estudia la lista y elige a unos tres o cuatro en los cuales concentrarte. No lo puedes hacer con todos a la vez.
¿Cómo los puedes elegir? Fíjate en su grado de receptividad. Quienes están pasando por algún tipo de crisis son más receptivos que aquellos que tienen una vida relativamente estable.
3. Ora por ellos. Escribe su nombre en una tarjeta y colócala en el espejo del baño, para que te acuerdes de ellos cada mañana (puedes sacar la tarjeta si los invitas a tu casa). La idea es que ores regularmente y enfáticamente por estas personas.
4. Haz algo amable en favor de ellos. Esa acción debe basarse en sus necesidades, no en las tuyas. El evangelio se comparte mejor por medio de actos de cariño y de bondad. Eso fue lo que Jesús demostró en su vida, y nosotros debemos seguir su ejemplo.
5. Fortalece tu relación con las personas. Puedes hacer esto haciendo cosas junto a ellas. Encuentra algo que tengan en común y compártanlo, tal como ese pastor lo hizo con mi padre. Comer juntos siempre ayuda a establecer lazos de amistad.
6. Preséntales a otros adventistas. Tal vez no eres el mejor pescador, así que invitas a otro miembro de iglesia que disfruta de la pesca. Ese miembro de iglesia incluso puede acabar relacionándose mejor que tú con esa persona. Así, conocerá a dos adventistas en lugar de solo uno. Mientras más adventistas conozca, tiene más oportunidades de convertirse en uno.
7. Invítalo a actividades y programas de la iglesia. Las actividades a las que lo debes invitar dependerán de su madurez espiritual. Tal vez no están preparados para ir a la iglesia, pero podrán asistir a un campamento, a una comida al aire libre o a un evento musical. Al asistir a los programas de la iglesia, irán conociendo a más personas adventistas. Finalmente, disfrutarán estar en la compañía de adventistas. En algún momento del proceso, los puedes invitar al Grupo pequeño, en donde la amistad puede profundizarse y crecer.
8. Escucha sus respuestas. Al asistir al Grupo pequeño, ellos comenzarán a hacer preguntas que pueden conducir a un estudio bíblico.
9. Bautízalo. En la medida en que la persona acepta el mensaje bíblico sobre Cristo, y le entrega su corazón a Jesús, es bautizada y forma parte de la familia adventista.
10. Discipula al nuevo miembro, de tal manera que él pueda multiplicar su discipulado y el ciclo puede continuar, a medida que él establezca relaciones con otras personas sin Cristo.
En esto consiste el sencillo proceso del evangelismo de la amistad. Recuerda que Elena de White indicó que este método nos gana el derecho de compartir el evangelio y es el único método que nos dará éxito verdadero en el evangelismo. ¿Podemos hacer otra cosa?
Este método está muy afiliado a los Grupos pequeños. En la medida en que cada miembro del Grupo pequeño establece una relación salvífica con otros, y los invita, el grupo crece y se multiplica. El resultado es la rápida expansión del Reino de Dios y el apresuramiento del día en que Jesús volverá para llevar consigo a sus amigos al cielo para siempre.
Era pastor en Spokane, Washington, cuando una pareja de otro sector vino a mi oficina. Me dijeron que se habían hecho adventistas hace poco y que tenían una hija que vivía en la zona, y querían que invitáramos a sus nietos a la Escuela Cristiana de Vacaciones. Accedí, y me comprometí a darle el nombre de ella a la líder del programa. Faltaba tiempo para que se realizara el programa, por lo que guardó el nombre y solo lo volvió a encontrar después de que se hubo efectuado.
Sintiéndose culpable por no invitar a esta gente, se dirigió a su casa. Encontró a una mujer ebria, cuyos hijos menores corrían alocadamente por el vecindario, y el hijo de 17 años y su novia vivían en la casa. En vez de alejarse, la hermana estableció una relación con Laura, que condujo a estudios de la Biblia, a una reunión evangelizadora y al bautismo de Laura. Unos meses después, un vecino la visitó, y le comentó sobre el cambio en su vida y en su familia. Laura compartió lo que Cristo había hecho por ella, lo que condujo a estudios bíblicos con Dee y, finalmente Dee y su esposo se bautizaron. Entre la casa de Laura y la de Dee vivía un matrimonio joven, que también notó el cambio y, pronto, también se bautizó. El hijo de Laura y su novia se casaron y se bautizaron. Con el tiempo, casi 25 personas se bautizaron como resultado de este contacto. Todo sucedió porque alguien estuvo dispuesto a compartir a Cristo con sus amigos.
¿Por qué no inicias este proceso hoy? Mira a tu alrededor. ¿A quién está llamando Dios para establecer con él una relación salvadora? Elige a alguien e inicia los diez pasos hoy. Más tarde, esa persona formará parte de tu Grupo pequeño y de tu iglesia; pero, más importante, estará unida a ti por la eternidad. Avanza, y haz nuevos amigos para la eternidad ahora.
Sobre el autor: Profesor emérito del Seminario Teológico de la Universidad Andrews.