Son más preciosos que el oro y el diamante. Cómo encontrarlos, cómo conservarlos.

La voz de la joven esposa se quebró. Estaba al borde de las lágrimas. “En el seminario nos dijeron que no tuviéramos amigos entre los miembros de la iglesia. Mi esposo logra manejar muy bien esta situación porque tiene muchas cosas que hacer. Pero yo me siento tan solitaria e insegura…”

Estábamos sentadas en el piso, un grupo de 30 esposas de pastor que habíamos sido convocadas para un seminario de consejería, formando un círculo alrededor de algunas velas. Cada noche nos reuníamos para discutir nuestras necesidades y angustias personales. La camaradería que experimentábamos en el grupo animó a esta joven esposa de un aspirante al ministerio a confiarnos sus anhelos de amistad insatisfechos.

Amigos, todos los necesitamos. Son más preciosos que el oro y el diamante. Dios creó a los seres humanos con la necesidad y la capacidad de intercomunicarse. Si bien los pastores y sus esposas son tan humanos como todos los demás, muchas veces he escuchado el consejo de no hacer amigos íntimos entre los miembros de la iglesia. Si la pareja pastoral debe dar constantemente amor, tiempo, ayuda, en diversas situaciones, ¿cuándo se supone que nosotros debemos recibir eso mismo?

Por supuesto, podemos apoyarnos en la gracia divina, y ese debiera ser nuestro primer esfuerzo cada día. Pero yo creo que Dios también usa otros medios para fortalecemos, como por ejemplo, la influencia de los buenos amigos. El tiempo pasado con los amigos nos hace más felices y más saludables; más saludables en un sentido amplio. Y los amigos pueden ayudarnos cuando estamos en dificultades. Pueden ayudarnos con una crítica constructiva que, de otra manera, seríamos incapaces de aceptar. Muchas veces son los únicos “pastores” a los cuales un pastor tiene acceso.

Un presidente de asociación dijo que al principio de su ministerio él y su esposa habían evitado toda relación estrecha con los miembros de la iglesia. En el seminario les habían hecho tragar la píldora llamada “amigos no”, pero nunca fueron felices con esa actitud. Hoy, mirando hacia atrás, no dudan de que estuvieron equivocados. La esposa, en particular, habría desempeñado un mejor papel con un poquito de ayuda y amistad, tras haber dado a luz a dos niños en el lapso de un año y sin tener a ninguno de los abuelos cerca.

Naturalmente, no es bueno brindar una estrecha amistad a unos pocos miembros y descuidar al resto. Deberíamos ser amigables con todos, recordando que no todos los “amigos” son realmente dignos de confianza.

Conocidos y amigos

Verdaderos amigos son aquellos a quienes usted puede despertar a medianoche, si es necesario, y todavía ser bienvenido. Hay una diferencia entre conocidos y amigos. Por lo menos, en nuestros “viejos” países europeos, no se es demasiado sociable con los recién conocidos. Una amistad florecerá cuando las circunstancias sean apropiadas. Y cuando lo sean, producirá frutos que no tendrán efectos negativos sobre nadie. De modo que no nos preocupemos demasiado por el riesgo de tener amigos íntimos entre los miembros de la iglesia. ¡Los buenos amigos nos ayudarán a salir adelante con los demás miembros de la iglesia!

Muchas veces se nos estimula a buscar amigos entre los pastores y sus esposas. ¡Y qué maravilloso

sería si todos los colegas pudieran ser en verdad amigos! ¡Desafortunadamente, algunas veces un pastor vecino no posee un espíritu afín al nuestro! Y ser demasiado confiado podría perjudicar en algún sentido nuestra carrera.

No, no es fácil hacer amigos entre el cuerpo de ministros: Y aun cuando los hombres se las arreglan para establecer lazos de amistad, ¿qué en cuanto a las esposas? Mientras los niños estén en el hogar y asistan a la escuela, las madres estarán más o menos atadas al carro de la vida, aunque se organicen reuniones de esposas de ministros.

Otro problema al entablar amistad con otras familias ministeriales es que toma tiempo hacer florecer esa amistad. Y nosotros estamos tan ocupados en nuestros propios distritos que a veces es imposible disfrutar del compañerismo de las parejas ministeriales vecinas. Y cuando finalmente se forma una amistad… ha llegado el momento de hacer valijas y cambiarnos sabe Dios adonde. ¡Muchas veces nos damos cuenta quiénes en realidad fueron nuestros verdaderos amigos sólo cuando nos mudamos a otro campo!

Manteniéndonos en contacto

Siendo que formamos parte del “movimiento adventista”, es bastante difícil echar raíces en alguna parte. Pero nosotros tenemos amigos en muchos países y en varios continentes con los cuales nos mantenemos en contacto por medio de cartas en diferentes idiomas. ¡Cambiarnos de lugar significa simplemente dejar a nuestros amigos atrás, no que los perdamos ni olvidemos! ¡Pero también significa que tenemos la oportunidad de hacer nuevos amigos! Así, cada vez que nos cambiamos de un lugar a otro, nos hacemos cada vez más ricos en amistades.

Recuerdo cómo esperábamos el correo cuando servimos en África. Nuestros amigos más cercanos estaban a más de 750 kilómetros de distancia. Eso significaba hacer un viaje de más de 24 horas por carreteras sumamente accidentadas. Mi esposo pasaba semanas viajando en autobús, y nos dejaba solos a mí y a los niños. El correo era mi único contacto con los amigos y con la familia. Venía muy a la larga, cuando el chofer de algún autobús se acordaba de recoger la correspondencia en su viaje a la capital. ¡No extraña, pues, que yo les tuviera tanto aprecio a las cartas!

Y no siempre es fácil hallar tiempo para escribir a los amigos. Sin embargo, mantener una amistad viva requiere esfuerzos, sea que usted resida cerca o lejos. Pero las recompensas son dignas de cualquier esfuerzo.

Siempre me he preguntado por qué los misioneros tienen un invisible lazo de amistad aun cuando no se conozcan bien entre ellos. Hace poco recibimos en nuestra casa durante un fin de semana a una familia de misioneros. Mi esposo los conocía, pero yo nunca los había tratado. Sin embargo, desde el momento en que ellos entraron en nuestra casa nos hicimos amigos. Probablemente así sucedió porque teníamos experiencias comunes que compartir, participar en el gozo y las dificultades de una vida que sólo otro misionero puede comprender en su totalidad. ¿Por qué no siempre es posible aplicar esta misma camaradería con otra pareja pastoral? Ellos experimentan goces y preocupaciones similares. El problema es posible que se deba a que estamos tan ocupados “desempeñando un papel” (lo cual sería terriblemente equivocado], que no permitimos que la gente nos vea como realmente somos, nuestro yo normal.

Karen Burton Mains relata en su libro Open Heart, Open Home[1], acerca de una señora que llegó a su casa en el momento en que ella estaba menos preparada para recibir visitas. Ella miró detenidamente a su alrededor y dijo: “Yo siempre pensé que usted era una persona perfecta, pero ahora sé que podemos ser buenas amigas”.

Yo me resisto a hablar del “papel de una esposa de pastor”, puesto que no quiero interpretar un

papel. Quiero ser yo misma. Quiero relacionarme con otras personas en mi forma particular de ser: sencilla y espontánea. Si tratamos de proyectar una imagen de “la perfecta familia pastoral”, lo más probable es que la gente huya asustada de nosotros. Tengamos el valor de ser personas sencillas y normales. Entonces podremos alcanzar a otros y prodigar amor en forma natural. Cuando amemos, la amistad crecerá naturalmente.

Floración de la amistad

Me gusta pensar en la amistad como una hermosa flor que se abre y esparce el perfume del amor y el interés en los demás. Esta fragancia atraerá abejas y mariposas. No se preocupe pensando en que quizá le robarán su néctar. En la medida en que beban de usted, le dejarán polen que fertilizará su propio ser. De modo que la amistad da y toma continuamente: una de las experiencias más naturales y hermosas de la vida.

Algunas personas son más sociables que otras y les resulta relativamente fácil hacer amigos. Otros son tímidos y retraídos y tienden a simplemente contemplar la vida. Yo soy en el fondo una persona tímida y he experimentado la frustración de estar en medio de una multitud de personas sin conocer a una sola de ellas. He aprendido a no darme por vencida, aunque eso sería lo más fácil de hacer. Siempre hay quienes no conocen a todos y que también se sienten aislados, de modo que me acerco a algunas de estas personas y les hago ciertas preguntas. En los retiros pastorales me acerco a las personas nuevas de nuestra asociación y trato de hacerlas sentirse bien. Por lo general están dispuestas y muy contentas de compartir sus experiencias, y así se dan los primeros pasos en el camino de la amistad.

Los niños contribuyen a hacer nuevos amigos

Hemos descubierto que nuestras cuatro hijas nos han ayudado muchísimo en el delicado proceso de la comunicación. Algunas veces he dicho a las jóvenes parejas ministeriales, mitad en serio y mitad en broma, “¡la mejor forma de hacer amigos en su nueva iglesia es, o tener un bebé recién nacido o encargar uno pronto!” Los niños constituyen una gran ayuda en el arte de hacer amigos. Siempre dan algo de qué hablar, aun para una persona sumamente tímida. Las madres son una especie con derechos propios, y una vez que usted pertenece a esta categoría de personas, la comunicación está garantizada.

Los niños mayorcitos tienen sus propios amigos, y con frecuencia el contacto con los padres de los amigos de sus hijos promueven el desarrollo de una verdadera amistad. No tema invitarles a que se queden a cenar aun cuando no tenga nada especial preparado. ¡Las invitaciones espontáneas son tan agradables! Nadie espera un banquete en esas condiciones.

Nosotros, por lo regular, vivimos en la casa pastoral que está detrás de la iglesia. Nuestra hija Nadia esperaba frente al templo a la primera persona que llegara. Ella a duras penas puede esperar la hora en que llegan sus amigas. ¡Qué bienvenida! Al final de un día sábado lleno de actividades los niños todavía no quieren separarse. De modo que invitábamos a la familia a quedarse para la cena y a jugar algunos juegos de mesa juntos. Nos divertíamos de lo lindo.

Haciendo algo juntos

Otra forma de crear amistades es haciendo algo juntos. Los pastores que están continuamente “de servicio” tendrán más dificultades para hacer amigos, que aquellos que toman su tiempo libre para compartir sus momentos de ocio con los demás. Algunos dicen: “Este es mi día libre y es el tiempo que dedico a mi familia”. Dedicar tiempo a la familia es lo máximo; pero el día que se dedica a la familia en compañía de otra familia, puede ser el principio de una amistad duradera. Es más fácil hacer amistad con los pastores que están “fuera de servicio”.

Los retiros espirituales de la iglesia propician esa combinación de servicio y tiempo libre, de modo que los miembros de la iglesia pueden ver a la familia pastoral como una familia normal. Los deportes y los “hobbies” son un medio práctico para hacer amigos. El punto es ser tan normales como sea posible, de modo que otros se atrevan a ser nuestros amigos. A mi esposo le encanta ir a mi país de origen, Finlandia, en nuestras vacaciones. Un día, durante un paseo, le contó a un anciano de la iglesia nuestros planes de ir a Finlandia durante las vacaciones de verano. Mi esposo debe de haberle descrito mi país como un paraíso, puesto que, para mi horror, el anciano se interesó en compartir con nosotros nuestras vacaciones en Finlandia. A mí no me gusta hacerla de guía de turistas, de modo que no me mostré muy entusiasmada de hacerles conocer todo el país al anciano de iglesia y su familia. Sin embargo, fuimos a Finlandia con ellos, y pasamos un tiempo maravilloso en su compañía. Nos hicimos grandes amigos.

Una amiga mía de la infancia me envió hace poco una copia de un documento que ambas firmamos cuando teníamos 12 años de edad, prometiéndonos ser amigas “hasta que la muerte nos separe”. Yo había olvidado completamente aquello, pero ella lo había pegado en su diario. Y ciertamente nuestra amistad ha durado más de 30 años, aun cuando hemos vivido muy lejos la una de la otra. Creo que muchos de nuestros mejores amigos son aquellos que hicimos en la niñez; mi amiga es para mí tan especial, como si fuera una hermana. Puedo confiarle cosas que no le diría a nadie más. No nos escribimos continuamente, y no nos vemos muy a menudo, pero cuando lo hacemos, es como si nunca nos hubiéramos separado. Yo animo a mis hijos a mantenerse en contacto con sus amigos por cartas y visitarlos, siempre que les sea posible, a fin de conservarlos para toda la vida.

Muchos pastores y sus esposas sienten que vale la pena tener amigos fuera de la iglesia, y no simplemente con el propósito de convertirlos. Los vecinos no adventistas pueden llegar a ser buenos amigos si pasamos tiempo con ellos. Es probable que no nos alienten, ni nos ayuden directamente en nuestro ministerio, pero nos mantendremos en contacto con el mundo real, y este hecho será un desafío para vivir un cristianismo real.

Ponga énfasis en ser amiga

Si queremos tener amigos, debemos apoyar y alentar a aquellos que nos rodean. En vez de poner el énfasis en “tener amigos”, deberíamos dedicarnos a “ser amigos”. Esto es especialmente importante en nuestra relación con los colegas del ministerio, donde parece ser muy difícil encontrar amigos verdaderos. Cuando apoyamos y animamos a nuestros colegas en el ministerio, manteniendo en secreto sus confidencias, establecemos amistades duraderas con ellos.

Gracias a Dios que nos hizo como somos, gente sociable, con la capacidad de desarrollar relaciones, y relaciones que enriquecen nuestra vida. Seamos abiertos y honestos los unos con los otros, y entonces forjaremos relaciones muy satisfactorias dondequiera que estemos.


Referencias

[1] Karen Burton Mains, Open Heart, Open Home (Elgin, III.: David C. Cook Publishing Co., 1987), pág. 20.