Los deberes y las responsabilidades que descansan sobre el verdadero pastor de la grey en la iglesia de Cristo son muchos y diversos. Uno de ellos, que reviste importancia vital, lo revela el apóstol de los gentiles:

 “Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual ganó por su sangre. Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al ganado. Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas, para llevar discípulos tras sí. Por tanto, velad, acordándoos que por tres años de noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno.” (Hech. 20:28-31.)

 Este es un consejo importante y urgente, y debiera ser atendido por cada pastor, cada evangelista, cada director y cada anciano de toda iglesia.

 Sobre vosotros descansa una seria responsabilidad: la de alimentar la grey, cuidarla y vigilarla. Estos eran tres deberes vitales de los pastores orientales de la antigüedad. Ellos conocían individualmente a cada oveja; era su deber y placer atender todas sus necesidades, ver que tuvieran pasto fresco y cuidarlas de todas las depredaciones de los enemigos que pudieran venir de cualquier parte. Meditemos en este consejo del apóstol Pablo.

Alimentemos la grey

Hay sólo una cosa que constituye alimento espiritual para los hombres espirituales, y eso es la divina Palabra de Dios. Ella es alimento para el alma. (Deut. 8:3.) El alimento espiritual de la Palabra de Dios debe ser preparado para toda la grey. Debe ser preparado para las ovejas (Juan 21:17); debiera prepararse también para los corderos del rebaño (vers. 15). Se debiera hacer provisión para todos: los ancianos, los que se hallan en la flor de la vida, y aun los pequeñitos.

 Si bien es cierto que ésta es nuestra responsabilidad en todo tiempo, lo debe ser especialmente durante el sábado. En los días de la antigüedad, se ponía pan caliente sobre la mesa de la proposición todos los sábados por la mañana. El mismo principio debiera aplicarse en la iglesia actualmente. Un mensaje cálido, viviente, lleno de gracia, debiera constituir el alimento verdadero del alma, que ha de proporcionarse cada sábado para el desarrollo y crecimiento de los santos del altísimo. Debiéramos ser cuidadosos en esto, porque las demandas de tiempo son muchas. Con todas las campañas que necesariamente debemos promover, con la cantidad de iglesias que actualmente están bajo nuestro cuidado, con los estudios bíblicos, con las conferencias que debemos dirigir, esto parece realmente una tarea imposible. Pero aquí está el consejo de Dios y debemos obedecerlo. Es vital no solamente para nuestros creyentes, sino para nosotros mismos. Necesitamos refrigerar nuestra propia alma, y esto es posible únicamente si nos inclinamos ante el trono de la gracia y buscamos a Dios para que pruebe su poder divino en nuestro ministerio y nos proporcione un mensaje viviente para la iglesia de Dios.

 “La Palabra es la luz del predicador, así como el dorado aceite fluye de los olivos celestiales hacia el tazón, y hace que la lámpara de la vida resplandezca con claridad y poder que todos pueden discernir. Los que tengan el privilegio de sentarse ante tal ministerio, y cuyos corazones sean susceptibles a la influencia del Espíritu Santo, sentirán una vida interior. El fuego del amor de Dios se encenderá dentro de ellos. La Biblia, la Palabra de Dios, es el pan de vida. El que alimenta la grey del Señor debe comer primero del pan que descendió del Cielo. Verá la verdad en todas partes. No se aventurará a presentarse delante del pueblo sin haberse comunicado primero con Dios. Entonces será impulsado a trabajar como Cristo trabajó. [Ei que alimenta la grey] respeta las diversas mentes que constituyen su auditorio. Tiene una palabra que se aplica a las circunstancias de todos, no ideas mundanas y confusas. No tiene derecho a introducir las perplejidades mundanas. El pan de vida satisfará a toda alma hambrienta.”—“Testimonies to Ministers” pág. 340.

 Si somos fieles en este respecto, si alimentamos las ovejas, éstas se fortalecerán para hacer frente a las tentaciones de la vida y estarán preparadas para resistir los ataques del maligno, que desea conducirlas por los senderos del error.

 Además, cuando las ovejas están bien alimentadas, no habrá dificultad para esquilarlas. Este es también el deber del pastor. Llega la hora en que debe sacarse la lana. Si están desnutridas y se las esquila en esas condiciones, existe el peligro de que perezcan de frío. Del alimentar la grey del Señor hagamos nuestro primer deber.

Asistamos a la grey del Señor

Esto se sugiere en la siguiente expresión de Hechos 20:28: “Por tanto mirad… por todo el rebaño en que el Espíritu Santo.” Ello significa que no importa cuán ocupados estemos con la obra administrativa, con juntas y comisiones, lo mismo debemos hacer planes definidos para llenar las necesidades de los creyentes. No debemos desanimarlos. Por el contrario, animarlos y aconsejarlos en sus perplejidades. Ellos tendrán problemas relacionados con sus hijos, con su trabajo y con su propia experiencia espiritual. He aquí un maravilloso y fructífero campo de oportunidad. Aquí es donde debemos, por la gracia de Dios, conducir a los seres humanos a fin de que crezcan espiritualmente y aumenten su conocimiento de la verdad. ¡Qué maravilloso privilegio el de ser capaces de dirigir los pies por senderos de seguridad! ¡Qué satisfacción inunda nuestra alma cuando nos damos cuenta de que hemos sido capaces, como pastores, de conducir a nuestros creyentes desde la duda hasta la plena experiencia y los hermosos privilegios de la vida cristiana!

 Estas son algunas de las cosas de importancia más vital, y en cierto sentido son de mayores consecuencias que nuestros sermones. Nuestra obra en el púlpito es buena, pero después de todo es en la sala pastoral y en la vida diaria donde llevamos a cabo nuestra verdadera tarea. Convirtamos nuestras iglesias en clínicas espirituales, donde podamos cuidar a los que están enfermos del alma, a aquellos que han sido heridos en la batalla, a aquellos cuyo corazón está oprimido con problemas y dificultades.

 “Necesitamos manifestar más simpatía semejante a la de Cristo; no meramente simpatía por aquellos que nos parecen sin tacha, sino para con las pobres almas que sufren y luchan, que son a menudo sorprendidas en falta, pecan y se arrepienten, y están tentadas y desalentadas. Como nuestro misericordioso Sumo Sacerdote debemos ir a nuestros semejantes, conmovidos por el sentimiento de sus flaquezas.”—“The Ministry of Healing” pág. 163, 164.

Vigilemos la grey

Los pastores de la antigüedad tenían ojo de águila para descubrir a los animales y las bestias feroces que estaban constantemente tratando de atrapar y destruir la grey. Nosotros también podemos vigilar la grey del Señor. Las ovejas y los corderos constituyen nuestro solemne cometido. Debiéramos estrecharlos contra nuestro corazón y rodearlos de toda la influencia que pueda ayudarlos y salvaguardarlos. Uno de los planes que puede ayudar en gran manera en este respecto es que los diáconos y las diaconisas hagan planes de visitar a cada miembro de la misma. Esto no es una tarea difícil. Si se la realiza bien, puede hacerse con gran provecho tanto para el visitante como para aquel que se visita. Tales visitas, en las cuales se leen algunos versículos de la Biblia y se ora fervientemente, harán más para mantener unidos a los miembros de la iglesia de Dios que muchas otras providencias. Además, tal plan capacita al pastor y al anciano para conocer la condición espiritual de cada miembro de su grey. Si algunos de ellos resultan afectados por algunos movimientos subversivos, o tienen problemas relacionados con asuntos de doctrina o de interpretación profética, todas estas cosas se pueden descubrir mediante estas visitas mucho antes de que sea demasiado tarde para salvar a tales personas.

¡Qué bendición resultaría si se produjera un reavivamiento en todas nuestras iglesias! Fortalecería grandemente las manos de nuestros pastores y directores de distrito, y resultaría una bendición verdadera para los dirigentes de la asociación, ya sobrecargados de trabajo. Recordemos, pues, que es nuestro solemne y maravilloso privilegio atender y vigilar la grey de Dios.

Sobre el autor: Secretario adjunto de la Asociación general.