El uso apocalíptico de la expresión “cántico nuevo”.

Los himnos que aparecen en Apocalipsis 4:8 al 11; 5:9 al 14; 7:10 al 12; 11:15 al 18; 12:10 al 12; 15:3 y 4 y 19:1 al 8 están insertos en un contexto de “concilio divino”. Este contexto remite a imágenes utilizadas por los profetas que sitúan a Yahweh entre seres celestiales.[1] La mayoría de los himnos tienen un carácter antifonal (partes cantadas por un grupo y repetidas por otro).[2] En la escena introductoria de los siete sellos (Apoc. 4, 5),[3] en lo que sería el segundo canto que consta en el libro, encontramos la primera ocurrencia de la expresión “cántico nuevo” (5:9). Posteriormente, esta fue utilizada por el apóstol Juan en la descripción de los 144 mil (14:3). El propósito de este artículo es analizar el significado de la expresión “cántico nuevo” en su contexto apocalíptico, y presentar cuáles serían sus implicaciones en relación con la adoración.

 Debido a la limitación de espacio, aquí no se tratará exhaustivamente la estructura del libro. Por eso, este artículo examinará las escenas del Apocalipsis propuestas por Ranko Stefanovic[4] y la división entre la parte histórica (1:10-12:17) y la escatológica (15:1-22:9),[5] o “la presencia sustentadora de Cristo y su glorioso advenimiento.”[6]

“Cántico nuevo” en Apocalipsis 5:9

 En los capítulos 4 y 5 del libro de Apocalipsis, los diversos elementos relacionados con el Santuario sugieren un proceso en el que todo el Tabernáculo está involucrado. En el Antiguo Testamento eso ocurría solamente en el Día de la Expiación (Lev. 16), y ocurrió también en la inauguración del Santuario (Éxo. 40; 1 Rey. 6-8).[7] Esas dos posibilidades ya suscitaron un acalorado debate entre intérpretes adventistas.[8] Sin embargo, parece que el peso de la evidencia favorece la idea de la inauguración: 1) la conexión de la cruz con la entronización (Apoc. 3:21); el concepto también presente en el libro de Hebreos (8:1-10:22); 2) la presencia del cordero, el sacrificio usual de la inauguración (Éxo. 40:29, Lev. 1:10); 3) la ausencia de términos relacionados con el juicio y el hecho de que el sacrificio resultara en intercesión (Apoc. 5:8); 4) la relación del Día de la Expiación con la sección final del libro;[9] 5) el paralelo entre Apocalipsis 4 y 5 y 19:1 a 10,[10] en el que se nota que el inicio del ministerio celestial de Jesús precede a los sellos históricos (Apoc. 6:16, 17; 8:1), mientras que los “sellos escatológicos” (19:11-21:1-8) son precedidos por la última escena del Santuario celestial en el libro de Apocalipsis (19:1-10), con himnos que celebran el juicio de la meretriz/Babilonia (Apoc. 17-18);[11] 6) el lenguaje usado por el profeta Juan, deliberada e intencionalmente remitiendo al tipo de entronización del rey mesiánico predicho en el Antiguo Testamento (ver 2 Rey. 11:12-19; 2 Cor. 23:11-20; 1 Rey. 32-40); 7) el cumplimiento de la promesa de la perpetuidad del reinado mesiánico (Jer. 23:5; 33:14-22; Eze. 37:24-28; Amós 9:11, 12; ver Dan. 7:13, 14) como factor central para la iglesia apostólica, que vio su cumplimiento en Cristo (Fil. 2:6-11);[12] y 8) el contraste entre Daniel 7:9 al 14, que es claramente una escena de juicio, con Apocalipsis 4 y 5.[13] Por todas esas razones, parece que el contexto de Apocalipsis 4 y 5 remite a la entronización de Jesús y la inauguración de su servicio en el Santuario celestial.

 La escena cuenta con diversos personajes reales: “Aquel que está sentado en el trono” (4:3, 9; 5:7, 13), adorado por los demás, es identificado como el Dios creador (4:10,11). Los “veinticuatro ancianos” (4:4, 10: 5:6, 8, 14), que aparecen en otras partes del libro de Apocalipsis (7:11, 13; 11:16; 14:3; 19:4), son probablemente santos glorificados, en posible alusión a aquellos que resucitaron en ocasión de la muerte de Jesús (Mat. 27:51-53).[14] El Espíritu Santo es representado por la expresión “los siete espíritus de Dios” (4:5; 5:6). Los “cuatro seres vivientes” (4:6-8; 5:6, 8, 14) son ángeles, tal vez serafines (Isa. 6:2-3).[15] En el libro de Ezequiel (capítulos 1 y 10) se puede ver la interacción constante entre Dios, su Trono y los cuatro seres.[16] El Cordero/León (Apoc. 5:5, 6, 8, 12, 13) es una representación del Señor Jesús, el rey mesiánico del linaje de David y el siervo sufriente que se entregó por la humanidad (ver Isa. 53). Por fin, es mencionada la presencia de “muchos ángeles, millares de millares y millones de millones” (5:11).

 Mientras el capítulo 4 del libro de Apocalipsis destaca a Dios, el Padre, el capítulo 5 refiere a Jesús, y están ambos conectados.[17] Comenzando con el libro sellado con siete sellos (5:1), el capítulo trata de la transferencia del juicio divino a Cristo, quien asume la responsabilidad como Señor de la historia humana.[18] En el final del capítulo 4 (ver. 11), existe un himno al Creador; en el capítulo 5, el eje de la adoración es el Cordero (ver. 9, 10, 12, 13). Ambos himnos permiten a los adoradores participar tanto del pasado (Creación) como del futuro (victoria gloriosa del Redentor).[19] El himno entonado en el capítulo 5 es denominado “cántico nuevo” (del griego odenkainen). La expresión nos remite especialmente al libro de los Salmos (33:3; 40:3; 98:1; 144:9; 149:1), pero también a Isaías (42:10). En el texto hebreo, el término (shiyrchadash) es el mismo en todos los pasajes. A pesar de esto, en la Septuaginta, odenkainen aparece solamente en Salmo 144:9. Generalmente, “cántico nuevo” se relaciona con 1) la exaltación de la providencia de Dios, manifestada en su poder creador y en la protección al pueblo de la alianza (Sal. 33); 2) la liberación en momentos de crisis (Sal. 40, 144); 3) la victoria y los juicios divinos (Sal. 98, 149; Isa. 42). Esos tres aspectos están presentes en el cántico de los ancianos (Apoc. 5:9 -11).

“Cántico nuevo” en Apocalipsis 14:3

 Los eventos iniciados en Apocalipsis 12 y desarrollados en el capítulo siguiente son interrumpidos por una nueva secuencia de eventos iniciados en el capítulo 14.[20] El pueblo sellado aparece en el monte Sion, como cumplimiento de Joel 2:32, lo que implica la victoria final de Dios que libera a sus hijos en el tiempo del fin.[21]

 En esa escena, la expresión “cántico nuevo” surge nuevamente. Ellos [los 144 mil] “cantaban un cántico nuevo delante del trono, y delante de los cuatro seres vivientes, y de los ancianos” (Apoc. 14:3), seguida por la observación de que “nadie podía aprender el cántico sino aquellos ciento cuarenta y cuatro mil que fueron redimidos [comprados, del griego agorazō] de entre los de la tierra” (ver. 4). Digno de nota es el uso del verbo redimir, comprar (usado también en Apoc. 5:9), que denota una característica distintiva de los 144 mil. El término ocurre otras dos veces en el libro de Apocalipsis, refiriéndose a las actividades de la bestia (13:17; 18:11). Sin embargo, tanto en el capítulo 5 como en el capítulo 14, la acción redentora del Cordero es el tema del cántico nuevo, lo que acaba potenciado por el hecho de que una multitud de salvos canta sobre esa experiencia frente a la Corte celestial. Sin duda, un cántico que “es la expresión de la experiencia victoriosa vivida con Cristo, en medio de las tribulaciones que les causó la guerra del dragón”.[22]

Conclusión

 Al considerar las dos ocurrencias de la expresión “cántico nuevo” en el libro de Apocalipsis (5:9; 14:3), queda claro que se aplica a los seres redimidos que serán reunidos en ocasión de la venida de Cristo.

  ¿Qué podemos aprender al recibir información inspirada sobre la adoración perfecta de aquellos que fueron rescatados de la servidumbre del pecado? Sugiero cuatro puntos que me parecen importantes:

  1. La adoración está centrada en una experiencia espiritual a partir de algo que Dios realiza en la vida del adorador: Nadie puede participar de la adoración a no ser que comprenda y reconozca las acciones divinas en su favor. Adorar es la respuesta del hombre, no su iniciativa. Cualquier motivación para la adoración que no esté fundamentada en la acción redentora de Dios será insuficiente y puede generar una atmósfera de formalismo o de “entretenimiento” religioso ajeno a la teología bíblica.

  2. La adoración es manifestada en una experiencia comunitaria a partir de lo que Dios realiza por su pueblo: Aunque posea aspectos personales, la adoración presenta un aspecto colectivo. Se trata de la reunión de aquellos que experimentan colectivamente las misericordias divinas. La idea de que se puede adorar a Dios separado de la comunidad de la fe no es bíblica, y tampoco contribuye al desarrollo espiritual del adorador.

  3. La adoración es traducida en la experiencia de exaltar a Jesús por encima de cualquier otro componente humano: Más allá de reconocer los actos de Dios, es necesario enaltecer su persona. En ambos textos, Padre e Hijo son adorados por sus méritos/acciones y por sus atributos. No hay espacio para ruidos en la adoración, porque las atenciones se dirigen hacia aquel que las merece por encima de cualquier otro ser del universo. Evidentemente, para que eso ocurra, la adoración no puede ser antropocéntrica; necesita ser compatible con la santidad, la dignidad y la pureza de aquel que es el Cordero de Dios.

  4. La adoración es declarada en la experiencia de testificar ante todo el universo la singularidad de la redención: Los actos de Dios en el conflicto cósmico revelan su carácter, y al reconocer su bondad al redimirnos, testificamos delante del universo su amor incomparable.

 Sin duda alguna, ya en la realidad de la vida cristiana en santificación nos insertamos en el contexto de adorar a Dios con un “cántico nuevo”. En la medida que avanzamos en nuestra relación con Cristo, el Espíritu Santo nos preparará para la adoración en la eternidad.

Sobre el autor: pastor en Curitiba, Rep. del Brasil.


Referencias

[1] Steven Charles Grabiner, “Revelation’s Hymns: Commentary on the Cosmic Conflict” (Tesis doctoral, University of South Africa, 2013), pp. 318, 319, 65.

[2] Brian K. Blount, Revelation (Louisville, KY: Westminster John Knox, 2009), p. 95.

[3] Ranko Stefanovic, Revelation of Jesus Christ: Commentary on the Book of Revelation, 2a ed (BerrienSprings, MI: Andrews University Press, 2009), p. 30.

[4] Ibíd.

[5] C. Mervin Maxwell, Uma Nova Era Segundo as Profecias do Apocalipse, 3a ed. (Tatuí, SP: Casa Publicadora Brasileira, 2014), pp. 62, 63.

[6] Hans La Rondelle, How to Understand the End-Time Prophecies of the Bible (Sarasota, FL: First Impressions, 1997), p. 99.

[7] Jon Paulien, “The Role of the Hebrew Cultus, Sanctuary, and Temple in the Plot and Structure of the Book of Revelation”, Andrews University Seminary Studies, t. 33, Nº2, p. 251.

[8] Sumarios de las dos posiciones se encuentran en: Norman R. Gulley, “Revelation 4 and 5: Judgment or Inauguration?”, Journal of Adventist Theological Society, t. 8, No 1-2; Milton L. Torres, “Apocalipse 4 e 5 na Teologia Adventista”, Revista Teológica do Salt-Iaene, t. 1, No 2.

[9] Paulien, ibíd., pp. 251, 252.

[10] La Rondelle, ibíd., p. 101.

[11] María Emilia Schaller de Ponce, “Reciprocidad teológica de Apocalipsis 4 y 5 y 19:1-10 y su beneficio en la interpretación de Apocalipsis 4 y 5” (Trabajo de conclusión de curso, Universidad Adventista del Plata, 2004), pp. 161, 118.

[12] Stefanovic, “The Background and Meaning of the Sealed Book of Revelation 5” (Tesis doctoral, Andrews University, 1995), pp. 208-218.

[13] Maxwell, ibíd., pp. 172, 173.

[14] Stefanovic (2009), pp. 185, 186.

[15] Maxwell, ibíd., p. 154.

[16] Silvia Scholtus, “Los Seres vivientes de Apocalipsis: Posibles relaciones de tiempo entre las escenas segunda y cuarta”, DavarLogos, v. XII, No 1-2, p. 163.

[17] Grabiner, ibíd., p. 109.

[18] La Rondelle, ibíd., p. 123.

[19] M. Eugene Boring, Revelation: Interpretation: A Bible Commentary for Teaching and Preaching (Louisville, KY: Westminster John Knox Press, 2011), p. 112.

[20] John N. Andrews, Three Messages of Revelation 14 (Nashville, TN: Southern Publishing Association, 1970; facsimil de la edición original, Battle Creek, MI, 1892), pp. 10, 11.

[21] Stefanovic, (2009) p. 448.

[22] Mario Veloso, Apocalipsis y el fin del mundo: Fe para enfrentar la crisis final (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1999), p. 172.