-¿Que, otro blanco?

-No, mi estimado colega. No se inquiete. Nadie le va a pedir cuentas de este blanco. Sin embargo, todos notarán la diferencia si lo alcanza o no.

Las líneas anteriores bien podrían ser la iniciación de una conversación en una reunión ministerial, cuando se habla de blancos y objetivos, pues algunos (espero que sean pocos) tienden a protestar por los blancos. Pues bien, hoy quiero conversar con usted sobre el blanco más agradable que he conocido: El plan de lectura para el año. A pesar de todas las bondades del sistema, no todos están convencidos de ello. Por eso abrigo la esperanza de estimular a cada uno para que alcance este blanco en 1979.

La excusa más común en torno a este tema es: “No tengo tiempo”. Pero al examinar la forma como ocupamos el tiempo cada día, comprendemos que los responsables de esta situación son nuestros hábitos.

No me refiero en estos párrafos a la lectura cotidiana de la Palabra y los escritos de la sierva del Señor, pues son indispensables y básicos, y damos por sentado que todo obrero lo hace. Jamás entre en un programa de lectura a menos que ya esté leyendo su Biblia y los escritos del espíritu de profecía. Cuando hablo de lectura me refiero a otras fuentes de conocimiento e información. La pluma inspirada nos da uno de los consejos más brillantes que he podido hallar para aumentar nuestra capacidad de lectura. La instrucción consiste en tener siempre al alcance de la mano un libro, cuando se viaja, se espera el cumplimiento de una cita, la salida del tren o el autobús, la iniciación de una reunión, etc. (Palabras de Vida, págs. 241, 242.) Los que hemos tomado en serio este consejo hemos comprobado su eficacia al permitimos leer miles de páginas mientras en las mismas circunstancias tantos otros simplemente pierden esos preciosos minutos.

La lectura es un hábito más, y como tal puede adquirirse o abandonarse con la aplicación de la voluntad. Quizás su incorporación pueda iniciarse cultivando la costumbre de levantarse quince minutos más temprano a partir de mañana mismo. No será mucho el sacrificio, al fin de cuentas. Sin embargo, ese cuarto de hora diario se habrá convertido al fin del año en algo más de noventa horas. Pero lo más importante del plan es que después de unas pocas semanas se habrá habituado a leer cada día unas páginas, y pronto descubrirá que está dedicando a la ampliación de sus conocimientos más de quince minutos diarios. ¡Imagínese cuánto podrá cubrir cuando desarrolle un sistema de lectura bien estructurado! Cada página que lea desencadenará un torrente de ideas y pensamientos que harán más rica su vida social, su trabajo, sus relaciones públicas, y estimularán su pensamiento creador y la amenidad de sus presentaciones.

(Vea El Evangelismo, págs. 133, 134.)

Si desea convertirse en un buen lector o afianzar ese hábito que, quizás, no ha sido tan descollante en su vida, le sugiero pensar en las siguientes pautas hoy mismo:

  1. Elabore una lista de libros que han captado su atención, y programe su lectura para los próximos seis o doce meses (esta faceta de su vida también merece una planificación).
  2. Asigne una partida en su presupuesto a la adquisición de libros y revistas. No importa si la suma es pequeña, pero hágalo sistemáticamente.
  3. Consiga el carnet de lector de la biblioteca pública de su localidad. Este servicio es gratuito y pondrá a su alcance buenos libros.
  4. Cuando visite a sus amigos déle un vistazo a la biblioteca. Casi todos estarán dispuestos a compartir sus libros con usted, pero si recibe libros en préstamo, trátelos como propiedad ajena. No los subraye ni escriba en los márgenes, y jamás olvide el lugar de donde los consiguió prestados. Sir Walter Scott decía: “He descubierto que muchos amigos míos, aunque pésimos matemáticos, son excelentes tenedores de libros”.
  5. Hágase amigo de los propietarios o administradores de librerías. Conseguirá descuentos significativos. Obséquieles El Centinela, Viva Mejor, Vida Feliz o Juventud, y tenderá un puente amistoso. Cada mes, al entregar la revista personalmente, tendrá oportunidad de echar un vistazo a las últimas publicaciones. Es probable que el librero le preste algunos de los volúmenes de su biblioteca personal.
  6. Recuerde siempre que no es la cantidad de lectura lo que vale, sino su calidad. Tenga esto muy en cuenta al hacer planes para las lecturas del año siguiente.
  7. Incluya en su programa no sólo la lectura informativa, sino también el aprendizaje de nuevas materias. Esto último quizás requerirá más esfuerzo, pero paga dividendos (el cultivo de una afición puede desarrollarse estudiando el tópico).

Finalmente, dejo con usted algunas consideraciones sobre el proceso de lectura mismo, con el fin de hacerlo más placentero y abarcante:

  1. Aunque la lectura rápida es recomendable en muchas circunstancias, no se prive del placer de la que requiere meditación y se cumple sin apuros. Hay obras que se saborean con deleite al leerlas sin premuras.
  2. Leer un libro no significa seguir la secuencia de las páginas y los capítulos. Es posible leerlo por etapas, sin seguir el orden proscripto por la paginación. Muchas veces en este tipo de lectura determinamos la necesidad de leerlo todo en forma continua o colocarlo en tercer o cuarto lugar en la lista de prioridades.
  3. Es conveniente subrayar los párrafos que nos parecen más destacados y originales (siempre y cuando el libro sea de nuestra propiedad). Además, deberíamos llevar un registro, en tarjetas, con ideas claves para el archivo, a fin de saber exactamente dónde encontrar la fuente cuando preparamos algún artículo, conferencia, sermón, etc. Tener muchos libros y no disponer de una guía que nos suministre informaciones precisas puede hacernos perder mucho tiempo valioso, cuando menos disponemos de él.
  4. No se entusiasme con las enciclopedias. Para consultas enciclopédicas use las que se encuentran en las bibliotecas públicas, en colegios o universidades de su localidad. Por lo general son muy costosas y la cantidad de información sobre determinados tópicos es muy breve. El caso es diferente con enciclopedias especializadas, las cuales tienen magnífico material.
  5. Cultive el hábito de compartir sus hallazgos de buenos libros con sus amigos y compañeros de trabajo. Recuerde que hablar de libros es un buen punto de partida para cultivar amistades.
  6. Cuando emplee ideas obtenidas de textos, o material completo tomado de otros autores, dé el crédito al escritor, ya sea cuando presente conferencias o escriba artículos. Evite el plagio. Cuanto más selecto sea su auditorio más rápidamente apreciará la originalidad de sus ideas o la apropiación indebida de pensamientos ajenos, para hacerlos aparecer como propios.

Decídase en este mismo momento a practicar un nuevo sistema de lectura, y mis felicitaciones por dar ese primer paso.

Sobre el autor: R. H. Maury es el presidente de la Unión Colombo Venezolana.