PRESIDENTE: L. E. Lenheim

MIEMBROS DEL JURADO:

Introducción — Elman J. Folkenberg

Arbitro — Teodoro Carcich

R. A. Anderson w. E. Murray

V. G. Anderson J. L. Shuler

G. Cupertino E. C. Ward

F. W. Detamore R. S. Watts

M. L. Mills R. M. Whitsett

Arbitro: “Nuestra discusión particular en esta sesión de apertura versará acerca del tema ‘Alcanzando las Masas’. El último mensaje de la misericordia divina ha de llegar a toda nación, tribu, lengua y pueblo, y se nos ha dicho que ha de haber una voz que amoneste a las naciones. ¿En qué forma lo haremos? ¿Qué métodos, qué medios, qué procedimientos podemos emplear? E. J. Folkenberg, que acaba de llegar, procedente de la New Gallery de Londres, introducirá el tema. Digámoslo de paso, el Hno. Folkenberg se hará cargo de la obra en el New York Center, en la ciudad de Nueva York. Sabemos que este tema constituye una de sus grandes preocupaciones”.

E. J. FOLKENBERG: “Casi parecería un atrevimiento hablar de alcanzar a las masas, porque hay tantos en las masas y nosotros somos tan pocos, hablando relativamente. Sin embargo, ghay que llegar hasta las multitudes, y Dios nos capacitará para hacerlo. No podemos conformarnos con los métodos antiguos utilizados en el pasado: debemos idear métodos y medios que se avengan con el pensamiento de hoy. A menudo cantamos: ‘Cambio y corrupción veo alrededor’, y esas palabras describen exactamente la clase de mundo en que vivimos: un mundo mutable, en corrupción.

“Las papas siempre serán papas, pero hay nuevas formas de prepararlas para servirlas. La verdad no cambia, pero los métodos de presentarla cambian con los tiempos cambiantes. Creo que nosotros, como pueblo, necesitamos poseer el espíritu de experimentación. El conocimiento alcanza constantemente nuevos límites. Se necesita una buena dosis de valor para adelantarse y probar algo diferente.

“Sabéis que la disposición de ánimo de las ciudades cambia constantemente. Para ilustrar este hecho: Hace un tiempo en Londres enviamos un anuncio directamente por correo a unos 12.000 hogares; llevaba por título ‘El Secreto de la Felicidad Personal’. Lo imprimimos en papel de buena calidad. Cada sobre iba escrito a mano. Como resultado, unas 600 personas asistieron a la reunión. Cuatro meses después decidimos utilizar exactamente el mismo tema, el mismo papel, la misma estampilla en el sobre, la misma clase de sobre, escrito a mano; la única diferencia consistió en que se envió a cada vecino del grupo anterior. El primer envío de propaganda trajo a 600 nuevos oyentes no adventistas; la segunda vez que utilizamos idéntico método acudieron sólo 150. Había cambiado únicamente la fecha. ¿Por qué tanta diferencia? Sencillamente porque había cambiado la disposición de ánimo de esa gran ciudad. Esto es posible debido a los sistemas de comunicación en masa: la televisión y la radio. La mayoría no se interesaba en ‘El Secreto de la Felicidad Personal’, mientras que unas semanas antes estaba interesada en él.

“Tenemos en nuestro medio a grandes predicadores. Algunos de ellos están aquí en la plataforma —son hombres que han modelado la opinión pública hasta donde concierne a nuestro ministerio, hombres que han forjado una filosofía del evangelismo sobre sus rodillas, con una Biblia abierta delante de ellos, que han trabajado día y noche para perfeccionar un método que les será de utilidad. Pero creo que serán los primeros en admitir que sus métodos no son igualmente eficaces en todos los lugares y para todas las personas. Ellos serían los primeros en decirnos que no debemos ser reflectores de sus pensamientos. Debiéramos ser pensadores individuales; debiéramos desarrollar nuestros propios programas, tal vez utilizando algunas de las buenas ideas de los demás, sin por eso ser imitadores.

“Se requiere algo grande para cautivar la mente de las masas. Reconocemos que es más fácil trabajar en un pueblo de 10.000 habitantes que en una ciudad de diez millones. Pero aun en los pueblos pequeños necesitamos pensar y actuar con una mente amplia. Por ejemplo, cuando fuimos al pueblecito de Turlock, California, hicimos lo siguiente: alquilamos un auditorium con capacidad para 3.000 personas —la tercera parte de la población. Sostengo que cuando iniciamos algo grande, y alquilamos el salón de más capacidad disponible, se produce una reacción psicológica que se posesiona de las mentes de la gente. Piensan: ‘Esto debe ser algo grande o no lo harían en el salón más grande’. Cuando pongáis un aviso en el periódico, poned algo digno de leerse. Entonces la reacción subconsciente será: ‘Esto es algo insólito; quiero oír ese tema’. Nos dio resultado. En este pueblecito de Turlock, de 10.000 habitantes, tuvimos una asistencia superior a los 3.000.

“Esa filosofía puede seguirse sin temor, porque es algo básico en el pensamiento de la gente. Se nos ha aconsejado en forma específica que necesitamos llevar a cabo esfuerzos extraordinarios en este tiempo para alcanzar a las masas. Esfuerzos excepcionales para captar la atención de la gente. No me refiero a esfuerzos deslumbrantes, de mal gusto; no hablo de esfuerzos espectaculares que lindan en lo ordinario y sensacionalista. Pero, hermanos, el mundo está haciendo esfuerzos descomunales, y la iglesia debe sentirse impelida a pensar en métodos extraordinarios para llevar el mensaje de Dios a los hombres.

“Luego, cuando los alcancemos, ¿qué vamos a hacer para conservarlos? No lo lograremos mediante un mensaje insustancial, sin vida. D. L. Moody ardía de celo por su obra. Nunca fue ordenado al ministerio; era un predicador laico; pero creía en su mensaje de todo corazón, y la gente sabía que creía en él. Era más bien áspero con los reyes ingleses. Leed sus sermones completos y lo comprenderéis. Pero los grandes del mundo acudían a oír la predicación de este hombre, porque ardía de entusiasmo, y creía en lo que decía. Nosotros alcanzaremos idénticos resultados cuando ardamos por el Señor.

“Ahora, ¿cuáles son las masas que intentamos alcanzar? En Inglaterra las masas son las que no van a la iglesia, y suponemos que en todo el mundo son las mismas. Es más fácil predicar a los miembros de iglesia que a personas que no conocen a Dios.

“Permitidme que os muestre algo. Este es un cartel que utilizamos en las estaciones de los subterráneos. Leed lo que dice: ‘Un Dios bueno —Un mundo malo. ¿Por qué?’ Pensamos que esto atraería la atención de la gente con una conciencia religiosa, y así sucedió. Tuvimos un auditorio esencialmente religioso. Sin embargo, queríamos alcanzar algo más: un auditorio no religioso. Según el censo, el 50% de los ingleses siguen cada día el horóscopo. Por lo tanto, apuntamos desde un ángulo diferente. Aquí está el otro cartel: ‘Conozca su Futuro’. Esta leyenda se imprimió junto al símbolo del horóscopo —la bola de cristal. ¿Qué sucedió esa noche? Tuvimos un auditorio integrado por un elemento no religioso. ¿Por qué? Habíamos elegido el relato de un sueño que había tenido un rey, muy interesante para los que se interesan en los sueños. Supieron que los astrólogos y los encantadores del reino no pudieron comprender un sueño. Sin embargo, en el cielo hay un Dios que reveló el interrogante. Esta es una manera mejor para conocer el futuro de cada cual. Hermanos y hermanas, bautizamos a varias personas de ese grupo. Supieron que no sólo había una manera de conocer el futuro, sino que también conocieron al Dios que puede dirigir su futuro.

“Debiéramos pensar seriamente en orientar nuestros esfuerzos hacia las zonas más difíciles del pensamiento y la vida humanos; hacia la gente que no asiste a la iglesia, que camina desilusionada de la religión —por lo menos muchos de ellos—, ateos, infieles, agnósticos, personas que tal vez una vez se llamaron cristianos. Tenemos que’ cumplir una tarea enorme en relación con ellos.

“Junto a la tumba de David Livingstone, en la Abadía de Westminster, es posible saber cuál era el secreto de la vida del gran misionero. ‘Orar como si todo dependiera de Dios. Luego, trabajar como si todo dependiera de mí’. ¡Qué desafío indescriptible se alza ante nosotros en la actualidad!”

ARBITRO: “¿Qué puede hacerse por las grandes ciudades, como Chicago? Nueva York, Londres, Roma, Singapur, y por los pueblos que viven en todos los países? ¿Cómo pueden alcanzarse y conservarse las masas?

R. M. WHITSETT contestó este interrogante haciendo notar que necesitamos utilizar toda habilidad disponible en nuestro quehacer evangélico. Nuestros auditorios pueden ser reducidos, pero podemos incrementarlos. Contó cómo, entre otras cosas, utilizaba láminas ilustrativas en un lado del púlpito y luz negra en el otro. El se paraba en el centro, iluminado por un reflector. Explicó que le gustaba mantener el resto del salón a media luz. Observó que esto “atrae a las masas y contribuye en gran medida a mantener la atención”’. En su programa de evangelismo también utilizaba recuerdos y premios para aumentar la asistencia.

El ARBITRO preguntó si no había algo que pudiera hacerse para poner el fundamento correcto antes de predicar el primer sermón. ¿Hay métodos que pueda usar un evangelista mediante los cuales conseguir cientos, o miles, de oyentes seguros?

J. L. SHULER dijo que uno de los métodos por él empleados con éxito para colocar un buen fundamento para sus reuniones, consistía en unir a los miembros de la iglesia en la obra de obtener varios miles de inscripciones al curso bíblico por correspondencia. En un lugar, al que había ido unas ocho semanas antes, consiguió 4.000 inscripciones antes de predicar su primer sermón. Ya habían recibido cuatro o cinco lecciones, y su interés en la Biblia ya se había despertado cuando comenzaron las predicaciones. Este grupo forma un buen núcleo para la primera noche.

Una semana antes de iniciarse las reuniones se les escribió una carta informándoles acerca de los servicios y de los importantes temas que se presentarían. Se Ies dijo que se había reservado un cierto número de asientos para ellos, y que todo lo que debían hacer para conseguir uno era telefonear o escribir solicitándolo. Esto mismo se anunció en los periódicos. Asimismo, se escribió a personas interesadas y a otras más anunciándoles la reserva de localidades.

M. L. MILLS destacó la importancia de la buena predicación. Todavía sigue siendo el método elegido por Dios para alcanzar a las masas. Una persona le contará a otra que su corazón fue confortado, que recibió algo de valor. Y le dirá: “Ud. debe ir y escuchar esos grandes mensajes bíblicos”.

E. J. FOLKENBERG nos recordó que no debíamos olvidar el medio de comunicación con las masas a través de la radio y la televisión.

H. E. METCALF, del auditorio, contó cómo él se valía casi exclusivamente de la radio para conseguir nuevos amigos. Un mes o dos antes de la serie de reuniones desarrolla un programa de radio en las primeras horas de cada día.

Otras personas destacaron que la radio era un medio muy efectivo para anunciar sus reuniones. Se nos llamó la atención al hecho de que debiéramos presentar sermones de naturaleza insólita, mensajes que salgan de lo común, temas oportunos. Algunos miembros del-jurado dijeron que los sermones de conversión, sermones que despertaban un deseo, que creaban un interés en la Biblia, eran de vital importancia para el comienzo de una serie de conferencias evangelizadoras.

V. G. ANDERSON enumeró seis vías que él creía aceptables para alcanzar a las masas:

1.Utilización de los obreros voluntarios. Hace poco alcanzamos a la mitad de la población de los EE. UU. con un folleto. ¿Por qué no podemos hacer lo mismo para nuestras conferencias evangelizadoras?

2. Utilización de los interesados por los col- portores. Informó que con el trabajo de los col- portores, cada año alcanzamos la quinta parte de la población de los EE. UU.

3. Los periódicos.

4. La Escuela Radiopostal. Presentó el ejemplo de la Escuela Bíblica de la Unión del Sur, que desde su fundación ha inscripto a un cuarto de millón de personas.

5. La radio. Atrayendo el interés de los escuchas locales, y también de los oyentes de la Voz de la Profecía.

6. La televisión. Ilustró esto refiriéndose al programa presentado con el título de “Escrito Está” en la ciudad de WAshington durante nueve meses. “Pienso que WAshington conoce hoy más de los adventistas que en el pasado gracias a este programa. Cuando Jorge Vandeman presentó el primer programa, contó con unos 3.000 espectadores en la primera noche. Desde 350 oficinas de correos han llegado las solicitudes de quienes desean recibir las lecciones bíblicas; 15.000 personas se inscribieron en la Escuela Radiopostal”.

RALPH WATTS expresó su aprecio por la obra que se realizaba en las grandes ciudades, pero quería saber en qué forma debía proceder el obrero que trabajaba en pueblos pequeños que estaban fuera del alcance de la televisión y la radio. Todos compartimos su felicidad cuando anunció que en una unión del África Central en 1957 habían bautizado a 8.962 almas. Habían seguido las claras instrucciones dadas a los adventistas a través de la mensajera del Señor: unir el esfuerzo de los miembros laicos al del ministerio.

No podemos pasar por alto el hecho de que grandes masas de población viven en las zonas rurales. Forman núcleos de 50.000 y 100.000 personas. Una asociación tuvo la idea de alcanzar las poblaciones rurales poniendo en televisión varios programas que abarcarían todas las zonas rurales de un estado. Así es posible evangelizar a las masas, aun cuando sea a través de grupos reducidos.

F. W. DETAMORE presentó la cuestión de cómo mantener una buena asistencia a las reuniones. Su equipo de evangelismo se complace en dar premios especiales a los que cumplen ciertos requisitos. El cree que, mediante este plan, en cualquier parte puede aumentar la asistencia de un 50% a un 100% en una sola noche. Reduce su campaña de propaganda y utiliza el dinero economizado para comprar una cantidad de hermosas láminas. Le da una a cada persona que lleve a un amigo en una noche determinada; también le da una lámina al amigo que lo acompaña. La próxima vez ofrece un disco con interpretaciones de himnos religiosos a cada persona que lleve a la reunión a tres nuevos amigos. En la tercera semana, ofrece una Biblia de tapas blancas a quien lleve a cuatro amigos que no hayan asistido las noches anteriores. Y así continúa aumentando la asistencia. “Nunca hemos encontrado algo parecido” dice el evangelista. “Para fomentar la asistencia de las mismas personas —añade— ofrecemos un libro cada semana. Si una persona asiste seis noches de cada siete, recibe el libro en forma gratuita”.[1]

H. E. MATCALF planea utilizar en su próxima campaña algo que no ha puesto en práctica antes. Nos recordó el método utilizado por una conocida compañía elaboradora de cereales, que gasta cientos de miles de dólares en alcanzar a la gente a través de regalitos dados a los niños. Los manufactureros colocan bolitas de vidrio, pitos y otras cosas en los envases de los cereales. Para su próxima campaña evangélica ha planeado dar regalos a los niños que asistan a quince de las veintidós noches de conferencias. Por supuesto, el papá o la mamá, o bien ambos, acompañarán a sus hijos.

G. CUPERTINO, de la División Sudeuropea, nos ofreció su simpática sonrisa y se disculpó por no hablar bien el inglés. Explicó que en su división debían entendérselas con 18 idiomas principales. “Si pudiera hablaros en italiano o en francés, me sentiría mejor”. En Europa del Sur los obreros utilizan toda clase de métodos. Si no pueden conseguir un salón o una iglesia, recaban permiso para utilizar cualquier otro lugar. Anunció con todo entusiasmo y gozo que en 1957 habían bautizado a 9.618 personas.

Muchos evangelistas han descubierto que el sábado de noche constituye una ocasión excelente para celebrar reuniones. Otros celebran reuniones los domingos de mañana. Uno dijo que hacía sus reuniones los sábados a las 16 h, con una asistencia mínima de 1.100 y máxima de 1.600 personas. Un hermano propuso que se ideara un plan para informar a los evangelistas de lodo el mundo acerca de la mejor manera de colaborar con los medios existentes para alcanzar las masas, como ser, televisión, colportores, radio, cursos por correspondencia, propaganda, etc.

R. A. ANDERSON manifestó su deseo de que la asociación local pudiera clasificar todos los medios empleados en una ciudad durante los diez últimos años, a fin de que el nuevo evangelista que trabaje en ella pueda saber con exactitud lo que se ha hecho, y cuente con una lista de nombres que serán de mucho valor. Así podrá dirigir sus llamamientos a personas que han aprendido a amar la Biblia.

A medida que avanzaban las disertaciones, nuestra conciencia captó en toda su gravedad el hecho de que la gran obra que nos ha sido encomendada distaba mucho de acercarse a su completa terminación, y de que el tiempo que nos resta es muy escaso. Dios está dispuesto a recompensar nuestra gran fe y sacrificio si nosotros queremos ponernos a sus pies junto con nuestros planes. Se dijo que uno de los secretos del éxito de la campaña de evangelismo llevada a cabo recientemente en Washington consistió en que más de 1.200 miembros laicos salieron semana tras semana para visitar los hogares vecinos. Se les unieron en esta obra los obreros de la unión, de la asociación local y del seminario. Los mismos hermanos que oraban y trabajaban por la campaña obtuvieron un gran beneficio espiritual.

Es algo indispensable que el evangelista conozca su campo en todo sentido, y también esté familiarizado con la psicología de la gente por quien trabaja. Entonces, con la bendición de Dios, podrá avanzar confiadamente en fe para llevar a cabo su obra.

Para terminar, el juez del jurado sugirió que, aunque era obvio que nuestra obra necesitaba una cantidad de trasatlánticos en el programa de evangelización, no había que olvidar a los remolcadores. Si alguno estaba en la categoría de remolcador, no debía tratar de comportarse como un trasatlántico, porque Dios también necesita buenos remolcadores. “Ha llegado el tiempo cuando, como nunca antes, los adventistas deben levantarse y brillar, porque han recibido su luz, y la gloria de] Señor ha brillado sobre ellos” (Evangelism, pág. 36).


[1] Nota de los editores.—

Respecto a los premios téngase, sin embargo, presente el principio enunciado por el espíritu de profecía en El Colportor Evangélico, págs. 96, 97, que aun cuando se refiere a la venta de nuestras publicaciones y la colocación de nuestras revistas, podría tal vez aplicarse a las actividades evangelísticas: “Pero instar a la gente mediante regalos y premios a que se suscriba, no ejerce una permanente influencia para el bien. Si nuestros obreros salieran con fe en las verdades de la Biblia, con amor para Cristo y las almas en sus corazones, lograrían mayores resultados en la tarea de conseguir suscriptores permanentes, que dependiendo de premios y precios bajos”.