¡Que oportunidades encierra un nuevo amanecer! El sueño nocturno ha revitalizado nuestro sistema nervioso. Nos sentimos descansados, listos para comenzar otro día.
Pero, ¿qué hace Juan? Se levanta a última hora, se arregla rápidamente, salta al automóvil y se va a la oficina dejando tras sí un sendero desastroso de desorden y malhumor. “Estoy atrasado”, dice.
Miguel en cambio organiza bien su tiempo. Se levanta temprano todos los días y estudia por dos horas antes de ir al colegio donde enseña. “No tengo apetito en la mañana”, dice.
María es una enfermera cariñosa y dedicada a su trabajo. Se va muy temprano al hospital sin desayunar. Está preocupada porque tiene unos kilos de más y quiere bajar de peso. “Por eso no tomo desayuno”, dice.
En estos tres ejemplos hay algo en común. Ninguno de ellos desayuna. A veces beben un vaso de jugo o una bebida caliente a la carrera. Este modelo se repite en muchos hogares y es el precio que se paga por vivir tan apresuradamente. Pero, ¿es saludable, lógica y satisfactoria esta costumbre?
Para comprender mejor la importancia del desayuno en la vida diaria, veamos qué estudios se han hecho al respecto. La palabra misma, desayuno, indica que con esa comida quebramos el ayuno.
En una encuesta hecha en una planta textil en Carolina del Norte, Estados Unidos, se observó que tres de cada cuatro accidentes ocurrían entre los empleados que no habían desayunado. Hoy en muchas empresas se sirven alimentos al comenzar el trabajo para evitar más tarde accidentes costosos.
Durante nueve años el doctor Lester Breslow de la Universidad de California en Los Angeles observó un gran número de personas para determinar los “buenos hábitos de salud” que ayudan a tener menos morbilidad y mortalidad en una población. De entre siete de estos “buenos hábitos de salud” destacó el desayuno diario. Al estudiar la mortalidad de las personas en esos nueve años, y al correlacionarla con diferentes “buenos hábitos de salud”, encontró que la mortalidad era mayor entre los que nunca o rara vez desayunaban.
Sin embargo los estudios hechos en la Universidad del Estado de Iowa, que se extendieron por un período de 10 años, son los que más han aumentado nuestro conocimiento sobre el valor del desayuno. Participaron niños, adolescentes, jóvenes, adultos y ancianos que ingirieron diversos desayunos y se sometieron a pruebas para medir diferentes reacciones.
A. ¿Cuáles fueron los resultados?
Con excepción de los escolares, todos los grupos incluidos en la investigación al ingerir un desayuno básico de cereal, leche, pan tostado y fruta, sufrían de menos temblor neuro-muscular en las manos y los brazos al final de la mañana que los que omitían el desayuno o sólo tomaban café negro.
Los que se servían un desayuno básico reaccionaban más rápidamente y resolvían problemas en menos tiempo. Esto era especialmente notable en los ancianos. Los que comían un desayuno pesado (huevos, carne, panes dulces, pan, fruta y otros alimentos) y los que tomaban sólo café reaccionaban con más lentitud que los que comían un desayuno básico o liviano (leche, pan, fruta).
Los escolares, desayunaran o no, tenían el mismo poder para asir o apretar un objeto. En cambio los ancianos hacían mejor su trabajo servirse un desayuno básico. 1
B. ¿Hay diferencia en el rendimiento académico?
Los alumnos cuyo desayuno era parte del régimen diario tenían mejor actitud ante los deberes escolares y un rendimiento académico superior. Aunque en estudios recientes no se obtuvieron los mismos resultados, subjetivamente el niño trabaja y estudia mejor cuando sus necesidades fisiológicas están atendidas.
C. ¿Qué cantidad de proteína es necesaria?
La sangre de una persona en ayunas contiene de 70 a 90 miligramos de azúcar (glucosa) por cada 100 cm3de sangre. Este nivel se mantiene con la alimentación y con procesos glicolíticos y neoglucolíticos donde las células desdoblan el glicógeno o forman glucosa a partir de diversas sustancias.
Al comer, el nivel de glucosa sube a 120 ó 140 miligramos por ciento en una hora. La secreción de insulina facilita la entrada de glucosa a las células y así baja el nivel de glucosa en la sangre. Para sentirse bien, la glucosa en la sangre debe mantenerse dentro de los límites biológicos.
En los estudios de Iowa, un desayuno básico con más de 15 gramos de proteína mantenía la glucosa después de dos horas al nivel en ayunas. En cambio, con 10 gramos de proteína, o un desayuno con mucho azúcar, o si se omitía el desayuno, había un período hipoglicémico a mitad de la mañana. Se concluyó que la cantidad de proteína para el desayuno no debe ser menor que 15 gramos. La cantidad de proteína se puede calcular usando los siguientes valores:
1 rebanada de pan – 2 gramos de proteína.
1 huevo – 6 gramos de proteína.
1 taza de leche – 8 gramos de proteína.
1 cucharada de manteca de maní – 4 gramos de proteína.
1/2 taza de cereal – 2 gramos de proteína.
30 gramos de requeso – 6 gramos de proteína.
30 gramos de queso – 7 gramos de proteína.
1/2 taza de porotos – 7 gramos de proteína.
D. ¿Qué clase de proteína?
Cuando la cantidad de proteína era mayor que 15 gramos, la glucosa de la sangre no bajaba a niveles hipoglicémicos, sea que la proteína fuera de origen animal (huevos, carne, leche, queso) o de origen vegetal (mantequilla de maní, leche de soya, cereales o legumbres).
E. ¿Qué contiene un buen desayuno?
1. Contiene suficientes calorías. Un hombre que trabaja moderadamente necesita 3.000 calorías por día; una mujer, 2.000 calorías. El desayuno debe proveer un tercio o un cuarto de esas calorías.
2. Una cantidad adecuada de proteína (1525 gramos).
3. Los alimentos deben reflejar las costumbres culturales y ser satisfactorios para los que los ingieren.
4. El desayuno debe ser variado. Un desayuno tradicional incluye cereal, papas o pan, frutas o su jugo, una bebida a base de leche y a veces un alimento rico en proteína como requeso, nueces, maní, huevos, o queso.
Una nueva idea ha llegado a ser muy popular. Es la cena invertida. Los alimentos de la cena incluyendo el segundo plato fuerte, las verduras, ensaladas, arroz, papas, se consumen en el desayuno. ¿Extraño? Sí, pero los que lo han probado encuentran este estilo excelente y se sienten mucho mejor.
“A la hora del desayuno el estómago se encuentra en mejor condición para recibir una mayor cantidad de alimentos que la segunda o tercera comida del día. Es erróneo el hábito de comer livianamente para el desayuno y más abundantemente para el almuerzo. Hágase del desayuno la comida más sustanciosa” (Consejos sobre el régimen alimenticio, pág. 205).
5. El desayuno debe ser diario. Si se omite el desayuno hay la tendencia a comer entre horas o comer demasiado en las comidas restantes. Aparecen entonces varios problemas, y uno de ellos es que se sube de peso más fácilmente cuando la cena es muy abundante. Por lo tanto, para desayunar debe comenzarse con una cena liviana y temprana. Habrá mejor apetito a la mañana siguiente. Un desayuno básico, un buen almuerzo y muy poca cena, es una rutina que definidamente favorece la salud y el vigor físico y mental.
Volvamos por un momento a los ejemplos del principio.
Juan, siempre de prisa y siempre atrasado debe hacer una evaluación de su estilo de vida y establecer prioridades. Posiblemente se acuesta muy tarde y no duerme lo suficiente. Se necesitan siete u ocho horas por noche para descansar bien. Suprimir el desayuno no le ayuda. Su atención no se enfoca. No puede usar la excusa de que no tiene tiempo. Todos tenemos las mismas 24 horas, y de nosotros depende el organizarías.
Miguel, aunque muy organizado no se preocupa por el desayuno, posiblemente cena tarde y abundantemente. No hace mucho ejercicio. Si al levantarse dedicara un tiempo para caminar o hacer ejercicio, y cenara temprano y livianamente, estaría en camino de resolver su problema.
Para María el problema se hace cada vez más complejo. Omite el desayuno porque está descansada y tiene fuerza de voluntad suficiente. Pero luego come en exceso en las otras comidas o come bocadillos entre comidas. Los estudios de Iowa mostraron que la omisión del desayuno no ayuda a bajar de peso. María debe adoptar la cena invertida como desayuno, almorzar bien y omitir la cena o comer muy livianamente. Además debe abandonar las comidas entre horas. Un régimen tal, con ejercicio diario, ayudarán a María a dominar el problema.
Para comenzar el día busquemos a Dios. Su amor y protección nos siguen. Por el descanso nuestra mente está lista para el día. Pero así como un automóvil necesita gasolina, la mente necesita glucosa. Un desayuno adecuado proveerá la energía y los nutrientes que cada célula necesita para hacer su trabajo con efectividad.
Sobre el autor: Irma B. de Vyhmeister es directora asociada del Departamento de Salud y Temperancia de la Asociación General.