Los dirigentes adventistas deben ser hombres espirituales. Nadie que no esté dirigido por el Espíritu está en condiciones de edificar a la iglesia. Los talentos, la experiencia, el entusiasmo, el trabajo arduo y aun la educación carecen de valor cuando están desprovistas de la inspiración divina.
Daniel fué elegido para ocupar un puesto de gran responsabilidad en la pagana Babilonia, porque poseía “mayor espíritu.” (Dan. 5:12.) La lectura del libro que lleva el nombre del profeta revela que Daniel tuvo éxito como administrador porque vivía una vida profundamente espiritual. El mundo nunca hubiera oído hablar de este personaje y de su larga e importante carrera, si él no hubiese nutrido cuidadosa y diariamente su espiritualidad mediante la oración y la meditación. Daniel recibió este mensaje de aprobación celestial: “Porque eres muy amado.” (Dan. 9:23, V. M.)
No le fué fácil al profeta mantener el elevado nivel de su vida espiritual. Estaba continuamente atareado. Tenía que atender un gran número de asuntos: entrevistas, interrupciones y problemas administrativos. Sus colaboradores eran paganos. Todo el ambiente que lo rodeaba estaba cargado de paganismo; sin embargo Daniel aumentaba firmemente su poder espiritual. Su recargado programa de trabajo nunca interfirió los momentos que había destinado para la oración. Su único temor era no vivir a la altura de lo que Dios esperaba de él. Y hablando de nuestra causa, tampoco puede fracasar el dirigente que tenga en tan alta estima la aprobación del cielo.
¡De cuánto beneficio ha sido para la obra de Dios contar con dirigentes del temple de Daniel! Podrá faltar el dinero; podrán cerrar las instituciones; podrán esparcir a los miembros mediante persecuciones; pero la causa continuará avanzando firmemente, dirigida por administradores piadosos y consagrados, porque habrán edificado una estructura espiritual duradera. Sirva de ejemplo el caso de Gedeón, que fué llamado a dirigir el pueblo de Dios en un período crítico de su historia. El dió el primer lugar a Dios en su ministerio. El triunfante grito de guerra de sus soldados fué: ¡La espada de Jehová y Gedeón! (Juc. 7:20.)
Jehová fortaleció a Zorobabel con estas palabras: “No con ejército [de hombres], ni con fuerza [humana], sino con mi espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos.” (Zac. 4:6.) El despliegue de poder humano puede impresionar a algunos por cierto tiempo, pero no produce duraderos frutos de valor. Las obras que se ejecutan en obediencia a la dirección divina, y con el temor de Dios, son tan perdurables como la eternidad.
Los administradores de las diferentes instituciones de la obra—quienesquiera sean y dondequiera estén—deben estar llenos del Espíritu y deben ser dirigidos por él, si quieren que sus esfuerzos produzcan resultados de valor permanente para la causa de Dios. Los talentos, las capacidades extraordinarias, la personalidad agradable, la inteligencia y la educación son de utilidad efectiva únicamente cuando se los entrega a Dios y se los coloca bajo la dirección divina. Una persona piadosa siempre constituye una poderosa fuerza para el bien: pero cuando un dirigente capaz es ante todo un hombre de Dios, su poder para el bien aumenta muchas veces.
El consejo dado por la sierva del Señor a los que trabajan en el ministerio espiritual, también es una buena indicación para los administradores adventistas: “Poned aparte una porción de cada día para estudiar las Escrituras y comulgar con Dios. Así obtendréis fuerza espiritual, y creeréis en el favor de Dios. El solo puede darnos aspiraciones nobles; él solo puede moldear el carácter según la semejanza divina. Acercaos a él en oración ferviente, y él llenará vuestros corazones de propósitos elevados y santos, y de profundos y fervientes anhelos de pureza y claridad de pensamiento.”—Obreros Evangélicos, pág. 105.
En esta declaración se ve delineado el camino hacia el crecimiento espiritual. La oración, el estudio de la Biblia y el examen de sí mismo constituyen tres fuentes de poder. Un dirigente que beba de esas fuentes permanecerá estrechamente unido con el cielo y estará continuamente bajo la dirección divina. Contará con la confianza de los miembros de la iglesia y de los obreros. Si algunas veces piensa que está solo en la defensa de ciertas posiciones vitales, contará con una fuente de poder y ánimo que le permitirá recorrer el camino sin vacilar.
Cierto momento de la vida de David nos proporciona un excelente ejemplo de fortaleza espiritual. Cuando él y sus compañeros regresaron a Siclag y se enteraron de que los merodeadores amalecitas les habían robado sus familias y posesiones, David estuvo a punto de ser apedreado por sus atribulados hombres, porque lo culpaban en cierta medida de la desgracia que les había acaecido. ¿Cuál fué la actitud de David en esa hora crítica de su vida? “Mas fortalecióse David en Jehová su Dios.” (1 Sam. 30:6.) Este es un maravilloso manantial de poder que está. al alcance de cada dirigente, y con el cual debe estar familiarizado antes de que surja un momento de crisis.
Se ha dicho con acierto que el espíritu y el temple de una organización dependen en gran parte del carácter de sus dirigentes. Esto se observa claramente en toda la historia del pueblo de Israel. Cuando los israelitas tenían dirigentes temerosos de Dios, la nación seguía en sus huellas y prosperaba. Pero los israelitas se alejaban de Dios, adoraban a los ídolos y se daban a la maldad, cuando sus dirigentes les daban el ejemplo. Se producía un reavivamiento en Israel cada vez que un rey temeroso de Jehová ascendía al trono. Nosotros no debiéramos olvidar la lección que nos enseña este hecho. Ningún reavivamiento se ha iniciado criticando a la iglesia o llevándole mensajes sombríos y desanimadores. Por el contrario, han tenido su origen en personas que han sentido profundamente su gran necesidad, que han caído de rodillas delante de Dios en humilde reconocimiento de su incapacidad, y que han experimentado la desbordante presencia y el poder del Espíritu Santo. La hermandad ha tenido que reconocer la influencia contagiosa de tales vidas. Cuando estas personas hablan en privado o en público, dan un testimonio elevador que engendra sinceros anhelos de santidad en muchos corazones. Un dirigente de la causa de Dios debiera estar investido de tales características. Así llegará a ser un dirigente con muchos seguidores. También será un genuino reformador.
Ojalá que nosotros, que hemos sido llamados a la dirección de esta causa en el tiempo del fin, lleguemos a ser poderosos hombres de espíritu.
Sobre el autor: Presidente de la Asociación General