Debe trabajarse en las ciudades. Los millones que viven en estos centros congestionados han de oír el mensaje del tercer ángel” (Evangelismo, pág. 26).

            Este es uno de los numerosos párrafos de Elena G. de White en que se reseña la obra urgente que debemos llevar a cabo en los x grandes y pequeños centros urbanos, donde hay millares de almas necesitadas de la certeza, la esperanza y la paz que sólo puede proporcionarles el mensaje del Evangelio. ¿Cómo podemos alcanzar a esas personas?

            Uno de los medios más eficaces para lograrlo son los ciclos de conferencias. Cuando este trabajo de evangelización pública se realiza con amor, dedicación, inteligencia y bajo la dirección de Dios, los resultados siempre son notables. Aun después de varios años de haber finalizado la serie, el impacto producido suele continuar dando preciosos frutos para el alfolí de Dios.

            Estamos en el Año de la Cosecha, pero no cosecharemos a menos que nos pongamos en acción. Naturalmente, la acción también exige abnegación. Tal es el ejemplo que encontramos en la experiencia de Pablo como evangelista. El apóstol predicaba a tiempo y fuera de tiempo, y por eso pudo afirmar ante los ancianos de la iglesia de Éfeso que no había rehuido de anunciarles y enseñarles “nada que fuese útil”, “públicamente y por las casas” (Hech. 20:20).

            Los ciclos de conferencias constituyen un plan misionero que refleja el método empleado por el apóstol Pablo: labor en público y visitación de casa en casa.

            Notemos también que el apóstol iba realizando su labor “por todas las ciudades”, y estaba dispuesto a soportarlo todo por amor a la causa del Evangelio (véase el versículo 23). Más tarde, el Señor le aseguró a su instrumento escogido que su deseo de testificar en Roma, la gran metrópoli de la época, se realizaría (véanse Rom. 1:10; Hech. 23:11). Recordemos, pues, que Dios conoce los anhelos de cada uno de sus mensajeros, y está dispuesto a concedernos la oportunidad y el poder que necesitamos para realizar la tarea.

            Permitamos que el espíritu de acción y la abnegación del apóstol Pablo se posesione de nosotros. Entonces el mismo Dios que obró maravillas por medio de su apóstol, y sigue estando al frente de su obra hoy, podrá hacer aún obras mayores durante este Año de la Cosecha. ¿Estamos dispuestos a darle esa oportunidad?

Sobre el autor: Evangelista de la Asociación Rio – Minas, Brasil.