En estos días hacemos teología en la iglesia en varios frentes. Está la que podríamos llamar teología eclesiástica; la cual se hace en el escenario corporativo de la iglesia por ejemplo, en la Asociación General o bajo sus auspicios. Esto incluye lo que hacen los administradores, el cuerpo de investigadores bíblicos y las comisiones, mientras intentan articular “lo que la iglesia cree” o “la posición oficial de la iglesia’’. Tal teología es mayormente apologética y se hace, por lo tanto, a la luz de los desafíos a la fe, o a causa de los inquietantes debates que surgen dentro o fuera de la iglesia. Aunque dicha teología contribuye a presentar, de modo crucial, una dimensión panorámica y colectiva, tiende a ser pesada con lo que podríamos llamar aprensiones políticas, como las cuestiones de autoridad, unanimidad, sistema y tradición.
Segundo, existe la que podría describirse como teología académica; aquella que se hace en las aulas de clase, en centros educativos, como universidades y seminarios. Esto incluye la obra de los estudiantes, pero más específicamente la obra de los maestros, académicos, o eruditos teológicamente entrenados, cuyo trabajo consiste en comprender y expresar la revelación que Dios ha hecho de sí mismo, entre los seres humanos. Esta teología tiende a seguir más estrechamente los lineamientos clásicos y las normas que busca la erudición, y encuentra expresión en asociaciones y foros, libros, artículos, aulas de clases, por nombrar sólo algunos espacios. Entre otras cosas, tal teología contribuye a construir una valiosa disciplina y precisión en la búsqueda de la verdad. También tiende, sin embargo, a desconectarse de las preocupaciones de la vida diaria, y por lo tanto, es susceptible de convertirse en un fin en sí misma.
También está la que podríamos identificar como teología personal; la cual se hace mientras el miembro de iglesia estudia su Biblia, intentando relacionarla con las realidades de la vida cotidiana. Este tipo de experiencia puede incluir, por supuesto, la reflexión sobre asuntos más doctrinales; Abrazar el rol de la teología pastoral pero, finalmente, tal incursión es parte de la búsqueda personal de la verdad y el significado, más que de los foros públicos teológicos implícitos en los dos marcos mencionados arriba. Hay un sobresaliente fervor y autenticidad en una teología tal, pero puede llegar, muy fácilmente, a ser miope, centrada en el yo, y limitada en su capacidad para relacionarse con otros en la iglesia o en el mundo, en general.
Luego está la que se describe simplemente como teología pastoral; la cual se hace entre las personas, dentro y alrededor de las congregaciones locales. Los participantes más obvios en este contexto son los pastores, aunque las congregaciones están definitivamente involucradas. Aquí se hace el intento de relacionar la revelación de Dios en la Biblia y en la vida, con el flujo y reflujo, altas y bajas, de los miembros de la congregación. A causa de su naturaleza tosca, y los casi crudos y orgánicos apremios e impulsos que son parte y terreno de su formación, esta teología saca a luz, cuando es conducida con cuidado, algunas de las más puras formas de la verdad. En muchos sentidos, es el tipo de teología que hicieron los personajes y escritores de la Biblia misma.
No existe ninguna duda en mi mente que cada uno de estos cuatro foros teológicos que hemos descrito, tienen un rol legítimo y muy elevado que desempeñar en la iglesia. La verdad de esta observación debería ser, siento yo, totalmente abrazada. Aunque algunos de nosotros podemos sentimos tentados a descartar la teología “eclesiástica y/o académica”, deberíamos resistir fuertemente esa tentación. Es tremendamente valioso que nos expongamos a un enfoque multidimensional en nuestra búsqueda de la verdad. Esto es parte del valor que tiene el hecho de pertenecer a una comunidad, y no terminar en un tipo de tumulto atomístico, como ocurre en el mundo contemporáneo.
Pero, ¿por qué defiendo obviamente la teología “pastoral”? Permítanme elaborar sucintamente un escenario ilustrativo: el pastor Jones no cree en la fornicación o el aborto. Puede articular coherentemente las bases para defender su posición, junto con la base bíblica y teológica que la apoya. En la formación de su punto de vista, ha instrumentado las metodologías y presuposiciones que proponen los círculos “académicos”, y ha abrazado la posición oficial sobre la fornicación y el aborto, tal como le llega de las oficinas centrales “eclesiásticas”. También ha ahondado en las profundidades de su enfoque bíblico-personal al respecto. Pero un jueves por la mañana, entra en su iglesia una joven mujer soltera; de hecho, sólo tiene dieciséis años, y es miembro de su congregación. Quiere hablar confidencialmente con él.
El pastor Jones la conoce muy bien. Fue compañero de estudios de sus padres, Lis visitó a ella y a su madre el día que ella nació, y la bautizó hace unos cinco años. Es buena amiga de su hija, y él ha comido muchas veces en su casa los sábados. Ahora ella está sentada frente a él, llorando. Mientras las lágrimas corren por sus mejillas, le confiesa que está embarazada, y le pide consejo sobre si debería o no abortar.
Si bien la posición teológica esencial del pastor Jones sobre la fornicación y el aborto se conserva intacta, se ve forzado repentinamente a echar mano de lo que cree, y aplicarlo en esta terrible situación. Sus teologías eclesiástica, académica y personal son confrontadas hasta sus mismas raíces por esta típica situación de la vida diaria. ¿Cómo ayudará a esta jovencita? ¿Qué le dirá?
Creo que la mejor teología es aquella que es desafiada constantemente por este tipo de realidades; la que se forma en el duro y exigente yunque de la realidad pastoral, y está constantemente bajo el martillo de aire de las experiencias de la vida.
Contraste la teología y las acciones resultantes de los escribas y maestros de la ley, que trajeron a la mujer sorprendida en adulterio (Juan 8:1-11), con la profunda aplicación de la verdad que Jesús hizo en la situación de aquella desafortunada mujer.
La acción de Jesús se basó en una teología Dios se expresa en tres Personas distintas. Nosotros creemos en el séptimo día sábado, lo mismo que los judíos. Como judío, siempre se me enseñó a creer que cuando uno muere, permanece en la tumba esperando la resurrección. Muchos judíos de la actualidad, sin embargo, ya no creen en la resurrección. Un judío religioso cree en la profecía bíblica, como la mayoría de los adventistas viviente, práctica y madura, que se colocó intencionalmente bajo compulsión, que descoyuntó y lanzó al caos las formulaciones teológicas, prescritas y políticamente orientadas. La teología de Jesús no evadió las dinámicas de la vida real que deben considerarse en todo que hacer teológico. Aquí, Jesús se manifestó como un consumado teólogo; y lo fue, mayormente porque su teología era absolutamente pastoral.
Nosotros los pastores no deberíamos permitir que nadie (menos nosotros mismos) devalúe el grande y legítimo rol que la teología pastoral desempeña en la iglesia. No deberíamos deslumbramos por el homenaje que se rinde a otros tipos de pensamiento. Respetemos profundamente aquellas teologías; pero sepamos, al mismo tiempo, que Dios nos ha llamado a ejecutar fielmente un descubrimiento y una aplicación de su verdad, que es de inestimable valor para él y su pueblo.