Muchas veces actuamos como si la confesión fuera sólo un rápido reconocimiento de nuestra propensión al pecado, unido a un elaborado pedido de disculpas por haber ofendido la santidad divina. A veces el Espíritu Santo o una conciencia culpable nos inducen a hace arreglos definidos con nuestros cónyuges, hijos o colegas, pero no siempre nos referimos a actos concretos de desobediencia a la voluntad de Dios tal como están revelados en su Ley.

Con el fin de prepararnos para la Cena del Señor, el pastor Peter Bath escribió y distribuyó en nuestra iglesia las siguientes sugerencias acerca de la confesión de pecados definidos contra Dios. Es posible que a usted le gustaría adaptarlas y usarlas como lectura antifonal cuando celebre la próxima Santa Cena.

“Misericordioso Dios, confesamos que hemos pecado contra ti en pensamientos, palabras y obras, tanto por lo que hemos hecho como por lo que hemos dejado de hacer. “No te hemos amado con todo el corazón, ni hemos amado a nuestro prójimo como a nosotros mismos. En verdad estamos tristes y humildemente arrepentidos.

“Confesamos que hemos tenido otros dioses delante de ti. Los dioses del poder, las riquezas y el orgullo han consumido nuestro tiempo y nuestra energía al adorarlos, lo que nos volvió indiferentes al sufrimiento ajeno aquí y en todo el mundo. No hemos amado al hambriento, al sediento y al huérfano como deberíamos haberlo hecho, Señor.

“Confesamos que hemos hecho imágenes en nuestra vida, que no hablan de tu amor ni de tu poder. Nos hemos rodeado de las imágenes del poder y la seguridad materiales. Hemos estado más preocupados por lo que vamos a hacer cuando nos jubilemos y por la cuenta del banco que por vivir por tu gracia. Confiamos en lo material y lo terreno, no en tu amor y misericordia. Perdónanos, Señor.

“Confesamos que hemos tomado tu santo nombre en vano. Nuestra vida no siempre refleja tu voluntad ni tu carácter. El centro de nuestros deseos no es tu gloria sino nuestro ego. Profesamos tu nombre, pero vivimos como si sólo fuera un apellido. Perdónanos, Señor.

“Confesamos que no te hemos honrado como nuestro Creador, al restarle importancia al sábado. Obramos de acuerdo con lo que nos conviene. No es raro, porque nuestro estilo de vida ha sido para nosotros más importante que tu loor. Aunque nos llamaste para cuidar al extraño que está dentro de nuestras puertas, confesamos que hemos descuidado las visitas que acuden a nuestra iglesia o que vienen a nuestra casa, y también a los vecinos y a la comunidad en general. Perdónanos, Señor.

“Confesamos que no siempre honramos la sabia paternidad que nos confiaste. Por la llamada telefónica que no hicimos, por la visita que no concretamos, por la tarjeta que no enviamos, por el abrazo que nos olvidamos de dar, perdónanos, Señor.

“Confesamos que hemos herido y angustiado a mucha gente. Lo hemos hecho por medio de nuestras palabras y actitudes; los hemos oprimido al manifestar indiferencia hacia sus necesidades; les hemos negado la vida en todo su potencial por medio de nuestro egoísmo. Perdónanos, Señor.

“Confesamos que no hemos honrado nuestros votos de fidelidad y espiritualidad en nuestras relaciones mutuas. Nuestros ojos errantes y nuestros deseos insatisfechos controlan nuestras pasiones. Desperdiciamos nuestros afectos con lo que es ilícito, para nuestra vergüenza y pesar. Perdónanos, Señor.

“Confesamos que nos hemos aprovechado de lo que no nos pertenece. Por el tiempo que les hemos robado a los que amamos; por el cariño que les hemos negado a nuestros cónyuges, a nuestros hijos, padres, amigos y vecinos; por no haber dado en la medida en que recibimos de ti. Perdónanos, Señor.

“Confesamos que damos falso testimonio por medio de nuestra vida y nuestras palabras. Es evidente que no somos testigos fieles ni consistentes de tu poder y tu amor. ¡Cuán fácil nos es huir del necesitado, y rechazar las oportunidades de amar y servir! Perdónanos, Señor.

Confesamos que somos envidiosos y celosos. Lo que queremos parece ser más importante que lo que necesitamos. Eso interrumpe el flujo de tu gracia y tus dones. Ayúdanos a satisfacernos con lo que nos das. Perdónanos, Señor.

“¡Oh, Señor! ¡Oye nuestra confesión! Perdónanos, Señor, porque hemos pecado contra ti. Por causa de tu hijo, Jesús, ten misericordia de nosotros y perdona todo lo que hemos hecho. Daños la oportunidad de vivir esa vida nueva que nos ofrece Jesús; que podamos servirte y agradarte, para honra y gloria de tu nombre. Lo pedimos por medio de Jesucristo, nuestro Señor. Amén”

Sobre el autor: Secretario de la Asociación Ministerial de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día.