Una sana filosofía de la vida – Capítulo 4
“¡Oh, lo que Ud. cree no me interesa en lo más mínimo! Sólo me interesa lo que la gente hace, no lo que cree, declaran muchas personas modernas. Hubo un tiempo en que se consideraba que las creencias eran de gran importancia. Los seres humanos estaban dispuestos a morir por ellas. La historia cristiana da testimonio del hecho de que la humanidad atribuía en el pasado gran importancia a sus ideales y convicciones.
En años recientes hemos sido rudamente sacudidos por una nueva ideología que se está extendiendo por el mundo. Esta creencia cambia completamente la actitud de los hombres, y muchos están dispuestos a sacrificar su vida por ella. La filosofía materialista de Carlos Marx—a la cual nos referimos—se ha opuesto a los ideales básicos de la religión cristiana.
¿Tienen importancia las creencias? Estamos comenzando a convencernos de que la tienen. Se invierten millones de dólares en modernos métodos de propaganda, porque comprendemos que si bien podemos ganar una guerra por la fuerza de las armas, es posible también perder la paz si los hombres se oponen a las creencias básicas sobre las cuales se funda nuestra manera de vivir.
Aun cuando es un axioma que la naturaleza siente horror del vacío, los hombres son suficientemente necios para creer que una mente vacía puede permanecer sana. Nuestra democracia es el resultado de los ideales de las religiones hebrea y cristiana que la precedieron. No podrían repudiarse los ideales sobre los cuales está fundada la democracia sin repudiar la libertad misma. Una flor no puede ser desarraigada sin ser destruida.
Alguien me dijo cierta vez: “Voy a unirme a la Iglesia de Los Ángeles donde cada miembro puede creer exactamente como lo desee.” Muchos están haciendo ahora algo semejante. Pero tan necia actitud jamás podrá fortalecer a un individuo ni a la iglesia cristiana. Lo que el hombre cree hoy se evidenciará probablemente en su conducta de mañana. Las ideas tienen consecuencias. Bastaría considerar las ideas de Carlos Marx para notar que han tenido consecuencias en la vida de los hombres en toda la tierra. ¿Podrá decir alguna persona inteligente que lo que el hombre cree no tiene importancia?
Demasiadas personas ignoran por qué viven y tienen escasa noción del propósito de su existencia. Al no saber el porqué de su vida, sacan poco provecho de ella. Un destacado productor de Hollywood, que se hallaba enfermo, me hizo llamar a su habitación en el hospital, y me dijo: “He estado escuchando sus mensajes por la radio del hospital. Deseo hablar con Vd. de algo que me preocupa. ¿Qué piensa Vd. realmente acerca de la vida? Deseo saber para qué estoy viviendo.” Esta declaración puede resultar graciosa para algunos, pero presenta una necesidad básica de nuestro tiempo.
Algunos preguntan: “¿Cómo es posible que hombres inteligentes se hagan comunistas?” La respuesta es clara. Mientras más inteligente es una persona, más obligada se siente a darle un significado al mundo en que vive. Si no ha aceptado el concepto cristiano del mundo, será un candidato para otra doctrina cualquiera. Un hombre necesita una filosofía en base a la cual organizar las antagónicas experiencias de la vida. Si carece de dicha filosofía, será una víctima de las circunstancias.
Un retardado mental no necesita preocuparse por una filosofía de la vida, pero una persona inteligente debe tratar de comprender el significado del mundo en que vive. Debe entender su relación con el universo. El que llega a comprender el porqué de su vida, puede asombrarse a sí mismo, y a otros, por su capacidad de soportar la frustración y el sufrimiento. Una fe compulsora constriñe a los hombres a la realización de las más grandes proezas y hazañas. Sin creencias, los hombres se tornan criaturas impotentes, tímidas, que temen la vida y la muerte por igual.
Al hablar de la necesidad de una fe, de una filosofía de la vida, y de comprender el significado de algo, entramos inmediatamente en el campo de la religión. El cristianismo ha dado a millones de personas la clave de la vida, y les ha inspirado los pensamientos y los hechos más grandes y nobles. A medida que las creencias religiosas han venido perdiendo énfasis, los disturbios emocionales y mentales han ocupado un lugar cada vez más amplio en las experiencias del hombre. Las perturbaciones emocionales graves son a menudo resultado del hecho de que al paciente le falta una comprensión del significado de su propia vida. El papel que desempeñan las creencias no puede ser negado con éxito ni aun por aquellos que no quieren admitir su importancia. Los jóvenes en nuestras escuelas no sólo deben ser instruidos, informarlos con hechos, sino que deben ser encaminados hacia una filosofía cristiana, para que por medio de ella sepan cómo usar correctamente esa información. Los hechos no se mantienen sobre sus propios pies; deben ser enhebrados en el hilo de la teoría antes que puedan adquirir algún significado.
Un profesor liberal con el cual estudiaba me preguntó qué actitud asumía yo hacía ciertos hechos presentados por los teólogos modernistas. Le dije que no aceptaba esas declaraciones como hechos porque no me adhiero a la fe de los modernistas. Estos tienen una fe que los impulsa a interpretar los hechos de la geología en base a los postulados de la evolución. El creacionista, por el contrario, halla en la geología abundantes evidencias para probar la historia de la creación. Las personas de diferente fe interpretan de manera distinta los hechos. El que cree que puede vivir sólo fundado en hechos, sin una fe o filosofía básica, se está engañando a sí mismo. Es posible levantar una pared torcida con ladrillos derechos.
Demasiado pocas personas saben dónde se hallan, porque carecen de una fe o una filosofía por medio de la cual juzgar los hechos. Una representación gráfica de tales personas la daría un hombre montado sobre una pared sin decidirse a saltar ni a un lado ni al otro. Son como aquel hombre que luego de leer el relato de los primitivos cristianos que perdieron su vida por no retractarse de su fe, declaró: “Creo que yo hubiera podido hacer una declaración que satisficiese a ambas partes.”
El hombre moderno, luego de tratar de hacer declaraciones que satisfagan a todos, descubre que no se encuentra ni con Dios ni con los hombres. Es como una tabla sacudida de acá para allá por las cambiantes olas del mar.
Una filosofía cristiana de la vida favorece las relaciones entre los seres humanos. Origina una humildad que prepara a las personas para hacer frente a la verdad acerca de sí mismas. La fe, la esperanza y el amor constituyen el plan por medio del cual pueden suplirse satisfactoriamente todas las necesidades de la vida. El cristianismo ofrece una forma de seguridad que protege al individuo contra las diversas clases de desórdenes emocionales y mentales.
Tan pronto como se menciona el valor que el cristianismo tiene para la conservación de la salud, oímos que muchos objetan diciendo que hay muchas personas que poseen fuertes creencias religiosas y que padecen no obstante de disturbios emocionales y mentales. Esto, naturalmente, es verdad. Nosotros insistimos, no obstante, en el hecho de que el cristianismo no es la causa de ellos, sino que en realidad es uno de los más poderosos medios de prevenir y curar dichos desórdenes. Las doctrinas cristianas se constituyen en el elemento restaurador de fuerzas para obtener la victoria sobre una personalidad amenazada por los disturbios emocionales, más bien que en la causa de ellos.
Debemos hacer una distinción entre una experiencia religiosa completa y una incompleta. Al realizar un estudio entre un gran grupo de pacientes aquejados de enfermedades mentales que habían sufrido grandes desilusiones con respecto a sus conceptos religiosos, se descubrió que estos pacientes habían utilizado la religión para colocarse a sí mismos en lugar de Dios en el centro de su vida. Usaron a Dios como mandadero en tanto que ellos permanecían en el centro del universo. Su universo no era mayor que ellos mismos y, para ellos, Dios era algo ya logrado. No siguieron el consejo de Miqueas de caminar humildemente con Dios. Parece que el así llamado “cristiano” que permanece en el centro de su universo, recibe muy escasa ayuda de sus conceptos o creencias religiosas.
Los médicos están comprendiendo que deben tomar en consideración las creencias de sus pacientes si desean aplicar a sus enfermedades el cuidado y el tratamiento convenientes. Los médicos están llamando la atención a la importancia de una filosofía de la vida basada sobre un punto de vista puramente práctico. Las creencias del hombre le dan calidad y valor a la vida. El estudio de estas creencias con relación a la salud se torna más importante debido a que se ha descubierto que afecta a la longevidad de los individuos.
Si los hombres no vivieran en base a un gran sistema de valores e ideales, ¿en qué se diferenciarían de los animales, que viven únicamente para satisfacer sus necesidades fisiológicas? Las personas que carecen de creencias se tornan débiles, lascivas, sentimentales y violentas. Viven únicamente para el placer sensual. Su vida se desarrolla en torno a fábricas atestadas, espectáculos atléticos y películas vulgares. Observan el veloz movimiento del mundo sin ningún sentido de valoración. Viven fascinados por él,” como un gato intrigado con la imagen que ve en una pantalla de televisión, sin comprender lo que está sucediendo. Esa inteligencia llega a ser puramente rudimentaria y no puede en justicia ser llamada inteligencia, de la misma manera que la adaptación tísica de los animales no puede ser considerada como inteligencia.
La mayor necesidad de los jóvenes de hoy es poseer una filosofía unificada de la vida basada en las creencias y enseñanzas cristianas. ¿Cómo puede vivir un joven teniendo en vista un propósito definido si no discierne entre el bien y el mal? ¿Puede una vida ser edificada sobre algo de menor valor que las grandes verdades?
La más abarcante de todas las posibles filosofías de la vida se halla en las enseñanzas de Jesucristo. La persona que ha experimentado un despertar espiritual genuino basado en la verdad cristiana, no podrá olvidarlo, porque tales creencias y experiencias constituirán el centro de todos sus pensamientos y deseos. La persona que posea una amplia visión cristiana podrá soportar noblemente las duras realidades de la vida, puesto que la función unificadora de su fe propende a la sanidad de la mente y el cuerpo.
No puede alcanzarse la libertad sin creencias, pero se la halla entrañada en una fe verdadera. Jamás podrá sobrevivir la libertad si la vida carece de significado. Si alguien desea manejar libremente las palabras, debe prestar atención a las definiciones que da el diccionario. No se puede desechar el diccionario y lograr soltura en el uso de las palabras. Un médico no puede ser libre en la práctica de la medicina a menos que se atenga a las verdades de la medicina y la fisiología. Un músico es libre únicamente cuando se somete a las leyes que gobiernan la música. Una madre es verdaderamente libre cuando se somete con amor a las limitaciones que sus hijos le imponen; separad de ella a sus niños y no será ya libre ni feliz. Un buen cocinero sólo es libre cuando sigue las reglas señaladas en las recetas. Sin ellas, no experimentará verdadera libertad en su oficio. La libertad para el hombre se basa en el hecho de que la vida tenga sentido, y sin él, nada vale.
Muchos concuerdan en que es necesaria una filosofía de la vida para alcanzar la felicidad, y se preocupan en grado sumo acerca de la naturaleza de dicha filosofía. Así debe ser. Hay quienes sostienen creencias que permiten la plena expresión de los impulsos naturales, en tanto que otros sostienen un rígido autoritarismo. Las enfermedades mentales y emocionales son el resultado de ambos extremos. Un hombre puede ser tan rígido que se destruya a sí mismo, o tan liberal que se desintegre. El exceso de libertad enloquece a una persona, y demasiada autoridad puede conducir al mismo fin. En la verdadera filosofía de la vida debe existir un equilibrio adecuado entre la autoridad y la libre expresión. La gente rápidamente se desintegra en lo moral cuando hace lo que le place.
Un muchachuelo expresó el anhelo de que su vida tuviera significado. “Maestro—dijo, — ¿tenemos que hacer exactamente lo que deseamos nuevamente hoy?” Los padres y maestros que carezcan de un plan para proceder pronto harán que los niños se conviertan en psiconeuróticos.
Algunas personas viven constantemente preocupadas con respecto a sí mismas, razón por la cual su vida no tiene significado. Un joven, empeñado en hacer una campaña preelectoral en el vecindario, se encontró ante la puerta de la casa de una obstinada y firme señora. Ella le preguntó breve y secamente:
– ¿Y?
¿Está el Sr. Jennings en casa? —preguntó tímidamente el muchacho.
—¿Qué desea Ud. de él? —fue la arrogante réplica.
—Bien, deseo saber a qué partido pertenece —tartamudeó el jovencito.
La mujer se irguió y con los brazos en jarra respondió:
—Míreme bien, joven; yo soy el partido al cual pertenece.
Podemos imaginar cuán difícil le habrá resultado a esta mujer llevarse bien consigo misma y con su esposo.
Una filosofía plena de significado le otorga propósito y colorido a la vida. Sin ella nuestra existencia tiende a convertirse en un trágico e inútil episodio. La generación que desconoce su necesidad de creencias se condena a sí misma a la ansiedad y el desasosiego. Los engreídos de la actualidad declaran que el creer o no creer poco importa, puesto que la conducta es lo importante. Este razonamiento puede compararse a la conclusión de que al fin y al cabo las vacas no importan tanto, y que lo que nos debe preocupar es la calidad de la leche. La verdad es que la leche no durará mucho tiempo si se descuida a las vacas.
Algunas personas viven en la penumbra de la religión de sus padres. Cuando se disipa esa penumbra, quedan en completa oscuridad, a menos que hagan de los ideales vitales de sus padres una parte de su propia experiencia.
Thomas Carlyle tenía razón cuando dijo: “Aquello en que el hombre cree prácticamente; aquello en que pone prácticamente su corazón y conoce con certeza respecto a sus relaciones vitales con este misterioso universo, y su deber y destino aquí, constituye en todos los casos lo fundamental para él, y determina creativamente la base de toda su vida.”
Ya hace mucho las Escrituras declararon: “Donde no hay visión, perece el pueblo.” Esto puede demostrarse científicamente. Como resultado de haberse disipado la visión, hay confusión en torno nuestro. ¿Cómo pueden estar de acuerdo los hombres en cuanto a algunos detalles relativos a la conducta y la acción diarias, si no se pueden poner de acuerdo en cuanto al propósito por el cual existe este mundo? El hombre que tiene dominio propio posee gran fe y convicción. Está preparado para ver las cosas en una perspectiva de eternidad. Tal persona no puede ser lanzada a la desesperación con cada cambio de circunstancias.
Mucha gente de nuestros días niega la actualidad de la verdad, porque ésta le reprocha su vida de indiferencia. La negación de la verdad conduce a la corrupción e inmoralidad en la sociedad. La conveniencia se erige en consigna. Todo sirve si conviene. Cuando un grupo de cadetes de West Point fue sorprendido cometiendo fraude se reconoció que este acto significaba el eclipse de una serie de valores fundamentales. El fraude no es nada nuevo, puesto que muchos han sucumbido a la tentación en un momento de dificultad. Sin embargo, cuando noventa hombres concuerdan en una conducta tal y la defienden, nos hallamos ante algo nuevo en el orden de la desintegración moral. Un cadete defendió su actitud declarando que la aprobación del grupo tenía mayor importancia para él que todo lo que se dijera acerca de lo correcto y lo erróneo. Esta es una evidencia de que los ideales habían sido quebrantados.
Una legítima preocupación debiera apoderarse de todos si el juez de la Suprema Corte anunciara que las normas que nos permiten distinguir el bien del mal ya no tienen más valor. En el Time, del 23 de junio de 1951, sé dice que el juez Fred M. Vinson, de los Estados Unidos, pronunció las siguientes palabras: “Nada hay más cierto en la sociedad moderna que el hecho de que no hay valores absolutos.” Resulta extraño que para el juez Vinson hubiera pasado inadvertida la contradicción que se descubre en su declaración, dado que si nada es cierto ni absoluto, nadie podría leer su mensaje sin que la duda y el escepticismo lo embargara. No es maravilla que con tales principios los tapados de visón y los mercachifles tengan tanta influencia en algunos gobiernos. Y si no hay valores absolutos en el ámbito de lo moral, ¿sobre qué se basarán la ley y la justicia?
Mucha de la ansiedad que impera hoy es el resultado directo del vacilante sistema de valores que fue dado contemplar en el pasado. Cuando se amenazan las bases sobre las cuales descansa nuestra cultura, ¿qué otra cosa puede hacer la gente sino sentir ansiedad? De los millares que se hallan mental y emocionalmente enfermos, el común denominador más frecuente bien puede ser la carencia de un ideal digno, de un propósito en la vida. ¿Cómo podría brindar satisfacciones una vida tal?
Muchos se alejan de Dios e inmediatamente atribuyen cualidades divinas a seres humanos. El médico, el psicólogo, el psiquiatra se convierten a veces en dioses a la vista del paciente.
Una sana filosofía de la vida hace del amor lo supremo. Muchos se inspiran más fácilmente por sus enemistades y sus odios que por su amor. El amor es una fuente de salud, mientras que el odio la destruye. Hay solamente ¿os fuerzas en el mundo: la del amor y la del odio. Muchas amistades se fundan sobre el odio, como en el caso de esas dos mujeres que se sentían muy bien juntas porque “habían descubierto que odiaban a las mismas personas.”
Una mujer que había sido mordida por un perro que sufría de hidrofobia fue advertida por su médico acerca de que la mordedura podía ser fatal. “Convendría que Ud. escribiera sus últimos deseos,” le sugirió. La mujer estuvo largo tiempo atareada con pluma y papel. El doctor comentó finalmente: “Este va a ser un testamento largo, ¿no es verdad?”
— ¡Testamento! —respondió agriamente la paciente, —estoy haciendo una lista de las personas que voy a morder antes de morir.
A la base del amor está el hecho de que todos los seres humanos son hijos de Dios. El cristianismo le dio dignidad a la vida humana. Una filosofía sana incluye también fe en la vida futura. Probablemente se podría comprobar que los hombres y las mujeres que hicieron más por la humanidad son aquellos que creyeron más seriamente en la vida futura.
Es muy hermoso saber que estamos aquí con algún motivo. De no ser así, la vida pierde su razón de ser, su sentido.
Las vidas grandes se desarrollan en torno a significados y convicciones grandes. La vida fue creada para el más noble y grande propósito. Si ha de alcanzar tal grandeza, debe dedicarse a un propósito que esté más allá de si misma. Aquellos que tratan únicamente de preservar la vida son incapaces de penetrar los designios de Dios. Quienes salven su vida, la perderán; en tanto que aquellos que pierdan su vida, en un acto de devoción pleno de significado, se encontrarán a sí mismos.
Preste atención a sus ideales. Permita que esos ideales sean dinámicos y se desarrollen. No hagamos de ellos una vía de escape de la vida pero sí de exploración y de progreso. Únicamente de esta manera puede tenerse la seguridad de la dirección de Dios, que ha de lograrse por medio de una creciente comunión personal.