Conclusión
En el último número se publicó una carta anónima de la esposa de un ministro que describía actitudes de excesiva familiaridad de su esposo hacia los miembros del sexo opuesto de su iglesia. Solicitaba ayuda antes de que fuese demasiado tarde. Concluimos el artículo anterior prometiendo que en éste trataríamos la relación de la esposa con el esposo ministro.
Es raro el caso en el que los problemas matrimoniales hayan surgido de sólo uno de los dos miembros que componen la pareja. Mi autoridad para aconsejar damas emana del hecho de que hace un cuarto de siglo estoy unido a la que considero la esposa más extraordinaria que hombre alguno haya tenido o deseara tener. Lo limitado del espacio no permite un gran desarrollo del asunto, pero confío en que estas pocas sugerencias resulten de beneficio no sólo para nuestra afligida corresponsal sino para todas nuestras lectoras. Esta réplica se fundamenta en tres preguntas y sus respectivas respuestas.
PREGUNTA. ¿Es el trabajo de su esposo lo más importante para usted?
Por supuesto, ninguna ocupación sobrepasa en importancia a la tarea de una madre y rectora del hogar. Sin embargo, las responsabilidades domésticas realizadas correctamente contribuyen al éxito tanto del esposo ministro como de la unión conyugal. La esposa que trabaja fuera del hogar inevitablemente corre el riesgo de aumentar los problemas internos. Sin entrar a considerar las razones por las que nuestras esposas realizan tareas extra hogareñas rentadas, es evidente que algo, en algún momento y de alguna manera ha de sufrir. Una esposa con doble ocupación no puede vigilar “la conducta de su familia” (Prov. 31:27, VM) como la que se dedica de lleno a su hogar, su esposo y a la familia de Dios.
¿Cómo puede un pastor evangelista ser un rey en su hogar, ser “hospedador” (1 Tim. 3:2), si su reina pasa cuarenta horas por semana edificando el reino de este mundo? ¡Oh, jóvenes parejas en el ministerio, os insto a que pongáis freno a vuestros deseos de modo que podáis vivir con el sueldo del esposo y la esposa pueda ser reina y señora en su hogar! ¡Una esposa que trabaja afuera puede ayudar a extraviar a su esposo!
CAMISAS Y CALCETINES LIMPIOS
Ponga a su esposo y a su trabajo en primer lugar haciendo del hogar un sitio que él ame y disfrute. Camisas y calcetines limpios en la gaveta; comidas a su hora, apetitosas y saludables; un hogar aseado y atrayente, con una esposa que espera en la puerta para recibir con una dulce bienvenida constituye uno de los mejores recursos que puede emplear una mujer para evitar que su esposo se familiarice demasiado con las otras damas.
Mantenga su hogar cálido y animado con el brillo del orden, la pulcritud y el amor. Haga que sea el lugar más atractivo del mundo para su esposo, no sólo por la limpieza y la hermosura, ¡sino porque usted está allí!
Esa es la clase de esposa que tanto sus hijos como su esposo “la llaman bienaventurada” (Prov. 31:28). El esposo le dirigirá sus elogios y alabanzas a ella y a nadie más.
PREGUNTA. ¿Tiene usted un programa de desarrollo del carácter y la personalidad?
Mantener intacto el hogar requiere desarrollo del carácter y la personalidad. Las esposas debieran buscar constantemente ser más semejantes a Cristo en sus palabras y acciones. “Mejor es estar en un rincón del terrado que con mujer rencillosa en casa espaciosa” (Prov. 25:24). “Gotera continua [son] las contiendas de la mujer” (Prov. 19:13).
La serena y dulce personalidad de una esposa cristiana es un puerto de descanso para un esposo fatigado. La mujer malhumorada, que continuamente se queja, se hace tan deseable como una tormenta para el que sale de picnic. La esposa criticona agria la atmósfera del hogar; caer en sus garras equivale al purgatorio. Cada una de las descargas de su artillería, de buen calibre, acorta la vida de su marido.
“ÁNIMO, QUERIDO”
Recuerdo una vez que comía con una pareja joven que hacía poco había comenzado su servicio denominacional. Durante la charla el esposo deslizó una crítica. Al instante su amable esposa lo miró y le dijo suavemente: “Animo, querido”. Esas dos palabras cambiaron totalmente el curso de la conversación. Más de un invitado a la mesa aquel día quedó muy impresionado por la actitud positiva de la dueña de casa.
La pregunta es: ¿Cuántas consortes, en situación semejante, habrían agregado combustible, en lugar de agua, al fuego? Aun cuando la crítica negativa sea cierta, es de naturaleza repulsiva. Selle sus labios contra la crítica. La bondad, la actitud positiva, la alegría son otros recursos que pueden ayudar a evitar que su esposo corra tras recados innecesarios de las damas de su iglesia.
“Un carácter bello es de valor a la vista de Dios. Una belleza tal atraerá, pero no descarriará. Ese tipo de encantos tiene colores firmes, nunca se desvanecen” {Conducción del Niño, págs. 398, 399).
PREGUNTA. ¿Cuida usted de su persona y vestimenta?
La mayoría de las esposas de misioneros, según puede apreciarse, no ganaría un concurso de belleza o saldría elegida Miss Universo. ¡Ni nosotros los predicadores obtendríamos una medalla por ser elegantes! Entre nosotros hay unos pocos que pueden compararse con el hermoso rey Saúl o la bella reina Ester.
Pero, ¿qué es la belleza? He observado en ciertas ocasiones a varias esposas de ministros que podría calificar de atractivas, que por ignorancia o descuido mantienen oculta su belleza.
Veamos el cabello de una mujer, por ejemplo. ¿Cómo puede ser “una gloria” (1 Cor. 11:15, VM) a menos que lo tenga en orden? Una masa de cabello revuelto no es atractiva. No espere que su esposo le diga que un estilo de peinado exagerado en realidad no le gusta. Creo que usted descubrirá que la mayoría de los hombres prefiere la sencillez, la sobriedad, la pulcritud.
Lo mismo puede decirse de las modas, los modelos y los colores. La mensajera del Señor estaba al día con el futuro cuando escribió: “Debiera manifestarse buen gusto en los colores. En este respecto, los colores lisos son deseables hasta donde sea conveniente. Sin embargo, debe tomarse en cuenta la calidad. Deben buscarse los colores suaves. Al elegir los figurines, debieran evitarse los modelos llamativos y chillones que muestran vanidad y orgullo superficial en los que los eligen. Y es malo un gusto extravagante al usar diferentes colores” (Conducción del Niño, pág. 394).
ESPOSAS CON MINIFALDAS
Cuando se trata de hablar del largo del vestido, especialmente para la esposa del predicador, confieso que a veces me desconcierto. Estando de visita en una iglesia noté que entraba la esposa de un ministro. Su esposo llevaba responsabilidades de más alcance que las de un pastor o director de distrito. El vestido que usaba apenas excedía en largo a una minifalda. Pero poniendo a un lado la cuestión de la modestia, lo que me dejó pasmado fue la por demás visible apariencia de sus piernas. No quiero ser cruel, pero si con ella hubiera entrado un jugador de fútbol en pantalones cortos, mostrando sus nudosas y abultadas rodillas, uno podría haber pensado que eran hermanos gemelos. Lo menos que esa mujer podría y debiera haber hecho, tendría que haber sido usar sus vestidos por debajo de las rodillas, en vez de llevarlos diez o doce centímetros por sobre las mismas.
La opinión de la mayoría de los hombres es que las rodillas no son hermosas, ¡y nada más desagradable para una mujer que exhibir su ropa interior cuando se sienta! Más de un ministro no sabe qué hacer para resolver esta situación entre sus miembros, y me inclino a creer que unos pocos están secretamente avergonzados por la forma en que visten sus esposas.
La esposa que realmente desee conquistar el amor de su esposo debe primero granjearse su respeto. El amor que no tiene como base el respeto, ¡no es verdadero amor!
Si una mujer pretende agradar a su esposo exagerando el uso de cosméticos, usando vestidos inmodestos, peinados ridículos y otras cosas por el estilo, está tratando de excitar su naturaleza baja, carnal. El resultado bastante frecuente de esa estrategia se produce cuando el hombre ya no se satisface con una esposa y comienza a mirar a otra parte.
Mirando la otra cara de la moneda, una esposa arreglada con pulcritud y bien vestida, tiene un magnetismo irresistible para su esposo. No descuide la atención de su persona, tanto en privado como en público.
EL PERFUME NO ES UN LUJO
A un viudo de noventa años que se casó con una muchacha de treinta se le preguntó por qué no lo había hecho con alguien de su misma edad. Dando un resoplido, contestó: “Me gusta más oler perfume que linimento”. Ese hombre tenía opiniones bien definidas, ¡y estoy de acuerdo con su conclusión!
CRISTO ES LA RESPUESTA
Se podría decir mucho más. Si nuestra afligida esposa de ministro ha estado haciendo todas estas cosas más otras afines y su esposo aún persiste en su conducta demasiado familiar con el sexo opuesto, entonces ese hombre necesita convertirse al Señor Jesucristo.
Si se han puesto en práctica todas las sugerencias y se nota una ausencia de conversión diaria en cualquiera de los componentes de la pareja, no se sorprenda si aparecen problemas matrimoniales. ¡Puede esperarlos! La conversión y un planeamiento inteligente de los hábitos de vida es la única garantía absoluta para la seguridad y la felicidad conyugal. Que Dios les conceda esa experiencia a su esposo y a usted.