La relevancia del principio Soli Deo gloria para la misión de la iglesia en el tiempo del fin
Las llamadas “cinco Solas” son cinco frases latinas que resumen las creencias básicas de las iglesias que surgieron durante la Reforma protestante del siglo XVI. Cada una de ellas expresa una idea que se contrapone a aspectos importantes de la doctrina católica romana.
Hay quienes se preguntan si esas expresiones, así como las conocemos, fueron utilizadas por los reformadores de los siglos XVI y XVII. Respecto de ese punto, Scott Clark afirma que esas “ideas estaban presentes desde la etapa más remota de la Reforma; sin embargo, las frases actuales se desarrollaron con el tiempo”.[1] Las expresiones más antiguas son Sola gratia (solamente la gracia), Sola fide (solamente la fe) y Sola Scriptura (solamente la Escritura).[2] Aunque esas tres “Solas” iniciales aparezcan en varios textos protestantes del siglo XVI,[3] no fueron utilizadas juntas hasta el inicio del siglo XX, cuando el teólogo luterano Theodore Engleder las sistematizó en su artículo publicado en 1916.[4] Con el tiempo, fueron sumadas a ese trío de la teología protestante otras dos famosas frases latinas: Solus Christus (solamente Cristo) y Soli Deo gloria (solamente a Dios, la gloria); ideas que también existían entre los reformadores del siglo XVI.[5]
En este artículo trataré del significado de la última de las “Solas”: Soli Deo gloria. En primer lugar, abordaré los motivos que la originaron. Enseguida, revisaré lo que la Biblia dice respecto del tema. Finalmente, haré una reflexión acerca de cómo se relaciona con el último llamado de Dios al mundo.
Soli Deo gloria en debate
Como hemos dicho, el propósito de las “cinco Solas” fue contrastar las enseñanzas de los reformadores con las doctrinas de la Iglesia Católica. De esa manera, Soli Deo Gloria tenía el propósito de mostrar que toda la gloria debía darse únicamente a Dios, y no a los hombres. Evidentemente, ningún católico romano se opondría a admitir eso; sin embargo, para los reformadores, el concepto también implicaba excluir del culto la reverencia dada a los santos, a la Virgen María y a los papas.
En la actualidad, a partir de la comprensión católica, se afirma que la Biblia presenta versículos que muestran a Dios que comparte su gloria con los seres humanos (Rom. 8:17; 2 Tes. 2:13, 14). De esa manera, se concluye que la interpretación protestante está equivocada, cuando busca ser extremadamente excluyente.[6] Sin embargo, Peter Ditzel afirma que Soli Deo Gloria no significa que nadie pueda compartir la gloria de Dios, sino que Dios “es el único que merece la gloria. No conquistamos la gloria que él nos da; no la merecemos. Es un don de la gracia de Dios que él nos da porque estamos en su Hijo, no porque la hayamos conquistado”.[7] También significa que todos los méritos por la salvación del hombre pertenecen únicamente a él; por eso, todo tipo de obras humanas y méritos propios están excluidos.
Desde el inicio, Martín Lutero rechazó la teología sacramental romana porque observaba que favorecía la salvación por las obras y justificaba obras abusivas para la fe, como la venta de indulgencias, que tanto criticó en sus famosas 95 tesis. Desde entonces, los reformadores buscaron rescatar la simple doctrina de la salvación por la gracia, mediante la fe, independientemente de los méritos humanos. Una de las respuestas de la Iglesia Católica a la Reforma fueron las declaraciones del Concilio de Trento (1545-1563), que enfatizaron que aunque la salvación sea una iniciativa divina no basta contar únicamente con la fe para alcanzarla. Las afirmaciones que mostramos a continuación ilustran este concepto.
“Canon 9: Si alguien dice que el impío es justificado solamente por la fe, entendiendo que nada más se exige como cooperación para conseguir la gracia de la justificación, y que no es necesario por parte alguna que se prepare y se disponga para la acción de su voluntad, sea excomulgado”.
“Canon 12: Si alguien dice que la fe que justifica no es otra cosa sino una confianza en la divina misericordia, que perdona los pecados por causa de Cristo o que es solo por esta confianza que somos justificados, sea excomulgado”.[8]
Es evidente que, para Roma, no se podía ser justificado únicamente por la fe, ya que se requería algo más. En armonía con las aseveraciones anteriores, el mismo Concilio declaró que la justificación “es no solamente la remisión de los pecados [Canon 11] sino, al mismo tiempo, la santificación y renovación del hombre interior”.[9] De esa manera, la iglesia dejó en claro que las obras eran un elemento indispensable, que se sumaba a los méritos de Cristo para que el hombre pudiera llegar al cielo. La iglesia de Roma no concebía que ese entendimiento sobre la justificación, como lo expresaba el Concilio, revocara “de algún modo la gloria de Dios o los merecimientos de nuestro Señor Jesucristo”, sino que creían que así se ilustraba “la verdad de nuestra fe y, en fin, la gloria de Dios y de Jesucristo”.[10]
Obviamente, los reformadores relacionados con el principio Sola Scriptura no podían aceptar esa idea de justificación; no solamente porque violaba los principios de Sola gratia y Sola fide, sino también porque negaba el verdadero Soli Deo gloria. Al incorporar obras meritorias al plan de redención, la gloria de la salvación ya no era un mérito único y exclusivo de Dios en Cristo, sino también humano.
Perspectiva bíblica
Después de considerar algunas razones históricas para el Soli Deo gloria de los reformadores, presento una síntesis con las principales ideas de lo que la Biblia dice al respecto.
En el Antiguo Testamento, la palabra “gloria”, la mayoría de las veces, es la traducción del término hebreo kabod, que designa, básicamente, “ser pesado”,[11] “algo pesado que da importancia”;[12] por lo tanto, puede ser entendido como “estima”, “honor”, “honra”, “admiración” (Deut. 5:24; Núm. 24:11).[13] En el Nuevo Testamento, generalmente es la traducción de la palabra griega doxa, que transmite un significado semejante al del Antiguo Testamento,[14] sin descartar elsentido abstracto de “poder”,[15] “reputación, prestigio”.[16]
Hay varios pasajes de las Sagradas Escrituras en los que la palabra “gloria” es utilizada para hablar de las manifestaciones y las formas majestuosas por las que Dios se revela (Éxo. 16:10; Eze. 1:28; 10:4; Isa. 6:13). En ese sentido, David escribió: “Los cielos cuentan la gloria de Dios y el firmamento anuncia las obras de sus manos” (Sal. 19:1). La creación, por lo tanto, es una de las mayores evidencias de su poder infinito, que lo distingue de los falsos dioses (Sal. 96:5; Jer. 10:10-12; 1 Cor. 8:6, 7). En Isaías 43:7, el profeta afirma que el ser humano también fue creado para gloria de Dios. Por ese motivo, tenemos virtudes como amor, misericordia y creatividad, que no son nuestras en sí mismas, sino que reflejan los atributos comunicables de Dios, y muestran cómo él es en una escala mucho mayor y más perfecta. En otras palabras, todo procede de él y él es la Fuente de todas las cosas. De esa manera, el Señor tiene el derecho absoluto de recibir toda la alabanza, la honra y la gloria. Esa verdad se hace evidente en las doxologías neotestamentarias, cuando dicen: “Porque todas las cosas proceden de él, y existen por él y para él. ¡A él sea la gloria por siempre! Amén” (Rom. 11:36. Ver 16:27; Gál. 1:5; Fil. 4:20).
John Piper, basado en la declaración bíblica que dice: “Santo, santo, santo es el Señor de los ejércitos; toda la tierra estállena de su gloria” (Isa. 6:3), describe la gloria divina de manera poética, al presentarla como “la santidad de Dios puesta en una tela”.[17] Esa conexión entre su santidad y su gloria agrega una visión adicional, porque indica que el Señor es separado de todo aquello que es común. El Señor es único, de infinito valor y poder. Por lo tanto, “dar gloria a Dios”, o “glorificar a Dios”, significa alabarlo, exaltarlo, reconocer su grandeza y perfección, reconocerlo y adoptarlo como único Dios verdadero (Sal. 29:1, 2; 96:1-3).
Comprender ese aspecto de la gloria divina expone el proceder pecaminoso de la idolatría, ya sea por medio de la veneración de ídolos, de la naturaleza o del propio hombre; pues en lugar de glorificar al supremo Creador, la honra se dirige al objeto creado, que no tiene gloria en sí mismo, sino que refleja pálidamente al Todopoderoso. El Señor afirma: “Yo Jehová; este es mi nombre; y a otro no daré mi gloria, ni mi alabanza a esculturas” (Isa. 42:8). Sin embargo, ese es precisamente el tipo de pecado que la humanidad rebelde ha cometido de una manera u otra, “pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles” (Rom. 1:21-23). De esa manera, en una época de tanto materialismo, secularismo y varias otras corrientes de pensamiento que excluyen a Dios y hacen que el hombre crea que es el centro de todo, esos versículos nos recuerdan que no fuimos creados para glorificarnos a nosotros mismos, sino que existimos para glorificar a Dios.
Jesús glorificó a su Padre al vivir una vida santa y de perfecta obediencia (Juan 17:4). De sus seguidores, él dijo: “En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos” (Juan 15:8). También afirmó que los creyentes deben permitir que su “luz brille” por medio de sus “buenas obras”, para que todos “glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mat. 5:16). Eso quiere decir que cuando alguien llega a comprender cuán santo y majestuoso es el Señor, ocurren dos cosas. En primer lugar, cada aspecto de la vida de ese ser humano es dedicado a agradar a Dios. Por lo tanto, “si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios” (1 Cor. 10:31). Consecuentemente, verdaderamente entiende su humilde condición, de manera tal que no hay más espacio para la soberbia o el orgullo (1 Sam. 2:3; Prov. 6:16, 17; Sant. 4:6). Respecto de esto, Elena de White afirmó:
“Aquellos que tienen la experiencia más profunda de las cosas de Dios son los que más se alejan del orgullo y el ensalzamiento propio. Por tener un alto concepto de la gloria de Dios, comprenden que el lugar más humilde en su servicio es demasiado honorable para ellos”.[18]
Soli Deo gloria y el tiempo del fin
Además de todo lo que fue dicho hasta aquí, no hay duda de que dentro de un panorama misiológico y escatológico, uno de los textos que con más seriedad nos invita a glorificar a Dios se encuentra en Apocalipsis 14:7: “Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado”. Ese texto tiene una importancia especial para los adventistas del séptimo día. Porque es parte del triple mensaje angélico que el Señor les dio para proclamar inmediatamente antes de la segunda venida de Cristo (Apoc. 14:14, 15). Es importante destacar que los adventistas siempre se consideraron herederos legítimos de la Reforma, y se alegran por el esfuerzo que esta realizó para devolver la Biblia a manos del pueblo y restaurar la gran verdad de la justificación por la fe. Sin embargo, la Iglesia Adventista también comprende que la reforma del cristianismo no debe considerarse como un evento del pasado, sino como un proceso que no se puede detener y que debe continuar hasta el fin. Esa es la razón que justifica la existencia de la confesión religiosa adventista; es decir, Dios levantó al adventismo como un movimiento reformador, para llamar la atención del mundo hacia las verdades bíblicas que se perdieron en tiempos del oscurantismo religioso y que la Reforma protestante no consiguió restaurar.
Dentro de ese contexto, el evangelio predicado por el primer ángel de Apocalipsis 14 es “eterno” (vers. 6) porque nunca existió otro (Gál. 1:6-9), puesto que las personas de todas las épocas siempre fueron salvas por depositar la fe en el Cordero de Dios (Juan 1:29; 3:16; Heb. 4:2; 1 Ped. 1:18-20). Sin embargo, la respuesta de aquellos que reciben ese evangelio eterno se manifiesta19 de dos maneras diferentes (ver. 7):
1. “Temed a Dios y dadle gloria”. Dios está invitando al mundo para que lo reverencie como Soberano (1 Tes. 1:9, 10; 1 Juan 2:15-17), pues “la hora de su juicio ha llegado”. Esto que indica que el gran Juez comenzó su Juicio en las cortes celestiales (Dan. 7:9, 10). Por lo tanto, vivimos en un tiempo de solemne preparación.
2. “Adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas”. Esto implica adorar al verdadero Dios como Creador. Este es el punto que se destaca en la observancia del sábado, ya que es el único mandamiento en las Sagradas Escritura cuya obediencia señala hacia el reconocimiento de Dios como Creador. Debe notarse que existe un paralelismo verbal muy claro entre las palabras del primer ángel de Apocalipsis 14:7 y la razón por la cual el Señor ordena guardar el sábado en Éxodo 20: “Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó” (Éxo. 20:11).[19] De esa manera, es el ángel demuestra que existe una estrecha relación entre glorificar a Dios y guardar el verdadero día de reposo. Aunque el mundo cristiano haya dejado de lado esa verdad, las Sagradas Escrituras muestran que el pueblo de Dios en los últimos días se caracterizará no solamente por guardar “la fe de Jesús”, sino también “los mandamientos de Dios” (Apoc. 14:12).
Conclusión
Sin duda, en este aniversario de quinientos años de la Reforma protestante, Soli Deo Gloria continúa denunciando las equivocaciones religiosas de la iglesia papal, al mismo tiempo que alerta a los creyentes de pecados más sutiles como la autoexaltación y el orgullo. Además de eso, es un recuerdo del llamado a glorificar a Dios que está contenido en el triple mensaje angélico (Apoc. 14:6, 7). Ese mensaje tiene como propósito preparar al mundo para el advenimiento del gran Rey de reyes y Señor de señores, el Único que merece toda “honra, gloria y poder” (Apoc. 5:13).
Sobre el autor: profesor de Teología Sistemática en la Universidad Adventista de Bolivia
Referencias
[1] R. Scott Cark, “¿De dónde provienen las ‘Solas’ de la Reforma?”, <https://goo.gl/r7y6uM>.
[2] Ibíd.
[3] Iglesia Evangélica en Alemania, Justificación y libertad: Celebrando 500 años de la Reforma en el año 2017 (Hannover: Evangelische Kirche in Deutschland, 2015), p. 30.
[4] Theodore Engelder, “The Three Principles ofReformation: Sola Scriptura, Sola Gratia, Sola Fides”,en Commemorative Essays on the Reformation ofDr. Martin Luther and the Blessed Results, ed. W. H. T. Dau (St. Louis, MO: Concordia, 1916), pp. 97-100.
[5] Con respecto a Soli Deo Gloria, se puede ver la idea en: Juan Calvino, Institución de la religión cristiana, III, 13, 2.
[6] Tim A. Troutman, “Soli Deo Gloria: A Catholic Perspective”, <https://goo.gl/hqXfvj>.
[7] Peter Ditzel, “The End of Soli Deo Gloria: ‘Glory to God Alone’ ”, <https://goo.gl/GtNqLd>.
[8] Concilio ecuménico de Trento, “Cánones sobre la justificación”, <https://goo.gl/3cspNw>.
[9] Ibíd., Sesión VI, Capítulo 7.
[10] Ibíd., Canon 33.
[11] Willen A. Van Gemeren, ed., New International Dictionary of Old Testament Theology and Exegesis, 5 vols. (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1997), t. 2, p. 577.
[12] Gerhard Kittel y Gerhard Friedrich, eds., Compendio de diccionario teológico del Nuevo Testamento (Grand Rapids, MI: Libros Desafío, 2002), p. 179.
[13] Siegfried H. Horn, ed., Diccionario bíblico adventista del séptimo día (Buenos Aires: ACES, 1995), p. 495.
[14] Ibíd., p. 496.
[15] Gerhard Kittel y Gerhard Friedrich, eds., Compendio, p. 181.
[16] Alfonso Ropero Berzosa, ed., Gran diccionario enciclopédico de la Biblia (Barcelona: CLIE, 2013), p. 1.020.
[17] John Piper, “Soli Deo Gloria”, <https://goo.gl/nkeuRu>.
[18] Elena de White, Obreros evangélicos (Buenos Aires: ACES, Asociación Casa Editora Sudamericana), p. 150.
[19] John T. Baldwin, “Revelation 14:7: An Angel’s Worldview”, en Creation, Catastrophe and Calvary, John Templeton Baldwin, ed. (Hagerstown, MD: Review and Herald, 2000), p. 19.