Informe presentado el 10 de julio de 1975 por el presidente de la Asociación General en el Congreso Mundial reunido en Viena, Austria.
Estamos reunidos esta noche en la ciudad de Viena en la sesión de apertura de un nuevo congreso de la Asociación General el cual, por primera vez en la historia de nuestra iglesia, se celebra fuera de los Estados Unidos. Es totalmente correcto y atinado que nos encontremos aquí, puesto que con la bendición de Dios nos hemos expandido de tal modo, que actualmente vivimos y trabajamos en casi todas las naciones del mundo.
La Iglesia Adventista no es una iglesia norteamericana: es una comunidad mundial. Quienes viven y sirven en Nueva Guinea, Suecia, Alemania o Sierra Leona pertenecen a ella tanto como los que habitan y trabajan en Washington, Los Angeles, Detroit o Miami. La iglesia remanente de Dios de la actualidad es una iglesia internacional. Aproximadamente el 80% de sus miembros reside fuera de los Estados Unidos.
Nos sentimos felices de hallarnos en Europa, este continente admirable que ha contribuido en gran medida al progreso de nuestra obra en muchos lugares. Vuestros valerosos hijos han servido noblemente a la iglesia. Algunos de ellos que fueron pioneros de la obra en tierras lejanas, en regiones de climas insalubres, descansan ahora en sus tumbas.
Actualmente nuestra obra se ha extendido por todo el mundo y los hijos de la vieja Europa siguen sirviendo en todos los continentes, en tanto que los que permanecen en su tierra natal continúan dando generosamente de sus recursos para sostener a quienes se hallan en el campo misionero. Esta noche, no pretendo hacer la apología de Europa —tanto oriental como occidental—, sino dirigir unas palabras de aprecio a los consagrados hermanos europeos por su contribución pasada y presente para el adelantamiento del mensaje.
Deseo expresar el gozo que me ha causado la presencia en este congreso de numerosos creyentes provenientes de las naciones socialistas. He tenido el placer y el privilegio de visitar casi todas esas grandes naciones y observar el desarrollo de nuestra obra en ellas. El Señor ha bendecido maravillosamente su obra en los países socialistas. Nos alegramos mucho por poder daros la bienvenido en este lugar. Sin duda será para nosotros una bendición contar con vuestra fervorosa camaradería y vuestros consejos.
Aunque nos sentimos felices de estar reunidos aquí como pueblo de Dios, nos entristece la convicción de que su obra debería haber concluido hace mucho tiempo y que su pueblo ya tendría que hallarse en el hogar celestial.
El informe que presentaremos esta noche no es resultado de los planes y de las actividades brillantes de los hombres, sino de lo que Dios ha hecho en favor de su pueblo. Este informe no es nuestro sino de Dios. Es verdad que muchos hombres y mujeres consagrados han sido instrumentos en las manos divinas para reforzar las estacas de la obra y para alargar sus cuerdas en un avance denodado hacia nuevas fronteras. Sin embargo, el mérito de todo lo que se ha logrado corresponde a Dios y no a nosotros. Reconocemos con gozo que toda la gloria le pertenece a él.
A mis colegas de la Asociación General, a los dirigentes de las divisiones mundiales, de las uniones, asociaciones, misiones e iglesias, a nuestros pastores y administradores, al personal administrativo, a los dirigentes de departamentos, a los obreros de las ramas médica, educativa y de publicaciones y a todos los demás colaboradores y miembros laicos deseo expresarles mi gratitud puesto que sus actividades han posibilitado la presentación de este informe. Ellos son los instrumentos que ha empleado Dios.
¿Me permiten rendir especial reconocimiento a quienes no se hallan a la vista del público y no reciben sus aplausos con tanta frecuencia como otros obreros? El Señor ha usado a los pastores de nuestras iglesias, a los evangelistas en el púlpito, a los obreros que trabajan inadvertidos, en nuestras oficinas e instituciones. Sabemos muy poco de estos hombres y mujeres de Dios que enfrentan valerosamente sus tareas diarias y que con la conducción divina son responsables en gran medida del progreso de la iglesia.
También deseo manifestar la simpatía y el aprecio que me inspiran los padres y las madres en Israel que han colocado un fundamento tan sólido a nuestra obra, fundamento sobre el cual hemos edificado durante el pasado quinquenio. Estos hermanos, ahora retirados de la obra, han desempeñado fielmente su tarea. Desearíamos que todos ellos estuvieran presentes en este auditorio. Algunos que nos acompañaron hace cinco años en el congreso de Atlantic City han pasado al descanso. Sentimos su ausencia esta noche, pero los recordaremos en las siguientes sesiones del congreso.
Los cinco años pasados han estado llenos de problemas. En diversas partes de este viejo mundo nuestros hermanos han sufrido las consecuencias de la guerra, del hambre, de la sequía y de los desastres. Hubo enfrentamientos con sindicatos y se tuvo que invertir mucho tiempo en negociaciones con dependencias gubernamentales. En casi todo el mundo en estos últimos meses hemos tenido que afrontar la inflación, la devaluación monetaria y la recesión económica. Satanás aún sigue enviando a sus agentes para sembrar desconfianza, minar la fe y arrastrar discípulos tras sí. El tumulto y el cambio, la violencia y la protesta siguen a la orden del día en el mundo que nos rodea.
Victoria en medio de la crisis
A pesar de los problemas y la oposición abierta o solapada la verdad presente, basada en la Biblia y centrada en Cristo, ha avanzado constantemente en todos los frentes. ¡A Dios sea la gloria!
El pueblo de Dios en todo el mundo ha respondido el llamado al arrepentimiento, el reavivamiento y la reforma. Sus integrantes anhelan el regreso de Jesús. No desean que su vida siga demorando más ese acontecimiento tan preciado. Son miles los que están respondiendo. Sin embargo, aún queda tanto, tanto por realizar… Estamos avanzando centímetro a centímetro cuando nuestra aspiración sería poder medir en kilómetros nuestra prosperidad espiritual, el único medio que puede producir el derramamiento de la lluvia tardía. Hermanos y hermanas: les ruego que oren más fervientemente que nunca para que este pequeño comienzo se desarrolle, leude a toda la iglesia y le comunique un espíritu de reavivamiento y reforma verdaderos.
Llamamiento a la oración
Todos los días a las ocho de la mañana oramos en la Asociación General en favor de nuestros obreros y miembros laicos mencionando por nombre los campos mundiales donde residen. Recibimos en nuestras oficinas centenares de cartas con expresiones de aprecio y otras más que mencionan respuestas maravillosas a la oración. Nos alegra saber que muchos miembros de iglesia y obreros de nuestras instituciones, asociaciones, uniones y divisiones – se están uniendo con nosotros en esta fraternidad mundial de oración. Si los dos millones y medio de adventistas que hay en el mundo se unieran diariamente en oración fervorosa e intercesora, seguramente ocurriría algo en nuestra iglesia y también en el mundo.
Exhorto al pueblo de Dios a ponerse de rodillas y orar, orar, orar como no lo ha hecho nunca antes. Orad por vuestras propias almas. Orad para obtener la victoria sobre el pecado. Orad por vuestra familia: vuestros hijos e hijas, hermanos y hermanas, padres y madres. Orad por vuestros vecinos, por vuestra comunidad, por vuestros gobernantes. ¡Orad! ¡Orad! ¡Orad! ¡Las huestes de Dios han de avanzar sobre sus rodillas!
¡Evangelizad! ¡Evangelizad! ¡Evangelizad!
Durante los pasados nueve años, en la vanguardia del movimiento adventista se ha dejado oír, penetrante como toque de clarín, este llamamiento a evangelizar, a integrarnos en esta marea de conquista de almas que debe inundar el mundo. Cada miembro de iglesia, cada obrero de la denominación debe participar en ella. Nuestros púlpitos de todo el mundo deben anunciar claramente el último mensaje divino en todos los idiomas y bajo cualquier circunstancia. Cada lengua de la tierra debe unirse al poderoso coro de voces que llama a hombres y mujeres al arrepentimiento, a la aceptación de Cristo y su mensaje del juicio.
No debe descuidarse ningún campo. Debemos penetrar en los territorios, las provincias, los distritos, las ciudades y comunidades que aún no hemos alcanzado. Ha llegado el momento de que se produzca un avance sin precedentes en todo el mundo. En las grandes ciudades del mundo debe efectuarse un vastísimo programa destinado a ganar almas. Es necesario que cada iglesia, asociación, unión y división se fijen por fe metas de bautismos y procuren alcanzarlas dentro del marco de la oración ferviente y de una fe inconmovible. Este llamamiento va dirigido a los obreros de la denominación de todos los niveles y también a cada miembro de la iglesia.
El Señor ha sido benévolo con nosotros en nuestro programa de ganancia de almas durante el pasado quinquenio. Aunque no tenemos motivo alguno para jactarnos, nos sentimos profundamente agradecidos a Dios cuando recibimos y leemos los informes provenientes de los frentes de evangelización. Cada una de nuestras divisiones ha contribuido para la obtención de estos resultados animadores. En algunos territorios ha habido conquistas importantísimas. Denominaciones enteras se han ganado para Cristo y para su último mensaje de misericordia e incontables comunidades están solicitando nuestra atención.
Aumenta la feligresía mundial
Durante el pasado quinquenio (1970-1974) se unieron a la iglesia 964.164 almas mediante el bautismo y la profesión de fe. Al finalizar el primer trimestre de 1975 nuestra feligresía mundial estaba integrada por 2.521.429 miembros y la escuela sabática contaba, a fines de 1974, con 3.166.723 miembros en todo el mundo. Estas cifras son apenas una ínfima parte de lo que deberían ser y una pequeña manifestación de lo que Dios desea hacer por nosotros en el futuro cuando el poder del Espíritu Santo se derrame plenamente sobre el mundo.
Departamentos de la Asociación General. Los departamentos de la iglesia han desempeñado un papel muy importante en su avance y desarrollo. ¿Quién puede calcular el número de almas ganadas, de ovejas descarriadas vueltas al redil? ¿Quién puede medir la ayuda espiritual ofrecida, los fondos reunidos, el estímulo brindado a jóvenes y ancianos y todo otro bien realizado por nuestros consagrados directores de los departamentos en todo el mundo? Quiero, por lo tanto, presentar mi reconocimiento por la monumental tarea que han efectuado bajo la dirección divina.
Los directores de los departamentos de la Asociación General presentarán sus informes detalladamente en otras sesiones del congreso y por lo tanto sería injusto de mi parte anticiparme. Aprecio profundamente todo lo que estos hombres y mujeres de Dios han hecho durante los pasados cinco años para el adelanto de la causa del Señor en todo el mundo.
Instituciones de la Asociación General. Las instituciones de la Asociación General han seguido cumpliendo un destacado papel en la expansión de nuestro movimiento. Las universidades de Loma Linda y Andrews y el Colegio de Oakwood, Tennessee, Estados Unidos, continuaron enviando obreros al campo mundial para destinarlos a la atención de los consagrados laicos que sostienen la iglesia en su tierra natal. La Review and Herald, la Pacific Press y la Southern Publishing Association continúan produciendo en forma incesante publicaciones colmadas de la verdad presente en muchos idiomas. Las instituciones como Christian Record (donde se preparan publicaciones, cintas magnetofónicas y otros materiales para no videntes), Harris Pine Mills (aserradero donado a la Asociación General), el hospital de Riverside y la fábrica de alimentos de Loma Linda también han cumplido su misión animando a los ciegos, sosteniendo a la iglesia, sanando a los enfermos y predicando el mensaje adventista.
En 1971 se autorizó la creación de una nueva institución de la Asociación General: el Centro de Radio, Televisión y Cinematografía situado actualmente en Thousand Oaks, California. Los programas audiovisuales de la Asociación General, los de La Voz de la Profecía, Fe para Hoy y Escrito Está han pasado a depender de este centro, el cual sin duda, acrecentará su utilidad en el futuro.
Estamos en deuda con estas instituciones y con el personal que trabaja en ellas. En las próximas sesiones se darán más informes al respecto.
Participación Laica. Tenemos el deseo y la determinación de lograr que nuestros consagrados hermanos laicos, jóvenes y adultos, participen cada vez más en la obra de la iglesia. Miles de estos valerosos hombres y mujeres de Dios ya están desempeñando un papel importantísimo en diversas tareas destinadas al avance del movimiento. Nuestro deseo es que muchos más participen activamente en las tareas de administración, planeamiento y acción directa de sus iglesias.
La Corporación Adventista de Servicio Voluntario (Adventist Volunteer Service Corps), el programa para estudiantes misioneros y el Servicio de Asistencia de Ultramar (Sustentation Overseas Service) continúan enviando a todas partes del mundo centenares de colaboradores, jóvenes, adultos y ancianos, para prestar ayuda a toda clase de gente. Estos hermanos van al campo misionero para desempeñarse en la obra médica y educativa. Predican, enseñan, edifican, trabajan como secretarios, técnicos o en tareas de mantenimiento. En su mayor parte se trata de profesionales, técnicos y obreros experimentados en las tareas más diversas que podamos imaginar. La Asociación General aprecia profundamente su dedicación al servicio.
Relaciones Humanas. Desde sus comienzos la Iglesia Adventista ha sido una familia, una fraternidad, un pueblo unido. Muchos de nuestros pioneros se pronunciaron valientemente en favor de los derechos civiles y de la libertad religiosa. Nuestra iglesia está formada por miembros que provienen de “toda nación, tribu, lengua y pueblo”. No debemos atrevernos siquiera a permitir que haya diferencias raciales que nos desunan. La unidad en Cristo debe significar para nosotros mucho más que un santo y seña mojigato. Debe ser para nosotros un modo de vivir.
En años recientes la iglesia se ha expedido oficialmente mediante acuerdos, tomados en los Concilios Anuales y en las juntas de la Asociación General, destinados a amalgamar a su heterogénea feligresía de toda tribu, lengua y pueblo esparcida en todo el mundo en una relación armoniosa y afectiva, sin discriminaciones debidas a los diversos antecedentes étnicos o culturales. Esos acuerdos no deben ser simplemente palabras frías y descarnadas. Las palabras deben transformarse en principios que rijan nuestra vida diaria y nuestras relaciones mientras trabajamos unidos para una magna causa común.
En mi nuevo libro titulado We Still Believe (Todavía creemos), editado hace poco tiempo, he declarado que “los adventistas deben destacarse entre todas las demás personas por formar una iglesia unida por el amor de Cristo y el amor fraternal. Ese amor, semejante al de Cristo, debe superar las barreras nacionales, raciales y culturales que desunen y hostigan al mundo que nos rodea. Dios nos llama para que seamos verdaderamente uno en Cristo, no sólo de palabra sino en todos los aspectos de nuestra vida religiosa. ¡Quiera Dios que el amor de Cristo nos una a todos armoniosamente!”
La iglesia debe seguir su camino en un mundo inestable. No debemos permitir que el abandono de las buenas costumbres por parte de muchas iglesias y su deslizamiento paulatino hacia una teología liberal más agradable para el corazón carnal socaven las columnas que sustentan el templo de la verdad presente.
Sin embargo, no debemos pasar por alto los tiempos cambiantes en que estamos viviendo. La verdad no debe tener temor de ser probada. Por este motivo se formaron grupos de estudio que repasaron la posición de la iglesia en asuntos de interés general tales como los gremios, la libertad religiosa, el divorcio y el nuevo casamiento, la vestimenta, las joyas, la música en la iglesia, la recreación, los deportes, el teatro, las actividades sociales, las metas y los objetivos de nuestras instituciones, y volvieron a confirmar la validez que tienen todas nuestras normas del pasado en el sofisticado mundo del presente. Los principios de la verdad establecidos hace muchos años por la inspiración todavía no han pasado de moda.
Han surgido ciertos interrogantes con respecto a otros temas comunes en nuestro mundo moderno. Ya hemos estudiado minuciosamente, con oración, algunos de ellos y estamos examinando otros más. Entre estos asuntos figuran el papel de la mujer en la iglesia remanente de Dios, el movimiento carismático, el aborto, las opiniones y la influencia de la nueva generación de intelectuales, la reorganización de los sectores que están sufriendo cambios políticos y sociales, cómo hacer frente a las normas cambiantes, continuación de las conversaciones con elementos disidentes de la iglesia, la necesidad de una investigación más profunda de la Biblia y los escritos del espíritu de profecía y muchos otros temas de interés corriente que exigen nuestra atención.
De rodillas, pero alerta
La iglesia de Dios debe conservarse a la altura de la época en que estamos viviendo. Únicamente con gran riesgo para nosotros podemos atrevernos a hundir la cabeza en la arena e ignorar los cambios trascendentales que están ocurriendo en el mundo. Aunque no somos del mundo, debemos recordar que todavía estamos en él. En nuestra decisión de permanecer fieles a los principios eternos de “la fe que ha sido una vez dada a los santos”, no podemos quedarnos atados a los planes o a la tecnología de otra generación. ¡Debemos permanecer atentos y vigilantes! ¡De rodillas y de pie al mismo tiempo!
Elena G. de White y el Centro Adventista de Investigaciones de Europa, Durante el pasado quinquenio se ha fundado en el Colegio Newbold, Inglaterra, un nuevo Centro Adventista de Investigaciones cuyo objetivo es lograr que los estudiantes y la hermandad europeos tengan más fácil acceso a los manuscritos originales de Elena G. de White y a otros materiales de nuestra denominación.
Servicio Adventista de Legados. Poco tiempo antes del congreso celebrado en 1970 en Atlantic City se creó el Servicio Adventista de Legados (SDA Trust Services) de la Asociación General. Desde entonces hasta la fecha han entrado en la tesorería del Señor millones de dólares provenientes de todo el mundo para contribuir a la terminación de la obra de Dios. Este programa ha llegado a ser una gran bendición.
¡Cerca del hogar!
En las sesiones nocturnas de este congreso los dirigentes de nuestras divisiones mundiales nos dirán en qué forma se derramaron, en sus extensos territorios, el amor de Dios y sus bendiciones durante estos últimos cinco años. Estoy seguro de que nos conmoverá la presentación de los problemas, las frustraciones, los triunfos y los avances de la obra de Dios en todo el mundo. Queremos rendir nuestro homenaje a los miles de hombres y mujeres que sirven a esta iglesia fuera de su tierra natal. Algunos de ellos han dedicado toda su vida al servicio de Dios en tierras distantes, lejos de sus amados.
Oiremos acerca de la manifiesta intervención de Dios en el Zaire (ex Congo), África Central, donde miles y miles de personas que buscan la verdad se están volviendo a la Iglesia Adventista. Oiremos emocionantes historias provenientes de la fortaleza del paganismo, de Interamérica, y de muchas otras partes del mundo. Pero no debo apropiarme de ellas para relatarlas. Sin duda ustedes quedarán asombrados cuando se enteren de las cosas maravillosas que Dios está realizando en nuestros días.
El Señor ha sido benévolo con su pueblo. Pero aún queda mucho por hacer. Las guerras, los levantamientos civiles, las ideologías políticas nos han planteado problemas en diversas partes del mundo. Sin embargo, la Palabra de Dios sigue avanzando.
Al hacer frente a la segunda mitad de esta década —una década de la decisión— no sabemos qué nos depara el futuro, pero conocemos, en cambio, a Alguien que lo tiene en sus manos. ¿No podría ser que, con la bendición y la conducción divinas, ésta llegara a ser la década del destino, la década en que el Señor arregle cuentas con el mundo, baje el telón del tiempo y permita que su pueblo pueda ver a su Salvador cara a cara?
Hermanos y hermanas: durante todos estos años hemos anhelado el retorno de nuestro Señor y hemos trabajado y orado para que se produzca. Esta noche exhorto a nuestra iglesia mundial a no demorar más la venida del Salvador. Ustedes y yo podemos apresurarla mediante el reavivamiento y la reforma aplicados personalmente a nuestra vida. Quiera Dios que cada uno de nosotros pasemos por esta experiencia tan pronto como sea posible a fin de que se derrame sobre nosotros con poder la lluvia tardía, podamos terminar la obra e • irnos todos a nuestro hogar. ¡Quiera nuestro buen Dios apresurar ese día!