La lucha en contra de la inestabilidad en la familia pastoral

En los primeros diez años de nuestro matrimonio y ministerio, tuvimos mucho éxito como equipo pastoral. Pero no tanto como pareja. El descuido, las prioridades distorsionadas y algunos desequilibrios caracterizaban nuestra vida matrimonial, mientras que el crecimiento de iglesia representaba nuestro esfuerzo ministerial. Afortunadamente, Dios intervino en nuestras vidas, y aprendimos a batallar con cuatro elementos que causan inestabilidad en la familia y en el ministerio. Queremos contar nuestra historia, y esperamos que también pueda alentar un cambio en tu vida.

“Gracia” para los demás; “obras” para mí

Cuando estaba al comienzo de mi ministerio, se me instruyó que nunca tomara días libres, porque “el diablo siempre está trabajando”. Sin embargo, ¡el diablo no es mi modelo! Jesús se tomó días libres. La pregunta es si quiero ser como Jesús o como el diablo. En aquellos tiempos, me apasionaba llevar a las personas la libertad que solo brinda la gracia de Dios. Pero, al mismo tiempo, actuaba de acuerdo con un sistema operativo orientado al obrar, al trabajo.

A veces, a los pastores nos resulta más fácil presentar la gracia que experimentarla. Recuerdo que en mi juventud alguien me explicó la salvación de esta manera: “Imagina que no tienes auto. Entonces, alguien muy rico te regala un auto; un Lamborghini, para ser exactos. ¡No hiciste nada para merecerlo, es gratis!” Me gustó esta historia y comencé a regocijarme en ella. Entonces, la persona continuó: “Pero” –siempre hay un “pero” en la teología sin gracia–, “de ahora en adelante, debes cuidar el auto. ¡No lo rayes, no lo choques, no lo ensucies, y que no te multen! En algún momento el millonario volverá a revisar el auto, y si algo no está bien te lo quitará”. ¡Eso cambió todo! Dejó de gustarme el regalo y, en lugar de apreciar la idea, comencé a esperar un posible error.

Me sentía así todo el tiempo. Cada vez que predicaba un sermón que no cumplía con las expectativas, que no tenía ganas de volver a llamar al diácono de la iglesia, cada vez que no dirigía o amaba en perfección, sentía que estaba defraudando a Dios. Sabía que el Señor me amaba, pero pensé que estaba triste por mí o por mi desempeño.

Mi consejo es que te des la misma gracia que extiendes a los demás. Dios te ama y te llamó con un propósito. Tu vocación no está relacionada con tu desempeño; no es que sea irrelevante, pero no es la fuente de tu identidad.

El ministerio es plural, pero el propósito es singular

Roger y yo nos casamos cuando yo tenía solo veinte años. Todavía era una estudiante universitaria, que trataba de descubrir mi vocación profesional. Así que, asumí el papel de esposa de pastor, bajo las expectativas y los propósitos de todos sobre mi ministerio. Disfruté de la idea de servir con mi esposo, pero no tenía idea de cómo sería eso. Oré a Dios a fin de que me ayudara a encontrar mi propia pasión en el ministerio, algo que me gustaría hacer semana tras semana en la iglesia.

Entonces, un sábado, Dios contestó mi oración de una manera inesperada. Llegué temprano a nuestra nueva iglesia. De repente, el director de la Escuela Sabática se me acercó con cara de susto. Me preguntó si podía hacerle un gran favor. Señalando a la galería, me dijo que nadie quería enseñarles: ¡el grupo de jóvenes! Estaba aterrorizada, porque no me había gustado mucho mi adolescencia. Ahí es donde empezó todo. Ese sábado salí de la iglesia con un sentido de propósito en el ministerio, y eso me ha ayudado mucho a lo largo de los años.

Esa experiencia me conectó con aquello que esperaría sábado tras sábado; me permitió crecer en la fe y en mi caminar personal con Dios, y apoyarme en él para guiar a esos jóvenes. Y me ayudó a no abrumarme con las solicitudes de hacer un millón de otras cosas en la iglesia. Por supuesto que ayudaría aquí y allá, pero traté de no diversificarme demasiado debido al claro propósito al que ahora sabía que Dios me había llamado. Él no me había llamado para dirigir Acción Solidaria, Ministerios de la Mujer, Ministerios de Oración, ni para estar en la Junta de la iglesia. Aunque son actividades fundamentales, no fui llamada por Dios para hacerlas. Esto nos ayudó a Roger y a mí a trabajar juntos en el ministerio, cada uno según su propósito. Así que, recuerda que el ministerio es plural, pero su propósito es singular.

“Más” no es el objetivo

La única palabra en el vocabulario de un ministerio orientado al desempeño es “más”. Más que el año pasado; Más que ellos; Más niños, más jóvenes; más programas… Es un monstruo de una sola palabra que tiene un apetito interminable por lo que viene a continuación. Dime si alguna vez has sentido esto:

  • En el momento en que terminas un gran programa, empiezas a pensar en cómo puedes hacerlo más grande el próximo año.
  • Te fastidias con los miembros cuando no “entienden”, y comienzas a regañarlos por no entender la visión.
  • Caes en el desánimo o te deprimes cuando una iniciativa no sale según lo ideado. La única métrica aceptable para el éxito es más.
  • Cualquier respuesta negativa de tus hijos adolescentes produce una crisis.

Me pregunto cuánto de nuestro esfuerzo está ligado a nuestras propias inseguridades. Esto solo sucede si pensamos que “más” es el objetivo. Algunos lectores pueden preguntarse “¿Qué tiene de malo más?” Para empezar, a veces la resta es una victoria. Además, como dice Craig Groeschel, “lo que hoy es extraordinario, mañana será lo esperable”. ¡Sabes que no puedes superarte a ti mismo para siempre! Entonces, si “más” no es el punto, ¿cuál es el punto? El punto es lealtad y salud. No hay nada de malo en establecer metas. Simplemente, no deben establecerse a expensas de tu vocación o la salud de tu familia.

Me gustaría compartir tres consejos para equilibrar un poco tu vida. Primero, recuerda el criterio del calendario: quien controla el calendario controla tus prioridades. Carey Nieuwhof afirma que tenemos tres períodos todos los días: rojo, amarillo y verde. Verde son esas tres o cinco horas cuando estás en tu mejor momento. ¡Guarda esto! Nadie se despertó esta mañana para asegurarse de que se cumpla tu propósito, así que, es mejor que tú te asegures de que nadie secuestre tu calendario. Segundo, recuerda regocijarte cada día en la gracia de Cristo. Finalmente, recuerda la pregunta motivadora: ¿Por qué? Esto te servirá de base.

¿Trabajo en equipo o superstar?

Hubo un incidente al principio de nuestro matrimonio y de nuestras carreras que me marcó. Roger recién comenzaba su ministerio, y pasó de pastor asociado a pastor principal en menos de un año; sin mencionar que también era pastor de una iglesia recién plantada, en un contexto desafiante. Yo también estaba empezando mi carrera. En ese momento, yo era maestra en una guardería que había abierto recientemente, lo que también exigía mucho de mi tiempo y atención. Así que, empezamos a discutir sobre nuestro trabajo y las demandas que teníamos en nuestra vida y en nuestra relación.

En medio de la discusión, Roger hizo una declaración que me impactó. Me dijo: “Quiero dejar una cosa en claro: ¡mi trabajo es lo más importante en esta relación!” Esas palabras despertaron todo tipo de emociones. Quizá ya hayas dicho u oído estas palabras. Quizá no las verbalizaste, pero se te comunicaron a través de acciones. Sentí que Roger, la iglesia y el ministerio estaban asumiendo un papel de superestrella en nuestro matrimonio.

Decidí que mis hijos no se sentirían de la misma manera; que no comunicaríamos este ambiente de superestrellas a nuestro hogar. Juntos, Roger y yo trabajamos duro para crear una mentalidad de equipo en nuestro hogar. En un equipo, todos trabajan juntos y se apoyan mutuamente para lograr un objetivo común. En nuestra casa, todos nos turnamos en el papel de un jugador clave que necesita el apoyo del equipo.

A veces soy yo quien tiene que planificar un gran evento que requiere la ayuda de la familia. Uno ayuda un poco más en la casa; otro sirve como voluntario por unas horas en el evento; finalmente, todos se unen para ayudar a la madre a organizar su evento. No hace mucho, hicimos lo mismo cuando mi hija Vanessa necesitaba dirigir el servicio de niños; o cuando mi hijo Jonathan tenía su gran partido de béisbol. Todos tuvieron la oportunidad de sentirse protagonistas en sus propios espacios con el apoyo de su familia. No había una superestrella que destacara por encima del resto. Por cierto, en caso de que te lo estés preguntando, Roger finalmente entendió que esto era bueno, poco a poco. La única superestrella en nuestra familia es Jesús. Todos jugamos papeles importantes en nuestro campo, pero mantenemos la perspectiva de que Jesús es quien debe brillar a través de nosotros.

¿Fue fácil? ¡No! ¿Somos perfectos? ¡Absolutamente, no! Pero vamos haciendo todo lo posible para crear ese equilibrio, y Dios ha sido fiel para ayudarnos a través de los años. Recuerda que Dios sabía los errores que cometerías y, sin embargo, te llamó al ministerio. Sé fiel al llamado. ¡Mantenerte fuerte!

Sobre los autores: líderes de la Asociación Ministerial y Evangelismo de la Unión del Sur, en los Estados Unidos.