La supremacía de la Palabra sobre el pensamiento humano
El académico británico Oliver Barclay define la ideología como “un conjunto de doctrinas o creencias que forman la base de la política, la economía o cualquier otro sistema”.[1] En general, las ideologías sirven a un proyecto de poder y son colectivas, conduciendo a parte de la sociedad en una determinada dirección social, económica y cultural. Han llegado a diversos ámbitos, incluida la iglesia cristiana.
Por lo tanto, vivimos en tiempos desafiantes para el cristianismo. Ideologías que antes se mantenían fuera del contexto eclesiástico, como el ateísmo, el marxismo y el darwinismo, ahora se infiltran en el medio cristiano. Conceptos como el progresismo teológico, la ideología de género y la desvalorización de la autoridad bíblica intentan moldear la fe según los patrones humanos, colocando la cultura por encima de la Palabra de Dios.
Ante este escenario, surgen dos preguntas esenciales: ¿Cómo debemos lidiar con las ideas no bíblicas? Y ¿cómo pueden aquellos que defienden estas ideologías ser llamados al arrepentimiento y a la verdadera conversión?
El apóstol Pablo enfrentó desafíos ideológicos a lo largo de su ministerio. En su segunda carta a la iglesia de Corinto, combate un problema ideológico y nos ofrece un ejemplo de estrategia, inspirada por el Espíritu Santo, para lidiar con esta guerra de ideas, un conflicto que, durante siglos, ha amenazado la integridad de la fe cristiana.
El humanismo como “paraguas”
Sería difícil, en tan poco espacio, abordar todas las ideologías que hoy atacan al cristianismo. Sin embargo, es posible agruparlas bajo el “paraguas” del humanismo, ya que todas ellas se relacionan, en cierta medida, con esta cosmovisión.
Según el filósofo humanista Paul Kurtz, en su libro What is Secular Humanism? [¿Qué es el humanismo secular?],[2] el humanismo se remonta a los tiempos de Confucio, en China, y atravesaría toda la historia humana. Kurtz, un humanista declarado y responsable de la redacción de los tres manifiestos
humanistas más influyentes de los últimos tiempos,[3] lamenta que el humanismo se haya visto eclipsado durante lo que él denomina la “Edad de la oscuridad”, refiriéndose a la Edad Media, cuando el cristianismo católico redujo el énfasis en el pensamiento antirreligioso.
Kurtz sostiene que el humanismo secular tiene una larga tradición intelectual que rechaza las explicaciones sobrenaturales y valora la razón, la ciencia y la dignidad humana.[4] En su lectura histórica, señala que, en el siglo XX, el humanismo secular se enfrentó tanto a oponentes teológicos (como el papado de Juan Pablo II y los movimientos islámicos fundamentalistas) como a críticas posmodernas, que cuestionan la objetividad de la razón y la confianza en la ciencia. Aun así, pensadores como Bertrand Russell, John Dewel, Sidney Hook, Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre (con sus reservas existencialistas) mantuvieron vivo el ideal de un humanismo centrado en la razón, la ética humanista y la emancipación de la condición humana.
En el libro Is Man the Measure? [¿Es el ser humano el criterio para medir?],[5] el filósofo y teólogo Norman Geisler presenta un excelente análisis del humanismo desde una perspectiva cristiana. Muestra cómo las diversas corrientes del humanismo convergen en un punto común: el intento de utilizar la razón humana como único medio para explicar la vida y la realidad.
Ante este panorama, la teología cristiana —especialmente la basada en la revelación bíblica— se ve desafiada a posicionarse frente a un humanismo que rechaza lo trascendente, rechaza la autoridad de las Escrituras y sostiene una antropología autónoma. Como destaca el propio Kurtz, el humanismo secular reivindica ser una eupraxis, es decir, una sabiduría práctica capaz de proporcionar valores, ética y sentido a la existencia sin recurrir a ninguna divinidad. Al hacerlo, el humanismo disputa con la fe cristiana el terreno de la moralidad, la dignidad humana y la esperanza. Por esta razón, entre otras, los cristianos, especialmente los líderes espirituales, deben estar preparados para abordar estas cuestiones.
Como se mencionó anteriormente, el apóstol Pablo puede ayudarnos en esta tarea. A partir de su experiencia al enfrentar las ideologías de su época, nos proporciona un modelo guiado por el Espíritu Santo para resistir estos desafíos con firmeza, sabiduría y fidelidad a la verdad revelada.
La lucha contra las ideologías y la autoridad de las Escrituras
En 2 Corintios 10:3 al 5, leemos: “Aunque vivimos en el mundo no militamos según el mundo. Porque las armas de nuestra milicia no son mundanas, sino poderosas en Dios para destruir fortalezas, para derribar argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y cautivar todo pensamiento en obediencia a Cristo”.
El apóstol Pablo deja claro que nuestra lucha no es solo intelectual o filosófica, sino, sobre todo, espiritual. Las ideologías antibíblicas no son meros sistemas de pensamiento humano; se presentan como fortalezas espirituales erigidas contra la verdad revelada de Dios. Por lo tanto, no basta con enfrentarlas con argumentos puramente racionales o retóricos: necesitamos armas espirituales “poderosas en Dios” (vers. 4).
Muchos cristianos creen que las ideologías pueden ser derrotadas solo con lógica, debates y retórica. Sin embargo, la Biblia nos muestra que estas falsas creencias están influenciadas por fuerzas espirituales que oscurecen el entendimiento de las personas (2 Cor. 4:4). La principal forma de combatir estas ideologías es, por lo tanto, con el poder de Dios y la proclamación fiel de su Palabra.
La Biblia nos enseña que la verdad no es relativa. El salmista declara: “Toda tu palabra es verdad, tus justas leyes son eternas” (Sal. 119:160). Ante las ideologías de nuestro tiempo, debemos reafirmar un principio fundamental: la Biblia es nuestra autoridad final. Ninguna ideología está por encima de la revelación divina. Todo pensamiento debe someterse a la obediencia a Cristo, y es a través de las Escrituras y el poder del Espíritu Santo que somos capacitados para vivir y defender esta verdad.
Las fortalezas de las ideologías
El apóstol Pablo utiliza una metáfora militar para describir la batalla espiritual contra las ideologías. Cristo no entra en “diálogo” con Platón o Sartre buscando el consenso. Lo que Pablo describe no es una conversación amistosa, sino una guerra espiritual. Afirma que nuestras armas espirituales se utilizan para destruir, no solo para argumentar:
1. Fortalezas (vers. 4).
2. Argumentos falaces (vers. 5).
3. Toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios (vers. 5).
El término traducido como “argumentos” falaces proviene del griego logismos, que significa “pensamiento, razonamiento, uno que es hostil a la fe cristiana”.[6] Estas fortalezas son estructuras mentales e ideológicas que aprisionan el pensamiento humano, haciéndolo resistente a la verdad revelada por Dios.
En los días de Pablo, esta oposición se manifestaba en la impugnación de su autoridad apostólica. Hoy, muchas de estas fortalezas mentales se expresan a través de ideologías como:
• La separación artificial entre la Ley y la gracia.
• El progresismo teológico.
• La desvalorización de la autoridad bíblica.
• El evangelio social y la teología de la liberación.
• El marxismo religioso.
• El cuestionamiento de la moral y la ética bíblicas.
• El liberalismo teológico.
• La ideología de género.
Estos conceptos no son solo errores filosófico-teológicos, sino manifestaciones de un sistema de pensamiento hostil a la fe cristiana. La Biblia enseña que el diablo es el “padre de la mentira” (Juan 8:44) y que utiliza sutiles engaños para desviar a los cristianos de la verdad.
Las armas espirituales contra las ideologías
Si nuestra lucha no es meramente intelectual, sino espiritual, ¿cuáles son las armas que debemos usar para combatir las ideologías antibíblicas? El propio apóstol Pablo, inspirado por Dios, nos ofrece respuestas claras y prácticas a esta pregunta.
1. La armadura de Dios. En Efesios 6:10 al 18, Pablo describe la armadura espiritual que Dios proporciona al cristiano:
• Cinturón de la verdad: contra el relativismo y las distorsiones de la verdad.
• Coraza de justicia: para proteger el corazón contra las tentaciones.
• Evangelio de paz: contra las doctrinas que promuevenla división y la violencia.
• Escudo de la fe: para apagar las “dardos encendidos” de la duda, el engaño y la herejía.
• Yelmo de la salvación: para proteger la mente de la confusión ideológica y la falsa seguridad.
• Espada del Espíritu (la Palabra de Dios): nuestra única arma ofensiva, capaz de confrontar y vencer el error.
Nunca debemos olvidar que la Palabra de Dios es viva y eficaz (Heb. 4:12), capaz de exponer y desenmascarar cualquier ideología que se levante contra la verdad divina.
2. La humildad de Cristo contra la arrogancia de las ideologias. Pablo describe la arrogancia intelectual como una “fortaleza” que impide a muchos abrirse a la verdad. Sin embargo, Jesús nos enseña que la humildad es el camino para entrar en el Reino de Dios (Mat. 18:3).
La arrogancia levanta muros en el corazón humano, haciéndolo resistente a la corrección y a la sumisión a la autoridad divina. Para muchos, aceptar la verdad bíblica exige reconocer que estaban equivocados, algo difícil para quienes se glorían en su propia sabiduría.
Por eso, la respuesta cristiana ante las ideologías no debe estar marcada por la soberbia, sino por la humildad de Cristo, que, siendo Dios, se despojó a sí mismo (Fil. 2:5-8). Esta humildad es, al mismo tiempo, un arma y un testimonio ante un mundo que idolatra la autosuficiencia.
3. Llevar todo pensamiento cautivo a Cristo. Pablo nos enseña que la victoria contra las ideologías no consiste solo en refutarlas, sino en someter todo pensamiento a la obediencia de Cristo. Esta actitud nos ayudaría a afrontar una de las cuestiones centrales planteadas por los ideólogos y sus ideologías: ¿Quién tiene supremacía, la Biblia o la cultura? El teólogo Richard Niebuhr, en su obra Cristo y la cultura,[7] describe tres posibles actitudes:
• Absorción total: sumisión completa a las ideas culturales, relativizando el evangelio.
• Rechazo total: aislamiento completo de la cultura, perdiendo oportunidades de evangelización.
• Discernimiento y sumisión a Cristo: análisis crítico de la cultura a la luz de la autoridad bíblica.
La postura correcta es: Cristo por encima de la cultura. El cristiano no debe someterse a las ideologías, sino utilizar las Escrituras como criterio supremo de evaluación. Como afirma Pablo: “Sometan todo a prueba y retengan lo bueno” (1 Tes. 5:21).
La Biblia es quien juzga las ideologías (¡no al revés!)
La batalla contra las ideologías antibíblicas no es nueva. Desde los tiempos apostólicos, el evangelio ha sido atacado por sistemas de pensamiento contrarios a la revelación divina. Sin embargo, Dios nos concede armas espirituales para resistir las mentiras del Enemigo y permanecer firmes en la fe.
En resumen, algunas actitudes esenciales para destruir las “fortalezas ideológicas” son:
• No permitir que la cultura dicte los términos de nuestra fe.
• No ceder a la presión del progresismo y el liberalismo teológico.
• Permanecer firmes en la verdad de la Palabra de Dios.
Como concluye Pablo en 2 Corintios 10:17 y 18: “Pero el que se gloría, gloríese en el Señor”. Que podamos gloriarnos solo en la verdad de Cristo y permanecer inquebrantables ante los ataques ideológicos de nuestro tiempo.
Sobre el autor: presentador de la Red Nuevo Tiempo
Referencias
[1] Oliver Barclay, Mente Crista (Cultura Cristã, 2010), p. 126.
[2] Paul Kurtz, What Is Secular Humanism? (Prometheus Books, 2007).
[3] Manifiesto Humanista I (1933), Manifiesto Humanista II (1973) y Declaracion Humanista Secular (1983).
[4] Paul Kurtz, no solo en la obra analizada, sino también en Manifiestos Humanistas I y II (1933 y 1973) y en la Declaracion Humanista (1983), ha intentado presentar a la religión —especialmente al cristianismo— como si fuera antirracional, anticientífica e irrespetuosa de la dignidad humana. Sin embargo, un estudio histórico serio del cristianismo nos lleva a una conclusión exactamente opuesta a la de Kurtz. El cristianismo es uno de los grandes movimientos históricos que más promueven la razón, la ciencia y la dignidad humana. Para un estudio profundo de este tema, recomiendo la lectura del libro What If Jesus Had Never Been Born? [¿Qué hubiera pasado si Jesús nunca hubiera nacido?], de Jerry Newcombe y D. James Kennedy.
[5] Norman L. Geisler, Is Man the Measure? An Evaluation of Contemporary Humanism (Baker Book House, 1988).
[6] James Strong, Lexico Hebraico, Aramaico e Grego de Strong (Sociedade Bíblica do Brasil, 2002).
[7] Richard Niebuhr, Cristo y la cultura (Ediciones Península, 1968).
