El impacto de la visitación en el cuidado pastoral cotidiano
Cuando a mi mujer le diagnosticaron una enfermedad grave que requería muchos cuidados, la presencia de familiares y amigos se hizo esencial en el proceso de recuperación. Entre las visitas que recibimos, una en particular marcó una diferencia significativa, tanto por la forma en que se produjo como por el impacto que tuvo en nuestro hogar.
A través de la red social Instagram, una amiga que vive en Brasilia nos envió un mensaje diciendo que a finales de ese mes vendría al estado donde vivimos por compromisos de trabajo. Expresó su deseo de visitarnos y pidió nuestro consentimiento, que le concedimos de inmediato.
A principios del mes siguiente, confirmó su visita y nos comunicó el día y la hora de su llegada. Para nuestra alegría, vino acompañada de otras dos amigas: una del mismo estado y otra de la región donde vivimos, pero que aún no había estado en nuestra casa.
Su visita fue muy provechosa. Proporcionó momentos agradables, inspiradores y santos, que dejaron en nuestra casa la alegría del Cielo, el reflejo del carácter de Dios y la bendición comunicada por el cuidado pastoral cristiano mutuo. Su presencia marcó la diferencia. Este artículo trata de esa expresión de cuidado.
La importancia
La mayoría de la gente no se da cuenta de hasta qué punto una visita saludable puede influir en la vida de quienes la reciben. Desde el Edén, la visitación ha sido una práctica profundamente significativa para la felicidad humana. Elena de White afirma que Adán y Eva recibieron “con gozo las visitas de su Creador, cuando en la frescura del día paseaba y conversaba con ellos. Cada día Dios les enseñaba sus lecciones”.[1] Esta actividad, iniciada por Dios mismo en el hogar de nuestros primeros padres, debería ser multiplicada por aquellos que fueron creados a su imagen y semejanza. Es un modelo para la familia humana, que fue creada para ser una comunidad de amor extendida por toda la tierra.
En mi camino pastoral, he sido tremendamente bendecido por la práctica de la visitación. A menudo, cuando voy a visitar a alguien con el propósito de consolarlo, salgo más fortalecido que cuando llegué. Los ángeles de Dios suelen acompañar al pastor en sus visitas a los miembros de la iglesia y a las personas interesadas en el evangelio.
Lamentablemente, esta práctica ha sido descuidada por muchos de nosotros, pastores, en el cuidado del rebaño de Cristo. Hemos cambiado el trabajo sagrado de la visitación por actividades de poca relevancia espiritual. Se podrían evitar muchos problemas, y alcanzar más vidas, si dedicáramos más tiempo a este ministerio, que es tan precioso y beneficioso para el cuerpo de Cristo.
Entre los proverbios de Salomón, hay un consejo que se aplica muy bien a nuestro trabajo pastoral: “Considera atentamente el estado de tus ovejas, cuida tus rebaños; porque la riqueza no dura para siempre, ni la corona por todas las generaciones” (Prov. 27:23, 24). Sin duda, una de las formas más eficaces de conocer a las ovejas que nos han sido confiadas es visitarlas en su entorno, mezclándonos con ellas mientras construimos con ellas una relación de confianza mutua y, al mismo tiempo, les mostramos el camino. Además, la visita refuerza la comunión, ofrece apoyo emocional y espiritual, y muestra al pastor las necesidades reales de su rebaño.
Cuando estaba en Éfeso, el apóstol Pablo se dedicó a enseñar tanto en público como de casa en casa. Él mismo dijo: “Nada útil rehusé anunciarles y enseñarles a ustedes, públicamente y por las casas” (Hech. 20:20). Cuando Pablo se despidió de los ancianos de aquella iglesia, les encargó que continuaran esta misma misión: “Miren por ustedes, y por todo el rebaño en medio del cual el Espíritu Santo los ha puesto por obispos [episkopos, que está relacionado con el término episkeptomai, “visitación”], para apacentar la iglesia del Señor, que él ganó con su propia sangre” (vers. 28). Las palabras y el ejemplo de Pablo causaron una impresión tan profunda en aquella comunidad que, en su despedida, la iglesia rompió a llorar, abrazándole y besándole. Este es el resultado del ministerio de un pastor espiritual, que ama y visita a su rebaño.
Ser pastor es mucho más que predicar y bautizar a la gente. El pastor que no practica la visitación pierde gran parte de su influencia y utilidad en la vida del rebaño. El teólogo Hezekiah Harvey subraya que la visita pastoral es una parte esencial del trabajo del pastor. Ningún pastor cumple con la responsabilidad de su sagrado oficio si es negligente a la hora de mantener un contacto personal con los miembros de su rebaño.[2] De hecho, no hay ministerio pastoral sin visitación.
Los desafíos
La visitación no siempre es una tarea fácil o aplaudida en el trabajo pastoral. Es una tarea que se lleva a cabo lejos de los focos, aunque a veces algunos pastores publican en las redes sociales lo que están haciendo y a quién están visitando. Tal vez porque es un aspecto de la labor pastoral con “poca” visibilidad, no se practica tan ampliamente. Elena de White señala otra razón: “Con frecuencia un pastor descuida vergonzosamente los deberes que le incumben porque carece de fuerza para sacrificar sus inclinaciones personales al retraimiento y el estudio. El pastor debe visitar a sus feligreses de casa en casa, enseñar, conversar y orar con cada familia, y atender el bienestar de sus almas”.[3]
La mayoría de los pastores saben que es un desafío permanecer continuamente activos visitando a los miembros. Siempre hay un precio que pagar, como por ejemplo: la ausencia de la familia, la falta de disposición de las personas a recibir visitas, la renuncia y el aplazamiento de las necesidades personales y familiares, el enfrentamiento a la procrastinación, así como lidiar con el dolor y el sufrimiento de aquellos a quienes visitamos.
A pesar de nuestras muchas limitaciones y negligencias, “Cristo, el Pastor jefe, ha confiado el rebaño a sus ministros como subpastores; y les manda que [1] tengan el mismo interés que él manifestó, y [2] que sientan la misma santa responsabilidad por el cargo que les ha confiado. Les ha mandado solemnemente [3] ser fieles, [4] apacentar el rebaño, [5] fortalecer a los débiles, [6] animar a los que desfallecen y [7] protegerlos de los lobos rapaces”.[4]
El cumplimiento de esta misión solo es posible si nos implicamos más en visitar a los miembros. Comentando los métodos de Cristo, Elena de White dijo: “El Salvador trataba con los hombres como quien deseaba hacerles bien. Les mostraba simpatía, atendía sus necesidades y se ganaba su confianza. Entonces les pedía: ‘Sígueme’ ”.[5] Al visitar a los miembros de la iglesia, escuchar sus historias y compartir con ellos lo que hemos recibido de Cristo, tenemos la oportunidad de conocer mejor el potencial humano de la iglesia local, así como las necesidades reales del rebaño, elementos que guían el contenido de nuestra predicación. Durante estas visitas, no solo las personas se interesan por el evangelio, sino que también se forjan amistades sinceras que bendicen a la familia pastoral.
Aunque generalmente se acepta que es necesario realizar el trabajo de visitación, es impráctico para el pastor visitar frecuentemente a todos los miembros de su área pastoral en un corto espacio de tiempo, a menos que esa área sea bastante pequeña. Ante esta limitación práctica, se hace imprescindible que el ministro actúe estratégicamente para maximizar el alcance de este importantísimo ministerio.
Una manera eficaz de hacerlo es centrar el trabajo de visitación, en primer lugar, en el liderazgo local de la iglesia, de una manera relacional, intencional, bíblica y multiplicadora. Esto incluye, especialmente, a los ancianos y ancianas, maestros de Escuela Sabática y líderes de grupos pequeños. Sin embargo, tampoco se debe descuidar a los otros líderes y miembros de la iglesia, con particular atención a aquellos que están enfermos, espiritualmente desanimados o son nuevos en la fe.
Pero ¿por qué adoptar este enfoque?
Por muy dedicado que sea, el pastor es incapaz de atender por sí solo todas las necesidades espirituales del rebaño. Se trata de una tarea sobrenatural. Además, sabemos que el trabajo pastoral no consiste solo en visitar. Hay otras responsabilidades que también requieren su atención, como el estudio, la predicación, los proyectos de construcción, las reuniones de comisiones, entre otros. Por eso, es fundamental que, además de visitar, el pastor organice e involucre a los líderes para que lo ayuden en la bendita tarea de la visitación. Delegar es multiplicar.
Pero ¿cómo lograrlo? Es lo que veremos a continuación.
Participación
En los últimos diez años, me he esforzado por implicar a los líderes en la misión de visitar y atender a las personas. Los frutos han sido extraordinarios, tanto para la salud espiritual de los miembros como para el crecimiento personal de los propios líderes y el desarrollo numérico de la iglesia. Si quieres hacer lo mismo, aquí tienes algunos pasos prácticos:
1. Ora primero. Presenta tu sueño al Señor, pidiéndole que llene tu corazón -y el de los demás líderes de la iglesia- de amor por las personas. Menciona a cada líder por su nombre en tu oración, intercediendo por su implicación y sensibilidad espiritual.
2. Visita personalmente a los líderes. Vaya a sus casas y comparta su sueño de verlos comprometidos en el trabajo de visitación, como usted mismo lo ha estado haciendo. Hábleles del tiempo que ha pasado orando por ellos e invítelos a unirse a esta misión de atención pastoral. Si es necesario, solicite la ayuda del secretario de la iglesia para organizar las visitas.
3. Presenta una estrategia práctica. Sugiera que cada líder visite a una familia por semana. Si puede, vaya con algunas de ellos. La división puede seguir esta lógica: los maestros de Escuela Sabática visitan a los miembros de su unidad; los líderes de grupos pequeños visitan a los miembros de su grupo; y los ancianos y otros líderes que no ocupan estos cargos pueden recibir una lista de 8 a 12 familias para visitar. 4. Pon recursos a disposición. Mi libro Pastoreio: Missão dos Filhos de Deus [Cuidado pastoral: Misión de los hijos de Dios] puede ser una herramienta útil para guiar y fortalecer esta visión. Ofrece consejos prácticos para que las visitas sean más productivas y espiritualmente edificantes. 5. Acompañar y animar. Realiza reuniones mensualescon los líderes involucrados para conversar sobre las visitas realizadas, compartir experiencias, aclarar dudas, ofrecer apoyo y, sobre todo, orar unos por otros.
Intencionalidad
Recuerdo cuando comencé el ministerio pastoral. Me sentía inseguro y me resultaba difícil mantener conversaciones y atender las necesidades de los miembros durante las visitas. En aquella etapa, Dios se sirvió de una experiencia extraordinaria para enseñarme algo valioso.
Recibí a un pastor experimentado de mi distrito –que había sido mi profesor de seminario durante tres años– para que organizara una semana de oración en mi iglesia. Por las tardes, predicaba; durante el día, visitaba a las familias de la iglesia y a las personas interesadas. Mientras le acompañaba, me di cuenta de que utilizaba con naturalidad una técnica de visitación, que más tarde llamé “El trípode de la visitación”. Este enfoque consistía en tres principios básicos:
1. Escuchar a la(s) persona(s) visitada, haciendo preguntas como: “¿Dónde naciste?”, “¿hace cuánto eres adventista?”, o “¿cómo está tu relación con Jesús?” La conversación derivaba naturalmente hacia temas relacionados con la vida espiritual, las relaciones interpersonales y la obra misionera, con el objetivo de apoyar, animar, aconsejar, exhortar o incluso reprender con sabiduría y amor, si era necesario;
2. Leer un pasaje de la Biblia que lleve a los visitados a confiar en Dios, en su amor, en su poder y en su fidelidad para cumplir las promesas hechas a sus hijos. A menudo se utilizaban textos como el Salmo 121, 46, 23; Mateo 11:28-30; Apocalipsis 2:10, entre otros;
3. Orar por la persona o la familia, centrándose en sus necesidades y presentando cada situación al Señor.
Este plan me pareció tan interesante y productivo que lo adapté y empecé a utilizarlo intencionadamente en todas mis visitas pastorales. Esto ha hecho que el tiempo con las personas en sus casas –o incluso en sus lugares de trabajo– sea más significativo, acogedor y espiritualmente fructífero.
Conclusión
Con la visitación el pastor tendrá muchas sorpresas, algunas buenas y otras no tan buenas. Sin embargo, si realiza cada visita con sinceridad, amor por Dios y por las personas, el Señor te acompañará, usándote para bendecir a muchas familias. Y a través de estas familias, transformar la iglesia y el mundo.
Que Dios nos anime y nos lleve a ser más activos en el trabajo de visitar a las ovejas de su rebaño. Como dice Pedro: “Cuando aparezca el Príncipe de los pastores ustedes recibirán la corona inmarcesible de gloria” (1 Ped. 5:4). ¡Esa es la verdadera recompensa del trabajo pastoral!
Sobre el autor: Pastor en Piracicaba, Brasil
Referencias
[1] Elena de White, El ministerio de curación (ACES, 2008), p. 201.
[2] “O Propósito da Visitação Pastoral: Uma Análise à Partir das Escrituras”, Pastor Adventista, disponible en: link.cpb.com.br/137a16 (consultado el 23/5/2025).
[3] “O Propósito da Visitação Pastoral: Uma Análise à Partir das Escrituras”, Pastor Adventista, disponible en: link.cpb.com.br/137a16 (consultado el 23/5/2025).
[4] Elena de White, Patriarcas y profetas (ACES, 2015), pp. 189, 190.
[5] White, El ministerio de curación, p. 102.
