El trabajo de visitación es una expresión concreta del cuidado cristiano, un vínculo vital entre el pastor y las “ovejas”, además de ser una práctica esencial para fortalecer la fe, la comunión y el espíritu misionero. Por eso, ha sido uno de los sellos distintivos del ministerio de Daniel Rodríguez Curazi, pastor distrital en una región caracterizada por grandes desafíos y largas distancias: la selva peruana. Casado con Yessica, con quien tiene dos hijos (Angie y Joseph), en esta entrevista comparte su experiencia y visión sobre la importancia de la visitación pastoral.
¿Cómo entiende el papel de la visitación pastoral en la atención espiritual de los miembros de la iglesia, incluidas las nuevas generaciones?
Soy el resultado de las visitas pastorales que recibí de niño. Me impresionaba cuando el pastor venía a mi casa, abría la Biblia y nos enseñaba. La visita nos permite acercarnos personalmente a los miembros, conocer sus necesidades espirituales y matrimoniales, fortalecer su fe y ofrecer orientación bíblica en momentos de prueba o desánimo. La visita pastoral es un acto de amor y cuidado que refleja el ejemplo de Jesús como un Pastor a nuestro lado, que se acercaba a las personas y les ofrecía ayuda en el momento oportuno. Para las generaciones más jóvenes, la visita contribuye a generar confianza, sobre todo porque llegar a ellos es más difícil. En estas visitas, mostramos un interés genuino y conectamos la fe con su realidad actual. Además, la visitación me permite identificar los retos específicos a los que se enfrentan los jóvenes y ofrecerles apoyo espiritual y emocional, promoviendo así una iglesia más unida, intergeneracional y comprometida con el crecimiento de todos sus miembros.
¿Qué estrategias adopta para realizar visitas en regiones de difícil acceso?
Para realizar visitas pastorales en zonas de difícil acceso, adopto un enfoque organizado basado en la “sectorización”. Divido la zona en iglesias o comunidades y reservo un día específico para cada una, asegurándome de visitar al mayor número posible de miembros durante ese tiempo. Para aprovechar mejor el tiempo y estrechar los lazos con la comunidad, suelo quedarme a dormir, lo que me permite acercarme a las familias, conocer su realidad cotidiana y acompañarlas espiritualmente en los servicios matutinos o vespertinos. Esta estrategia no solo facilita la logística en zonas remotas, sino que genera confianza, cercanía y un profundo sentido de unidad. De este modo, la visita no es solo pastoral, sino también fraterna y transformadora para todos.
¿Cuáles son los principales obstáculos a la visitación pastoral, tanto en contextos rurales como urbanos?
En las zonas rurales, las largas distancias, la falta de transporte adecuado y la escasa conexión a Internet dificultan la comunicación y la planificación previa. Además, encontrar un lugar donde alojarse puede ser todo un reto, sobre todo en comunidades pequeñas. En las zonas urbanas el transporte y la comunicación son más fáciles, pero el ritmo de vida acelerado y la falta de tiempo de las familias para recibir visitas pastorales se convierten en grandes obstáculos. En ambos casos, se necesita flexibilidad, empatía y creatividad para adaptarse a las circunstancias.
¿Qué se debe y qué no se debe hacer durante una visita pastoral?
La visita debe hacerse con respeto y propósito. Siempre me pongo en contacto previamente, buscando el mejor momento para la familia. En algunos casos, los visito en su lugar de trabajo, pero procuro ser breve y respetar su tiempo. Mantengo el teléfono celular en silencio y evito utilizarlo para poder escuchar con atención y mostrar verdadero interés. Nunca hablo de política ni de otros temas profanos, ya que el enfoque es espiritual y fraterno. Me esfuerzo por crear una atmósfera de confianza, y suelo llevarme un pequeño recuerdo, como una tarjeta con un versículo bíblico, para dejar una huella de fe en el hogar. La visita pastoral es un acto sagrado de cercanía, servicio y amor cristiano.
Comparta una experiencia que haya influido en su ministerio.
Durante la pandemia, mientras servía en Cusco, Perú, las iglesias estaban cerradas y las necesidades eran urgentes. Decidí abrir la oficina pastoral todos los días para recoger donativos de alimentos y medicinas para ayudar a los más vulnerables. Recuerdo especialmente a una diaconisa que enfermó gravemente de COVID-19. Vivía sola y no recibía ayuda de nadie. Teníamos que hacer algo. Después de tomar todas las precauciones, le llevé asistencia. Contra todo pronóstico, se recuperó y volvió a la iglesia, más comprometida que nunca. Ese año, en medio de las dificultades, se bautizaron unas 100 personas. Fue una época difícil, pero llena de fe, esperanza y milagros.
¿Cómo afronta los retos de tiempo y logística para mantener un ministerio de visitas activo?
Para mantener un ministerio de visitación activo en un distrito con largas distancias y una logística compleja, he aprendido a organizar mi tiempo cuidadosamente. Cada mes, alterno mi atención entre las zonas rurales y urbanas, visitando hogares, celebrando reuniones y cumpliendo otras responsabilidades pastorales. Dentro de estos periodos, reservo algunos días exclusivamente para las visitas, lo que me permite pasar tiempo de calidad con las familias, escuchar sus necesidades y ofrecerles apoyo espiritual. Esta planificación me ayuda a equilibrar el trabajo administrativo con el ministerio pastoral, garantizando que cada miembro del distrito reciba un acompañamiento cercano, constante y humano, independientemente de lo lejos que se encuentre. Es una tarea exigente pero profundamente gratificante.
¿Cómo intenta implicar a los líderes laicos en la labor de visita?
Después de visitarlos, los animo a participar en un plan que yo llamo “visitación en red”, en el que cada líder visitado pasa a acompañar a los miembros que están bajo su cuidado espiritual. Esta cadena de acompañamiento refuerza los lazos y promueve una iglesia más cercana y acogedora. Cada trimestre, organizo un plan general de visitas en el que participa toda la congregación. De este modo, no solo compartimos responsabilidades, sino que cultivamos un espíritu de servicio, unidad y amor.
¿Qué consejo darías sobre la importancia de la visitación?
Quiero animar a mis colegas a no descuidar la visitación pastoral. Es en este contacto cara a cara donde realmente llegamos a conocer a nuestras “ovejas”. La visitación es insustituible: nos permite ver más allá de lo que se muestra en el templo o en las redes sociales. Cuando visitamos, descubrimos necesidades espirituales, emocionales e incluso materiales que no siempre se expresan públicamente. Por eso digo con convicción: visiten, y verán una iglesia más unida, sana y feliz. Hemos sido llamados a ser verdaderos pastores de un “rebaño” concreto, y nuestras visitas permiten al pueblo de Dios reconocer en nosotros la presencia del Buen Pastor: Cristo Jesús. Este es nuestro mayor privilegio y también nuestra mayor responsabilidad.
