A lo largo de sus 35 años de ministerio, el pastor Elieser Vargas ha ocupado diversos cargos pastorales y administrativos. Se desempeñó como capellán de escuela, pastor distrital y director de los departamentos de Jóvenes, Familia y Mayordomía. También fue director de Radio Novo Tempo en las ciudades de Florianópolis y Maringá. Ocupó los cargos de secretario ejecutivo y presidente de campo antes de asumir el papel de secretario ministerial y líder de Ministerio de la Familia de la Unión Brasileña del Sur, cargos que ocupa actualmente. También tiene una maestría en Liderazgo por la Universidad Andrews. En esta entrevista, habla sobre las asambleas mundiales a las que ha asistido y cómo estas experiencias han ampliado su visión del ministerio y de la iglesia.
¿Cuál fue tu primera experiencia en un congreso de la Asociación General?
Mi primera experiencia en un congreso de la Asociación General fue en 2000, en Toronto, Canadá. Fue extraordinario, sobre todo porque era la primera vez que veía a la iglesia mundial reunida.
¿Cómo ha influido esta experiencia en tu visión de la misión mundial de la Iglesia Adventista?
Una cosa es animar a líderes y miembros a implicarse en la misión en su región, mostrando la necesidad de que el evangelio se predique en todo el mundo. Pero cuando se está frente a un congreso mundial y se puede ver que todos trabajan por el mismo propósito, compartiendo el mismo sueño y el mismo mensaje, el impacto es mucho mayor. Genera un fuerte sentimiento de pertenencia y unidad.
¿Qué fue lo que más te llamó la atención de estos congresos: la espiritualidad, la organización, las decisiones o el contacto con culturas tan diversas?
La iglesia siempre ha estado muy organizada, y las decisiones se basan claramente en la Palabra de Dios. Sin embargo, lo que más me impresionó de estos congresos fue el momento en el que, dentro de un estadio abarrotado, personas de distintos países cantaban juntas “¡Oh, qué esperanza!”. Personas de diferentes lenguas, culturas y naciones, alabando con la misma fe e intensidad. Es un atisbo de lo que será el Cielo. No se pueden contener las lágrimas. Es imposible no sentir la presencia de Dios ante tanta diversidad unida por la misma esperanza.
¿Cómo influye la participación en este tipo de eventos en el ministerio local de un pastor?
He estado animando a los pastores a participar en un congreso de la Asociación General, ya que esto amplía su visión de la dimensión del ministerio que ejercen. Asistir a reuniones administrativas es como asistir a una clase de verdad. Se aprende a dirigir las comisiones: organizar la agenda, votar sobre temas difíciles y, sobre todo, mantener los principios bíblicos en todas las decisiones. También es una valiosa oportunidad para dialogar con pastores y líderes de otras Divisiones, intercambiar ideas sobre cómo implicar a la iglesia y darnos cuenta de que no trabajamos aislados. Somos una iglesia en movimiento, unida por los mismos objetivos.
¿Las asambleas mundiales han cambiado tu forma de ver el liderazgo?
Por supuesto. Nuestra tendencia natural es criticar o cuestionar las decisiones de los dirigentes. Sin embargo, al participar en reuniones como estas, obtenemos una visión más amplia de lo que es la iglesia a nivel mundial, no solo de la realidad de la región en la que operamos. Nos enfrentamos a leyes, costumbres y valores culturales diferentes, y –aun así– la iglesia mantiene su unidad. Somos conscientes de que los líderes hacen todo lo que pueden por la causa de Dios. Son hombres y mujeres comprometidos que necesitan nuestras oraciones para seguir dirigiendo una iglesia fiel hasta el regreso de Cristo.
¿Hay algún episodio concreto que destacarías en relación con los temas tratados en los congresos a los que asististe?
Sin entrar en el fondo de la cuestión, considero que el Congreso de 2015 fue especialmente notable, cuando se estudió y se votó la ordenación de mujeres al ministerio. Fue un momento en el que los líderes tuvieron la oportunidad de expresar sus opiniones, y se respetaron los pensamientos de todos. La forma en la que se condujo la comisión, el proceso de votación y el respeto por la decisión final me dejaron una fuerte impresión. Fue una gran lección: en cada decisión, por difícil que sea, es la iglesia la que debe “ganar”, no mi opinión personal. La iglesia siempre está dirigida por comisiones, y todo este proceso tiene que estar guiado por la oración y por la búsqueda de la bendición de Dios sobre las decisiones que hay que tomar.
Tú has tenido una visión privilegiada de las decisiones, tendencias y desafíos de la iglesia mundial. ¿Cómo ha influido esta perspectiva en tu trabajo como consejero de pastores, especialmente a la hora de prepararlos para liderar con visión, equilibrio y fidelidad en el contexto local?
Aprendemos mucho asistiendo a las comisiones, ya que profundizamos nuestro conocimiento del Manual de la Iglesia y sus reglamentos. Los cultos son inspiradores. Visitar los stands es otro momento enriquecedor, ya que en ellos están representadas nuestras instituciones: hospitales, universidades, editoriales, fábricas de alimentos, emisoras de radio y canales de televisión, así como ministerios de apoyo de distintas partes del mundo. Es una valiosa oportunidad para conversar, obtener materiales, intercambiar ideas y conocer las historias de personas que están marcando la diferencia allí donde viven. Estas experiencias nos permiten llevar a la iglesia local inspiración y ejemplos prácticos de dedicación a la misión. La participación en los congresos mundiales amplía la visión pastoral más allá de las fronteras regionales. Se puede ver claramente cómo Dios está haciendo su obra en diferentes culturas, contextos y realidades desafiantes. Esta experiencia ha ampliado mi responsabilidad como consejero de pastores, porque entiendo que formar líderes no consiste solo en capacitarlos técnicamente, sino en inspirarlos para que lideren con una profunda conexión con Dios, equilibrio emocional y fidelidad innegociable a las Escrituras. Esta perspectiva global me ayuda a advertir a los pastores sobre los peligros del secularismo, la superficialidad espiritual y la pérdida del enfoque misionero. También refuerza el compromiso de preparar líderes que amen a sus iglesias locales, cuiden de sus familias y tengan los ojos puestos en la eternidad. Mi vocación es ayudar a cada pastor a recordar que el ministerio es sagrado y que estamos aquí para hacer discípulos que esperen el regreso de Jesús con fe, firmeza e integridad.
