Dios es el máximo ejemplo de liderazgo: la referencia suprema en autoridad, dirección, orientación, administración, influencia y mando. Así que cuando consideramos el significado y el propósito del liderazgo, puede parecer obvio, pero es innegable: Dios reina supremo. Él es el modelo soberano de lo que significa liderar.
El teólogo Richard M. Davidson afirma que en el Antiguo Testamento hay al menos ocho verbos hebreos diferentes relacionados con la idea de “dirigir” y, de ellos, solo uno se refiere específicamente al liderazgo de seres humanos. La gran mayoría de las ocurrencias señalan a Dios como aquel que guía y dirige, con casi doscientas menciones (por ejemplo: Éxo. 15:13; Deut. 8:2; Isa. 48:21; Neh. 9:12; Sal. 23:3; 27:11; Jer. 31:9, entre otros).
Una de las mayores características de Dios en su trato con los seres humanos –y también como ejemplo de liderazgo– es su presencia: siempre está cerca. En el Antiguo Testamento, uno de los textos más conocidos sobre esta cercanía es Éxodo 25:8: “Y me harán un santuario, para que yo habite entre ellos”. Además de este texto, hay otros pasajes que refuerzan la misma verdad: “Pondré mi morada en medio de ustedes y no los rechazaré. Andaré entre ustedes, seré su Dios y ustedes serán mi pueblo” (Lev. 26:11, 12); “Así dice el Excelso y Sublime, el que habita la eternidad y cuyo nombre es Santo: ‘Yo habito en la altura y en la santidad, y también con el contrito y humilde de espíritu, para reanimar el espíritu de los humildes y vivificar el corazón de los contritos’ “ (Isa. 57:15).
Esta misma característica –la cercanía– está presente en el Nuevo Testamento. El evangelista Juan afirma: “Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros” (Juan 1:14), revelando al Dios que se acerca y vive entre su pueblo. Mateo cita Isaías 7:14 al referirse a Jesús como “Emanuel”, que significa “Dios con nosotros”. Pablo, como imitador de Cristo, expresó este mismo deseo de cercanía en varias cartas. A los cristianos de Roma les escribió: “Porque ansío verlos” (Rom. 1:11). A la iglesia de Tesalónica, declaró: “Oramos día y noche con gran insistencia para ver su rostro, y completar lo que falta a su fe” (1 Tes. 3:10). Y a los hermanos de Filipos les dijo: “Dios es testigo de cuánto los amo a todos ustedes con el afecto entrañable de Jesucristo” (Fil. 1:8). Nota que se trata de lugares, personas e iglesias diferentes, pero Pablo tenía el mismo deseo de estar cerca. Y cuando no podía hacerlo en persona, se hacía presente a través de cartas.
No importa si eres administrador, director de departamento, pastor distrital, capellán o profesor de teología: acércate a las personas. Escucha a quienes lideras. Interésate de verdad por ellos. Las instituciones pierden su relevancia cuando los líderes se distancian de quienes dirigen. Pero cuando se conectan, se acercan y se esfuerzan por salvar las distancias, su liderazgo refleja mejor el carácter de Dios y la forma en que trata a los seres humanos. Piensa en esto: “Los que ocupan posiciones de responsabilidad necesitarán sabiduría de lo alto para actuar justamente, para amar la misericordia y para demostrar misericordia no sólo a unos pocos, sino a todas las personas con quienes entran en contacto” (Elena de White, Consejos sobre la salud [ACES, 2014], pp. 305, 306).
Sobre el autor: Secretario ministerial de la Iglesia Adventista para Sudamérica
