Adalton Martins Ferreira lleva 36 años dedicado a la educación adventista,siempre trabajando en la capellanía escolar. Su carrera incluye el trabajo en diversas instituciones educativas hasta llegar a la Escuela Adventista de Hortolândia, donde atiende a cerca de 1400 alumnos, además de ofrecer apoyo espiritual a las familias y empleados de la escuela.En esta entrevista, el pastor Adalton comparte parte de su experiencia, destacando el papel esencial de la capellanía.
¿Qué te llevó a dedicarte al ministerio de la capellanía?
Esta es una pregunta interesante. Cuando me gradué del Instituto Adventista de Ensino (actual UNASP), acepté el llamado para ser profesor de Biblia y capellán en Cascavel, estado de Paraná. Mi plan era quedarme allí unos dos años y, en cuanto me casara, asumir un distrito pastoral. Dos años después, me casé. Para entonces, sin embargo, ya había sentido la confirmación del llamado para el área educativa. El pastor Ivanaudo Barbosa, presidente del campo en la época, dijo algo que fue decisivo para mi ministerio: “No tenemos personas especializadas en educación. Si te quedas, te apoyaré y te ordenaremos normalmente, como a los demás”. Oír algo así hace 36 años era insólito. Ese apoyo se confirmó cuando, cinco años después, fui ordenado al ministerio. La necesidad de pastores especializados en el área me motivó a continuar. Eso marcó la diferencia.
¿Cuáles son los mayores retos espirituales a los que se enfrentan los estudiantes hoy en día, y cómo puede la capellanía abordarlos eficazmente?
Entre los desafíos a los que se enfrenta esta generación de estudiantes posmodernos, me doy cuenta de que antes de ofrecerles apoyo espiritual es necesario ganarse sus corazones. Es decir, ganarse su confianza mediante la amistad y el respeto, tanto de los alumnos como de sus padres. Aquí es donde surge una cuestión esencial: cuando los padres conocen al pastor de la escuela, resulta más fácil ministrar la espiritualidad. Sin embargo, esto solo ocurre después de años de estar en la misma institución educativa. El pastor educativo no debe ser transferido rápidamente, pues eso no es productivo para los profesores, el personal, los padres y, sobre todo, los alumnos. Cuando el capellán se gana el corazón del niño en el jardín de infantes o maternal, y permanece en la escuela durante ocho o nueve años, los padres valoran esta estabilidad.
¿Cómo puede el capellán hacer que sus mensajes sean más atractivos y accesibles para los distintos grupos de edad?
Uno de los grandes desafíos de la capellanía es atender a los distintos grupos etarios. En un día de capellanía, tienes que presentar el mismo tema desde el jardín de infantes hasta el nivel secundario, ¡y eso es un verdadero viaje! Hoy en día, tenemos una ventaja en comparación con cuando empecé: hay disponibles muchos proyectos listos, sugeridos por la División Sudamericana. Depende de los campos, junto con los capellanes, adaptar estos proyectos a los diferentes grupos de edad. Nuestros directores del Departamento de Educación, junto con los coordinadores y los asesores pedagógicos, han prestado un gran apoyo en este sentido. El capellán debe estudiar las necesidades de cada segmento y ajustar el contenido a su público. La comunión con Dios y la asociación con la administración facilitan mucho este proceso.
¿Qué estrategias pueden adoptarse para despertar el interés de niños y adolescentes por la vida devocional y el estudio de la Biblia?
Las estrategias para despertar la espiritualidad en niños y adolescentes están fuertemente vinculadas a la amistad. Cada edad tiene sus particularidades, pero hay algo sencillo y antiguo que funciona muy bien: historias bíblicas y de actualidad, bien contadas y con propósito, que atraigan a todos los públicos, incluidos los padres. El pastor escolar no necesita preocuparse por hablar demasiado en graduaciones, reuniones de padres y otros eventos. Debe ser conocido por su puntualidad y presencia. La escuela no es un púlpito, pero al mismo tiempo es una “iglesia”. Sin embargo, la didáctica utilizada en las congregaciones no siempre funciona en el ámbito escolar. Otra estrategia importante para despertar el sentido espiritual en los jóvenes es la ley de la repetición. A primera vista, pueden parecer dispersos cuando hablamos, pero años después, cuando vuelven a la escuela, suelen decir: “Mira, eso de lo que hablaste en la escuela, hoy lo estoy viviendo…”
La labor de la capellanía va mucho más allá de los cultos. ¿Cómo se puede ministrar también a los padres de los alumnos y al personal de la institución?
Los padres que reciben visitas pastorales del capellán tienen las puertas abiertas a cualquier hora. En todos estos años, solo una vez me han negado una visita. En cuanto al personal de la institución, uno de los secretos es escuchar sus necesidades. Un poco de charla, un poco de atención y una oración marcan una gran diferencia.
¿Siguen considerando algunos pastores aspirantes que la capellanía escolar es solo un punto de transición en el ministerio?
Esto sigue siendo un desafío, pero afortunadamente la realidad está cambiando. Hoy, por ejemplo, los pastores educativos reciben ayudas equivalentes a las de otros obreros ministeriales. La ordenación solía ser otro punto de discordia, pero ya no es así. Los pastores educativos están acompañados por líderes ministeriales del campo, lo que les da seguridad. Así, la ordenación se convierte en una cuestión de tiempo, a diferencia del pasado, cuando un capellán podía pasar hasta 15 años para ser ordenado.
¿Puedes compartir alguna experiencia que haya marcado tu ministerio como capellán?
Hace un par de años, tuve que organizar cultos en línea. Imagínense la dificultad de atraer a niños y adolescentes en medio de una pandemia. La directora en ese entonces sugirió que creáramos personajes. Eso es lo que hicimos, y una de las profesoras actuaba conmigo. Se crearon varias historias, siempre con mucha diversión y espiritualidad, sin perder de vista la misión dentro de la pedagogía adventista. Después de la crisis de salud, una mamá quiso conocer a Joãozinho, uno de los personajes de los que tanto hablaba su hija en casa. A raíz de esa curiosidad, los padres aceptaron recibir estudios bíblicos y se bautizaron. Gracias al Espíritu Santo y a esa iniciativa, estamos cosechando frutos para la eternidad.