Sugerencias para recuperar la pasión por el ministerio

Para nosotros, los pastores, es un inmenso privilegio dedicar nuestras vidas al Señor sirviendo en el sagrado ministerio. La oportunidad de predicar el evangelio, visitar a los miembros, presentar a los niños y celebrar ceremonias de boda y bautismos son experiencias notables en nuestro camino ministerial.

Sin embargo, con el tiempo, los desafíos pueden opacar el “brillo en nuestros ojos” que teníamos al comienzo del viaje. Los cambios constantes, el estrés, la frustración, la soledad y otros factores pueden minar el entusiasmo, así como el sentido de la vocación y la misión.

Una encuesta realizada en 2021 por el Instituto Barna, publicada en la Revista Ultimato,[1] sacó a la luz datos preocupantes sobre la percepción del ministerio por parte de los pastores. Según el estudio, el 56 % de los pastores que se plantearon dejar el ministerio indicaron que “el inmenso estrés del trabajo” era un factor crucial. Además, el 43 % de los encuestados afirmó sentirse “solo y aislado”, mientras que el 38 % citó “las actuales divisiones políticas” como razones por las que consideraron dejar su trabajo.

Otras razones que aparecían en la encuesta eran:

29 % No estoy contento con el efecto que este trabajo ha tenido en mi familia.

29 % No soy optimista sobre el futuro de mi iglesia.

29 % Mi visión de la iglesia entra en conflicto con la dirección de la iglesia.

24 % Mi iglesia está en constante declive.

22 % No estoy satisfecho con mi trabajo.

21 % No me siento respetado por los miembros.

19 % No me siento preparado para hacer frente a las exigencias del ministerio.

10 % Me siento llamado a otra profesión fuera del ministerio eclesiástico.

6 % Pasé por una crisis personal de fe.

6 % El ministerio no es lo que yo pensaba que sería.

Aunque el estudio se realizó con pastores de diferentes confesiones religiosas, es posible que tú, como pastor adventista, te enfrentes actualmente a algunas de estas dificultades y, en consecuencia, estés perdiendo la alegría del ministerio.

Tengo que confesar que, durante mis 15 años dedicados a la obra, también he enfrentado situaciones similares, algunas de las cuales me hicieron pensar si debería continuar en esta dirección o buscar una nueva actividad laboral. Afortunadamente, incluso en momentos de angustia y aprensión, sentí la mano de Dios llevándome a redescubrir el placer de pastorear.

Por eso comparto contigo algunas reflexiones que me han ayudado a recuperar mi pasión por el ministerio. Las presento como sugerencias, con la sincera esperanza de que de alguna manera te ayuden si has perdido la alegría por el ministerio, o te ayuden a evitar que esto suceda en el futuro.

Comparaciones

Es posible que, en algún momento, hayas perdido la motivación para el ministerio al ver informes y logros de compañeros que han obtenido mejores resultados que tú en determinadas actividades. Cuando esto sucede, suele surgir un sentimiento de autodesprecio e incapacidad que te lleva a cuestionarte si el Señor está realmente contigo, porque no pareces tan “bendecido” como los demás.

Si experimentas este tipo de angustia, recuerda: !toda comparación es injusta! Como dice el refrán: “Hay cinco dedos en cada mano, y ninguno es igual al otro”. Es imposible conseguir lo que hacen los demás, porque somos diferentes, no inferiores.

Nunca permitas que las comparaciones agoten tu energía y te roben la alegría de servir. Somos seres únicos. Cada uno de nosotros tiene virtudes y limitaciones. Es más, las personas, los recursos, la geografía, el contexto, la experiencia vital y un sinfín de factores que el colega “de éxito” puede tener a su disposición no son los mismos que los que tienes tú. Tenlo siempre en cuenta.

Otro aspecto al que debes prestar atención es al desánimo por no haber sido “reconocido” o designado para una determinada función. Si este es tu caso, reflexiona: Dios te ha llamado a ser pastor, no a ser jefe de departamento, administrador o cualquier otra función. Ten siempre presente la esencia de tu vocación: !eres pastor! Recuerda las palabras de Jesús a Pilato: “Ninguna autoridad tendrías contra mí si no te hubiera sido dada de arriba” (Juan 19:11). Confía en el permiso divino en cada detalle de tu vida.

Recuerda también la experiencia de David antes de ser ungido rey sobre Israel. Isaí, su padre, no “escribió su nombre en la pizarra durante la reunión de nombramientos” a la que asistió. Sin embargo, David fue designado por Dios mismo. !Él es quien define, elige y permite!

Por eso, no lo dudes: “El hombre forja planes en su corazón, pero del Señor viene la respuesta de la lengua” (Prov. 16:1). Confía en la dirección de Dios. Si él considera oportuno que desempeñes una determinada actividad en su obra, que así sea. Si no, alégrate del papel y del lugar que te ha dado. El mejor lugar para ti es estar bajo la voluntad de Dios.

Expectativas

Otra razón que puede conducir al desánimo son las expectativas no cumplidas. Creo que, como yo, cuando saliste del seminario sonabas con cambiar el mundo y revolucionar la iglesia. Sin embargo, cuando empezaste a trabajar, te diste cuenta de que no sería (ni es) tan sencillo. Las ideas que habías formulado y los planes que habías trazado a menudo solo estaban sobre el papel. No encontraste el espacio para ponerlos en práctica, y esto te causó decepción. Además, puede que te sientas frustrado por no cumplir las expectativas que el campo y la iglesia local tienen puestas en ti.

Para recuperar la pasión por la obra del Señor, es importante recordar en todo momento que no eres omnipotente, omnisciente ni omnipresente. Esos son atributos de Dios, no tuyos. No puedes resolver todos los problemas, no tienes todas las respuestas y no puedes cumplir todas las exigencias que se te piden. Tomar conciencia de esta realidad es esencial para comprender el papel que realmente estás llamado a desempeñar.

Querido amigo, el verdadero Pastor de la iglesia y el que realmente resolverá todos los problemas es Dios. La alegría de pastorear se renueva cuando ayudas a los hermanos y hermanas a ver que necesitan depender de Dios en sus desafíos diarios, y que él es el Salvador, no tú.

Elena de White escribió: “Es muy raro que un ministro posea todas las cualidades necesarias para perfeccionar una iglesia según todos los requerimientos del cristianismo; por lo tanto, Dios a menudo le envía otros pastores, cada uno de los cuales posee algunas cualidades de que carecían los otros”.[2]

Reconoce tus limitaciones y haz lo que puedas. Ora también con y por tus ovejas. Mantente presente, escúchalas e intenta guiarlas. Ayúdales a “llevar sus cargas”, pero nunca intentes llevarlas tú por ellas. Cristo ya lo ha hecho, y ellas deben saberlo.

Redes sociales

Otro factor que puede hacerte perder la alegría por el ministerio está relacionado con las redes sociales. Vivimos en una época en la que los likes y los views parecen ser la clave para mantener la motivación. A todos nos gustan los elogios y el reconocimiento, pero es importante recordar que el número de vistas de tus videos y los comentarios en tus posts no definen tu ministerio, y hay algunas razones muy simples para ello:

1. No fuiste llamado a ser un youtuber o un influencer digital. Fuiste llamado a ser pastor. Es obvio que las redes sociales son herramientas útiles para predicar el evangelio y pueden optimizar tu tiempo, pero no dejes que la falta de seguidores y likes te hagan perder tu pasión por el ministerio.

2. Mantén en mente que lo importante es la gente que ve tus publicaciones, aunque solo sean unos pocos, y no los que tú esperas que lo hagan. Aún más importante es el contenido que compartes. Así como buscas preparar y presentar los mejores sermones, también prepara y publica el mejor contenido posible. Las personas deben ser valoradas y merecen lo mejor que puedas ofrecerles.

3. Recuerda que muchas personas acumulan un gran número de seguidores y visualizaciones debido a la posición que ocupan, y no por lo que realmente son. En otras palabras, muchos siguen y ven lo que la persona representa, no necesariamente quién es. Es fácil darse cuenta de eso, solo nota cómo el número de seguidores aumenta significativamente cuando alguien es nombrado para un determinado cargo. La persona siempre ha estado en las redes sociales, pero es la nueva actividad, y no el propio individuo, la que la pone en el “punto de mira”. Comprender estos aspectos te librará de expectativas “insatisfechas” en las plataformas virtuales.

Otro aspecto de las redes sociales es el uso de aplicaciones de mensajería como WhatsApp y Telegram. La llegada de estos recursos ha traído grandes beneficios, permitiendo resolver problemas y agilizar procesos. Sin embargo, estos mismos medios pueden convertirse en herramientas de agotamiento emocional. Escuchar constantemente el sonido de las notificaciones, ver mensajes sin parar y responder al instante a cada pregunta mantiene nuestro cerebro activo todo el tiempo, lo que termina por agotar nuestra energía.

Para evitar el agotamiento que provoca la hiperconectividad, establece momentos específicos para responder a los mensajes. Creo que tres veces al día —por la mañana, después de comer y al final de la jornada— son suficientes. Es importante dejar en claro que en caso de urgencia pueden contactarte mediante una llamada telefónica.

Otro punto importante es respetar tu día libre. Aprovecha ese tiempo para desconectarte, descansar tu mente y dedicar más tiempo a tu familia. Repito: en caso de emergencia te harán una llamada telefónica.

Me he sentido más preparado para llevar a cabo mi ministerio simplemente limitando el contacto frenético con las diversas demandas que llegan a través de estos canales de comunicación, que, la mayoría de las veces, no son urgentes.

Compartir experiencias

Otro factor que me ha ayudado a redescubrir mi pasión por el pastorado es compartir ideas y materiales. Los mismos anos de ministerio que a menudo nos desgastan también nos permiten adquirir experiencia. Cada día es un nuevo aprendizaje sobre lo que hay que hacer y lo que hay que evitar.

Me he dado cuenta de que hay que compartir ideas, materiales y experiencias. Cuando hago algo que funciona, me siento muy feliz; pero cuando otros aplican lo que yo he hecho y también tienen éxito, la alegría es aún mayor.

Todos estamos implicados en la misma obra y esperamos el regreso de Jesús. Si Dios te ha capacitado para producir algo que ayude a difundir el evangelio, compártelo desinteresadamente y con alegría. Esto te traerá un profundo sentido de utilidad y satisfacción.

Orientación para el ministerio

Del mismo modo, la pasión por el ministerio se fortalece cuando seguimos las orientaciones que Dios ha dejado para su iglesia. Tener la conciencia tranquila por ajustarse al plan de Dios es motivador y trae paz.

Nunca he olvidado una frase que escuché del pastor Roberto Motta mientras estaba bajo su dirección durante mi residencia de evangelización. En una de las reuniones, nos aconsejó: “Sigan las orientaciones que la iglesia les ha dado. No se equivocarán”. Desde entonces, busco seguir este sabio consejo.

Recientemente, cuando me hice cargo de un nuevo distrito, varios miembros me hicieron una pregunta: “Pastor, ¿cómo trabaja usted?” La respuesta era siempre la misma: “Sigo la Biblia, el Espíritu de Profecía y el Manual de la Iglesia”.

No necesitas “inventar” nada para dirigir la iglesia de Dios. Todo lo que necesitas para dirigirla ha quedado claramente expresado en estos tres preciosos “documentos”. Recuerda: tus acciones y decisiones serán constantemente cuestionadas. Conocer y seguir las orientaciones dejadas por Dios para su iglesia te ayudará a avanzar con seguridad, sin temor a cometer errores. Así que no comprometas los principios y normas establecidos. Puede que muchos no estén de acuerdo contigo, pero no tendrán motivos para criticarte.

Coherencia

Cristo fue coherente en sus acciones y enseñanzas. Él es nuestra gran fuente de inspiración, especialmente en el ejercicio del ministerio. Jamás tuvo que restar importancia a principios y normas para ser aceptado, ni utilizar un lenguaje obsceno para llamar la atención. Nunca fingió que todo iba bien, ni vendió sus convicciones para obtener favores. Sin embargo, muchos han abandonado el ministerio por practicar lo contrario, por vivir de manera incoherente con la grandeza de su vocación.

Aquí algunos consejos prácticos:

  • Evita aceptar favores ofrecidos con segundas intenciones. No busques beneficiarte de tu posición o influencia. Recuerda: “Algún día te cobrarán el favor”.
  • Administra con sabiduría tus finanzas personales y las de la iglesia. Nunca te adueñes de lo que no te pertenece. Estas tratando con recursos sagrados.
  • Defiende los principios que Dios nos ha dejado, aunque eso cause trastornos y te llamen “alborotador de Israel” (1 Rey. 18:17, NTV).
  • No seas parcial, no favorezcas a una persona o grupo particular.
  • Compórtate de manera confiable y sé un amigo confiable. Hay muchos que después de su jubilación caen en el ostracismo a causa de vidas marcadas por la incoherencia.

¿Para quién trabajas?

Desafortunadamente, a lo largo de mi ministerio he atestiguado a algunas personas que “hacen la vista gorda” ante ciertas situaciones. Presentan informes que no tienen en cuenta la realidad, ignoran principios y normas con la esperanza de “salir bien parados”. Sin embargo, lo que se ve son colegas con una “conciencia cargada”, depresivos y amargados por su “esfuerzo no reconocido”.

Amigo, recordar que trabajas para el Señor le dará vitalidad y significado a tu ministerio. Dios es digno de cualquier sacrificio que podamos hacer. Aunque nuestra vida se consuma en la proclamación del evangelio (lo que sería muy poco, considerando el sacrificio que Dios hizo por nosotros), él nunca aceptará que se violen o incumplan sus principios. Nunca lo olvides: obedecer es mejor que sacrificar (1 Sam. 1:22).

Por lo tanto, no te desvíes de las orientaciones que el Señor dejó para su iglesia ni dobles tus rodillas ante ningún “baal” (1 Rey. 19:18). Trabaja siempre con el objetivo de agradar al Señor. Como escribió el apóstol Pablo: “¿Busco yo ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿Busco agradar a los hombres? Si todavía tratara de agradar a los hombres, no sería siervo de Cristo” (Gál. 1:10).

Conclusión

Antes de concluir, me gustaría que reflexiones sobre este texto: “Aunque la gran recompensa final se dará cuando Cristo venga, el servicio fiel hecho de todo corazón para Dios reporta una recompensa, aun en esta vida. El obrero tendrá que afrontar obstáculos, oposición y amargos desalientos y descorazonamientos. Tal vez no vea los frutos de su labor. Pero aun con todo esto encuentra en su labor una bienaventurada recompensa. Todos los que se entregan a Dios en un servicio abnegado para la humanidad están cooperando con el Señor de gloria. Este pensamiento dulcifica toda labor, fortalece la voluntad, sostiene el ánimo para cuanto haya de acontecer”.[3] !Qué alegría es saber esto!

Mi querido colega en el ministerio, mi sincero deseo es que las sugerencias que acabas de leer te devuelvan el placer por el ministerio y eviten que pierdas la pasión por la obra de Dios. Que el Señor te ayude en esta noble tarea de anunciar el pronto regreso de Jesús, y a preparar a tu familia y a tus iglesias para el glorioso encuentro con él. !Jesús viene!

Sobre el autor: Pastor en Brasília


Referencias

[1] Felipe Pereira, “Pesquisa Indica as Principais Razoes Pelas Quais Pastores Consideraram Deixar o Ministério”, Ultimato, disponible en: <link.cpb.com.br/60e48d>, consultado el 3/10/2024.

[2] Elena de White, Los hechos de los apóstoles (ACES, 2009), p. 228.

[3] Elena de White, Obreros evangélicos (ACES, 2015), p. 529.