Cuando tenía unos diez años, un vendedor se presentó en casa de mis padres con una enciclopedia de ocho volúmenes. Cuando vi esos libros ilustrados con fotografías coloridas sobre geografía, biología e historia, pensé: “¡Los necesito!” Viviendo en un pueblo pequeño, iba a estudiar a la Biblioteca Municipal, lo cual me encantaba. Pero, con esta enciclopedia en casa, ya no necesitaría caminar hasta allí en los días calurosos o fríos. Le pedí a mi madre que los comprara y, a pesar del esfuerzo económico, fue una compra que valió mucho la pena.
¿Por qué menciono esto? Te lo explicaré. Después de una conferencia sobre el uso de la Inteligencia Artificial (IA) en la producción de contenido religioso, un pastor se me acercó y me dijo que estaba animando a los pastores a estudiar menos y usar menos su cerebro. Este comentario no fue nada nuevo para mí. La IA es un tema ampliamente discutido hoy en día, con opiniones divididas entre los tecnopesimistas, que ven la IA como un peligro, y los tecnooptimistas, que la consideran revolucionaria. Me pongo en una posición equilibrada: reconozco los riesgos, pero también veo las oportunidades que ofrece la IA, tal como lo hice con la enciclopedia que compraron mis padres.
La IA puede impactar el trabajo pastoral de dos maneras:
Positivo:
- Acceso a una amplia base de datos
- Búsqueda de historias e ilustraciones para enriquecer los sermones
- Ayuda con la redacción de textos y la creación de presentaciones. Sin embargo, debe usarse con precaución y siempre evaluarse.
Negativo:
- Pérdida de profundidad espiritual con uso excesivo y menos estudio de la Biblia.
- Falta de desarrollo del pensamiento crítico al recibir todo listo
- Pérdida de la capacidad de hablar en público.
Estos desafíos, sin embargo, no son nuevos. Usar sermones ya preparados o presentaciones de PowerPoint hechas por otros, sin estudio, oración y reflexión, conlleva los mismos riesgos.
La Biblia nos enseña: “Lo primero es la sabiduría. Adquiere sabiduría. Aunque te cueste todos tus bienes, adquiere inteligencia” (Prov. 4:7). Tenemos la responsabilidad de mejorar nuestras capacidades intelectuales y buscar continuamente la sabiduría. Como pastores, estamos llamados a enseñar a nuestras iglesias con sabiduría, y esta sabiduría proviene de buscar constantemente a Dios, la fuente de todo conocimiento. Ninguna tecnología o recurso puede reemplazar nuestro compromiso con el desarrollo intelectual y espiritual.
Elena de White escribió: “Cada ser humano, creado a la imagen de Dios, está dotado de una facultad semejante a la del Creador: la individualidad, la facultad de pensar y hacer. Los hombres en quienes se desarrolla esta facultad son los que llevan responsabilidades, los que dirigen empresas, los que influyen sobre el carácter” (La educación [ACES, 2009], p. 17).
Todo líder debe buscar el crecimiento espiritual e intelectual para influir en las personas a través del esfuerzo, el enfoque y la consagración. Nada reemplaza el estudio bíblico y la oración personal. Así como la enciclopedia que compraron mis padres aumentó mi productividad sin sustituir el estudio, la IA, utilizada correctamente, puede ser muy útil, pero no nos hace más o menos inteligentes. Como pastores adventistas, podemos utilizar estas tecnologías para crecer y compartir el evangelio, recordando que la IA nunca reemplazará a los humanos. Reflexiona y pide a Dios sabiduría para guiarte en este proceso.
Sobre el autor: Director de comunicación de la Iglesia Adventista para Sudamérica