Biblia, púlpito, altavoz y proyector: estos fueron los instrumentos utilizados en una campaña de evangelización que realicé en uno de los distritos donde fui pastor. En esas noches frías, fuimos reconfortados por la Palabra y el té de anís que se ofrecía después del culto. En la pantalla, además de presentar algunos textos bíblicos, me propuse mostrar imágenes de los lugares que visitó Jesús y objetos de esa época. La estrategia fue acercar a los interesados al contexto histórico y cultural de la Biblia. La idea funcionó. Al final de la campaña de evangelización, por la gracia de Dios, varias personas aceptaron bautizarse y se logró formar un nuevo grupo.
Por supuesto, la mayoría de la gente nunca viajará a Israel, Egipto o Roma para ver los lugares mencionados en la Biblia. Aún más imposible sería “viajar” al pasado y obtener información sobre el estilo de vida de civilizaciones antiguas, como la babilónica o la persa. Sin embargo, con el surgimiento de la arqueología hace aproximadamente dos siglos y la difusión de información sobre el tema, es posible conocer incluso detalles del estilo de vida de muchos pueblos antiguos.
Las investigaciones arqueológicas reeditaron la historia y “dieron voz” a las piedras y las piezas de cerámica. Hoy sabemos cómo vestían estos antiguos pueblos; qué comían; cómo pasaban los días; y qué tipo de muebles, instrumentos musicales y armas utilizaban. También nos familiarizamos con sus esperanzas, miedos, creencias y conceptos que influyeron en su vida desde el nacimiento hasta la muerte. Muchos monumentos, alguna vez cubiertos de polvo y escombros, ahora arrojan luz sobre las Escrituras y confirman diversos acontecimientos históricos.
Esta edición de Ministerio aborda cómo la arqueología ha confirmado el Texto Sagrado y cómo un pastor puede utilizar esta herramienta en sus sermones, estudios bíblicos, y en su relación con Dios. Es evidente que la arqueología no puede determinar conceptos doctrinales como la divinidad de Cristo o la futura resurrección de los muertos, pues estos elementos requieren fe. Sin embargo, si la historia presentada por la Biblia es cierta, también lo será la teología que la sustenta. El profesor y arqueólogo Rodrigo Silva escribió: “El Altísimo podría haber utilizado grandes y variados descubrimientos para dar testimonio de sí mismo, pero es tan grandioso que solamente necesitó algunos pequeños trozos de cerámica para silenciar a los grandes críticos de su Palabra” (Excavando la verdad [ACES, 2012], p. 175).
Sin embargo, es necesario derribar algunos mitos. La arqueología no es un proceso rápido ni sofisticado, sino que es un esfuerzo colectivo, detallado y multidisciplinario que involucra a ceramistas, filólogos, numismáticos y geólogos, entre otros especialistas. Además, muchos artefactos que confirman la historia bíblica no han sido descubiertos por los “arqueólogos bíblicos” que han intentado probar las Escrituras. La estela de Tel Dan y el anillo de sello de Pilato, por ejemplo, fueron encontrados por arqueólogos que no estaban directamente relacionados con la investigación bíblica, lo que atestigua la fiabilidad de la Palabra de Dios como fuente de información histórica.
La arqueología es una excelente herramienta para ilustrar, contextualizar y confirmar las Escrituras. ¡Explóralo! Y que el Arqueólogo de los corazones te ayude a reavivar la fe de quienes están sepultados bajo los escombros del pecado. Recuerda que Dios es experto en trabajar con polvo, arcilla y huesos.
Sobre el autor: Editor de la revista Ministerio Adventista, edición de la CPB.