El significado del Armagedón en el Apocalipsis
En el imaginario popular, el término Armagedón se ha convertido en sinónimo de un escenario apocalíptico y catastrófico. En el lenguaje cotidiano, puede usarse como metáfora de cualquier acontecimiento de gran destrucción o crisis grave, ya sea una guerra, un desastre natural o un colapso económico. Esta interpretación tiende a centrarse más en los aspectos visuales y dramáticos de la destrucción y menos en los significados teológicos. Está claro que el símbolo ha ido más allá de su significado original. Por lo tanto, es imprescindible volver al Apocalipsis y redescubrir el verdadero sentido del término.
Interpretaciones adventistas
En la historia del adventismo ha habido una variedad de interpretaciones del Armagedón. Algunos de estos puntos de vista son contradictorios.[1] Hans K. LaRondelle menciona que existieron cuatro fases principales de interpretación entre los adventistas, incluido el período pionero, el período de la influencia de Uriah Smith, el período de William A. Spicer y el período actual, como se muestra en la siguiente tabla.[2]
Entre las primeras interpretaciones adventistas, James White argumentó que el Armagedón ocurrirá inmediatamente antes de la segunda venida de Cristo y que será una guerra cósmica entre “el Cielo y la Tierra”; es decir, entre los ejércitos de Jesús y las fuerzas de Satanás. Este no será un conflicto “de una nación contra otra”.[3] Tenía razón, especialmente porque el evento tiene un carácter global, al involucrar a los reyes de “todo el mundo”, y será “la batalla de ese gran día del Dios Todopoderoso” (Apoc. 16:14).
Elena de White también vio el Armagedón como una guerra espiritual/cósmica,[4] con el mundo en un estado caótico, aunque también preveía el inicio de guerras en el tiempo del fin. Según ella, “cuando Dios ordene a sus ángeles que suelten los vientos, habrá una escena tal de lucha que ninguna pluma podría describirla”.[5] Además, “las potencias de la Tierra ordenarán sus fuerzas para la última gran batalla”.[6]
En términos generales, podemos resumir las principales interpretaciones adventistas en dos posiciones: (1) una batalla literal en Palestina y (2) una guerra cósmica que involucra al mundo entero. Entre los teólogos adventistas, la segunda opinión tiene más apoyo. Antes de discutir el aspecto de la ubicación, veamos el significado bíblico de la palabra Armagedón.
Concepto bíblico
El término Armagedón, una transliteración del hebreo har megiddo, tiene sus raíces en el Antiguo Testamento, aunque aparece pocas veces allí. En el Nuevo Testamento, se menciona solo en Apocalipsis 16:16, donde se describe como el lugar de la batalla final entre las fuerzas del bien y del mal antes de la segunda venida de Cristo. Representa el clímax del Conflicto Cósmico, en el que Dios triunfará sobre la coalición de Satanás y sus aliados. Hay varias propuestas sobre el significado de Armagedón. Jon Paulien enumera siete puntos de vista.[7] Sin embargo, solo tres propuestas son las más significativas:
1. Según una interpretación antigua, el nombre Har-Magedōn proviene de una raíz hebrea que significa literalmente “monte de la matanza”, quizá remontándose a la raíz hebrea gadad, “cortar”, “entrar”, “penetrar”.[8]
2. Una interpretación muy popular sostiene que Armagedón proviene de la expresión hebrea har megiddo (“montaña de Meguido”) y sería una referencia al lugar de varias batallas decisivas en la historia de Israel (Juec. 5:19-21; 2 Crón. 35:20-25). No se conoce ninguna montaña de Meguido, pero el nombre sería por su proximidad a la llanura o ciudad de Meguido.[9]
3. Otra interpretación sugiere que el nombre griego harmagedōn, o harmageddōn, se origina en har mo’ed (“monte de la asamblea”). Armagedón sería un nombre simbólico para Jerusalén.[10]
En términos etimológicos, ninguna de las propuestas es del todo satisfactoria. Por lo tanto, hay quienes sostienen que Armagedón no se refiere a una ubicación geográfica. Más bien, es “un símbolo de una batalla escatológica épica entre Dios y las fuerzas del mal”.[11] Para Grant Osborn, es “más probable que el objetivo sea hacer una referencia general, basándose en la conexión del Antiguo Testamento entre Meguido y batalla”.[12]
Quizás el significado etimológico exacto del término Armagedón no sea tan decisivo para la interpretación. El marco conceptual puede ser más útil que la ubicación geográfica. Como observa Sigve Tonstad, “las palabras son importantes, pero están al servicio de la historia que se cuenta”.[13] En este caso, la historia es la de un ser celestial simbolizado por el rey de Babilonia que quería ocupar el lugar del Altísimo en el monte santo de Dios (Isa. 14:12-15), pero será arrojado a lo profundo del abismo.
Simbolismo escatológico
La batalla de Armagedón tiene lugar en el contexto de la destrucción de la gran ciudad escatológica de Babilonia, que sigue el modelo de la caída de la Babilonia histórica. El escenario es de juicio y, comparativamente, Juan dedica más espacio a las dos últimas plagas que a las cinco anteriores. Esto apunta al clímax de la narración y de la historia.
El texto comienza con una referencia al secado de las aguas del río Éufrates (Apoc. 16:12). Este río, que ya había aparecido en el relato de la sexta trompeta (Apoc. 9:14), vuelve entonces a ocupar protagonismo. Aunque no es el río más largo del mundo, el Éufrates tiene una importancia histórica y tipológica.
En la historia del pueblo de Israel, es Dios quien seca las aguas (Isa. 11:15, 16; Jer. 50:38; Zac. 10:11), como ocurrió con el Mar Rojo y el río Jordán (Éxo. 14:21; Jos. 3:17), además de las experiencias de Elías y Eliseo (2 Rey. 2:8, 14). En relación con la Babilonia histórica, Dios secaría el Éufrates para cambiar la dirección política y permitir que su pueblo regresara del exilio (Isa. 44:27, 28).
Mientras que las primeras cinco copas se basan directamente en el tema de las plagas del Éxodo, la sexta se refiere a la conquista del Imperio Neobabilónico, cuando Ciro desvió el caudal del río en el año 539 a. C., fenómeno relatado por Heródoto.[14] Babilonia está “sentada sobre muchas aguas” (Apoc. 17:1), que “son pueblos y muchedumbres, naciones y lenguas” (vers. 15). El secado del agua simboliza la pérdida de apoyo político y popular (vers. 16, 17).
El río era una fuente esencial de vida para Babilonia, e igualmente se volvió crucial para el expansionismo de Roma. Simbólicamente, las aguas del Éufrates también sustentan el sistema místico de Babilonia. Sin aguas, la antigua Babilonia no habría existido; sin apoyo político, la Babilonia religiosa no puede existir. Por lo tanto, así como los enemigos del pueblo de Dios fueron derrotados en el contexto de su propia fuente de vida (las aguas), el enemigo escatológico será vencido en el mismo contexto figurativo.
La referencia a los reyes de Oriente (literalmente, “los reyes del sol naciente”) en Apocalipsis 16:12 ha sido interpretada, en un sentido simbólico, en relación con Jesús y los ángeles. Aquí es necesario considerar que este, u oriente, es la dirección desde la cual Dios tradicionalmente se manifiesta. El ángel con el sello de Dios viene “del este” (Apoc. 7:2). En el contexto de la caída de Babilonia, el libertador (Ciro) vino del Oriente (Isa. 41:2, 25) y, como ungido de Dios, llegó a ser un tipo de Cristo (45:1‑3, 13). Por tanto, es más plausible decir que los reyes de Oriente son símbolos del ejército libertador divino.
Luego, el texto menciona los tres espíritus demoníacos que salen “de la boca del dragón, de la boca de la bestia, y de la boca del falso profeta” con el fin de reunir a los reyes de la Tierra para “la batalla [ton polemon] de ese gran día del Dios Todopoderoso” (Apoc. 16:13, 14). Desde Apocalipsis 13, esta es la primera vez que el dragón protagoniza una acción junto a las dos bestias. Esto se debe a la importancia del momento.
El uso del artículo en la expresión ton polemon sugiere que se trata de una batalla específica y conocida. El escenario está asociado con la segunda venida de Cristo, quien viene como Guerrero en las nubes para herir a las naciones (Apoc. 19:11-21). La palabra polemos (“guerra”, “batalla”, “conflicto”) aparece nueve veces en el libro (9:7, 9; 11:7; 12:7, 17; 13:7; 16:14; 19:19; 20:8), además de seis apariciones del verbo polemeō (“guerra”, “pelea”, “batalla”; cf. 2:16; 12:7 [2x]; 13:4; 17:14; 19:11). Esta es una indicación de la importancia del Conflicto Cósmico en el libro.
La tipología del Éxodo está muy presente en el Apocalipsis,[15] y la referencia a las “ranas [batrajos]” (Apoc. 16:13) puede aludir a la segunda plaga de Egipto, consistente en una polémica contra las deidades egipcias representadas por ranas (en particular Heqet, la diosa de la resurrección, representada por una rana) o reflejan el hecho de que, en las tradiciones bíblicas y judías, la rana era un animal inmundo. En cualquier caso, la idea de magia, hechicería y engaño era parte del símbolo (vers. 14).[16]
En el relato de la sexta plaga, Juan no desarrolla completamente el tema de la batalla de Armagedón, sino que simplemente anuncia el enfrentamiento y prepara el escenario para la guerra. Sin embargo, la descripción de la séptima plaga sugiere un escenario de caos intenso, con juicios definitorios, algo fuera de los estándares convencionales. Por ejemplo, el terremoto, que forma parte del arsenal divino, no tiene precedentes en la historia (Apoc. 16:18). La lluvia de granizo, además de clasificarse como “grande” (megalē), se define con la palabra “extremadamente” (sfodra), que enfatiza su gravedad.
La batalla del Armagedón tiene un carácter teológico, espiritual y cósmico. Este no es simplemente un conflicto secular, político y militar. Sin embargo, no se trata simplemente de “una batalla por la mente de cada ser humano en la Tierra”.[17] Implica mucho más, en una época de caos en el mundo.
Geografía del conflicto
Entre los autores adventistas recientes, existe una tendencia a vincular el Armagedón con el Monte Carmelo, donde los falsos profetas fueron derrotados y asesinados. Desde que Ernst Lohmeyer (1890-1946) hizo esta conexión,[18] otros han seguido el mismo camino.[19] Hay varios aspectos que le dan valor a esta interpretación. La figura de Elías en su rol profético y tipológico es icónica.
Sin embargo, aunque Apocalipsis 16 refleja un conflicto de lealtades en la adoración de los últimos tiempos, el hecho es que el Carmelo no se asocia típicamente con el Armagedón. Esta interpretación es más teológica que exegética. Meguido tampoco aparece en la literatura apocalíptica y existe la dificultad de que no existe un monte de Meguido.
Parece que la interpretación referida a Jerusalén y al monte de la asamblea tiene un fundamento más sólido. Un exprofesor adventista de lenguas bíblicas, Roland Loasby, declaró que “Juan difícilmente podía pensar en ningún otro lugar que no fuera Jerusalén, el santuario de Yahvé en su santo monte, como el lugar desde el cual los impíos finalmente serán destruidos”. Para Juan, dice, “Har-Magedon no podía tener ninguna conexión con el valle de Meguido”.[20] Con mucho cuidado y sin dogmatismos, podemos decir que el epicentro del conflicto parece tener un elemento relacionado con una ubicación simbólica.
Como sostiene Meredith Kline, el concepto de “reunión” asociado con Armagedón, expresado por el verbo synagō (“reunidos” [synēgagen]) en Apocalipsis 16:16, implica que el verdadero significado de harmagedōn es “monte de reunión”, que puede estar vinculado a har mo’ed, “montaña de la congregación”, o “montaña de la asamblea” (NVI), en Isaías 14:13. Kline también destaca que el sustantivo mo’ed, derivado de ya’ad (“reunir”, “convocar”), es traducido por la Septuaginta en algunos lugares como synagō, el mismo verbo usado en Apocalipsis 16:16. Entre otros detalles, esto sugiere que Armagedón puede tener un enfoque central en el monte de la asamblea o en Jerusalén.[21] Veamos algunas evidencias para esta línea de interpretación.
• Apocalipsis habla de un “lugar” (topon). El significado principal de topos, término que aparece 94 veces en el Nuevo Testamento, es “lugar”, “ubicación”, o “posición”. La palabra puede indicar un espacio delimitado, un lugar habitado (una ciudad, un pueblo), una región/área o incluso un lugar (pasaje) en un libro, entre otras cosas. Metafóricamente, la palabra puede referirse a una oportunidad, ocasión de acción o posición en una entidad o asamblea. La mayoría de las veces se refiere a lugares literales, con solo siete u ocho excepciones.[22] Por lo tanto, el uso de topos en Apocalipsis 16:16 puede ser simbólico, pero difícilmente sería metafórico.
• El Apocalipsis apunta a un término hebreo. Al mencionar que Armagedón es una palabra hebrea (hebraisti), quizás el autor haya querido resaltar el origen de la palabra, su significado o algo relacionado con el territorio de Israel. La fuente de Juan fue Zacarías 12:11, el único pasaje del Antiguo Testamento en el que aparece megiddōn en hebreo. Por lo tanto, Jerusalén, a la que se hace referencia en este texto, estaría en el radar del Apocalipsis.
Después de señalar que Zacarías 12:11 es el único pasaje que combina los temas del monte, Meguido y Jerusalén, Jacques Doukhan explica que Zacarías usa megiddōn en hebreo por dos razones: (1) poética, para rimar con Adadrimón (en hebreo: hadad-rimmon), que es una característica común respecto de los nombres bíblicos; y (2) retórica, para resaltar una forma más antigua del nombre en lugar del más reciente “Meguido”. Además, el Apocalipsis parece establecer un juego de asonancias (paronomasia) entre har-megiddon y hadad-rimmon.[23]
Doukhan sostiene que la expresión “monte de Meguido” no se refiere al valle de Jezreel y sus batallas, ni al monte Carmelo, distante de Meguido, sino a Jerusalén. Concluye: “El profeta habla de una ‘montaña’ de Meguido (Harmagedon) mientras piensa específicamente en Jerusalén”. Tal como profetizó Daniel (11:45), los reyes de la Tierra quieren el control del “glorioso monte santo” de Dios. En este caso, según él, se trata de la Jerusalén celestial.[24]
• El Apocalipsis conecta el Armagedon con el regreso de Jesús. Este gran acontecimiento no puede separarse del regreso de Cristo. Esto es evidente por el hecho de que, en el contexto de la referencia al Armagedón, Jesús usa una especie de paréntesis para advertir sobre lo repentino de su venida (“yo vengo como ladrón”, Apoc. 16:15).
Debe notarse que Zacarías 12:9 al 11 relaciona a Jerusalén con una batalla, diciendo que habría un gran duelo como (nótese la comparación) un duelo anterior en el “valle de Meguido [biq’at megiddōn]” (vers. 11). También usa la expresión “aquel día” dos veces en el contexto inmediato (vers. 9, 11) y 17 veces en el contexto general (caps. 12-14), lo que apunta a un significado escatológico. Por último, en Zacarías se afirma que el Señor destruirá “todas las naciones que vengan contra Jerusalén” (vers. 9), en un contexto en el que la gente llorará por aquel “al que traspasaron” (vers. 10), una descripción que evoca la muerte de Cristo y su segunda venida, mencionada en Apocalipsis 1:7 (cf. Mat. 24:30). El foco de la batalla es más cósmico de lo que sugiere la interpretación del Monte Carmelo.
• La intertextualidad ayuda a comprender el propósito del Apocalipsis. Con su gran cantidad de alusiones a los textos proféticos de la Biblia hebrea, sería natural que Juan viera el conflicto cósmico final desde la misma perspectiva. Por unanimidad, los autores bíblicos sitúan la liberación
de los fieles y la destrucción final de los enemigos del pueblo de Dios en Jerusalén o sus alrededores. Esto ocurre en una serie de textos escatológicos del Antiguo Testamento (Isa. 29:5-8; Dan. 11:45; Joel 3:1‑17; Amós 1:2; Sof. 3:6-8; Zac. 12:1-9).[25]
Sabemos que Satanás será destruido en el contexto de la Nueva Jerusalén, que descenderá sobre el Monte de los Olivos después del Milenio.[26] Por lo tanto, ¿podría el simbolismo de Jerusalén desempeñar algún papel en el escenario del Armagedón? Es muy probable que el símbolo del monte santo de Dios, codiciado por el ángel caído, esté en el centro del Conflicto Cósmico.
Victoria cósmica
Armagedón es una guerra cósmica con varios frentes de batalla, incluidos aspectos intelectuales, espirituales, políticos, económicos e incluso militares. Implicará una confederación de las fuerzas del mal y los poderes de la Tierra para perseguir al pueblo de Dios. Esta no es una guerra en Medio Oriente o entre Occidente y Oriente. Sin embargo, Satanás podría incluir a Jerusalén en su plan de falsificación, debido a su simbolismo. Al final, Cristo viene a liberar a los fieles, combatir a los enemigos de su pueblo y destruir la estructura del mal, con este escenario como epicentro del conflicto.
El Armagedón no es una guerra convencional. De hecho, las guerras nunca son combates puramente militares. Cada guerra tiene una narración, una justificación jurídica y una batalla de propaganda ideológica. Argumentar que Armagedón es una batalla entre naciones es ignorar la naturaleza de la guerra cósmica entre el bien y el mal. Decir que es un mero símbolo significa confundir el aparato ideológico de la guerra con la batalla misma.
Independientemente de la interpretación, el mensaje central del Armagedón es la derrota definitiva del mal y el triunfo de Dios, trayendo esperanza y aliento a los creyentes acerca de la soberanía y la justicia divinas. La narración del Armagedón es un llamado a una decisión final en el campo de batalla cósmico de la Tierra.
Sobre el autor: Editor emérito de la CPB
Referencias
[1] Cf. Donald Ernest Mansell, Adventists and Armageddon (Pacific Press, 1999); y Carlos Elías Mora, “Una revisión de la concepción adventista sobre el Armagedón”, Advenimiento 1 (2004), pp. 49-55.
[2] Hans K. LaRondelle, “Armagedón: Historia de las interpretaciones adventistas”, Simposio sobre Apocalipsis, ed. por Frank B. Holbrook, Clásicos del Adventismo 7 (Gema Editores, 2011), t. 2, pp. 595-570.
[3] James White, “Thoughts on the Great Battle”, Review and Herald, 21 de enero de 1862, p. 61.
[4] Cf. Elena de White, Manuscrito 175 de 1899; y Donald E. Mansell, “Armagedón”, en Enciclopedia de Elena G. de White, ed. por Denis Fortin y Jerry Moon (ACES, 2020), pp. 651, 652.
[5] Elena de White, La educacion (ACES, 2009), p. 180.
[6] Elena de White, Eventos de los ultimos dias (ACES, 2011), p. 233.
[7] Son las siguientes: (1) “Una ubicación geográfica de Palestina, como el valle de Josafat o el monte Tabor”. (2) “La ‘montaña de la matanza’, concepto basado en Zacarías 12:11”. (3) “Los ‘lugares altos’ de Meguido, incluido el monte Carmelo”. (4) “La ciudad de Meguido”. (5) “La ‘montaña fructífera’ y la ‘ciudad fructífera’ ”. (6) “El ‘monte de la asamblea’ ”. (7) “Un monte mítico de los confines de la tierra”. Ver Jon Paulien, El Armagedon esta a las puertas (Safeliz, 2009), p. 73.
[8] Cf. Hans K. LaRondelle, “The Etymology of Har-Magedon (Rev 16:16)”, Andrews University Seminary Studies 27 (1989), p. 69.
[9] Cf. John Day, “The Origin of Armageddon: Revelation 16:16 as an Interpretation of Zechariah 12:11”, en Crossing the Boundaries, ed. por Stanley E. Porter, Paul Joyce y David E. Orton (Brill, 1994), pp. 315-326; Marko Jauhiainen, “The OT Background to Armageddon (Rev. 16:16) Revisited”, Novum Testamentum 47 (2005), pp. 385‑387, 393; y Jon Paulien, “Armageddon”, The Anchor Bible Dictionary, ed. por David Noel Freedman (Doubleday, 1992), t. 1, pp. 394, 395.
[10] Charles C. Torrey, “Armageddon”, Harvard Theological Review 31 (1938), pp. 237‑248; Meredith G. Kline, “Har Magedon: The End of the Millennium”, Journal of the Evangelical Theological Society 39 (1996), pp. 207-222; y Michael S. Heiser, The Unseen Realm (Lexham, 2015), pp. 368-375.
[11] J. Scott Duvall, Revelation (Baker, 2014), p. 217.
[12] Grant R. Osborne, Revelation (Baker Academic, 2002), pp. 595, 596.
[13] Sigve K. Tonstad, Revelation (Baker Academic, 2019), pp. 230, 231.
[14] Heródoto, Historias 1.189-191.
[15] Cf. Jay S. Casey, “Exodus Typology in the Book of Revelation” (tesis doctoral, Southern Baptist Theological Seminary, 1981).
[16] Cf. Rodney Lawrence Thomas, Magical Motifs in the Book of Revelation (T&T Clark, 2010), pp. 107-114.
[17] Jon Paulien, What the Bible Says About the End-Time (Review and Herald, 1998), p. 136.
[18] Ernst Lohmeyer, Die Offenbarung des Johannes (Mohr, 1953), p. 137.
[19] William H. Shea, “The Location and Significance of Armageddon in Rev 16:16”, Andrews University Seminary Studies 18 (1980), pp. 160-162; Paulien, El Armagedon esta a las puertas, pp. 77-83; Ranko Stefanovic, La Revelacion de Jesucristo: Comentario del libro del Apocalipsis (Andrews University Press, 2013), pp. 496, 497.
[20] Roland E. Loasby, “‘Har-Magedon’ According to the Hebrew in the Setting of the Seven Last Plagues of Revelation 16”, Andrews University Seminary Studies 27 (1989), p. 131.
[21] Meredith G. Kline, God, Heaven, and Har Magedo (Wipf and Stock, 2006), pp. 49-51.
[22] Ejemplos de su uso literal: Mat. 14:13; 24:7; Mar. 1:35; Luc. 2:7; Juan 19:41; Hech. 4:31; 1 Tes. 1:8. Ejemplos de su uso metafórico: Hech. 25:16; Rom. 12:19; 1 Cor. 14:16; Efe. 4:27; Heb. 8:7; 12:17.
[23] Jacques B. Doukhan, Secretos del Apocalipsis (ACES, 2007), p. 166.
[24] Doukhan, Secretos del Apocalipsis, p. 167.
[25] Cf. Dennis E. Johnson, Triumph of the Lamb (P&R Publishing, 2001), p. 234; y G. K. Beale, The Book of Revelation (Eerdmans, 1999), p. 838.
[26] Elena de White, El conflicto de los siglos (ACES, 2015), pp. 720, 721.