Los grandes logros y esfuerzos humanos son generalmente el resultado de un arduo trabajo y una vida sumamente disciplinada, que va de la mano de la perseverancia. La historia está llena de personas que lo intentaron muchas veces sin darse por vencidas; por eso sus nombres nunca fueron olvidados. Desde Alejandro Magno hasta Benjamín Franklin, la galería es enorme y en muchas ocasiones está marcada por la dedicación y el sacrificio. Sin duda, la disciplina marca una gran diferencia en la vida de alguien que busca tener éxito, y es fundamental para un ministro, debido a la causa que defiende.
Es importante entender bien el significado de la disciplina. Cuando se describe en términos de empleados y organización, se refiere a “la condición en que las personas se dirigen a sí mismas de acuerdo con las reglas y los procedimientos de un comportamiento aceptable para la organización. Es lo que llamamos autodisciplina y autocontrol. En otras palabras, es el control que ejercen las propias personas, sin necesidad de una vigilancia externa” (Idalberto Chiavenato, Gestion del talento humano [McGraw Hill, 2009], p. 453). Además, en un nivel más personal, este término puede entenderse como la capacidad de mantenerse firme en un objetivo o meta, incluso en medio de obstáculos.
En su libro La disciplina marcara tu destino (Conecta, 2022), Ryan Holiday afirma que, “con disciplina, no solo todo es posible, sino también todo es mejor” (p. 13). De hecho, es posible lograr mucho y con calidad si las personas permanecen fijas en sus metas y fieles a sus objetivos. El esfuerzo continuo garantiza un grado de mérito mucho mayor que el que el talento por sí solo puede ofrecer. Es obvio que el talento en cualquier profesión es importante, pero el interés por el desarrollo diario en todos los aspectos de la vida, a través de la disciplina, es fundamental. Si queremos ser más útiles, debemos ser más disciplinados. Elena de White afirmó: “Todos los que esperan ser útiles en esta vida deben formarse en la disciplina moral y mental más severa, y Dios los asistirá combinando el poder divino con el esfuerzo humano” (Testimonios para la iglesia [APIA, 2007], t. 4, p. 604).
Si deseas servir como un ministro exitoso, debes considerar la disciplina como la base de tu desarrollo personal. De manera práctica: cumple con tus horarios, termina el libro que empezaste a leer, sigue tu plan de trabajo, mantente firme en tus estudios, persevera en el cuidado de tu cuerpo y no abandones tu relación con Dios. Todo esto tiene que ver con una palabra: disciplina.
Nuestro modelo de vida y ministerio es Cristo. En él aprendemos a tener una vida equilibrada, audaz y disciplinada. La sierva del Señor escribió: “Durante toda su vida terrenal, Jesús fue un obrero fervoroso y constante. Él esperaba mucho; por lo tanto, intentaba mucho. […] Jesús no rehuyó el cuidado y la responsabilidad. […] El carácter positivo y enérgico, sólido y fuerte, que manifestó Cristo debe desarrollarse en nosotros mediante la misma disciplina que él soportó. Y a nosotros se nos ofrece la gracia que recibió él” (El Deseado de todas las gentes [ACES, 2008], pp. 53, 54). Todo pastor que practique la disciplina también recibirá la gracia de servir con calidad y poder.
Sobre el autor: Secretario ministerial de la División Sudamericana de la Iglesia Adventista.