La vida está llena de posibilidades. Tenemos un potencial inmenso que hay que explorar constantemente. Podemos llegar mucho más lejos de lo que imaginamos, pero para ello nuestras mentes deben educarse y nunca jamás rendirse ante la autocomplacencia, la obsolescencia o la irrelevancia. Debemos considerar siempre que “el verdadero ministro de Cristo debería mejorar continuamente” (Elena de White, El ministerio pastoral [ACES, 2015], p. 66). Incluso un pastor experimentado o cercano a la jubilación “no debe nunca pensar que aprendió lo suficiente y que puede cejar en sus esfuerzos. Su educación debe continuar durante toda la vida. Cada día debe aprender y poner en práctica el conocimiento adquirido” (Elena de White, Obreros evangélicos [ACES, 2015], p. 95).

En su libro Lifelong Learners: O Poder do Aprendizado Contínuo [Estudiantes de por vida: El poder del aprendizaje continuo], Conrado Schlochauer afirma que debemos “acostumbrarnos a aprender de manera autónoma, con seguridad y pasión” (p. 22), y que la educación no se limita a los primeros años de vida o al entrenamiento formal. Esto significa que, como pastores, debemos seguir aprendiendo si queremos influir en la iglesia y en el mundo en que vivimos. Quien quiere crecer nunca puede dejar de aprender; cuando aprendemos constantemente, servimos mejor, y esto se refleja en el púlpito, en la formación, en el asesoramiento, en la movilización de la iglesia y en la tarea de alcanzar a las distintas clases para Cristo.

El aprendizaje es esencial en la vida de un pastor y siempre debe tener resultados prácticos en su ministerio. Pero es necesario organizar el tiempo y definir en qué áreas centrar el aprendizaje, especialmente las relacionadas con el trabajo, y cómo establecer una rutina para alcanzar estos objetivos. Para ser buenos estudiantes y retener los conocimientos, los pastores deben cultivar buenos hábitos. Brian Tracy escribió que se necesitan “tres cualidades claves para desarrollar los hábitos de la focalización y de la concentración, cualidades que se pueden aprender. Son: decisión, disciplina y determinación” (!Tráguese ese sapo! [Barcelona: Empresa Activa, 2007], p. 20). En tu rutina, intenta responder a estas preguntas: ¿En qué áreas voy a invertir en los próximos meses? ¿Cómo voy a adquirir más conocimientos? ¿Cuántas horas dedicaré a la lectura cada día? ¿Cómo compartiré los conocimientos adquiridos?

Puede que sueñes con un posgrado, una maestría o un doctorado, pero si de momento esto no es posible, busca otras formas de desarrollarte. Tal vez estés cerca de tu jubilación o ya estés jubilado, pero recuerda que no hay edad ni límite para tu crecimiento. Reflexiona en este pensamiento de Elena de White sobre el desarrollo pastoral: “El sol de la tarde de su vida debe ser más sazonado y productivo que el sol de la mañana. Debe continuar aumentando en tamaño y en brillo hasta su ocaso detrás de las montañas del oeste. Hermanos en el ministerio, es mejor, muchísimo mejor, morir a causa del trabajo duro en un hogar o en el campo misionero extranjero, que enmohecerse a causa de la inacción. No desmayen a causa de las dificultades, no se conformen con permanecer sin estudiar y sin mejorar” (El ministerio pastoral [ACES, 2015], p. 66).

Sobre el autor: Secretario ministerial para la Iglesia Adventista en Sudamérica