El año 1957 ha pasado a la historia y ahora estamos en el umbral de 1958. Este debiera ser, en todo el sentido de la expresión, el año más grande del movimiento adventista. Cuando pasamos revista a lo que hemos hecho en 1957, no podemos menos que agradecer al Señor por sus abundantes bendiciones. De lodo corazón manifestamos nuestro aprecio a los fieles obreros que han cumplido su parte en lograr que los doce meses pasados fueran de gran progreso para la obra.

Cuando miramos a través de 1958 con sus solemnes responsabilidades, y consideramos el mundo con sus privilegios, nos vemos obligados a buscar un mensaje que sirva de inspiración y dirección para nuestro ministerio. En relación con esto, me he puesto a meditar en las últimas palabras escritas por el apóstol Pablo al joven ministro Timoteo. “Cumple tu ministerio.” (2 Tim. 4:5.) Pienso que con esto, el apóstol aconsejó sabiamente a Timoteo. Sabía que éste muy pronto tendría que tomar decisiones trascendentales respecto al adelantamiento de la obra. También sabía que el joven ministro se vería obligado a tratar con circunstancias difíciles, con adversarios de la iglesia, filosofías seductoras, frialdad espiritual, etc. Por esto le dijo: “Cumple tu ministerio.”

Vivimos en un mundo lleno de orgullo, que tiene las características atribuidas por las Escrituras al mundo que existiría precisamente en el tiempo de la segunda venida del Señor. Habitamos un mundo de riquezas, cuyos pobladores poseen más dinero y propiedades que sus congéneres de tiempos pasados. A la par del surgimiento de poderosas organizaciones y de brandes reavivamientos tendientes a mejorar la humanidad, la marea de la maldad ha alcanzado un nivel nefasto. Alguien ha descrito nuestro mundo como sigue: “Contamos con demasiados hombres de ciencia, pero con demasiado pocos hombres de Dios. Nos hemos posesionado del secreto del átomo y hemos rechazado el Sermón de la Montaña. Los hombres se tambalean a ciegas en medio de las tinieblas espirituales mientras juegan con los peligrosos secretos de la vida y la muerte. El mundo ha alcanzado esplendor sin tener sabiduría, poder sin conciencia; el nuestro es un mundo de gigantes nucleares y de enanos morales. Conocemos acerca de la guerra más de lo que sabemos sobre la paz; más acerca del arte de matar que del arte de vivir.”

Nosotros, los ministros de la Iglesia Adventista, tenemos que trabajar en un mundo como el que se acaba de describir. Y si queremos tener éxito en nuestras labores dentro del plan de Dios, a desarrollar durante 1958, tenemos que dedicar a la tarea cada facultad de nuestro ser. Quisiera que todos captáramos la visión de lo que el plan de Dios nos tiene reservado, según se desprende del término “cumple” de la cita que anotamos al principio. San Pablo pensaba que el ministerio requería el desarrollo máximo de la capacidad de cada obrero. El no era un hombre de concentración o inspiración deficientes. Era un apóstol que había puesto la totalidad de su ser al servicio del Señor.

Durante 1958 el ministerio adventista se verá confrontado con un mundo de manifiestas anomalías. Tendrá que hacer frente a las seductoras filosofías del mal oponiéndoles la verdad de la Palabra de Dios. Esto requerirá estudio cabal, oración ferviente y esfuerzo físico y mental) incesante. La religión del mundo, sin. Cristo, constituye una influencia notoria que deberá contrarrestarse mediante la verdad y la justicia. En una de las principales revistas de religión leí el siguiente pasaje:

“Casi en lodos lados se ve un gran reaviva-miento de religiones no cristianas. Los misioneros hindúes trabajan activamente en Malaya; los budistas han establecido una clínica y un hogar de ancianos en Hong Kong, y además, planean fundar una misión en el Oeste. Existe una “Sociedad del Corán,” modelada sobre el patrón de la Sociedad Bíblica, que propaga activamente el islamismo, particularmente en la Indonesia. Mientras todo esto crea una atmósfera propicia al reavivamiento del interés religioso, favorable por lo tanto a la obra de la Sociedad Bíblica y de otras misiones cristianas, también crea nuevas dificultades—especialmente donde el reavivamiento de las religiones no cristianas se ha aliado con el nuevo sentimiento nacional lista de los pueblos.’ … ¡La erección de una gran mezquita en Washington no servirá únicamente para el culto de los musulmanes de los Estados Unidos! Tiene, además, el propósito de operar como centro de propaganda para la conversión de los norteamericanos al Islam. Me atrevo a adelantar que dentro de los próximos diez años habrá varios miles de musulmanes en los Estados Unidos.”

Las grandes religiones falsas se están levantando. Las sectas pseudocristianas están planteando un problema complejo a la verdadera religión de Cristo. Esto nos lanza un nuevo desafío. He leído en la revista Eternity, publicación dedicada a defender la fe cristiana, un artículo referente a los Testigos de Jehová y a su evangelio de confusión. La obra que realiza esta secta pseudocristiana es de vastas proporciones. Para fines de 1954 los Testigos de Jehová habían distribuido 73 millones de ejemplares de sus revistas. Este guarismo representa un aumento de 9.400.000 ejemplares sobre el año anterior. En adición a esto, en 1954 los Testigos publicaron unos 70 millones de libros y folletos, en más de cien idiomas, que circularon en 160 países… En tanto que la feligresía combinada de las 254 denominaciones que existen en los Estados Unidos ha tenido un aumento de 74 % en los últimos 25 años, ¡la de los Testigos de Jehová ha experimentado un 2.300 % de aumento! En la actualidad hay más de 250.000 Testigos de Jehová en los Estados Unidos y el Canadá; y más de 700.000 en todo el mundo.”

Resulta interesante notar que en el decenio de 1942 a 1952 la feligresía de esa denominación ha experimentado un aumento de 15 veces en Sudamérica. Hay también otras organizaciones que trabajan, no sólo en otras partes del mundo, sino también en nuestro territorio de América Latina, que se están revelando como competidoras reales de la verdad de Dios. Al pensar en el año 1958, comprendemos que todo esto constituye un gran desafío para nuestro movimiento. Verdaderamente, cuando vemos la condición imperante en el mundo religioso, debiéramos sentirnos impulsados por el Espíritu de Dios a oponernos con todas nuestras fuerzas a las falsas enseñanzas.

La influencia del movimiento adventista ha alcanzado una posición nunca vista en cuanto al concepto favorable que ha logrado en el mundo. Estamos en condiciones de apoyar con evidencias esta declaración. En el Readers Digest (en inglés) de octubre de 1956 apareció un artículo titulado “Medicine Man of the Amazon.” [“El médico del Amazonas.” El artículo mencionado habla acerca de la abnegada labor realizada durante 27 años por el pastor Leo Halliwell y su esposa, en el Amazonas y sus afluentes.] Nunca antes se había dado publicidad tan vasta a nuestra obra misionera. En 1957 la revista Eternity ha escrito acerca de los adventistas en términos que desconocíamos hasta entonces. El Dr. Martin, destacado clérigo bautista que tuvo la intención de clasificar a los adventistas como una secta no cristiana, ahora ha escrito un libro intitulado “La Verdad Acerca de los Adventistas del Séptimo Día;” en él expone favorablemente nuestros puntos de vista sobre las doctrinas bíblicas. En la revista Eternity apareció una serie de artículos que justifican la teología adventista. En una revista de amplia circulación leí acerca del número de misioneros protestantes enviados al extranjero por los Estados Unidos y el Canadá. El párrafo en cuestión es el siguiente:

“Los metodistas envían más misioneros a ultramar; su número alcanza a 1.513. A continuación están los adventistas, con 1.272. Luego sigue la Iglesia Presbiteriana de los EE. UU., con 1.072; y por último, la Misión del Sudán Interior, con 1.024.”

Estoy seguro de que nuestros lectores reconocerán que no es nada despreciable el hecho de que los adventistas figuren en segundo lugar en una lista como ésta. Se ha hecho una publicidad muy favorable a la circulación de la obra del pastor L. E. Froom, “The Prophetic Faith of Our Fathers.” En 1957 se publicó el séptimo tomo de la obra monumental. “Seventhday Adventist Bible Commentary.” Esta realización marca época en la historia de la exégesis bíblica, en lo que se refiere a la Iglesia Adventista. Todas estas realizaciones, y muchas más que podrían mencionarse, colocan a los adventistas en el punto más favorable de su historia. Ahora es el momento de realizar la gran obra. No debe transcurrir más tiempo sin que comience un movimiento de gran significación para la terminación de la obra.

Frente a 1958, no podemos menos que hacer planes para el adelanto del mensaje. A fin de “cumplir” nuestro ministerio, desde el mismo comienzo del año debiéramos trazar planes definidos de evangelización. Confiamos en que cada obrero de la organización adventista reconocerá en el evangelismo el fin primordial de nuestra obra.

Nuestra poderosa tarea de evangelización se cumplirá únicamente en la medida en que cada obrero reconozca que su trabajo contribuye al objetivo de salvar almas. Los dirigentes departamentales debieran considerarlo el fin al que tienden todos sus esfuerzos; sea que pertenezcan a la obra educativa, a la del colportaje, a la de temperancia o a cualquiera otra, el objetivo final debiera ser influir en las personas para que se decidan en favor de Cristo.

“Cumplimos” nuestro ministerio al hacer planes para predicar en ciudades de América que nunca han oído la voz de un predicador adventista. Esto nos llevará a descubrir que hay muchos que esperan el mensaje que los adventistas predicamos durante años. Mientras tememos encontrar un recibimiento desfavorable, hallaremos a personas devotas esperando .un mensaje como el nuestro, que aceptarán de todo corazón y comenzarán a practicarlo. En esos lugares donde no hemos trabajado todavía, hay personas que gustosamente pondrán sus recursos a disposición de la obra adventista mundial.

Como ministros experimentados deseosos de cumplir nuestro ministerio, debemos preparar a los jóvenes en la promoción de las campañas de evangelización. Los obreros que han adquirido experiencia en la obra evangélica en las grandes ciudades deben ahora compartir como nunca antes sus conocimientos, consejos y orientación con los jóvenes. Nuestra obra se expande a una velocidad tal, que requiere el envío de los obreros jóvenes a puestos de avanzada mucho antes de lo que habíamos pensado. Somos semejantes a un ejército, y necesitamos preparar oficiales que presten servicio durante el transcurso de 1958.

No hay otra actividad mediante la cual podamos ejercer mayor influencia como ministros, que la de la preparación de nuestros obreros voluntarios para las tareas evangélicas y ganadoras de almas. Cuán admirable sería si pudiéramos aumentar el número de obreros voluntarios capaces de ir a un barrio de una ciudad y celebrar reuniones evangélicas donde asistan 20 ó 30 personas. Qué aumento de almas ganadas se lograría si esos obreros voluntarios fuesen preparados por nuestro ministerio para que cada año lleven a la iglesia dos, cuatro, seis o más personas. ¡Cuán pronto se predicaría el Evangelio a todo el mundo si cada miembro de iglesia se convirtiera en un efectivo ganador de almas! Si cada obrero voluntario de las filas adventistas ganara a una sola persona durante 1958, la feligresía se duplicaría. Si sólo la mitad de nuestros obreros voluntarios ganaran un alma para Cristo, la feligresía de la Iglesia Adventista experimentaría un aumento de medio millón de miembros.

Hermanos míos, pensad en el enorme potencial representado por una feligresía activa. No cumpliremos cabalmente nuestro ministerio si no prestamos atención a los predicadores voluntarios. Al esforzarnos por “cumplir” nuestro ministerio, descubriremos que debemos aumentar grandemente nuestro interés y esfuerzos en todo sentido, respecto de la obra pastoral.

Al iniciar nuestra obra en 1958, recordemos que el fin primordial de nuestro ministerio pastoral consiste en preparar a un pueblo para la eternidad. La obra de integrar a los nuevos conversos a la vida y las actividades de la iglesia, constituye una tarea de inmensas proporciones. He observado que algunos de los nuevos miembros se desaniman a las pocas semanas o meses de haberse bautizado, porque no se los integró a la vida de la iglesia. Los pastores y obreros voluntarios deben esforzarse por ambientar a estos nuevos hermanos y conservarlos dentro del redil. Podemos fortalecer nuestra obra pastoral fortaleciendo los cultos de la iglesia. Estos debieran ser motivo de nuestra constante preocupación. La adoración precede al servicio. Por ¡o tanto la naturaleza de nuestro servicio depende en gran medida de la calidad de nuestra adoración. Debemos integrar los nuevos miembros a la vida de la iglesia, y enseñarles que su religión debe formar parte de sus tareas seculares. El miembro de iglesia que acciona la máquina de una fábrica, debiera sentirse responsable por la salvación del obrero que trabaja junto a él. Cada ser humano es en cierto sentido un valor potencial para la ganancia de almas.

Debe darse gran importancia a la celebración de la Cena del Señor. Como ministros que hemos de “cumplir” nuestro ministerio, debemos administrar regularmente este rito a la iglesia. Ninguno de los cultos regulares tiene para el creyente tanto significado como este rito. No dudo de que la Cena del Señor podría salvar a muchos del desánimo y la apostasía si les fuera administrada en él momento oportuno. Es un servicio de poder, instituido por Cristo mismo. “Cumplamos” nuestro ministerio en 1958 oficiando en los ritos de la iglesia.

Al entrar en el año 1958, quiera Dios establecer un nuevo vínculo de unión en nuestras relaciones como obreros de su causa. La unidad es una señal de poder. La desunión es signo de debilidad. El ministro, para “cumplir” su ministerio, debe reconocerse parte integrante de una iglesia mundial. El pastor que “cumple” su ministerio insistirá en la grandeza del principio de la unidad entre los creyentes de un país con los de otro país. No sólo debemos reconocer nuestra responsabilidad respecto de nuestro vecino de enfrente, sino también hacia nuestro semejante de allende los mares.

Una de las tareas del ministerio consiste en enseñar a los miembros de la iglesia que la unidad es esencial; la unidad de los creyentes en Cristo de todo el mundo. Este sentimiento ecuménico nos inclinará a orar por los inconversos de cerca y de lejos. Impresionará a los verdaderamente convertidos con el anhelo de compartir todo lo que conocen con aquellos que viven sin el Evangelio. Creo sinceramente que cada hermano, aisladamente, y lodos unidos debiéramos orar fervientemente en favor de la evangelización de todos los pueblos, para que se inicie un gran reavivamiento espiritual. El apóstol Pablo creía en la oración. Pidió que los miembros oraran por él; y por su parte les aseguró a los feligreses de sus iglesias que él oraría por ellos. Todos conocemos los hechos admirables que este ministerio obró en favor de la iglesia primitiva. Que Dios nos ayude con su gracia y poder para que “cumplamos” nuestro ministerio en 1958.

Sobre el autor: Presidente de la División Sudamericana