Al final de un período de duro trabajo, los discípulos regresaron junto a Jesús para disfrutar de su compañía. Habían completado una agitada jornada misionera y ahora, extenuados, se presentaron ante el Salvador. El compasivo Nazareno, contemplando a esos vacilantes galileos, casi vencidos por la fatiga, les dijo: “Venid vosotros aparte a un lugar desierto, y descansad un poco” (Mar. 6:31). En las páginas del Ministerio Adventista, hemos publicado varios artículos sobre la labor del pastor y su programa de trabajo. Sin embargo, hemos publicado muy poco acerca de la necesidad de un programa de reposo para el predicador.

Sí, a los ministros que están siendo vencidos por el agotamiento mental y físico, aquellos que están sobrecargados por la continua presión de sus deberes pastorales, a éstos el Señor también les dice: “Venid… y reposad un poco”.

El programa de un pastor se caracteriza por una serie ininterrumpida de labores exhaustivas. Los intervalos de reposo tan necesarios, aumentarán las fuerzas para iniciar esas tareas y también darán la energía para llevarlas a cabo. En efecto, el delicado mecanismo humano no puede perdurar sin esta saludable alternativa entre el trabajo y el reposo.

Una batería de automóvil tiene un límite de resistencia. Cuando una carga que se le aplica sobrepasa este límite, las placas interiores se deterioran. Del mismo modo, una mente y un cuerpo humanos tienen un límite de resistencia. Si los sobrecargamos demasiado, provocaremos la ruptura del equilibrio nervioso.

Debemos, pues, cultivar el arte del reposo, teniendo en vista el reabastecimiento de las energías gastadas y la restauración del vigor debilitado en el cumplimiento de las obligaciones pastorales.

Una noche de reposo tranquilo y reconfortante constituye una necesidad incuestionable en la vida del obrero. Sin embargo, algunos de nosotros, después del reposo nocturno, despertamos a la mañana siguiente cansados, abatidos e indispuestos. Dormimos, es cierto, sin interrupción toda la noche, sin embargo nos despertamos fatigados sin entusiasmo para iniciar la tarea cotidiana.

Esto ocurre generalmente cuando después de un día de intensa y extenuante actividad, nos vamos a la cama con los nervios en tención v la mente atiborrada de lo perturbadores problemas pastorales. Y es evidente que cuando el espíritu no reposa, el cuerpo no disfruta en su plenitud de los beneficios del sueño.

Necesitamos por lo tanto, después de las actividades del día, refrenar la imaginación y librar la mente de todas las actividades, los cuidados y las aflicciones que impiden el completo relajamiento de los músculos y la reconfortante tranquilidad del espíritu.

Cuando nos preparamos para dormir, al apagar las luces, debemos apagar también todos los pensamientos que se relacionan con los cuidados de la iglesia o los problemas del evangelismo. Únicamente así podremos disfrutar de los beneficios plenos que resultan del sueño nocturno.

Sin embargo, existe otro descanso que el organismo reclama: el descanso semanal. Aquel que enseña la necesidad de la observancia del cuarto mandamiento, no solamente como un refrigerio espiritual, sino también como un descanso para la mente, los músculos y los nervios, debe practicar lo que predica. En efecto, para el predicador adventista el sábado es un día de trabajo absorbente. El domingo, por las inmensas posibilidades que ofrece la obra de evangelismo, también es un día de afanosa actividad para el obrero diligente.

Creemos, pues, que el lunes es un día muy apropiado para él descanso del pastor. En este día, la mente y el cuerpo, tanto como sea posible, deben estar en un estado de absoluta relajación, libro de todas las preocupaciones y las ansiedades. Este reposo rejuvenece al cuerpo gastado, revigoriza los músculos fatigados. tonifica los nervios exhaustos y restaura e] vigor mental.

Son muy oportunas las siguientes palabras de la Hna. White acerca del tema que nos ocupa: “Es necesario que los obreros elegidos de Dios escuchen la orden de retirarse aparte y descansar un poco. Muchas vidas valiosas han sido sacrificadas por causa de la violación de esta orden. . .. Cuando un obrero ha estada bajo fuerte presión de congoja y ansiedad, y está recargado tanto corporal como mentalmente debe apartarse y descansar un poco, no para satisfacer su egoísmo, sino a fin de estar mejor preparado para los deberes futuros” (Obreros Evangélicos. pág. 260).

En su libro Arte de Vivir, dice Andró Manrois: ‘‘Vi a ministros franceses, tan agotados < que sus ojos se cerraban contra su voluntad, condenados a tomar una decisión de la cual dependía la paz de Europa. En tales casos. El reposo se tornaba un deber”.

Un ministro del Evangelio se encuentra continuamente con problemas que reclaman decisiones sabias, pues implican intereses eternos. ¿Pero qué clase de decisión podemos esperar de un hombre debilitado por el agotamiento físico y torturado por la fatiga mental?

Otra vez reproducimos las palabras de la mensajera de Dios: “Y hoy día es a los que se olvidan de sí mismos, aquellos que trabajan hasta el mismo límite de su capacidad, que sienten angustia por no poder hacer más, y que, en su celo van más allá de sus fuerzas, a quienes el Salvador dice: ‘Venid vosotros aparte … y reposad un poco’” (Id., pág.261).