¿Está el Señor decepcionado con su iglesia? ¿Ha fracasado en su tarea de predicar con poder los mensajes de los tres ángeles en todo el mundo en el tiempo fijado? Si esto es así, escuchemos lo que dice, la sierva del Señor: “La obra que la iglesia no ha hecho en un tiempo de paz y prosperidad, tendrá que hacerla en una terrible crisis, y bajo las circunstancias más desanimadoras y difíciles” (Evangelismo, pág. 31). Esta crisis está sobre nosotros. Considerémosla.
La terrible crisis
La humanidad está perturbada por la guerra fría que se desarrolla en la actualidad, y por el conocimiento de que uno de los muchos lugares de controversia que hay en el mundo podría constituir la chispa que iniciaría la tercera guerra mundial. Las naciones que tienen una filosofía atea y pagana de la vida están amenazando la supervivencia de la tibia civilización cristiana del hemisferio occidental. Y parecería que también está amenazada la supervivencia de todo nuestro planeta.
A pesar de este tambaleante marco de referencia, hay multitudes que se entregan al amor del placer, al pecado y al vicio. Dicen que creen en Dios, pero ignoran su consejo. Parecen haber perdido su conciencia y no tener capacidad de distinguir entre lo bueno y lo malo; tampoco disciernen entre la verdad y el error. Hay una pasión por el poder, el prestigio, el honor y la riqueza. El egoísmo y la falsedad, el odio y la perversidad, están demostrados, en todas partes. Algunas manifestaciones pasionales han provocado desavenencia entre las naciones, odio entre diferentes razas, y en ciertos lugares hasta intolerancia religiosa y persecución. El mundo se está rompiendo en pedazos bajo su carga de vergüenza, pecado y rebelión. Sí, en esta “terrible crisis” tendremos que terminar la obra que no llevamos a cabo en tiempo de paz y prosperidad.
Circunstancias desanimadoras y difíciles
Hace años la mayor parte de las religiones cristianas tenían un fundamento común sobre el cual se apoyaban: la Biblia. Pero actualmente son muy pocos, únicamente los evangélicos fundamentalistas, los que aceptan la Biblia, la cual nos dio el Espíritu Santo, mediante sus profetas y apóstoles, como la única autoridad en la fe y doctrina cristianas. La Iglesia Católica dice: “Sin embargo, no toda la verdad revelada está contenida en la Biblia” (Catholic Encyclopedia, tomo 2, pág. 543). En el tomo 15, pág. 6, dice que “hay de hecho, y debe haber necesariamente ciertas verdades reveladas aparte de las que están contenidas en la Biblia”.
El protestantismo en general el cual desde la Reforma fue considerado como el campeón de la verdad bíblica, actualmente a través de sus teólogos liberales y neo ortodoxos está rechazando mucho de la Biblia como absurdo y sin significado, declarando que aunque éste es el mejor libro acerca de Dios, está manchado por interpretaciones humanas, y que por lo tanto es imposible que el hombre conozca la exacta voluntad de Dios. La verdad sólo es relativa. Aunque parezca extraño, aun se declara que no puede decirse que exista Dios.
Debido a esta predicación distorsionada, tanto como a la falta de enseñanza cristiana de millones de niños, la mayor parte de la actual generación de protestantes no saben qué deben creer. Ya no tienen más idea de las bases defendidas por la gran Reforma. Han desarrollado una actitud de indiferencia a la verdad, y creen que cualquier religión sirve, y que prácticamente cualquier iglesia conduce al cielo.
Por lo tanto, creo que la razón que nos asiste para terminar la obra de Dios “en una terrible crisis y bajo las circunstancias más desanimadoras y difíciles”, es el hecho de que “caída es, caída es la grande Babilonia, y es hecha habitación de demonios”. Consideremos las innumerables iglesias, sectas, cultos y religiones paganas que creen en Dios pero están muy distanciadas por todas las filosofías imaginables. Qué confusión de creencias, unas procurando desquiciar a las otras.
En adición a esto, la Iglesia Católica, con el futuro Concilio Ecuménico, tiene la esperanza de reunir en su seno por lo menos a una parte del mundo cristiano dividido. Se pretende que la civilización occidental puede sobrevivir únicamente mediante la fuerza de la unión de todas las iglesias en un solo cuerpo. La divisa es: “Unidos triunfaremos; desunidos todos seremos desarraigados”. La necesidad de unidad parece ser de mucho más urgencia que la “obediencia de la verdad, por el Espíritu”.
Las iglesias cristianas nominales, cuyo poder espiritual parece estar desapareciendo a causa de la rápida apostasía, parecen estar unidas en una cosa, mediante fluidos escritos y clamorosas voces: en su desprecio e intolerancia hacia el mensaje de Apocalipsis 14. En muchos casos persiguen el movimiento que la profecía ha anunciado que se levantaría como la única esperanza para un mundo moribundo, ese movimiento que exalta a Cristo y defiende su santa ley.
Sí, las actuales actividades desorientadoras de los “tres espíritus inmundos” en medio de dificultades insuperables en todo el mundo, son “las circunstancias más desanimadoras y difíciles” bajo las cuales nosotros como ministros juntamente con toda la iglesia tenemos que terminar la predicación de estos postreros mensajes de esperanza. Humanamente hablando, es una tarea hercúlea.
“Por tanto, id” “Yo os envío”
El Señor nos dice hoy: “Toda potestad me es dada en el cielo y en Ja tierra. Por tanto, id, y doctrinad a todos los gentiles, bautizándolos en el nombre del Padre” (Mat. 28:18, 19). Únicamente en la medida en que nos entreguemos a Cristo puede, mediante nosotros, poner en acción su poder grandioso e inconmensurable para la predicación del Evangelio. Para él no hay ningún obstáculo demasiado grande. “Por tanto, id”, parafraseado, significa: “Id porque yo soy la fuente de todo poder. No hay nada imposible para mí”.
Pero también dijo: “He aquí, yo os envío como a ovejas en medio de lobos: sed pues prudentes como serpientes, y sencillos como palomas” (Mat. 10:16). El Cordero de Dios describe aquí un zoológico en miniatura: ovejas, lobos, serpientes y palomas. En general, las ovejas son las víctimas de los lobos. Los lobos son los enemigos de las ovejas. Cuando se envía a las ovejas entre los lobos, van a una muerte segura. ¿Cuál es entonces nuestra arma cuando el Señor nos envía como ovejas entre lobos? Es la “espada del Espíritu; que es la Palabra de Dios” (Efe. 6:17). Pero el Espíritu de Dios trabaja con la inocencia y la franqueza de la paloma y al mismo tiempo con la sabiduría de las serpientes. No quiere que seamos serpientes astutas que matan y destruyen con su veneno y potencia muscular. Con tanta indiferencia hacia la verdad, el Señor quiere que sus ministros sean en su obra de ganar almas tan sabias como es Satanás cuando emplea
El poder de los “lobos” es sobremanera grande. Pondrá el error en el lugar de la verdad; se opondrá, perseguirá, y aun destruirá al pequeño rebaño de ovejas cuando éste se esfuerce por predicar los mensajes de los tres ángeles. Pero a medida que el obrero trabaje comprenderá que “toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra”, y que el poder de los lobos no se compara con el poder del Padre celestial.
El ministerio necesita hoy hombres y mujeres guiados por la sabiduría de Dios y que tengan un espíritu de aventura gobernado por un fuerte sentido de responsabilidad. El obrero consagrado de Dios encontrará que la tarea es excitante, exigente, y singularmente recompensadora. No hay otro gozo mayor que el de ganar almas para Cristo.
Parece que hay un reavivamiento en la dirección de la obra de Dios en esta hora undécima de la historia del mundo. Damos gracias a Dios por los dirigentes que él nos ha dado en todos los niveles de nuestra organización, porque han tomado a pecho el consejo del Señor: “Somos demasiado estrechos en nuestros planes. Debemos tener una mayor amplitud de mente… Debemos salir de nuestra mezquindad y realizar planes mayores” (Evangelism, pág. 46).
Por ejemplo, en la Asociación de Georgia- Cumberland, el presidente, A. C. McKee, y sus obreros, prometieron orar y trabajar para alcanzar 700 bautismos en 1961. En la reunión de, obreros celebrada hace poco en la Asociación de Michigan el presidente N. C. Wilson y sus colaboradores, decidieron trabajar para ganar no menos de 2.000 bautizados en 1961. D. H. Baasch, de la Unión Mejicana, escribe: “Los obreros de nuestra unión han prometido alcanzar un blanco mínimo de 3.000 personas bautizadas en 1961”. M. S. Nigri, presidente de la Unión Brasileña del Sur también escribe: “Nuestro blanco es 5.000 almas bautizadas en 1961”. Este espíritu decidido a ganar almas para Cristo permea toda nuestra organización mundial.
Pero debemos recordar que estos blancos de ganancia de almas pueden alcanzarse en esta “terrible crisis” únicamente bajo “las circunstancias más desanimadoras y difíciles”. Requiere en primer lugar un ministerio lleno del Espíritu, un ministerio que esté dispuesto a soportar dificultades y al mismo tiempo ser audaz y valiente; un ministerio que, si es necesario, soporte pacientemente la oposición, el ridículo y la persecución; un ministerio que no permanezca inactivo cuando se vea frente a las dificultades y los obstáculos, no importa cuán insalvables parezcan. Pero más que ninguna otra cosa, requiere un ministerio que tenga una pasión y un amor por las almas perdidas y sienta que ningún sacrificio es demasiado grande para ganarlas para Cristo.
Un llamamiento a nuestros colegios
En cada guerra es la juventud la que gana las batallas, y en cada guerra el espíritu de amor por el terruño ha forjado a más de un héroe. Por lo tanto, en esta hora final de la historia del pecado en este mundo, los profesores y maestros de nuestros colegios con toda seguridad inspirarán a nuestros alumnos de los cursos ministeriales con el espíritu de dedicación, de sacrificio, de aventura y de amor por las almas. Puedan ellos ser utilizados por Dios para cambiar a los lobos en ovejas por el poder de, su Evangelio, y que puedan vencer todo obstáculo y finalmente obtener gloriosas victorias.
Dios quiera que nuestra admirable juventud responda voluntariamente a este audaz desafío. Para algunos puede significar encarcelamiento o tortura, ¡jorque vendrá el tiempo cuando “cualquiera que os matare, pensará que hace servicio a Dios” (Juan 16:2). Sin embargo, con un ministerio decidido a pelear valientemente, sin temor y audazmente por la fe que una vez fue dada a los santos, el mensaje no tardará en triunfar, y la iglesia militante será transformada en la iglesia triunfante, lista para recibir a su Señor cuando regrese.
Sobre el autor: Director adjunto de la Asociación Ministerial de la Asoc. General