Se ha acusado a los adventistas de sustentar la misma creencia que tienen los Testigos de Jehová acerca de Miguel: de que el arcángel Miguel era Jesucristo antes de su encarnación, y que es un ser creado. ¿Es válida esta acusación? Si Miguel es Cristo, ¿cómo explican Judas 9?
Rechazamos enfáticamente la idea manifestada en esta pregunta, y la posición sostenida por los Testigos de Jehová. No creemos que Cristo sea un ser creado. Como denominación, no hemos considerado la identificación de Miguel de suficiente importancia como para darle un lugar destacado en nuestras publicaciones o en nuestra predicación. Pero tenemos un concepto definido sobre este tema, y estamos preparados para exponerlo. Y podríamos añadir que nuestra posición acerca de Miguel ha sido sostenida por varios eminentes eruditos durante los siglos. Por lo tanto no estamos solos en nuestro modo de entender este asunto.
Creemos que el término “Miguel” es sólo uno de los múltiples títulos que se aplican al Hijo de Dios, la segunda persona de la Deidad. Pero este criterio de ningún modo entra en conflicto con nuestra creencia en su plena divinidad y eterna preexistencia, ni tampoco desacredita en lo más mínimo su persona y su obra. En el libro de Judas se habla de Miguel como el arcángel. Y si no fuera por otras referencias bíblicas que lo presentan con otro enlace, podría concluirse a primera vista que era un ser creado, como los ángeles en general. Sin embargo creemos que esos otros enlaces revelan su verdadero status, y que, en adición, sirve como dirigente supremo de las huestes angélicas. Pero su desempeño de esa función no hace de él un ángel creado. En el estudio de este asunto debe considerarse una cantidad de factores importantes.
Cristo en relación con las huestes angélicas
Los ángeles son seres creados (Col. 1:16), y como tales no deben ser adorados (Col. 2:18; Apoc. 19:10). Son los mensajeros de Dios enviados a aquellos que serán herederos de la salvación (Heb. 1:13, 14).
Pero Cristo tiene un nombre “tanto más excelente que los ángeles” (Fil. 2:9), superior al de cualquier ángel en el cielo (Efe. 1:21). Los ángeles están sometidos a él (1 Ped. 3:22). Se inclinan ante él (Fil. 2:10), y lo adoran (Heb. 1:6). Los ángeles de Dios rehúsan la adoración de los hombres (Apoc. 22:8, 9).
El hijo de dios en el antiguo testamento
En el Antiguo Testamento se habla de un Ser divino a quien se llama el “Ángel de Jehová” (Exo. 3:2), el “ángel de Dios” (Exo. 14:19), y el “ángel de su faz” (Isa. 63:9), el “ángel del pacto” (Mal. 3:1); también “el Ángel” (Exo. 23:20), “mi Angel” (vers. 23), y “su ángel” (Dan. 3:28). Analicemos algunas de estas referencias.
1. El Ángel de Jehová.
(a) Cuando se manifestó a Gedeón (Juec. 6:11-22). El “Ángel de Jehová” (vers. 11) se hace equivaler a “Jehová” (vers. 14); y “edificó allí Gedeón altar a Jehová” (vers. 24).
(b) Cuando se manifestó a Manoa (Juec. 13:3-21). La esposa de Manoa habla del “ángel de Jehová” (vers. 3) a quién había visto, como de “un varón de Dios” (vers. 6), y Manoa dijo “a Dios hemos visto” (vers. 22).
(c) Cuando se manifestó a Josué (Zac. 3:1-6). “El ángel de Jehová” hizo pasar el pecado de él, y le cambió las vestiduras, o le concedió la justicia (vers. 4). Esta es una prerrogativa de la Deidad.
2. “El ángel” que visitó a Jacob. Este ángel (Ose. 12:4) se le apareció a Jacob con la apariencia de un varón (Gén. 32:24). El Ángel (varón) bendijo a Jacob (vers. 29), y Jacob dijo: “Vi a Dios cara a cara” (vers. 30).
No está permitida la adoración a los ángeles (Col. 2: 18; Apoc. 19: 10; 22:8, 9). Esto constituye una diferencia importante entre Cristo y los ángeles.
3. “El ángel de su faz”. Este Ángel “salvó”, “redimió” (Isa. 63: 9), por eso se lo iguala con la Deidad (cf. Isa. 43:11; 44:6).
4. “Mi Ángel”. Este “Ángel” (Exo. 23: 23) podía perdonar la transgresión, y el nombre de Dios está en él (vers. 21). Como el perdonar el pecado es una prerrogativa de Dios
(Mar. 2:7), parece ser inevitable la conclusión de que “mi Ángel” es un miembro de la Deidad. Considerando estos antecedentes, no es difícil reconocer que en los días de la antigüedad había junto a Dios Uno que era conocido en los casos mencionados como “el ángel de Jehová”, o “mi Ángel”, y posteriormente como “mi Hijo” (Sal. 2:7). Al mismo tiempo era “mi ungido” (heb., Meshiach). También se lo llama “un niño”, “hijo” (Isa. 9:6). Y este “hijo” no es otro que el “Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz” (vers.
6). En el pasaje del Targum correspondiente a Isaías 9:5 se lee: “Consejero Admirable, Dios fuerte, el que vive para siempre, el Ungido [o Mesías]”.
La identidad del “príncipe de los príncipes”
La expresión “Príncipe de los príncipes” ocurre una sola vez en el Registro Divino, en Daniel 8:25. En la visión vista por Daniel un poder opositor que “contra el príncipe de la fortaleza se engrandeció”; en la explicación dada a Daniel se dice que este poder se levantaría contra “el Príncipe de los príncipes”. El “príncipe de la fortaleza” se hace equivaler al “Príncipe de los príncipes”. Con esto es obvio que se hace referencia a la Deidad. Tal expresión es similar a otras expresiones que ocurren en la Palabra. Salmo 136:3 habla del “Señor de señores”, Deuteronomio 10:17 habla de “Dios de dioses”, y Apocalipsis 19:16 habla de “Rey de reyes”. El Dr. Slotki, en su Comentario sobre Daniel, demuestra que la expresión “Príncipe de príncipes” (Dan. 8:25) es la misma que “príncipe de la fortaleza” del versículo 11. Y la Biblia de Cambridge al comentar estas dos expresiones dice:
“i. e. Dios”. Pero también se alude a este “Príncipe de príncipes”, o “príncipe de la fortaleza” con el nombre de Miguel. En Daniel 10:21 se habla de “Miguel vuestro príncipe”, y en Daniel 12:1, de “Miguel, el gran príncipe”. Pero este Príncipe es también el Mesías, porque en Daniel 9:25 leemos acerca del “Mesías Príncipe”. Otros concuerdan con este criterio. José Parker declara: “Miguel era conocido entre los antiguos judíos como el ángel o el príncipe que tenía en especial cuidado a la nación de Israel. Los mejores escritores judíos concuerdan en enseñar que el nombre ‘Miguel’ es lo mismo que el título ‘Mesías’. Sostienen ellos que los pocos pasajes donde se hace referencia a él pueden explicarse satisfactoriamente basándose en esta suposición. El varón de quien se habla en el texto era ‘un varón vestido de lienzos, y ceñidos sus lomos de oro de Uphaz; y su cuerpo era como piedra de Tarsis, y su rostro parecía un relámpago, y sus ojos como antorchas de fuego, y sus brazos y sus pies como de color de metal resplandeciente, y la voz de sus palabras como la voz de ejército’ (Dan. 10:5, 6). Este es el personaje deslumbrador e innominado que ha excitado la imaginación religiosa en todos los tiempos. Un día —no uno de los días fríos y grises de la tierra, sino un día de una perspectiva más brillante— veremos a ese Personaje, y lo nombraremos, y le agradeceremos por haber velado misericordiosamente una luz que hubiera enceguecido a la creación” (The People’s Bible, tomo 16, pág. 438).
El Ser innominado de Daniel 10:5, 6 —pero descripto como teniendo la apariencia del relámpago es bien conocido en la visión apocalíptica. En Apocalipsis 1:13-15 se encuentra una descripción similar de él. ¿No es el qué no se nombra en Daniel 10:5, 6 nombrado en Daniel 10:13, cuando se lo designa como Miguel?
Los escritores del Nuevo Testamento también se apropian de este concepto y aplican la terminología de Daniel a Jesucristo nuestro Señor. Se lo declara como el “Autor de la vida” (Hech. 3:15); “Príncipe”, y “Salvador” (Hech. 5:31); y “príncipe de los reyes de la tierra” (Apoc. 1:5).
Este Príncipe, o Mesías, de las visiones apocalípticas de los días de la antigüedad, es así equivalente a Miguel. Por esto el nombre de Miguel, creemos, es uno de los títulos del Hijo del Dios viviente. Pero a Miguel se lo llama arcángel (Judas 9), y esta denominación, creemos, también se aplica a Jesús nuestro Señor.
El término “arcángel”
Después de considerar a Cristo como el “Ángel de Jehová” y de sentar el hecho de que “Miguel” y “arcángel” son títulos fe’ nuestro Señor, observemos la significación de la* primera parte del término “arcángel
“Arch” pertenece al prefijo grieto Archin pero también deberían considerarse palabras. Afines como arché y archón.
Arché significa principio, y también puede encerrar las ideas de gobierno y autoridad. Se lo traduce por “imperio” [“dominio”, VM] (1 Cor. 15:24), “principado” (Efe. 1:21), y “primeros rudimentos” (Heb. 5:12). Archón significa “príncipe”, “gobernador”. Arché y archón algunas veces son empleadas en relación con nuestro Señor, como en el caso de la expresión “Ángel de Jehová”. Arché es empleado en sentido mesiánico en Isaías 9:6 donde en la Septuaginta (traducción de Bagster) se lo rinde “gobierno” en la expresión “cuyo gobierno [arché] está sobre su [del Mesías] hombro”. En el Nuevo Testamento, Jesús nuestro Señor es llamado “el principio” [arché] (Col. 1: 18), y también el “Alfa y Omega, el principio [arché] (Apoc. 21:6; véase también Apoc. 22: 13). Archón se rinde a menudo como “gobernante”, “príncipe”, etc. Pero en el Nuevo Testamento se lo emplea una vez en relación con Jesús “el príncipe [archón] de los reyes de la tierra” (Apoc. 1:5).
Archón es empleado en ciertas ocasiones con sentido mesiánico, y así se refiere a Cristo nuestro Salvador. Es un “príncipe [archón] y comandante a los pueblos” (Isa. 55:4, Septuaginta, traducción de Bagster); es el que ha de “ser gobernante [archón] de Israel” (Miq. 5:2, Septuaginta, traducción de Bagster).
Otra palabra griega que tiene el mismo prefijo archi es archégos, derivada de archi y hégeomai o agó —guiar, dirigir, etc.
Archégos, como se emplea en la Septuaginta, generalmente se lo rinde en la traducción de Bagster como “cabeza”, “capitán”, “jefe”, “gobernante”, “príncipe”, etc. Pero en el Nuevo Testamento se lo emplea únicamente con referencia a nuestro Señor. Se alude a él como capitán: “El capitán [archégos] de su salvación” (Heb. 2:10); como autor: “El autor [archégos] … de nuestra fe” (Heb. 12:2, margen: “iniciador”); como Príncipe: “Un Príncipe [archegos] y Salvador” (Hech. 5:31); y “el Príncipe [archégos] de la vida” (Hech. 3:15, margen: “autor”).
El estudio de las palabras griegas de los párrafos anteriores muestra que algunas veces se han aplicado a Cristo nuestro Señor; además, que archégos se aplica en todos los casos a Jesús en el Nuevo Testamento.
Cristo en relación con las huestes angélicas
A la luz de lo que antecede creemos que el divino Hijo de Dios, uno de cuyos títulos es “Miguel el arcángel”, es el-jefe de las huestes angélicas. Pero para nosotros, esto de ninguna manera rebaja su dignidad, como tampoco cuando se hizo hombre y adoptó nuestra humanidad. Ciertamente fué “el Hijo del hombre”, pero todo el tiempo que permaneció en la tierra como hombre era al mismo tiempo Dios manifestado en carne (1 Tim. 4:10). Además, en las Escrituras también es revelado como jefe de las huestes de Israel, bajo el título del “ángel de Jehová”, él “ángel de su presencia”, etc. Pero, para nosotros, el ser tal cosa no restringe ni disminuye su divinidad. ¿Por qué no podría entonces, *ser considerado “Capitán General” (Septuaginta, Jos. 5:14, tr. ing. por Charles Thompson) de las huestes de ángeles sin igualarlo con los ángeles como seres creados?
El ser que se le apareció a Josué como “Príncipe del ejército de Jehová” era un ser divino a quien Josué adoró (Jos. 5:14). Así los ejércitos de Jehová están bajo el mando de un ser divino digno de adoración, y cuya presencia torna santo a un lugar (vers. 15). Este Ser Divino creemos que no’ es otro que nuestro Señor Jesucristo.
Creemos, por lo tanto, que nos asisten buenas razones para reconocer a nuestro bendito Señor como el jefe de los ejércitos celestiales.
Miguel en la literatura judía
En la literatura judía se reconoce a Miguel como el Abogado de Israel, el cual media de varias maneras. Así: Impidió que Isaac fuera sacrificado (Yalkut Reubeni, sección Wayera); luchó con Jacob (Targum, Gén. 32:25); fué Abogado cuando Israel mereció la muerte junto al Mar Rojo (Exodus Rabbah, 18:5); guió a Israel durante los cuarenta años que pasó en el desierto (Comentario de Abrabanel sobre Exo. 23:20); le dió a Moisés las tablas de piedra (Apoc. Afoses, 1); instruyó a Moisés en el Sinaí (Ble. Jubilees, i. 27, ii. 1); destruyó el ejército de Senaquerib. [Esta declaración se refiere al “ángel de su presencia”, el cual según la Jewish Encyclopedia es Miguel] (Midr. Exod. 18:5); fué uno de los ángeles que visitaron a Abrahán (Yorna, 37a.; Shebuoth, 35b., nota marginal); fué el ángel guardián de Israel (Yorna 77a.); ministra en el santuario celestial (Menahoth, 110a.).
Miguel en el contexto de la epístola de judas
La epístola de Judas se escribió para combatir una herejía que había invadido a la iglesia de aquel tiempo, porque falsos maestros corrompían e invalidaban “la fe que ha sido dada una vez a los santos” (vers. 3). La carta de Judas fué un llamamiento a los miembros leales a apartarse de la compañía de esos pervertidores de la verdad. El autor no entra en detalles respecto de esta herejía, porque su carta no es una exposición de teología sistemática, sino es más bien un grito de batalla.
Este libro es de reducida extensión, pero es rico en alusiones y citas. Es evidente que las enseñanzas corruptas contra las cuales Judas ponía en guardia eran el libertinismo y el antinomianismo. Esta falsa filosofía no sólo estaba errada en sus conceptos, sino que cuando se la practicaba en la vida conducía a la depravación y a una repugnante inmoralidad. Quienes habían introducido esta subversiva herejía evidentemente habían entrado en la iglesia en forma subrepticia, y amenazaban minar la estructura misma del templo de la verdad. |
1. El fin postrero de la rebelión.—La depravación de esta enseñanza se manifiesta por la referencia que hace el escritor a la grosera inmoralidad de Sodoma y Gomorra, y la actitud de los maestros la ilustra mediante la rebelión de Coré. Advierte: “¡Ay de ellos! porque han seguido el camino de Caín” (vers. 11). Al destacar con énfasis el fin postrero de estos difamadores de la justicia, se refiere en forma particular al destino de los ángeles rebeldes. Estos seres celestiales “que no guardaron su dignidad, mas dejaron su habitación” (vers. 6), son reservados para el juicio. Están esperando el día venidero del castigo final.
La razón por la cual Judas se refiere a la rebelión de los ángeles y a la rebelión, del Israel antiguo contra la autoridad es clara. Advierte a la iglesia que todos los que “maldicen las cosas que no conocen” perecerán (vers. 10).
Habla de estos herejes como contaminadores de la carne, y declara que no sólo despreciaron el consejo de la autoridad de la iglesia, sino que realmente negaron la autoridad de Dios y de nuestro Señor Jesucristo. Sus “cosas duras” (vers. 15), o acusaciones vilipendiosas, no sólo eran denuncias contra la autoridad apostólica, sino pronunciamientos contra Dios mismo.
2. La referencia de Judas a Miguel. Es obvio que no era el propósito de Judas identificar a Miguel, sino llamar la atención al hecho de que él es el arcángel. Su referencia a Miguel la hace en realidad a manera de contraste. Tal contraste se establece entre los que hacen una acusación vilipendiosa, y Miguel, quien no haría tal cosa. Por una parte pone en contraste a esos “soñadores” que “menosprecian la potestad, y vituperan las potestades superiores” (vers. 8), y a Miguel, el arcángel, por la otra parte. El, un ser celestial aun cuando estaba en disputa con el príncipe del mal, aunque había razones justas para hacerlo, “no se atrevió” a lanzar una acusación vilipendiosa. Aquí está el contraste: ellos, meros hombres, despreciaron de tal modo la autoridad como para blasfemar contra quienes detentaban el poder supremo; mientras que Miguel, el arcángel, no siguió ese proceder aun cuando disputabacon Satanás.
El diablo, el príncipe del mal, bien podría decirse que merecía una acusación vilipendiosa, pero Miguel no se rebajaría a hacer tal cosa. Decir que Miguel no se atrevió, en el sentido de que carecía de poder o de autoridad para hacerlo, no sería verdad. No es que Miguel no se haya atrevido, en el sentido de estar restringido, sino más bien que no se atrevióa adoptar esa actitud. La Biblia de Scott hace notar: “Pero no se atrevió a pronunciar ninguna expresión injuriosa: no por temor al diablo; sino porque aun en esas circunstancias no habría sido consecuente con la perfección de su carácter”.
Lo que esos críticos reparones se atrevieron a hacer, Miguel no quiso hacerlo. Ellos fueron abusadores, difamadores, calumniadores y hasta blasfemos. Pero Miguel, aun cuando trató con el diablo, manifestó dignidad y porte celestial.
No podía descender a tal nivel de lenguaje difamatorio. En vez de multiplicar las palabras, declaró con autoridad: “El Señor te reprenda” (vers. 9).
El empleo de la expresión “El Señor te reprenda” es significativo. Se encuentra sólo en un lugar más en las Sagradas Escrituras: Zacarías 3:2. El que habla en este caso es “el ángel de Jehová” (vers. 1.); pero en el versículo 2, es expresamente el “Señor” quien habla. Aquí encontramos al “ángel de Jehová” que es igual a Jehová mismo, y él es quien le dice a Satanás: “Jehová te reprenda”. Esta es una expresión notable. El primer empleo bíblico de ella lo hace Jehová al tratar con Satanás. Esta misma expresión se emplea en Judas. ¿No podría ser que aquí se revelas el mismo Ser Divino? En Zacarías se manifestó bajo uno de sus títulos, “el ángel de Jehová’’, y en Judas bajo otro de sus títulos, “Miguel”.
Por otra parte, las Sagradas Escrituras se refieren sólo dos veces al arcángel: 1 Tesalonicenses 4:16 y Judas 9. Pablo, al escribir a los tesalonicenses habla de la “voz de arcángel” y la asocia con la resurrección general de los santos; mientras que en Judas, la referencia concierne específicamente al cuerpo de Moisés.
Otra referencia a Miguel como jefe de la hueste angélica se encuentra en Apocalipsis 12:7 10. Muchos eruditos a través de los siglos la han aplicado a los días cuando Satanás se rebeló, aun antes de la creación de nuestro mundo. Entonces hubo guerra en el cielo. Miguel y sus ángeles pelearon contra el dragón y sus ángeles. Aquí está evidentemente el comienzo de la gran controversia entre las fuerzas de la justicia y del mal. En este pasaje, Miguel y Satanás son puestos en contraste
¿Quién es el Miguel de este pasaje apocalíptico? Si Cristo es el jefe de los\\ejércitos celestiales, entonces vemos aquí la primera batalla en el gran conflicto entre Cristo y Satanás.
Asiste una buena razón para aceptar-este concepto, porque leemos que fué a través del “poder de su Cristo” que “el acusador de nuestros hermanos” fué arrojado del cielo (Apoc. 12:10). La victoria es posible para los santos únicamente mediante nuestro Señor resucitado. Fué Cristo quien triunfó sobre Satanás en el encuentro original. Y es mediante Cristo que vencemos en los continuos encuentros contra el diablo y sus huestes diabólicas. Mateo Henry destacó acerca de este pasaje:
“Miguel y sus ángeles” en un lado, y “el dragón y sus ángeles” en el otro lado. Cristo, el gran ángel del pacto, y sus seguidores fieles; y Satanás y todos sus instrumentos.
Resumen de la evidencia
1. Los términos que se emplean respecto de Cristo son similares a los que se emplean para referirse, a Miguel: (a) de Cristo, como “Príncipe de príncipes”, como “príncipe del ejército”, como “Mesías Príncipe”, y como “Príncipe de la vida”; (b) de Miguel, como “vuestro príncipe”, y como el “gran príncipe”.
2. Así como se alude a Miguel con el término de arcángel, también se hace referencia a Cristo con las expresiones de archégos y archón. Así: Cristo es el archégos —el “capitán” (Heb. 2:10); el “autor” (Heb. 12:2); el “Príncipe” (Hech. 3:15).
3. El comienzo del gran conflicto entre Cristo (Miguel) y Satanás se ve en Apocalipsis 12:7-10).
4. Miguel ejerce la misma prerrogativa que Jehová cuando le dice a Satanás: “Jehová te reprenda”.
5. Miguel se iguala a Cristo en el pensamiento de muchos eruditos. Por lo que antecede se verá que nuestro concepto de Miguel como otro título del Señor Jesucristo, difiere mucho de los conceptos de otros que enseñan que Miguel es meramente un ser celestial creado, y no el eterno Verbo de Dios. En contraste directo con tal Cristología rebajante, los adventistas sostienen que Jesús es “el mismísimo Dios, de la misma sustancia que el Padre” mutuamente igual, coexistente, y coeterno con Dios el Padre. Creemos que no hubiera un tiempo cuando Cristo no haya existido. Es Dios eternamente, y su vida es “original, propia, prístina”.
Notas adicionales
1. CRISTO COMO EL ‘ANGEL DE JEHOVA’
En Éxodo 23:20: “He aquí yo envío un mensajero delante de ti. Los comentadores judíos consideran el mensajero como Moisés, quien, no hay duda, fue un embajador de Dios especialmente comisionado, y a quien podría por lo tanto denominarse el mensajero de Dios. Pero la expresión: ‘El no perdonará vuestra rebelión’, y ‘mi nombre está en él’ son demasiado elevadas para Moisés. Aquí debe aludirse a un ángel —probablemente al ‘Ángel del Pacto’—, al cual los mejores expositores identifican con la Segunda Persona de la Trinidad, el santísimo Hijo de Dios” (George Rawlinson, Pulpit Commentary “Exodus”, tomo 2, pág. 212).
“Otros suponen que él [“un ángel”, Exo. 23:20; “mi ángel”, Exo. 23:23] es el Hijo de Dios, el Ángel del pacto; porque se dice que los israelitas tentaron a Cristo en el desierto, y bien podemos suponer que él era el mensajero de Dios, y el redentor de la iglesia, antes de su encarnación, como el cordero muerto desde la fundación del mundo” Matthew Henry’s Commentary, Exodo 23, nota general).
“Parece que no hay razón para dudar de que en este Mensajero de Jehová obtenemos una vislumbre de algún misterio de la Divinidad.
Para tener un contraste con el mensajero inferior, véase el cap. 33:2, 3” (J. B. Rotherham, The Emphasized Old Testament (1916), nota sobre Exo. 23:20).
En Jueces 6: “La persona que le dio la comisión era ‘el ángel de Jehová’; parecería que no se trata de un ángel creado, sino del Hijo de Dios mismo, el Verbo Eterno, el Señor de los ángeles.
Aquí se llama Jehová a este ángel, el nombre incomunicable de Dios, vers. 14, 16; y él dijo: ‘Yo seré contigo’ (Matthew Henry’s Commentary)
“En Jueces 13: “Y este ángel… era Jehová mismo, esto es, el Verbo de Dios, quien sería el Mesías, porque su nombre es llamado Admirable, vers. 18, y Jehová, vers. 19” (Ibid.).
En Daniel 3: “Fué vista una cuarta persona con ellos en el fuego, cuya apariencia, según el juicio de Nabucodonosor, era ‘semejante al hijo de los dioses’; parecía una persona divina, un mensajero del cielo, no como un siervo, sino como un Hijo. ‘Como un ángel’, poco más o menos; y a los ángeles se los llama ‘hijos de Dios’, Job xxxvii. 7. En la narración apócrifa de esta historia se dice: ‘El ángel de Jehová descendió al horno’; y Nabucodonosor dice (vers. 28 i que Dios envió a su ángel y los libró; y fue un ángel el que cerró la boca de los leones cuando Daniel estuvo en el foso, cap. vi. 22. Pero algunos piensan que era el eterno Hijo de Dios, el ángel del pacto, y no un ángel creado. Aparecía con frecuencia en nuestra naturaleza antes de asumirla definitivamente [en su encarnación]; y nunca más oportunamente que ahora para dar una indicación más apropiada y un presagio de su gran viaje al mundo, en la plenitud del tiempo, cuando libró a sus escogidos del fuego y descendió y anduvo con ellos en el fuego” (Ibíd.).
“En realidad era Cristo, el Hijo de Dios, el que apareció esta vez en forma humana” (T. Robinson, Preachers Homiletic Commentary (1892), “Daniel”, pág. 72).
“En el vers. 28 el rey lo llama el ‘ángel’ de Dios, el cual sin duda era —el ‘ángel de Jehová’, a quien de otro modo se lo llama el ‘Mensajero del Pacto’, el Hijo de Dios, quien en la plenitud del tiempo fue ‘hecho carne, y habitó entre nosotros’” (Ibid., pág. 73).
En Hebreos 12: “Muchos modernos expositores se refieren con esto a Dios; pero los antiguos y algunos modernos hacen referencia a Cristo; lo cual está más de acuerdo con el contexto” (S. T. Bloomfield, Greek New Testament, 1847, [vol. II, pág. 475], en Heb. 12:25).
“‘La voz que resonaba en el Sinaí’. Véase el comentario sobre el vers. 19. Los mejores expositores concuerdan en general en que la [palabra] o (como lo requeriría la propiedad de la gramática) se refiere a Cristo a pesar de que ella en el Éxodo está referida a Dios.
Tampoco hay ninguna inconsecuencia, puesto que el Nuevo Testamento y los escritos rabínicos concuerdan en representarlo como el Hijo de Dios, quien apareció a los patriarcas, quien entregó la ley por medio de ángeles, y quien era el Ángel-Jehová adorado en la Iglesia hebrea. Véase Hechos 7:53, y 1 Corintios 10:4,9” (Ibid., en Heb. 12:26).
Respecto de miguel como título de Cristo
En Daniel 10: “Algunos… piensan que Miguel el arcángel no es otro que Cristo mismo, el ángel del pacto, y el Señor de los ángeles, a quien Daniel vió en visión, vers. 5. El ‘vino para ayudarme’, vers. 13; ‘y ninguno hay que se esfuerce conmigo en estas cosas, sino Miguel vuestro príncipe’, vers. 21. Cristo es el príncipe de la 7 iglesia, y los ángeles no lo son” (Matthew Henrys Commentary).
En Daniel 12: “Jesucristo aparecerá como el patrón y protector de su iglesia. ‘En aquel tiempo’, cuando la persecución sea más intensa, ‘se levantará Miguel’, vers. 1. El ángel le había dicho a Daniel qué amigo seguro era Miguel para la iglesia, cap. x. 21. Él lo había demostrado todo el tiempo en el mundo superior, y los Ángeles lo sabían; pero ahora ‘se levantará Miguel’ en su providencia, y realizará la liberación de los judíos, ‘cuando viere que la fuerza pereció’, Deut. xxxii. 36f Cristo es ese ‘gran príncipe’, porque él es el ‘Príncipe de los reyes de la tierra’, Apoc. i. 5” (Ibid.). En Judas 9: “En los escritos judíos se dicen muchas cosas acerca de este personaje. ‘El rabino Judá Hakkodesh dice: Dondequiera se diga que aparece Miguel, siempre debe entenderse la gloria de la Majestad Divina’ (Shemoth Rabba, Sec. ii., fol. 104, 3). Así parece como si ellos consideraran a Miguel de alguna manera como lo consideramos: como el Mesías manifestado en la carne” (Clarkes Commentary, (edic. de seis vol.).
“La expresión Miguel… el que es semejante a Dios; de aquí que muchos, en el Apocalipsis, consideren a este personaje como al Señor Jesús” (Ibid.).
En Apocalipsis 12:7: “Miguel era el hombre niño que fue dado a luz por la mujer” (Ibid.).
“Siendo ésta una ‘batalla en el cielo’, que era peleada por Miguel, quien es Cristo (cuya manera de guerrear no es como la de los reyes terrenos), y por sus mensajeros, es una lucha intelectual y polémica” (J. D. Glasgow, Commentary on the Apocalypse, 1872).
“En otra parte hemos mostrado que el Arcángel Miguel es una figura de Cristo que combate victoriosamente. Cristo es un Arcángel en su calidad de Juez; y aparece como Juez, no sólo al fin del mundo, sino también en la conservación de la pureza de su Iglesia” (Lange’s Commentary, 1874, en Apoc. 12:1-12, Concepto Sinóptico Exegético y Crítico, pág. 238).
‘Miguel y sus ángeles’ en un lado, y el ‘dragón y sus ángeles’ en el otro. Cristo, el gran ángel del pacto, y sus fieles seguidores; y Satanás y todos sus instrumentos. Esta última parte sería muy superior en número y potencia exterior a la otra; pero el poder de la iglesia consiste en tener al Señor Jesús por el Capitán de su salvación” (Matthew Henry’s Commentary).
“La idea del ser celestial que así aparece como un rasgo distintivo en la antigua tradición apocalíptica es la fuente de la concepción del Mesías celestial —el Hijo del Hombre…
Ya hemos visto que el ser celestial ‘como un hijo de hombre’ de Daniel 7 fue probablemente identificado por el autor… con Miguel, el ángel-príncipe de Israel; este ser angélico posteriormente, parecería, fue investido con atributos mesiánicos, y así llegó a ser el Mesías celestial preexistente” (Abingdon Bible Commentary, pág. 846). (Véase también Calvin’s Commentaries, en “Daniel”, tomo 2, págs. 253, 368, y también pág. 13).