En nuestra iglesia existe, alguien que, sin duda,

Más que nadie conoce la vida del pastor.

Con él ella ha llorado, sonreído, orado,

Es ésta la esposa del predicador.

Del ministro conoce las más pequeñas fallas

Y conoce también dónde está su poder.

Ella lo ha escuchado en vehementes palabras

En el triunfo mayor de su santo deber.

Ella ha visto su alma en terrible agonía,

En la dura batalla por el Salvador.

Con la mano en su mano, junto a él se arrodilla

Sabiendo que la anima un secreto valor.

Muchas historias se oyen acerca de profetas

Que por el mundo fueron la luz a predicar,

Y cambiaron en todo el curso de nuestra historia

Por exaltar la cruz en tierras de ultramar.

Sabed empero, con profunda certeza

Que, tras todos esos hombres había una mujer.

Si lloraba o reía, u oraba en su tristeza,

¡Siempre la esposa era de su amado pastor!