Pregunta 4
Con frecuencia se sostiene que los adventistas niegan la deidad y la eterna preexistencia de Cristo, el Verbo eterno. ¿Es verdadera esta afirmación? ¿Creen los adventistas en la Trinidad? Sírvanse de la fundamentación bíblica de sus creencias.
Creyentes en la deidad de Cristo y la trinidad
Nuestra creencia en la deidad y la eterna preexistencia de Cristo, la segunda persona de la Divinidad, está registrada en nuestras “Creencias Fundamentales de los Adventistas”, que aparece anualmente en nuestro Yearbook oficial, y en nuestro Manual de Iglesia autorizado. Además, los que son bautizados por la Iglesia Adventista aprueban el “Resumen de las Doctrinas Fundamentales” que aparece en nuestro Certificado de Bautismo estándar, artículo 2: “Jesucristo, la segunda persona de la divinidad y el eterno Hijo de Dios es el único Salvador del pecado. La salvación del hombre es por la gracia, por la fe en él”.
El candidato firma esta declaración, en afirmación de su fe, antes del bautismo. Y en el Apéndice A, págs. 641-645, aparece una compilación de declaraciones acerca de la deidad y eterna preexistencia de Cristo y de su posición en la divinidad, procedentes de la pluma de una de nuestras escritoras más representativas, Elena G. de White. Respecto al lugar de Cristo en la Deidad, creemos que es la segunda persona de la Trinidad celestial —compuesta del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo—, cuyos miembros están unidos no sólo en la Divinidad sino en las provisiones tomadas para la redención. En el Apéndice A, “El Lugar de Cristo en la Deidad”, también aparecen varias declaraciones sus citas acerca de la Trinidad, que presentan (1) que Cristo es uno en el Padre Eterno —uno en naturaleza, igual en poder y autoridad, Dios en el sentido más elevado, eterno y existente por sí mismo, con vida original, propia, no derivada; y (2) que Cristo ha existido desde toda la eternidad, siendo distinto del Padre, pero unido con él, poseyendo la misma gloria, y todos los atributos divinos.
Los adventistas fundamentan su creencia en la Trinidad en las declaraciones de las Sagradas Escrituras más bien que en un credo histórico.
El Artículo 2 de las Doctrinas Fundamentales es explícito:
“Que la Divinidad, o Trinidad, consiste del Padre Eterno, un Ser personal, espiritual, omnipotente, omnipresente, infinito en sabiduría y amor; del Señor Jesucristo, el Hijo del Padre Eterno, mediante quien todas las cosas fueron creadas y a través de quien se realizará la salvación de las huestes redimidas; del Espíritu Santo, la tercera persona de la Divinidad, el gran poder regenerador que interviene en la obra de redención. (Mat. 28: 19.)
Otra declaración representativa aparece en el “Resumen de las Doctrinas Fundamentales”, del citado Certificado de Bautismo:
1. El verdadero Dios viviente, la primera persona de la Divinidad, es nuestro Padre Celestial y él, por su Hijo Jesucristo, creó todas las cosas. Mat. 28:18. 19; 1 Cor. 8:5, 6; Efe. 3: 9; Jer. 10:10-12; Heb. 1:1-3; Hech. 17:22-29; Col. 1:16-18.
2. Jesucristo, la segunda persona de la Divinidad y el eterno Hijo de Dios es el único Salvador del pecado. La salvación del hombre es por la gracia, por la fe en él. Mat. 28:18, 19; Juan 3:16; Miq. 5:2; (Mat. 1:21; 2:5, 6); Hech. 4:12; 1 Juan 5:11, 12; Efe. 1:9-15; 2:4-8; Rom. 3:23-26.
3. El Espíritu Santo, la tercera persona de la Divinidad, es el representante de Cristo en la tierra y guía a los pecadores al arrepentimiento y obediencia de todos los requerimientos de Dios. Mat. 28:18, 19; Juan 14:26; 15:26; 16:7-15; Rom. 8:1-10; Efe. 4:30.
Base bíblica de la creencia en la deidad de cristo
La deidad de nuestro Señor Jesucristo queda establecida por lo menos por once diferentes líneas de evidencia, las cuales, tomadas colectivamente, establecen completamente su deidad. Son éstas:
1. Reconocimiento del título de “Hijo de Dios” por Cristo mismo.—Cuando estuvo entre los hombres, Cristo se reconoció como el Hijo de Dios (Mat. 27:41-43; Juan 5:23; 9:35-37; 10:36; 17:1). Confirmó el testimonio de otros de que él era el Hijo de Dios (Mat. 16:15-17; Juan 1:32-34, 48, 49; 11:27). Y otras numerosas declaraciones atestiguan el hecho de que él era lo que declaró ser: el Hijo de Dios (Mat. 3:16, 17; Juan 19:7; 20:30. 31; Hech. 9:20; Rom. 1:1-4; 2 Cor. 1:19; Heb. 4:14; 2 Ped. 1:16, 17). Cristo utilizó el título de “Hijo de Dios” sin la menor reserva, y con la libertad y franqueza más completas. Es el título que comprende, de la manera más explícita, su singular relación con el Padre.
2. La aplicación a Jesucristo de una cantidad de nombres y títulos reservados a la Deidad.— En el Antiguo Testamento se le asignan a Jesús unos 70 nombres y títulos, y en el Nuevo Testamento, unos 170 más. Los que se reservan exclusivamente para la Deidad, incluyen a “Dios” (Juan 1:1); “con nosotros Dios” (Mat. 1:23); “el gran Dios” (Tito 2: 13 ) “Dios… bendito por los siglos” (Rom. 9:5); “Hijo de Dios” (unas 40 veces); “Hijo unigénito” (cinco veces); “el primero y el último” (Apoc. 1:17); “Alfa y Omega” (Apoc. 22:13); “principio y fin” (Apoc. 22:13); “Santo” (Hech. 3:14); “Señor” (empleado constantemente) ; “Señor de todos” (Hech. 10:36); “Señor de gloria” (1 Cor. 2:8); “Rey de gloria” (Sal. 24:8-10); “Admirable” (Isa. 9:6); “Padre Eterno” (Isa. 9:6); “Verbo de Dios” (Apoc. 19:13); “Verbo” (Juan 1:1); “Emmanuel” (Mat. 1:23); “mediador” (1 Tim. 2:5); y “Rey de reyes, y Señor de señores” (Apoc. 19:16).
3. Atribución a Cristo de atributos que pertenecen únicamente a la Deidad.—Estos incluyen los siguientes: omnipotencia (Mat. 28:18), omnisciencia (Mat. 9:4), omnipresencia (Mat. 18:20), inmutabilidad (Heb. 13:8) —que además aparecen en veintenas de pasajes.
4. Atribución a Cristo de oficios y prerrogativas poseídos y ejercidos únicamente por la Deidad.—Estos comprenden la creación del universo (Juan 1:13); la preservación del universo (Heb. 1:3); el derecho y poder de perdonar los pecados (Mar. 2:5-12); el derecho y poder de juzgar a todos los hombres (Hech. 17:31); la autoridad y el poder de resucitar a los muertos (Juan 5:28, 29); de transformar nuestros cuerpos (Fil. 3:21); de conceder la inmortalidad (1 Cor. 15:52, 53).
5. La aplicación del “YO SOY” del Antiguo Testamento a Jesucristo en el Nuevo.—Cuando Cristo les dijo a los judíos: “Antes que Abraham fuese, yo soy” (Juan 8:58); aquí procuraba afirmar su divinidad, y sus oyentes reconocieron los alcances de sus palabras, porque tomaron “piedras para tirarle” —que era el castigo de los judíos para las inicuas blasfemias. Obviamente utilizó las palabras pronunciadas por Dios en el Antiguo Testamento: “YO SOY EL QUE SOY” (Exo. 3:14), durante tanto tiempo reconocidas como el símbolo de la Deidad, aplicándose a sí mismo el atributo de la existencia por sí mismo.
6. La identificación del Jehová del Antiguo Testamento con el Jesús del Nuevo.—Hay una cantidad de pasajes en el Antiguo Testamento que contienen el nombre Jehová, y que los escritores del Nuevo Testamento han aplicado a Jesús.
La palabra “Señor” (Yahweh) de Salmo 102:22, y los versículos relacionados, 25-28, se aplica a Jesús en Hebreos 1: 10-12. El mismo nombre divino (Yahweh) aparece también en Habacuc 2:2, 3, y se aplica a Cristo en Hebreos 10:37.
A continuación encontramos otros tres ejemplos donde las palabras Yahweh o ‘Elohim se aplican a nuestro Señor: en Jeremías 31:31 se emplea Yahweh, y se refiere a la obra de Cristo según aparece en Hebreos, capítulos 8 y 10. La referencia a Yahweh de Hageo 2:6 también es de carácter mesiánico, y se aplica a la obra que hace Jesús según Hebreos 12:26. El nombre divino ‘Elohim que se usa en Salmo 45:6, 7, se aplica al Hijo de Dios en Hebreos 1:8, 9.
7. El nombre del Hijo en el Nuevo Testamento se equipara plenamente al del Padre.— Esto aparece en la bendición apostólica (2 Cor. 13:14); en la fórmula bautismal (Mat. 28:19); y en otros textos donde sus nombres aparecen unidos.
8. La manifiesta impecabilidad de Jesucristo en toda su vida terrena.—Esto fue predicho claramente en el Antiguo Testamento (Sal. 45:7; Isa. 53:9; Jer. 23:5; Zac. 9:9). Y fue expresamente declarado en el Nuevo Testamento con expresiones como éstas: “el Santo de Dios” (Mar. 1:24); “lo Santo” (Luc. 1:35); “santo Hijo” (Hech. 4:27); “éste ningún mal hizo” (Luc. 23:41); “no hay en él injusticia” (Luc. 7:18); “Al Santo y al Justo” (Hech. 3:14); “no conoció pecado” (2 Cor. 5:21); “sin mancha” (1 Ped. 1:19); “no hizo pecado” (1 Ped. 2:22); “apartado de los pecadores” (Heb. 7:26).
9. Culto divino y oración a Jesús, reservados únicamente para Dios.—Hubo muchos casos cuando Jesucristo, como Hijo y Creador, sin vacilación aceptó la adoración que aun ángeles y hombres piadosos, como criaturas, rechazaron con horror y temor (Apoc. 19:10; Hech. 10:25, 26). La prerrogativa de la divinidad fue asumida y afirmada en toda la vida de Jesús, a través de muchos casos, según aparece en el Nuevo Testamento (Mat. 14:33; 28:9, 17).
10. El conocimiento de Cristo respecto de su persona y misión divinas.—A la edad de doce años reconoció a Dios como su Padre (Luc. 2:41-52); a la edad de 30 años, este conocimiento de su misión divina fue revelado en su bautismo (Mat. 3:13-17); aparece en el registro de su tentación (Mat. 4:1-11); en el llamamiento de los doce y de los setenta; en las declaraciones del Sermón del Monte (Mat. 5 a 7).
11. La convergencia de múltiples especificaciones proféticas del Antiguo Testamento cumplidas en Jesucristo, constituyen la evidencia culminante.—Una buena cantidad de predicciones diferentes y específicas lo señalan como el Ser que vendría de Dios (tales como Isa. 7:14; 9:6).