Es algo natural que tratemos de vivir el mayor tiempo posible y posterguemos tanto como podamos el día de nuestro funeral. Pero por serio, desagradable e indeseado que sea, no siempre puede ser aplazado. No podemos escapar de él o ignorarlo. Aun los santos más piadosos, a quienes se les ha prometido inmunidad contra la muerte segunda, deben cumplir su cita con la primera muerte, que sobreviene a todos, como consecuencia del pecado.

Sin embargo, el Evangelio destruye el temor a la muerte, porque su bendita esperanza torna su valle en una mera “sombra”, en comparación con la muerte eterna que sufrirán los malvados. Una sombra no es un peligro real, aunque puede causar temor debido a que podría revelar la presencia de una sustancia peligrosa que la produce. La muerte de los justos es una experiencia transitoria, y por esta razón se habla de ella como de un “sueño”, palabra que contiene la promesa de un despertar. Los santos de Dios que duermen no tardarán en salir de sus polvorientas tumbas exclamando triunfalmente: “¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿dónde, oh sepulcro, tu victoria?”

De modo que para el cristiano genuino la muerte y los funerales no tienen una importancia excesiva; en consecuencia, los entierros costosos y la extravagancia no concuerdan con los principios cristianos correctos. Aunque los funerales tienen un contenido espiritual, también implican un elemento secular en su realización; por esto los judíos no permitían realizar un entierro en sábado. La mayor parte de las denominaciones religiosas que observan el domingo también mantienen la misma actitud. En general, las exequias se han considerado como algo demasiado secular para llevarlas a cabo en el día de reposo. Algunas veces, en este sentido, no somos tan cuidadosos como otros que no poseen la luz que se nos ha dado.

Pareciera que este descuido del sábado va en aumento en ciertos lugares. Es algo que debe lamentarse. El remedio está en las manos de nuestros ministros. Si rehusamos, bondadosa pero firmemente, conducir servicios fúnebres en sábado, bajo circunstancias normales, encontraremos pocas dificultades que vencer. Debiéramos anunciar nuestro parecer respecto a los funerales en sábado y recomendar que se eviten siempre que sea posible. Nuestro pueblo cooperará de buena voluntad con nosotros. Ocasionalmente alguno se mostrará deseoso de llevar a cabo las exequias en sábado, a fin de asegurar una buena asistencia de los hermanos. Para hacer énfasis nos recordarán que algunos de nuestros destacados dirigentes fueron sepultados en ese día. Sin embargo, la repetición no hace que una cosa sea correcta. En esto entra en juego un principio importante, y debemos guiarnos por principios.

Implica trabajo

Pensemos en el procedimiento que exige un entierro en sábado. Probablemente cavarán la tumba en ese día; así los obreros se convierten en nuestros asalariados, porque su paga está incluida en el costo del funeral. El empresario de pompas fúnebres y su personal también están contratados para trabajar para nosotros en sábado, porque ellos reciben su salario. La mayor parte de las ofrendas florales son hechas en sábado, con lo cual también los floristas se convierten en asalariados nuestros. Además, es probable que los funerales conducidos en sábado entorpezcan el buen desarrollo de los servicios religiosos, e impidan que muchos asistan a la escuela sabática y al sermón.

En caso de muerte, algunas veces el sentimiento reemplaza a la razón, con lo que se cometen actos poco juiciosos. Es de lamentar que a menudo, de las exequias se hace una ocasión para la ostentación y la extravagancia, lo que demanda grandes gastos que la familia no está en condiciones de soportar. El tiempo mejor para demostrar afecto hacia nuestros seres queridos es cuando aún están con nosotros, y ninguna ostentación en los funerales servirá de expiación por los descuidos anteriores.

De todos los profesos cristianos, los adventistas debiéramos ser los últimos en seguir las costumbres mundanas en la conducción de los funerales. Y nosotros, que creemos que Cristo está por venir a despertar a los muertos, no debiéramos afligirnos como “los otros que no tienen esperanza”.

Como dirigentes en la causa de Dios, decidámonos a hacer todo lo posible por eliminar esta transgresión del día del Señor, por precepto y por ejemplo, para proteger al sábado de los muchos deberes seculares y semi seculares que mancharán su santidad y destruirán su significado. No permitamos que el entierro de los muertos interfiera el culto del Dios vivo. Y guiemos a nuestro pueblo para que no incurra en gastos superfluos y en extravagancias. Ellos seguirán nuestro ejemplo y conducción.