Los obreros evangélicos de hoy y mañana no se arriesgan a trazar planes pequeños o a obrar al impulso de motivos miopes. El mundo de mañana presenta un desafío a la persona que se propone trabajar entonces. Ciertamente esto requiere que esa persona ejercite al máximo cada una de sus facultades para hacer frente a ese desafío.

Después de la Reforma, los cuerpos religiosos que continuaron fervientes crecieron y llegaron a ser poderosos. Los demás perdieron terreno y se helaron en un frígido círculo de formalismo. Quisiera presentar unos pocos pensamientos concernientes a algunos de los aspectos fundamentales de la situación que creo que encontrará el evangelismo de mañana.

Una técnica sencilla

En primer término, creo que el evangelismo que alcanzará con éxito las mentes de la gente del futuro debe tener una técnica muy simplificada. El mundo de hoy ha llegado a ser tan complicado en su estructura social que nosotros, los evangelistas, hemos pensado que debíamos hacerle frente con otra técnica igualmente compleja. Sin embargo, en el empleo de esta última me parece ver su error. Una nueva técnica puede servir muy bien para atraer la atención mientras no pierda su carácter de novedosa, pero pronto se torna anacrónica, como el diario de ayer o el modelo de automóvil del año pasado. Todos aceptamos el hecho de que el Evangelio es el plan de Dios para salvar a la humanidad, y que no tiene nada que ver con el desuso planeado. A mí me parece que muchas de nuestras relumbrantes nuevas técnicas atraen únicamente a la clase de gente que anda buscando alguna suerte de emoción superficial. Tengo la seguridad de que la gente que piensa pagará bien por oír a un artista interpretar una famosa sonata compuesta hace tres siglos exactamente en la forma en que se tocaba en el siglo diecisiete. El Evangelio es lo que más excita y atrae la mente y el corazón de las personas. Nunca pierde su actualidad. No hemos tenido nada que ver con su formulación, pero Dios depende de nosotros para presentarlo al mundo. ¿Es posible que estemos disfrazando con saxófonos, tiros de cañón y sirenas aquello que sería una hermosa melodía si se la interpretara como un sencillo solo de violín?

No creo solamente que el evangelismo de mañana debiera liberarse de su preocupación por los artificios destinados a despertar el interés, sino que también creo que el programa total de evangelismo debe comenzar a especializarse en el arte de presentar un testimonio evangélico puro. Algunas veces nos sentimos inclinados a pasar mucho tiempo en asuntos secundarios. Yo me esfuerzo continuamente por recordarme que ni la obra de beneficencia ni la enseñanza bíblica, la venta de libros o el curar, el escribir o el dar conferencias, son fines en sí mismos: meramente son medios para él gran objetivo de salvar a las almas.

La honestidad

La segunda característica que creo que tendrá el evangelismo de mañana es la honestidad. Con esto no intento sugerir que el evangelismo del pasado no haya sido honesto. De hecho, cuando se estudia la historia del evangelismo se descubre que comenzando con Pedro Waldo y sus seguidores hasta el presente ha habido increíblemente pocos que se han visto envueltos en el escándalo. Lo que quiero decir con eso de honestidad es, por ejemplo, que el evangelista debiera estar más preocupado por asegurarse de que tiene un mensaje digno de ser presentado que por saber si tendrá un buen auditorio para escucharlo. Debiera preocuparse más porque la exposición que está por realizar sea auténtica que porque cause una impresión sobresaliente. Debiera estar más preocupado por ser un verdadero experto en su especialidad, la Biblia, que por tratar de pasar por un experto en algún otro campo con la esperanza de impresionar a alguno con la amplitud y profundidad de su saber. Tendrá más cuidado en fundamentar sus declaraciones que en condenar a alguna persona u organización que parezcan fuera de tono. Estará más interesado en comprender los sentimientos leales de una persona que tan sólo en imponerle su parecer, por muy bueno que sea.

La generación de mañana será el auditorio más crítico que alguien haya tratado de enseñar. El nivel de la educación superior ha subido al doble en las décadas pasadas, e indudablemente volverá a elevarse al doble durante el desempeño de la profesión de los evangelistas del futuro. Uno de los resultados de esto seguramente será que la gran clase media de mañana estará preparada para delectar la propaganda, las falacias, las aserciones erróneas, las apariencias, y la gazmoñería, con mayor presteza que las generaciones precedentes. El ministro mismo tendrá que prepararse por sí mismo» o mediante la educación formal para poder hablar respaldado por una experiencia suficientemente amplia y profunda como para cautivar las mentes y los corazones de las nuevas generaciones.

La tarea del miembro laico

Creo que el evangelismo de mañana dependerá mayormente de la devoción y el celo de piadosos miembros laicos. La verdad es, aunque tratemos de disimularla, que desde el advenimiento de la televisión ya no resulta tan fácil reunir a un auditorio. Si nuestro propio pueblo no se muestra muy dispuesto a abandonar sus televisores para asistir a las reuniones, hay menos probabilidad todavía de que lo hagan quienes no son miembros. Creo que puedo decir sin temor a equivocarme que donde el evangelismo público ha tenido éxito, ha sido, en gran medida, porque nuestros fieles se han unido y han llevado a las reuniones a sus vecinos, amigos. conocidos y parientes.

Es posible que el evangelismo de mañana triunfe o fracase, no en la tienda o en el salón de reuniones, sino en la experiencia vital de la adoración de cada miembro. Esto debe incluir las devociones personales, familiares y de la iglesia. El plan bíblico para inducir a la gente a la acción consiste en infundirles la visión del “Señor… alto y sublime”. Si nuestro pueblo no recibe diariamente esta visión, o por lo menos cada sábado, parece muy dudoso que estén listos a desempeñar su papel en el evangelismo del futuro.

Tengo la convicción de que hemos perdido una buena parte de nuestro auditorio potencial. Y esto particularmente en centros donde viven muchos cristianos de la misma persuasión. Esto se ha debido en parte al hecho de que los cristianos verdaderos constituyen un pueblo separado. En cierta medida la santidad consiste en una separación del mundo. A veces, como cristianos, nos resulta difícil hacer amigos entre nuestros vecinos, si no se interesan en las cosas espirituales. Pero un buen plan sería invitarlos a nuestros hogares a pasar una tarde con nosotros. Tal vez podemos ofrecerles una comida. y luego mostrarles alguna cosa interesante o jugar a algún juego de mesa. Sin embargo, no creo que tengamos muy buen éxito evangélico si invitamos a nuestros vecinos, cambiamos con ellos algunas opiniones sobre política y el estado del tiempo, y luego nos sentamos a ver un programa de TV. Hay muchas cosas más elevadoras que podemos ofrecer a nuestros vístanles. Pero si los invitamos con el único propósito de trabar amistad con ellos, no habremos logrado mucho. No debemos perder de vista nuestra finalidad —llegar a relacionarlos con nuestro mejor Amigo, el Señor Jesús. Y también debiéramos recordar que si buscamos amigos sólo entre los que no beben, no fuman y no emplean un lenguaje profano, estaremos excluyendo a muchas personas que Dios puede alcanzar por nuestro intermedio.

Leales a la Biblia

La cuarta característica del evangelismo de mañana es que debe ser leal a la Biblia. Cuando el evangelismo se ha alejado de esta norma generalmente ha degenerado en una mera campaña para añadir miembros a la iglesia o de pugilismo teológico. El unirse a la iglesia es un paso que deben tomar los que han oído el mensaje de Cristo. Y nosotros insistimos enfáticamente en que la pureza de doctrina es tremendamente importante. Sin embargo, la idea bíblica de evangelismo trasciende a estos dos pseudo fines.

La instrucción y la persuasión tiene su lugar en el evangelismo. El primer deber del cristiano consiste en impartir la verdad del Evangelio, pero luego debe proseguir en su esfuerzo hasta lograr, bajo la dirección del Espíritu, que su amigo avance hacia una completa entrega a Dios.

El evangelismo que es leal a la Biblia siempre apuntará a conseguir un veredicto acerca de Cristo. Esto no siempre hará a la persona experta en doctrinas; no siempre hará que el converso cambie su profesión por la de predicador; pero siempre logrará que Jesús sea el centro de todos sus planes.

Me parece que nosotros, los evangelistas, haríamos bien en preguntarnos con frecuencia: “¿Cómo se compara mi trabajo con el de Jesús, Pablo y Juan?” Estoy seguro de que tal inventario sería revelador.

A tono con la época

La quinta característica que quiero presentar es que el evangelismo de mañana debe estar a tono con su época. No siempre nos agradará ese tono. Tal vez tengamos otro para presentar. Pero si no captamos la atención de la gente, nunca sabrá que existimos, o que tenemos algo de valor para ellos.

Se ha dicho que la mayor necesidad de los evangelistas es confiar más en el Señor. Confiar en el Señor no significa que seremos descuidados en nuestra preparación de los sermones que predicamos, o que dejaremos de esforzarnos para capacitarnos mejor. El confiar en el Señor exige que nos preparemos:

1. Para llegar a ser eruditos dignos de ser escuchados.

2. Para aprender a conocer lo que piensa y siente la gente.

3. Para ir a buscar a la gente en medio de la babel moderna, a fin de llamarlos al descanso y la paz que hay en Cristo.

El evangelismo de mañana no debe descuidar durante más tiempo a los intelectuales. Sin embargo no debe desanimarse si una gran cantidad de “cerebros” no empieza a aceptar el sencillo Evangelio. Pero debe estar dispuesto a entrar en el Areópago como también en el mercado y en la fábrica.

Yo creo en los propósitos que el Señor tiene para su iglesia. Que ninguno de ellos sea obstaculizado por nosotros.

Sobre el autor: Instructor del Departamento del Union College, EE. UU.