Con su lenguaje silencioso, los números nos traen un elocuente mensaje de entusiasmo, inspiración y ánimo. Ya tenemos más de cien mil miembros en la División Sudamericana, amalgamados e identificados en el vibrante mensaje del pronto regreso del Señor.

Al registrar este insigne suceso en expresiones de triunfo, reproducimos las palabras del inspirado tañedor de arpas de Israel: “Grandes cosas ha hecho Jehová por nosotros; estaremos alegres” (Sal. 126:3).

Mas, las alegrías que con este motivo invaden nuestro ser, están entremezcladas con la evocación y la añoranza, ya que a los triunfos del presente asociamos las luchas y los sacrificios de los valientes y heroicos pioneros del pasado.

Fué durante la última década del siglo pasado cuando llegaron a estas tierras, y entre lágrimas y esperanzas prepararon el suelo agreste para la siembra de la fe, efectuada con celo santo y laborioso. Los abundantes resultados dan testimonio del éxito de la obra de sus manos. ¡Oh, si pudiesen ellos ser partícipes, juntamente con nosotros, de las emociones y alegrías de esta hora! Pero, de acuerdo con la Escritura, ellos no tienen “ya más parte en el siglo, en todo lo que se hace debajo del sol” (Ecl. 9:6). Descansan de sus trabajos y fatigas bajo una losa fría, a la espera de la recompensa imperecedera que les dará Dios en la luminosa mañana de la resurrección.

Surgió una generación nueva, y con ella, gracias a Dios, la vibrante proclamación del triple mensaje angélico no sufrió solución de continuidad.

Sí, ahora tenemos más de cien mil miembros hermanados bajo el glorioso pabellón de la verdad. Considerando que la tarea que el Señor nos confió aún está lejos de su fin, festejemos los triunfos del presente, avanzando valerosamente para conquistar nuevas y más rotundas victorias.

El pueblo de Israel, después de una agotadora peregrinación de 40 años por un desierto calcinado, después de haber expulsado a los enemigos de algunas zonas de la tierra prometida, celebró festivamente los primeros triunfos, en lugar de avanzar para terminar de conquistar el resto de la tierra. Por eso el Señor les dijo: “Queda aún muy mucha tierra por poseer” (Jos. 13:1).

Ciertamente, el Señor nos diría lo mismo si nos limitáramos a celebrar la presente conquista sin poner el rumbo hacia las zonas aún no alcanzadas.

Del agreste Amazonas a la fría Patagonia, se extienden inmensas regiones aún no iluminadas por el claro fulgor del mensaje adventista. ¿Dejaremos estas zonas sin el testimonio del Evangelio? ¿Descuidaremos, después de las primeras victorias, la responsabilidad de anunciar a las multitudes el inminente retorno del Señor?

“No tenemos tiempo que perder —dice la mensajera del Señor—. Él fin está cerca. El viajar de un lugar a otro para difundir la verdad quedará pronto rodeado de peligros a diestra y siniestra. Se pondrá todo obstáculo en el camino de los mensajeros del Señor, para que no puedan hacer ‘lo que les es posible hacer ahora. Debemos mirar bien de frente nuestra obra, y avanzar tan rápidamente como sea posible en una guerra agresiva” (Testimonios Selectos, tomo 4, pág. 285).

Todos los métodos, recursos y energías disponibles deben ser movilizados ahora para el gran avance final. Deben trazarse planes bien delineados. Deben aplicarse técnicas especializadas de evangelización. Pero recordemos que sobre todas estas cosas esenciales debemos contar con el poder que viene de lo alto. A menos que el Espíritu de Dios se manifieste en forma dominante en nuestras actividades, será inútil todo esfuerzo que realicemos para conquistar el resto de la tierra.

Avancemos, pues, seguros de que “Jehová el valiente, Jehová el poderoso en batalla” va a la vanguardia, allanando la senda y preparando el camino para los triunfos de la verdad.