Al saludar a los valerosos obreros de América Central y América del Sur, deseamos reproducir las significativas palabras pronunciadas por Cecil Rhodes, el dinámico y heroico colonizador de África del Sur. En su lecho de muerte, herido por una enfermedad fatal, y presintiendo que no podría completar su vasto programa de trabajo, exclamó melancólicamente: “¡Tanto por hacer… tan poco hecho!”
Al echar una mirada sobre el mapa que cuelga en una pared de nuestra oficina, y considerando la excelencia de la obra que se nos ha encomendado, repetimos con el famoso servidor de la corona inglesa: “¡Tanto por hacer… tan poco hecho!”
Desde el pintoresco Méjico, junto al límite de los Estados Unidos, hasta las heladas tierras de la Patagonia, se extiende un territorio vasto y accidentado, habitado por densa y variada población, gran parte de la cual todavía no ha oído la proclamación del triple mensaje de Apocalipsis 14: “Tanto por hacer… ¡Qué desafío impresionante!
Los grandes centros urbanos están amenazados por una ola de incredulidad. Con el auge de la industrialización que han experimentado varios países de América Latina, presenciamos el ascenso del materialismo disolvente y desintegrador, que de manera sutil y maligna se opone a los triunfos de la verdad presente. Esta situación se ve agravada por otra más, que aflige especialmente a las zonas rurales: el analfabetismo.
Al contemplar este cuadro desalentador que muestra al Evangelio obstaculizado por las fuerzas del mal, nos acordamos del vibrante mensaje que Dios le dio a Josué, y que entusiasmó al pueblo y lo impulsó a la conquista de la tierra prometida: “Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente: no temas ni desmayes porque Jehová tu Dios será contigo en donde quiera que fueres” (Jos. 1:9).
Inspirados por esta alentadora promesa divina, prosigamos nuestra obra con ánimo siempre renovado, predicando la doctrina de la cruz a las multitudes que. insatisfechas, buscan la esperanza, la paz y la seguridad que contiene el mensaje adventista. Esforzaos, hermanos, en el ministerio de Cristo, contemplando por la fe el glorioso triunfo del mensaje del advenimiento en este fértil y generoso sector de la obra mundial que el Señor nos ha confiado en su providencia: la América Latina.