Alguna vez hemos oído la expresión “escarbando como una gallina”; pero la gallina de este relato no escarbaba en ninguna parte. Con su único pollito, iba de un lado para otro, o bien lo seguía si él se alejaba, en cualquier dirección. Estaba hambrienta y devoraba ávidamente algún insecto que encontraba a su paso. Proseguí con mi trabajo sin prestar más atención a la gallina con su pollo. Luego vi otra gallina en el mismo pasto en que había estado la anterior. Caminaba con lentitud y comía metódicamente las semillitas de ciertas gramíneas. Pasó un tiempo comiendo en este mismo lugar por donde habían pasado la otra gallina y su pollito y encontrado sólo uno o dos insectos.
Los estudiantes de la Biblia pueden agruparse en las dos clases representadas por estas gallinas. “Es un hecho lamentable que el progreso de la causa se vea impedido por falta de obreros bien capacitados. Muchos carecen de calificaciones morales e intelectuales. No imponen severos ejercicios a su mente, no cavan en busca del tesoro oculto. Y como desnatan tan sólo la superficie, obtienen tan sólo aquel conocimiento que se halla en la superficie” (Obreros Evangélicos, págs. 97, 98).
Cuán a menudo nos sorprendemos yendo de aquí para allá por los verdes pastos de su Palabra, meditando sólo ocasionalmente en las cosas de verdadero valor, en el alimento para la mente. Lo hay en abundancia para todos, y no debe ser dejado de lado innecesariamente.
Los que pertenecen a la otra clase “tratarán de obtener por ardoroso estudio todo el conocimiento que puedan sacar de la Palabra” (Id., pág. 98). Con un propósito definido, escudriñan metódicamente la Palabra y encuentran abundante provisión —a menudo del mismo lugar que otro estudiante pasó por alto apresuradamente. Encuentran algo de verdadero valor: el pan de vida en cada versículo de las Escrituras. Al seguir la admonición divina: “Escudriñad las Escrituras”, reciben el cumplimiento de la promesa que dice que “los que tienen hambre y sed de justicia… serán hartos”.