Pregunta 35

¿Cuál es la enseñanza verdadera de los adventistas del séptimo día sobre el “macho cabrío emisario” en el servicio del santuario? ¿Sostienen ustedes que los pecados de los justos son puestos sobre Satanás, de manera que al fin se convierte en el portador de los pecados?

Nos pronunciamos sin reparos por la posición del Evangelio, de que la muerte de Jesucristo es la única propiciación por nuestros pecados (1 Juan 2:2; 4:10); de que no hay salvación por otros medios o medio, y de que por ningún otro nombre podemos ser salvos (Hech. 4:12); y de que únicamente por la sangre derramada de Jesucristo podemos obtener remisión de nuestros pecados (Mat. 26:28). Esto es fundamental.

Además, reconocemos el principio de que ninguna creencia o doctrina cardinal debiera basarse primariamente sobre una parábola o símbolo, sino sobre las declaraciones directas y llanas de la Escritura, y entendida y definida a la luz de afirmaciones explícitas de verdades del Evangelio. En otras palabras, el símbolo debiera entenderse a la luz de lo que representa, y no a la inversa. Más aún, ninguna parábola o símbolo puede ser aplicado en todos sus detalles. Lo que debe ser buscado y aplicado es la verdad central. Y debemos añadir que no ponemos sobre el macho cabrío emisario el énfasis que algunos de nuestros críticos parecieran señalar.

La operación que se realizaba con el macho cabrío emisario o Azazel (Lev. 16:8), proviene del servicio simbólico anual del santuario en el antiguo Israel. Eran simplemente símbolos dramatizados o parábolas proféticas de las grandes verdades del Evangelio que se desarrollaban en esa dispensación. Así por ejemplo, el antiguo cordero pascual representaba a Cristo, nuestra pascua (1 Cor. 5:7), que fue muerto por nosotros. Y los servicios de los sacerdotes que ministraban eran un símbolo de nuestro gran Sumo Sacerdote, Jesucristo, quien después del sacrificio de si mismo en el Calvario, ministra ahora por nosotros en los cielos (Hebreos 8 y 9).

En Levítico 16 aparecen dos machos cabríos en el servicio del gran Día de la Expiación. Uno, simbólicamente, hacía expiación por el pecado. El otro macho cabrío, por Azazel, no era muerto, sino conservado vivo, y en consecuencia no hacía expiación por los pecados de nadie.

El primer macho cabrío representaba a nuestro Señor Jesucristo, quien, en la cruz, hizo expiación por nuestros pecados. El otro macho cabrío, por oposición, simbolizaba a Satanás, quien debe cargar con la responsabilidad no sólo por sus propios pecados sino por la parte que le toca en todos los pecados que ha hecho cometer a otros, tanto justos como impíos. Este macho cabrío vivo, debe tenérselo presente, no era muerto. (Muchas destacadas autoridades apoyan nuestra posición de que el macho cabrío vivo simbolizaba a Satanás. Véase la pregunta 34.)

En el Día de la Expiación evidentemente se necesitaban, y utilizaban, dos machos cabríos, porque hay una doble responsabilidad por el pecado —primera, mi responsabilidad como perpetrador, agente o medio; y segunda, la responsabilidad de Satanás como instigador, o tentador, en cuyo corazón el pecado fue primero concebido. Cuando Satanás tentó a nuestros primeros padres a que tomaran y comieran del fruto prohibido, él tanto como ellos asumieron una ineludible responsabilidad con ese acto —él como instigador y ellos como perpetradores o ejecutores. Y en forma similar a través de los siglos, en todo pecado Satanás está complicado con su responsabilidad, como el originador e instigador, o como el tentador (Juan 8:44; Rom 6:16; 1 Juan 3:8).

Ahora en cuanto a mi pecado, Cristo murió por mis pecados (Rom. 5:8). Fue herido por mis transgresiones y llevó mis iniquidades (Isaías 53). Él tomó mis responsabilidades, y su sangre sola me limpia de todo pecado (1 Juan 1:7). La expiación por mi pecado la efectúa solamente la sangre derramada de Cristo.

Y en cuanto al pecado de Satanás y su responsabilidad como instigador y tentador, no se ofrece ninguna salvación para él. Debe ser castigado por su responsabilidad. No hay ningún salvador o sustituto que sufra su castigo. Por sí mismo debe “expiar” su pecado de llevar a los hombres a la transgresión, en la misma forma en que un gran criminal sufre en la horca o en la silla eléctrica debido a su responsabilidad en los delitos que ha hecho cometer a otros. Sólo en este sentido podemos entender las palabras de Levítico 16:10 acerca del macho cabrío emisario: “Para hacer la reconciliación sobre él”.

Los tribunales reconocen el principio de la doble responsabilidad. Por ejemplo un padre criminal puede enseñarle a su hijo a robar, y el niño llega a ser un ladrón habitual; o una madre disoluta puede enseñarle a su hija a que se ocupe profesionalmente de la prostitución. En tales casos la responsabilidad de los padres es clara. El instigador de un delito es castigado, como también el instrumento que cometió el acto. Cuando los miembros de una famosa organización delictiva fueron llamados a declarar por una sucesión de muertes, el cabecilla, que técnicamente nunca le había quitado la vida a nadie, fue a parar al banquillo como instigador, junto con los ejecutores. Según el derecho penal, el instigador o cabecilla puede ser castigado con más severidad que sus compinches.

De igual manera Satanás es el cabecilla responsable del gran crimen del pecado, y su responsabilidad caerá sobre su propia cabeza. El peso aplastante de su responsabilidad en los pecados de todo el mundo —tanto de los impíos como de los justos— debe recaer sobre él. La justicia más elemental exige que, por cuanto Cristo sufrió por mi culpa, Satanás también deba ser castigado como instigador del pecado.

Por eso se necesitaban dos machos cabríos en el Día de la Expiación. Uno era “por Jehová” (Lev. 16:8), para que hiciera expiación por medio de su sangre derramada; el otro era “por Azazel” (Lev. 16:8). En el texto estos dos están puestos en oposición. Uno simbolizaba a nuestro Señor y Salvador Jesucristo, que fue muerto como nuestro sustituto y llevó nuestros pecados en nuestro lugar, con toda la culpa y el castigo que eso implicaba. Así efectuó él una completa expiación por nuestros pecados. El otro macho cabrío creemos que simbolizaba a Satanás, sobre quien finalmente recaerán no sólo sus propios pecados, sino la responsabilidad por todos los pecados que ha hecho cometer a los demás.

Debemos hacer notar en forma muy particular dos puntos vitales: 1) La operación con el macho cabrío vivo (el de Azazel) se llevaba a cabo después que se había cumplido la expiación por los pecados del pueblo y completado la reconciliación; y 2) el macho cabrío vivo no era muerto y no hacía ninguna propiciación ni consumaba ninguna expiación vicaria. Y sin derramamiento de sangre no hay remisión (Heb. 9:22). Ni una gota de la sangre del macho cabrío vivo se derramaba o vertía en propiciación, ni era introducida en el santuario para ser asperjada ante el Señor o puesta en los cuernos del altar.

Satanás no hace expiación por nuestros pecados. Pero al fin tendrá que sufrir el castigo retributivo por su responsabilidad en los pecados de todos los hombres, tantos justos como impíos.

Por lo tanto, los adventistas del séptimo día repudiamos in toto cualquier idea, sugerencia o implicación de que Satanás es en algún sentido o grado el portador de nuestro pecado. Ese pensamiento nos resulta detestable y espantosamente sacrílego. Un concepto tal significa un terrible menosprecio de la eficacia de Cristo y su salvación, e invalida la provisión gloriosa y completa de la salvación únicamente por medio de nuestro Salvador.

La muerte de Satanás, finalizado el milenio, nunca podría, en ningún sentido, convertirlo en salvador. Él es el archipecador del universo, el autor e instigador del pecado. Aun cuando nunca hubiera pecado, tampoco podría salvar a otros. Ni siquiera el más encumbrado de los santos ángeles podría hacer expiación por nuestros pecados. Sólo Cristo, el Creador, el único y solo Dios-hombre podía efectuar una expiación sustitutiva por las transgresiones de los hombres. Y eso Cristo lo hizo en el Gólgota en una forma perfecta, completa y de una vez para siempre.

Nuestro primer interés es que todos los hombres vengan al conocimiento de la salvación plena en y por Jesucristo. Acerca de cómo dispondrá Dios finalmente del pecado, aunque es un tema interesante para considerarlo, es algo que podemos sin duda confiar a la infinita justicia y misericordia de Dios. Evidentemente en parte se revela en el tratamiento que se le daba al macho cabrío emisario. Pero nuestro principal interés reside en que todos los que respondan se beneficiarán con la plenitud de las medidas expiatorias de la sangre derramada de Jesucristo nuestro Señor.