El papel de la esposa del pastor en la salvaguardia de la salud mental de la iglesia.

El saludable equilibrio mental de su propio hogar es el fundamento de la obra de la esposa del pastor. Mantener un hogar apacible, bien organizado y confortable, lleno de actividades estimulantes, y de alegría y amor, es su primer deber. Su casa debiera ser un ejemplo.

 La influencia de las relaciones mutuas en el seno de su familia es más poderosa que todas las palabras que pueda prodigar en calidad de consejo. Los invitados recordarán vívidamente lo que han contemplado: la discreta consideración mutua, el afecto genuino de gente que goza plenamente de la vida.

 El hecho de que el pastor y sus hijos puedan actuar diariamente fuera del hogar con corazón alegre, amigablemente y con mente amplia, puede ser el resultado de la influencia de la madre y de sus planes. De este modo, indirecta pero positivamente puede contribuir a la salud mental de las personas que se relacionan con los miembros de su familia.

 Se preocupará definidamente de la salud física de ellos, proporcionándoles regularmente alimentos bien preparados y equilibrados, teniendo cuidado de que el programa diario incluya suficientes horas de sueño, de acuerdo con las necesidades individuales, regulando la ventilación y la temperatura de la casa, estimulando la limpieza, vistiendo a los miembros de la familia en forma adecuada, y permitiendo que el sol envuelva a sus amados con la tibieza de sus rayos portadores de vigor y energía.

 Para gozar de salud mental es necesario que sigamos las leyes de la salud física. La salud mental y física dependen la una de la otra. Algunos han calculado que el noventa por ciento de las dolencias físicas son el resultado de actitudes mentales. El Dr. Menninger declara que “más de un tercio de las personas que van al médico quejándose de dolencias físicas, sufren de neurosis o algunos otros desórdenes emocionales en vez de padecer de alguna enfermedad orgánica.”—William C. Menninger, “Facts and Statistics of Significance for Psychiatry” (The Hogg Foundation, University of Texas, 1948.)

 Las estadísticas de Coleman revelan que “cerca de la mitad de las camas de los hospitales de los Estados Unidos están ocupadas por personas que padecen de dolencias mentales.” —James C. Coleman, “Abnormal Psychology and Modern Life,” (Chicago: Scott, Foresman & Co., 1950), pág. 13.

Predominan las dolencias funcionales

El Dr. Carlos Berg, médico del hospital Británico para enfermedades funcionales, mentales y nerviosas, dice que en los primeros años de su carrera, pasados en los suburbios de Londres, vio que sólo uno de cada cien pacientes que acudían a él padecía de alguna enfermedad orgánica definida. Durante aquellos años decidió ser más que un médico, resolvió descubrir la razón por la cual esta gente se sentía enferma sin estarlo.

 El niño hereda el deseo de mantenerse en actividad. Algunos médicos dicen que durante los primeros quince minutos de la vida de un niño se revelan muchas de sus posibilidades: si será despierto o aletargado; si será emprendedor o estúpido. El cuerpo humano ha sido creado para la acción: tiene articulaciones, músculos y dedos; tiene pies y piernas que le permiten trasladarse de un lugar a otro, un corazón y un sistema circulatorio que están en condiciones de proveer los elementos necesarios para el movimiento, pulmones capaces de absorber el aire suficiente para una actividad constante, ojos para mirar, una lengua que a veces es difícil mantener quieta. Á menos que este maravilloso mecanismo reciba la máxima cantidad de energía física mediante un cuidado y un uso adecuados, el poder mental que lo dirige no será utilizado plenamente. Esto forma parte de la responsabilidad de la esposa del pastor, quien “considera los caminos de su casa, y no come el pan de balde,” según la observación de Salomón en Proverbios 31:27, al describir a la mujer virtuosa.

 Debe asegurarse de que los suyos tienen una fe viviente, una filosofía de la vida, una especie de patrón o modelo que le dé significado a todas las experiencias del diario vivir y a todos los conocimientos que se adquieran. El niño que disponga de un modelo tal, que permita reunir las distintas piezas del rompecabezas de la vida, será mucho más equilibrado mentalmente que el que las tiene en la mano y que después de probar, vacilar y equivocarse muchas veces, logra descubrir la razón de ser de algunas de las incidencias que aparentemente no tienen significado en la vida. Aunque el trazado general de la existencia varíe, aunque sus límites se amplíen, no obstante, si posee ese modelo desde el principio, crecerá en forma más normal.

 Con un patrón o modelo, con un propósito para la vida, todos podrán ajustarse en mejor forma a las circunstancias y a la gente. Dicho propósito es esencial si queremos prevenir serias dificultades en el desarrollo ulterior de la vida.

Su primera responsabilidad

El primer deber de la esposa del pastor se relaciona con su propio hogar. Si no tiene éxito allí, muy poco podrá hacer por los demás. Los años que transcurran hasta que crezcan los niños, serán mucho más fructíferos si los dedica al bienestar de su hogar. Es difícil recalcar más esta verdad. Las madres que dedican muchas horas al trabajo fuera del hogar y lejos de los hijos, con el objeto de proporcionarles más cosas materiales, desprecian las satisfacciones más valiosas, que consisten en gozar de la compañía de sus hijos, en compartir con ellos horas felices hallando siempre formas ingeniosas de pasarlo bien sin las cosas que otros tienen, y trabajando juntos por el progreso del hogar, de la escuela y de la iglesia.

 De este modo la esposa del pastor se convierte en una verdadera compañera, y al coordinar las actividades de los hijos con el tiempo disponible del padre puede ligar a la familia mediante un vínculo áureo de amor. La esposa del pastor que piensa que debe dedicar toda su energía a la edificación de la iglesia y descuida su propia familia, no ve el campo misionero más grande de todos.

 Íntimamente relacionado con todo esto—entretejida en efecto con toda la trama de la vida familiar—debiera existir una disciplina consistente y firme, mediante la cual cada miembro de la familia sepa lo que se espera de él.

 “Los niños a quienes se les permite que hagan lo que les guste, pronto llegan a la conclusión de que no se los ama. Una niña se quejaba de que su madre no la quería porque le permitía permanecer en los alrededores de la escuela horas enteras, mientras otras madres les pedían a sus hijas que se fueran a casa porque las amaban y querían tenerlas junto a sí. La plena satisfacción juvenil requiere una expresión inteligente del amor, y la administración de correctivos a fin de hacer frente a sus necesidades básicas. La mala conducta produce un complejo de culpabilidad en el niño. La disciplina y el castigo lo liberan de esa sensación de culpa. Comprenden que las cuentas han sido arregladas.”—Arturo L. Bietz, “In Quest of Life” (Pacific Press, 1947), pág. 41.

 Si la esposa del pastor comienza a cuidar desde un principio la salud mental de la familia, dispondrá de más tiempo libre para trabajar en la iglesia y en el vecindario, y lo podrá hacer con más frecuencia y más pronto que si hubiera dejado de amar, de compartir los intereses del hogar y de preparar, organizar y fundar la fe y la actitud correcta de los miembros de la misma.

 El ambiente hogareño será así “una bendición.” Cuando niña, siendo yo misma hija de pastor, recuerdo que todos cantábamos en el seno de la familia el himno que dice: “Haz hoy de mí una bendición.” Concienzudamente tratamos de hacerlo, hasta que nuestras respectivas vidas se bifurcaron.

 Cuando ya está segura de que en el seno de la familia reinan la paz y la felicidad, la esposa del pastor puede comenzar recién a brindar amor maternal a los demás. Son innumerables las cosas pequeñas que ella puede hacer; pero hay esfuerzos de mayor cuantía que se deben considerar.

Por fe

 En cada visita, que realiza a los hogares, en sus discursos, en la clase de la escuela sabática, cuando aconseja a los que acuden a ella, cuando ayuda en los programas de jóvenes o en las divisiones infantiles de la iglesia, la esposa del pastor debiera recalcar la necesidad de conocer a fondo lo que se cree, para poder disponer de una adecuarla filosofía de la vida. Este principio, aplicado a los miembros de nuestras iglesias, equivaldría a hacer hincapié en el estudio de la Biblia como credo de la vida, como fuente del conocimiento relativo al origen de todas las cosas y como una profecía de la culminación de la historia del hombre.

 Que los hermanos aprendan esto, lo conozcan y lo crean porque la fe, la esperanza y el amor son las grandes fuerzas estabilizadoras de la mente, es lo que la esposa del pastor debiera tratar de que consigan. Si se arraigan firmemente en el alma de los hermanos, estas verdades contribuirán como ninguna otra cosa a aumentar su capacidad mental. El estudio de estos grandes temas, el esfuerzo para comprenderlos y abarcarlos, impedirán que la mente se debilite.

 La mente humana tiende a degradarse o elevarse según sea el nivel de los temas en que se espacia. Por eso, en sus visitas a los hogares, la esposa del pastor puede inducir a que la gente eleve sus pensamientos por encima de las cosas comunes que absorben tanto el tiempo y las energías mentales. Por supuesto, en primer lugar tendrá que escuchar las cosas ordinarias, compartir los pequeños intereses domésticos, observar el nuevo amoblado o los adornos; pero siempre encontrará la oportunidad de relacionar estas cosas con temas más elevados, que sean como una semilla que ha de crecer y producir frutos después.

 La religión contiene el remedio de casi todas las causas de enfermedad mental. Por eso recomiendo a todos que tengan fe. “Yo sé que mi Redentor vive” (Job 19:25) dijo Job y soportó la pérdida de sus propiedades, sus bienes, sus hijos, el ánimo y el afecto de su esposa, la lealtad de sus amigos y su propia comodidad física. Mantuvo su equilibrio mental en medio de todas las calamidades, porque tenía fe.

 El apóstol Pablo se sintió impulsado a declarar: “Yo sé a quién he creído.” (2 Timoteo 1:12.) También dijo: “Porque no nos ha dado Dios el espíritu de temor, sino el de fortaleza, y de amor, y de templanza.” (2 Tim. 1:7.) Y Juan, el amado, que vivió tan cerca de Jesús y que con tanta ansiedad bebió de las enseñanzas del Maestro, cuando fue desterrado a la isla solitaria, ya anciano, pudo escribir: “En amor no hay temor; más el perfecto amor echa fuera el temor.” (1 Juan 4:18.)

 En toda la Biblia se habla de los hombres como hijos de Dios, y su relación con él es la que mantiene a un niño con un padre amante, amable, protector, inmutable, cercano. Al ponerse en contacto con las multitudes, la esposa del pastor dispone de esa rica fuente de la cual puede obtener medicina suficiente para la sanidad mental de todos. Si la gente está perturbada, puede señalarle al Padre amante; si están presas del temor, puede mostrarles las promesas de Dios; si no se sienten seguras, hallarán certidumbre al confiar en el Padre celestial; y si han sido rechazadas por los hombres, Dios las recibirá; si han crecido en una atmósfera de rivalidad y querellas, disponen de “la paz de Dios que sobrepuja todo entendimiento;” si han sido sometidas a restricciones demasiado severas, hallarán las palabras de Jesús que dicen: “¡Ay de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejasteis lo que es lo más grave de la ley, es a saber, el juicio y la misericordia y la fe;” si se ha sido demasiado complaciente con ellas y se las ha mimado, se las ha echado a perder y son desobedientes, las palabras de Jesús que encontramos en Juan 14: 15 tienen este mensaje para ellas: “Si me amáis, guardad mis mandamientos;” si el dolor las ha doblegado, él dice que enviará el “Consolador;” si pesa sobre ellas la convicción de la culpabilidad, pueden buscar alivio emocional al purificar la mente mediante la confesión de sus pecados a Dios y de sus errores a aquellos a quienes han perjudicado. “ ‘Si confesamos nuestros pecados… él es fiel y justo que nos perdone’ son palabras que expresan el método bíblico de encontrar la paz espiritual.”—Basel Miller, “Growing luto Life” pág. 112.

  “Alrededor de un tercio de estos casos no sufren de ninguna neurosis que se pueda definir mediante términos clínicos, sino de una sensación de vacío en la vida.”—C. G. Jung, “Modern Man in Search of a Soul,” pág. 70.

 “El sufrimiento psicológico de nuestra generación significa que la enfermedad del alma del hombre por fin le está produciendo dolor; esto prueba que realmente tiene alma, porque si le hubiera sido posible al hombre ajustarse sin efectos perjudiciales a todo el mundo material que ha construido, cabría preguntarse si es posible que tenga espíritu una criatura que se puede adaptar a condiciones tan antinaturales. Cabría pensar si después de todo el hombre no está hecho de cuerpo y alma, sino de diversos elementos animales y mecánicos, que no necesitan amor, ni belleza, ni poesía, ni arte, ni paz mental; cabría concluir que ciertamente no necesita rendir culto a ninguna divinidad…

 “Pero como el hombre no ha podido ajustarse a esas condiciones, el dolor que le produce la enfermedad del alma la sienten prácticamente todos, y en algunos casos se ha hecho insoportable…

 “Por varios siglos, la mayor parte de los seres humanos de Inglaterra y los Estados Unidos ha cesado de ejercitar la parte espiritual de su naturaleza.”—Caryll Ausslander, “Guilt,” págs. xi, xii.

Su contribución

De manera que lo que la esposa del pastor pueda hacer para contribuir a que la gente adopte una filosofía de la vida que le resulte satisfactoria, limitará la enfermedad mental.

 Tal vez su oportunidad resida-en la enseñanza de una de las clases de Biblia para adultos en la iglesia. Allí podrá conversar con los miembros en cuanto a los problemas de la vida a la luz de la Palabra de Dios, y ayudarles a madurar su vida espiritual de manera “que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que, para engañar, emplean con astucia los artificios del error: antes siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todas cosas en aquel que es la cabeza, a saber, Cristo.” (Efe. 4:14, 15.)

 “Necesitamos una estructura intelectual que nos permita edificar nuestros pensamientos, y una norma emocional que determine nuestra lealtad. Si poseemos estos elementos podemos detenernos y decir: ‘Esta es la razón por la cual tengo esta fe.’ “—Ester Lloyd-Jones y Rut Fedder, “Coming of Age,” pág. 249.

 Nadie puede considerarse maduro hasta no haber adoptado con éxito para sí mismo una activa filosofía de la vida. Hasta no haberse fijado un propósito, irá de aquí para allá, llevado de un lado a otro.

 “La perfección—dice Dewey—no es un propósito final, sino que el objetivo de la existencia es un propósito permanente de perfección, madurez y refinamiento.” “El hombre malo es aquel que, no importa cuán bueno haya sido, comienza a decaer, a perder su bondad. El hombre bueno es el que, no importa cuán indigno haya sido moralmente, ha comenzado a mejorar.”—Juan Dewey, “Reconstruction” págs. 176, 177.

 Esta madurez y esta paz se obtienen de la mejor manera, de acuerdo con mi propia filosofía, gracias al estudio diario de la Biblia. (Continuará.)

Autora: Por la esposa de un pastor.