Dos menciones acerca de los nicolaítas

En dos pasajes del Apocalipsis se hace referencia a los nicolaítas. En Apocalipsis 2:6, donde dice: “Mas tienes esto, que aborreces los hechos de los nicolaítas; los cuales yo también aborrezco”; y en el versículo 15, donde dice: “Así también tú tienes a los que tienen la doctrina de los nicolaitas, lo cual yo aborrezco”. (Versión Valera ant.)

Un análisis breve nos permite establecer dos hechos: Primero, que el trato que la iglesia tiene hacia los nicolaítas difiere según la época en la cual le toca enfrentarlos; y segundo, que el trato de Dios es invariable. En ambas oportunidades el Testigo Fiel manifiesta su aborrecimiento. ¿Por qué esa actitud diferente en la iglesia? Esta pregunta es fundamental para entender el mensaje de Dios encubierto bajo la personificación de los nicolaítas.

Si se presenta una contradicción tan grande en la actitud que asume la iglesia ante una misma manifestación y el hecho se hace notar a través de la profecía, necesariamente debe corresponder a un asunto que reviste una importancia fundamental. De otro modo no se explicaría que el Testigo Fiel lo revele al profeta Juan.

Por otra parte, si hemos de atenernos a la posición historicista, estas menciones de los nicolaítas ocurren en dos iglesias no consecutivas. Entre Éfeso y Pérgamo que son las iglesias aludidas, se encuentra la iglesia de Smirna. Si como adventistas aceptamos la posición historicista de la profecía, que es la única lógica y consecuente, ¿cómo sería posible conjugar la aparición en períodos distintos de la iglesia del movimiento apóstata e inmoral que surgió y murió en el primer siglo, según lo relata la historia eclesiástica?

Interrogantes acerca de los nicolaítas y la exégesis popular

Si se trata solamente de un movimiento cuya duración en el tiempo es muy reducida, ¿cómo es que aparece en dos períodos históricos de la iglesia separados entre sí por muchos años?

Si la aplicación nada tiene que ver con el tiempo, ¿cómo puede sostenerse la posición historicista de la profecía? Concienzudamente no podríamos sostener nuestra posición, si dejamos de aplicar el marco histórico a los símbolos proféticos; vale decir, también, que perdemos la base de autoridad para sostener consecuentemente este sistema de exégesis.

Referencias históricas respecto a los nicolaítas

Eusebio de Cesárea, a quien se lo ha llamado el padre de la historia eclesiástica, hace referencia a los nicolaitas en su obra Historia Eclesiástica.

“Por aquella misma época existió por muy corto espacio de tiempo la herejía de los nicolaitas, de la cual se hace mención en el Apocalipsis de Juan. Ellos se jactaban de tener por fundador de su secta a un tal Nicolás, uno de aquellos que con Esteban fueron creados ministros por los apóstoles para cuidar de los pobres. Clemente de Alejandría, Stromata, lib. III, cuenta de aquél lo que sigue al pie de la letra: ‘Como poseyese una mujer hermosa, al reprenderle los apóstoles después de la ascensión del Señor y achacarle celos, sacó en medio a su esposa y permitió que se casase con quien quisiera. Pues afirman que este hecho está perfectamente de acuerdo con el dicho del mismo: Es necesario que cada cual abuse de su carne. Así pues, proponiéndose temeraria e imprudentemente este dicho y hecho como ejemplo los nicolaítas, se dejan llevar licenciosamente a todo género de estupro. Pero sabemos de Nicolás que jamás tuvo coito con ninguna mujer fuera de su esposa; que las hijas de sus hijos permanecieron vírgenes hasta su última edad; y que su mismo hijo vivió privado de los placeres venéreos. Siendo esto así, la acción de sacar a su esposa, por cuya causa era acusado de celo, a presencia de los apóstoles, es indicio de pasión domeñada y extinguida; y con aquellas palabras: es necesario que cada cual abuse de su carne, era enseñada la fuga y la continencia de las voluptuosidades que tanto apetecen a los hombres. Pues, según el precepto de Cristo, no quería servir simultáneamente a dos señores, a la voluptuosidad y a Cristo. Y se dice que Matías enseñó lo mismo, a saber, que debe hacerse guerra a la carne y abusar de ella, y no permitirle tampoco ninguna voluptuosidad; que el alma ha de enriquecerse con la fe y la ciencia. Basta ya acerca de aquellos que, habiendo intentado corromper la verdad por aquellos tiempos, se extinguieron más pronto que el decirlo” (Eusebio, Historia Eclesiástica, págs. 138, 139. Editorial Nova, Buenos Aires, 1950).

Interpretación tradicional

La interpretación tradicional acerca de los nicolaítas es que se trata del grupo herético que fuera inducido erróneamente por las declaraciones de Nicolás, cayendo en todo género de inmoralidad al punto de sostener la idea de una comunidad de esposas. En otras palabras, se refiere a quienes sostenían como cosa aceptable una vida de adulterio e inmoralidad.

Si esta fuera la explicación a la declaración del Apocalipsis, equivaldría a sostener que la iglesia cristiana, en su etapa de Pérgamo, habría aceptado la inmoralidad como doctrina. Ninguna base histórica permite afirmar esta posición. La iglesia cristiana de los primeros cinco siglos, aunque aceptó doctrinas equivocadas, por lo menos en una cosa se mantuvo firme: no acceder a la liberalización de las relaciones matrimoniales; y eso hasta el día de hoy. ¿Cómo se le puede atribuir con tanta ligereza que aceptó como doctrina la comunidad de esposas?

Además, si la referencia en el Apocalipsis a los nicolaítas tuviera relación con esa inmoralidad, encontraríamos que existe una repetición de contenido entre el versículo 15 y la última parte del versículo 14, que dice: “…ya cometer fornicación” (Apoc. 2:14, úp.), lo cual implicaría una redundancia innecesaria.

Por lo demás, una profecía como la del Apocalipsis, que tiene por objeto preparar a los hijos de Dios en la comprensión de los misterios que encierra el período histórico precedente al fin del mundo y, en manera muy especial, a la transformación progresiva de la iglesia cristiana en apóstata, no puede contener símbolos imprecisos o ambiguos. Es indispensable que ellos tengan una aplicación específica concordante con el propósito divino de señalar las modificaciones de práctica y doctrina que arrastrarían a la apostasía, y que permitirán al investigador sincero encontrar mayores elementos de juicio para identificar esa apostasía.

Los nicolaítas y su relación con los períodos de Éfeso y Pérgamo

Debemos recordar que la aplicación que los exégetas más autorizados han hecho de “las iglesias” mencionadas en la profecía, es que son los símbolos para representar las etapas sucesivas de la iglesia cristiana. El mensaje del Testigo Fiel para cada una de estas iglesias tiene que ver con las características propias de cada etapa a través de los siglos hasta el regreso personal de Jesucristo. Se inicia el período con la iglesia de Éfeso que corresponde a la iglesia apostólica, y concluye por último con la iglesia de Laodicea que es aquella en cuya etapa regresa Cristo. En consecuencia, las otras iglesias se van situando en la historia en forma correlativa y cronológica.

Los versículos 6 y 15 nos colocan, respectivamente, frente a dos iglesias diferentes, en dos periodos distintos de tiempo y separadas entre sí por un plazo bastante largo.

El versículo 6 tiene que ver con la iglesia de Éfeso, cuyo periodo abarca desde Pentecostés hasta la muerte de Juan, o sea desde el año 31 al 100 de nuestra era aproximadamente. El versículo 15 corresponde a la iglesia de Pérgamo que se extiende desde el término de las persecuciones paganas hasta el establecimiento del poder papal; vale decir, desde los años 312-313 (en tiempos del emperador Constantino, cuando fueron dictados los decretos de Roma y Milán respectivamente) durante los cuales se estableció la tolerancia religiosa en favor del cristianismo (Eusebio, Opus. Cit., págs. 497-500) hasta principios del siglo VI (años 508-538), en ocasión del reconocimiento de la supremacía del obispo de Roma sobre todas las demás iglesias, por parte del emperador Justiniano, como asimismo por los reyes francos.

De las líneas precedentes podemos inferir que, según la interpretación tradicional, la perniciosa doctrina de los nicolaítas se presentaría en la iglesia desde el período de Éfeso hasta el de Pérgamo; o sea, que se extendería por lo menos entre los años 100 (último del primer período) hasta el 312 (primero de Pérgamo). Esta posición obligaría a los nicolaítas a permanecer frente a la pantalla de la historia por 200 años a lo menos, sin embargo, acogiéndonos al testimonio de Eusebio, dice él que esta herejía “existió por muy corto espacio de tiempo” y que “se extinguieron más pronto que el decirlo”. En consecuencia y definidamente, este hecho excluye a esa secta de corresponder al grupo referido en el Apocalipsis.

Una vez planteadas estas objeciones nos vemos en la necesidad de preguntarnos: ¿A qué se refiere entonces el Apocalipsis en el caso de los nicolaítas? Esto es lo que procuraremos dejar en claro en las líneas que siguen.

Nueva posibilidad de interpretación

Relación de maestro a discípulo. A fin de poder comprender con mayor claridad las ideas que se expondrán, permítasenos hacer referencia a la relación entre maestro y discípulo. Un discípulo es aquel que se identifica con su maestro, que entiende su doctrina y que la practica. Quien, al aplicar erróneamente la doctrina del maestro pervierte su filosofía, deja de ser discípulo y se torna en pseudo discípulo o antidiscípulo. Por ejemplo, hablar del cristianismo no debe suponer en manera alguna que corresponde a la práctica usual en grupos de individuos autodenominados cristianos, pero que creen cosas diferentes a las enseñadas por Jesucristo. Necesitamos entender que hablar de cristianos es referirse a quienes básicamente comparten las enseñanzas de su Maestro (1 Juan 2:6; Mat. 7:24; Hech. 11:26). Las particulares interpretaciones posteriores de la doctrina pueden transformar y hasta pervertir la idea original.

Ahora bien, cuando la profecía habla de la doctrina de los nicolaítas ¿se referirá a aquellos que, pervirtiendo la idea original, practicaron algo totalmente opuesto a la idea de quien involuntariamente inspiró ese movimiento? ¿O deberá referirse a una posición concordante con la idea original sin variaciones antojadizas? Si se aceptara la primera posición, podríamos caer en la imposibilidad de identificar el grupo representado por el símbolo, puesto que pueden surgir infinidad de grupos y matices, como ahora ocurre con las innumerables agrupaciones llamadas cristianas.

En consecuencia creemos que los textos del Apocalipsis que mencionan a los nicolaítas deben referirse a esta última, vale decir a la posición que tiene que ver con la idea original de Nicolás; con su posición fundamental, y no con una desviación pervertida.

La posición original de Nicolás. Tal como relata Eusebio y como lo hemos leído en líneas anteriores, Nicolás jamás tuvo coito con ninguna mujer fuera de su esposa, y que el acto de sacar su esposa para que se casara con quien quisiera trataba de demostrar una pasión domeñada y extinguida.

El señor Luis M. de Cádiz, anotador y traductor de la obra de Eusebio al castellano, insiste en que “esta sentencia (es necesario que cada cual abuse de su carne) la interpretaron sus secuaces como si él hubiese ordenado que cada uno debía abusar de su carne para toda lascivia y voluptuosidad, siendo así que Nicolás entendió con ese dicho lo contrario, a saber, que no se debe ser indulgente con la carne, sino que se la debe domar y fatigar con el ejercicio asiduo de la virtud”. (La cursiva es nuestra.)

En síntesis, la idea de Nicolás era que había que mortificar la carne no tolerándole los placeres de la unión sexual. Esta idea no es otra cosa que el germen del celibato como actitud más cercana a la santidad y a la virtud.

El celibato y su relación con los textos del Apocalipsis sobre los nicolaítas

Es notable comprobar que en el caso de los dos textos bíblicos donde se hace mención de los nicolaítas y que corresponden a dos iglesias perfectamente identificables, en el período histórico en que aparecen se manifiesta la actitud respectiva que tuvo la iglesia hacia el matrimonio o, en su contrapartida, el celibato.

La posición de la iglesia de Éfeso (años 31 al 100 DC). El versículo en cuestión dice: “Mas tienes esto, que aborreces los hechos de los nicolaítas; los cuales yo también aborrezco” (Apoc. 2:6).

La iglesia apostólica no podía mirar con buenos ojos ninguna idea que entrañara distorsión de la obra de Jesucristo en el corazón, por el peligro que significaba para la salud futura de los miembros. Los apóstoles estaban advertidos de los tremendos errores que se iban a abalanzar sobre la iglesia, errores que la mayoría de las veces iban a estar motivados por el orgullo o el egoísmo humanos. La idea de una santificación mayor a través del celibato promovía la pretensión humana de la santificación propia. Era el halago de mostrarse más santo que los demás. Ahí estaba el germen de la salvación por las obras, apoyado en la jactancia natural del hombre. El apóstol Santiago fue claro al denunciar los brotes de la soberbia humana cuando escribió: “Pero ahora os jactáis en vuestras soberbias. Toda jactancia semejante es mala” (Sant. 4:13-16).

Los apóstoles Pablo y Pedro escriben las siguientes declaraciones:

1 Corintios 7:1, 2, 5: “Cuanto a las cosas que me escribisteis, bien es al hombre no tocar mujer. Mas a causa de las fornicaciones, cada uno tenga su mujer y cada una tenga su marido”. “No os defraudéis el uno al otro, a no ser por algún tiempo de mutuo consentimiento para ocuparos en la oración; y volved a juntaros en uno, porque no os tiente Satanás a causa de vuestra incontinencia”. (La cursiva es nuestra.)

Romanos 1:26, 27: “Por esto Dios los entregó a efectos vergonzosos; pues aun sus mujeres mudaron el natural uso en el uso que es contra naturaleza; y del mismo modo también los hombres, dejando el uso natural de las mujeres, se encendieron en sus concupiscencias los unos con los otros, cometiendo cosas nefandas hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la recompensa que convino a su extravío”.

1 Timoteo 4:1-3: “Empero el Espíritu dice manifiestamente, que en los venideros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus de error y a doctrinas de demonios; que con hipocresía hablarán mentira, teniendo cauterizada la conciencia. Que prohibirán casarse…” (La cursiva es nuestra.)

1 Pedro 3:7: “Vosotros, maridos, semejantemente, habitad con ellas según ciencia dando honra a la mujer como a vaso más frágil, y como a herederas juntamente de la gracia de la vida”.

A mayor abundancia en cuanto al pensamiento de la iglesia apostólica en este sentido, debe recordarse que varios de los apóstoles fueron hombres casados y así los llamó el Señor a su ministerio. En la obra ya-citada de Eusebio, éste escribe lo siguiente: “Clemente en efecto, cuyas palabras hemos transcripto, después de lo que hemos referido, enumera a los apóstoles que habían-tenido esposas en gracia de algunos que-condenaban el matrimonio. ‘¿Por ventura ‘—dice— condenarán a los apóstoles? Porque Pedro y Felipe procrearon hijos de nupcias legitimas. También Felipe casó a sus hijas con otros tantos varones. Pablo asimismo no se avergüenza de hablar de su propia esposa en una de sus epístolas. -No la llevó empero consigo de ninguna manera para ejercer más libremente su ministerio” (pág. 139).

Los textos bíblicos transcriptos en líneas anteriores muestran la actitud que tenían los apóstoles hacia una continencia forzada. Tal continencia, con el pretexto de alcanzar una mayor santidad, iba a introducir las prácticas más aberrantes, además de mostrar una imagen falsa de santidad. Ellos veían el peligro que amenazaba a la naciente iglesia si se permitía la introducción de las ideas de continencia tan en contra de la naturaleza del común de los seres humanos. Podemos concluir que en este sentido era una característica de la iglesia de Éfeso, perfectamente en consonancia con la declaración profética: “Aborreces los hechos de los nicolaítas.”

La iglesia no estaba en contra de la continencia si tal cosa podía hacerse sin violentar la naturaleza. Pero sí estaba en contra de la presunción humana, que es el mejor caldo de cultivo para las disensiones y las herejías.

Las declaraciones de la Biblia señalan que las palabras y las acciones fundamentadas en la jactancia carecen de las credenciales divinas;

Jeremías 13:23: “¿Mudará el etíope su piel, y el leopardo sus manchas? Así también, ¿podréis vosotros hacer bien, estando habituados a hacer mal?

Jeremías 17:9: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso, ¿quién lo conocerá?”

1 Samuel 2:9: “El guarda los pies de sus santos, mas los impíos perecen en tinieblas; porque nadie será fuerte por su propia fuerza”.

Abdias 1:3: “La soberbia de tu corazón te ha engañado”-.

Jeremías 49:16: “Tu arrogancia te engañó”.

¿Es el celibato un producto del cristianismo? Por lo que hemos notado en los pasajes precedentes, el celibato no tenía ninguna vinculación con el cristianismo. Ni Jesucristo, ni los apóstoles dejaron ninguna enseñanza al respecto. Si bien es cierto que aceptaron a quien teniendo, el don de continencia quedaba sin casar, no se imponía ésta como una condición para ejercer el ministerio apostólico. Sin embargo, el paganismo sí reconocía el celibato y lo practicaba. Notemos la siguiente declaración: “El celibato era muy estimado entre los filósofos gentiles; y Jerónimo en su segundo libro contra Joviniano, cuenta algunas curiosas costumbres practicadas por los sacerdotes atenienses y egipcios” (Innovaciones del Romanismo, pág. 224. Madrid, 1891).

La posición de la iglesia de Pérgamo (años 313 al 538). Qué actitud diferente de la que asumía la iglesia de Éfeso presenta la iglesia de Pérgamo frente a este asunto. Notemos la declaración profética: “Así también tú tienes a los que. tienen la doctrina de los nicolaítas, lo cual yo aborrezco”.

Notemos que permanece el aborrecimiento de parte del Testigo Fiel, pero la iglesia ha cambiado su actitud. No sólo no lo aborrece, sino que acepta el criterio de los nicolaítas como una doctrina. Vale decir, que ese criterio aparece incorporado a los principios de fe y de práctica eclesiástica.

Podríamos seguir analizando el pasaje y encontraríamos que el mensaje se dirige a la iglesia que acepta a quienes tienen esa posición; significa que todavía hay quienes no participan de ese criterio, pero que nada pueden contra quienes lo aceptan y se rinden bajo su poderío. ¿Hay algo semejante en la historia de la iglesia? Notemos las declaraciones siguientes que arrojan mucha luz sobre el problema. Notemos, además, que la cronología coincide maravillosamente con la etapa de la iglesia de Pérgamo: •

“La disciplina eclesiástica de los tres primeros siglos no se ocupó de legislar acerca del estado de los clérigos. Sin embargo, en Occidente muchos clérigos guardaban castidad voluntaria” (Eusebio, Opus. cit., nota del traductor, pág. 139).

“El Concilio Iliberitano estableció por primera vez (año 300) el celibato para los clérigos mayores” (Ibid.).

“El Concilio de Ancira de 314 concede a los diáconos el uso del matrimonio contraído, si antes de la ordenación hubieren declarado que no podían guardar castidad” (Enciclopedia Universal Espasa, Art. Celibato, tomo 12, pág. 937).

“En la carta que el papa Siricio escribió a Hicmerio, obispo de Tarragona (año 385), dice aquel: ‘Sabemos que muchos sacerdotes de Cristo y muchos clérigos engendran hijos y defienden su crimen con el pretexto de que el Viejo Testamento concede a los sacerdotes y ministros esta licencia… y los que se apoyan en la excusa de un privilegio ilícito, asegurando que se les concede tal libertad en la ley antigua, sepan que por autoridad de la Sede Apostólica están privados de todo el honor eclesiástico de que han usado mal, y que ya no pueden tocar los venerandos misterios… Cualquier obispo, presbítero o diácono, que, como no deseamos fuese hallado ser tal, entiendo que tiene cerrada de nuestra parte toda esperanza de perdón, porque es menester sajar con hierro las heridas que no se curan con remedios blandos’” (Id., pág. 938).

“Es indudable que desde el siglo IV adquiere [el celibato eclesiástico] el carácter de obligación legal” (Ibid.).

En consecuencia, y como conclusión podemos decir que una aplicación más concordante con la exégesis historicista y la realidad misma de los hechos es que la referencia a los nicolaítas tiene que ver con la adopción del celibato eclesiástico por la iglesia, asunto que tomó cuerpo en el siglo IV como hemos visto, época que le correspondió a la iglesia de Pérgamo.