La semana de oración de los jóvenes tiene una historia interesante. Los directores de la Asociación General pensaban en los jóvenes de la iglesia remanente cuando —el 6 de julio de 1906—aprobaron el plan de destinar un día a la juventud.
Un año después se organizó el departamento de J. M. V. Al bojear los viejos archivos vemos que el día de los jóvenes era “fluctuante:” un año caía en mayo, otro en enero. Por un tiempo pareció que se destinaría al efecto el primer sábado de enero. Las actas de la Junta de la Asociación General celebrada el 13 de octubre de 1916 revelan que se había aceptado por esa época el nombre de Día del Misionero Voluntario como propio del día de los jóvenes.
Pero las noticias más importantes datan del congreso otoñal de 1920, celebrado en Indianápolis, EE. UU. Allí se recomendó que cada asociación celebrase una Semana de los J. M. V., ocasión en que todos los obreros habían de ocuparse especialmente en la salvación de la juventud, y que debía coincidir con la Semana de Oración de primavera [otoño para el hemisferio sur], que se celebraba en nuestras escuelas, lo cual explica la elección de los meses de marzo o abril como la mejor época para tan importante reunión dedicada a la juventud. Desde entonces la Asociación General ubica en esos meses el Día y la Semana del J. M. V. por considerar que es la época más apropiada.
Es interesante hojear el número de Extra —dependiente de la Church Officers’ Gazette, —que corresponde al mes de marzo de 1922. Allí aparecen los primeros estudios para la Semana de los J. M. V., que se celebraría del 17 al 25 del mes. Hay un programa confeccionado por M. E. Kern, el primer director de jóvenes de la Asociación General, y otros artículos, firmados por C. A. Russell, Harriet Holt y Elena G. de White, ya fallecidos, los primeros que se ocuparon de la obra en pro de la juventud en nuestra iglesia.
La denominación ha cuidado de suministrar año tras año material para la Semana de los J. M. V., procedente de la pluma de los mejores escritores. La atención dispensada a los jóvenes durante esas semanas especiales los ha reanimado y retenido en la iglesia, habiéndose convertido en una gran oportunidad de evangelización.
Desde hace algunos años se lleva registro de los resultados obtenidos en la Semana de los Jóvenes. Es difícil conseguir cifras completas, pero podemos informar que 1951 ha sido el año más fructífero hasta la fecha: 2.517 jóvenes se inscribieron en las clases bautismales y 1.226 se bautizaron, lo que hace un total de 3.743 conversos.
¿Por qué celebrar una semana de J. M. V.?
La juventud de hoy vive en un mundo complejo y confuso. Se siente atraída por tentaciones que no alcanzaron a sus abuelos, por lo menos en sus días juveniles. El teatro, el cine, el automóvil, la radio, la televisión y otros intereses y diversiones semejantes constituyen una enredada madeja de bien y de mal que preocupa hasta a aquellos que tienen experiencia y madurez.
Es asimismo difícil mantener los principios, trabajando en las entidades comerciales de hoy. Son muchas las influencias que llevan a los jóvenes a restar importancia a las convicciones religiosas, especialmente si ellas se interponen en el camino de la oportunidad para hacer buenos negocios.
Citaré dos breves mensajes del espíritu de profecía que tienen especial importancia porque señalan la necesidad de ayudar a los jóvenes a hacer frente a la vida moderna:
“Los hombres y las mujeres de experiencia debieran comprender que éste es un tiempo de especial peligro para la juventud. Está rodeada de tentaciones, y si bien cuesta poco flotar a favor de la corriente, se requiere el más grande esfuerzo para resistir la marea del mal. El meditado plan de Satanás es mantener a la juventud en el pecado, porque así se asegura el dominio del hombre. El enemigo de las almas detesta profundamente todo esfuerzo que se realice para encaminar a la juventud en la dirección debida.”—“Testimonies” tomo 4, pág. 421.
“Estamos viviendo en una época desdichada para los niños. Se siente una fuerte corriente que se dirige hacia abajo, hacia la perdición, y se necesita algo más que una experiencia y fuerza de niño para remontar esa corriente y no ser arrastrado por ella.”—“Testimonios Selectos” tomo 3, pág. 67.
El Día de los Jóvenes es de responsabilidades para todo miembro de la iglesia, cualquiera sea su edad. Debería ser ocasión de convocación espiritual y consagración renovada, cuando padres y madres, hijos e hijas ordenen sus pasos, habiendo vuelto los rostros hacia el reino. Está dedicado a la juventud. La iglesia entera debiera consagrarse y realizar fervorosos esfuerzos por salvar a sus jóvenes.
La Sociedad de Jóvenes se organizó para evangelizar al mundo: es ésa la única razón de su existencia. La juventud adventista debe cumplir su responsabilidad de amonestar a otros jóvenes; comprendiendo el propósito de la iglesia ha de marchar a la par. Las buenas nuevas pueden proclamarse de muchas maneras. La Semana de los J. M. V. constituye una de las grandes oportunidades anuales de participar en la campaña de “Compartir Nuestra Fe.”
Hay en nuestro medio muchos jóvenes que pasaron el período decisivo y no se pusieron de parte de Cristo y su iglesia. Otros lo hicieron, pero luego se desviaron por sendas terrenales. Unos y otros necesitan que la iglesia se esfuerce por conquistarlos y afirmarlos en la vida cristiana. Muchas veces suponemos que un joven va creciendo dentro de la iglesia, y de pronto notamos que se desvía o que asume una actitud indiferente. En la vida de los jóvenes nada puede darse por sentado. Los adultos han de ejercer vigilancia y cuidado para ganarlos para Cristo e instruirlos en la iglesia.
¿Qué es la semana de los J. M. V.?
La Semana de los J. M. V. es una serie de reuniones destinadas a ganar a los descuidados o indiferentes y a fortalecer la vida espiritual de todos. Es un despertar de la iglesia a sus responsabilidades hacia la juventud. Su propósito es revelar el lugar que desempeñan los jóvenes en el programa de la iglesia, la parte que cumplen en la campaña “Comparte Tu Fe,” y a su vez la parte que la iglesia cumple para con ellos. Mueve a la acción a todos los jóvenes y los pone en posesión de una experiencia que demuestra la fuerza y unidad de la hermandad cristiana.
Los oficiales de la asociación y la iglesia deberían tener la iniciativa en la elección de directores. La iglesia entera ha de alistarse en el esfuerzo. Una semana tal, no es un simple asunto, propio de una sociedad de jóvenes, sino una semana especial en la cual la iglesia procura salvar a sus jóvenes y edificarlos en las cosas de Dios.
Para esta semana proponemos un triple propósito, cuyos diversos aspectos han de ponerse de relieve a fin de alcanzar los mejores resultados:
1. Creación de un interés mayor y más hondo afecto y simpatía de parte de la iglesia hacia sus jóvenes.
2. Desarrollo de un profundo interés entre los jóvenes por la salvación de las almas y por la participación en las actividades y responsabilidades de la iglesia.
3. Lograr que los jóvenes se decidan plenamente por Cristo, moviéndolos a experimentar una conversión más plena y duradera.
Al esforzarnos por ganar a los jóvenes para Cristo durante esta semana especial tengamos en cuenta estos diez puntos:
1. En lo posible celébrese un servicio diario. Si no puede realizarse en la iglesia, que los directores dispongan el programa de manera que se reúnan grupos juveniles en los hogares.
2. Atraigamos a la juventud a la iglesia o lugar de reunión utilizando anuncios interesantes y carteles convenientemente preparados. Los jóvenes conversos pueden invitar a los indiferentes a las reuniones: un joven se siente atraído por otro. Pero estos métodos fracasarán si las reuniones no han sido bien proyectadas o carecen de interés.
3. Dedíquense a la evangelización todas las reuniones y entrevistas de la semana.
4. Indúzcase a los jóvenes a tomar decisiones haciéndoles visitas personales, orando con y por ellos en privado y en los grupos de oración y reuniones públicas de consagración, y alentándolos individual y colectivamente a entregarse sin reservas.
5. Durante la Semana de los J. M. V. y a continuación de ella, ayúdese a los jóvenes a ocupar un lugar en la obra de la iglesia. Algunos pierden la experiencia que habían ganado por su negligencia ulterior. Para crecer en la gracia debe vivirse una vida de meditación, estudio de la Biblia, oración y servicio.
6. Insístase en que todo aquel que cumpla tareas directivas en las reuniones esté perfectamente preparado. En lo posible dense los mensajes en forma de plática. Los resultados serán proporcionales a la oración y preparación.
7. Procúrese que la reunión nocturna del último viernes o la matutina del sábado constituyan ocasiones de honda espiritualidad en las cuales renueven su consagración adultos y jóvenes. Dese oportunidad a todos para expresar su decisión.
8. Organícese una clase bautismal dirigida por alguien que comprenda a los jóvenes y conozca perfectamente el mensaje adventista. Conciértese con el pastor, el director del distrito o el director de Jóvenes de la Asociación la celebración de un bautismo, tan pronto como estén listos los candidatos.
9. Háganse planes de seguir trabajando por los que hicieron decisiones tanto como por los que aún no rindieron su vida a Cristo. Mucho se perderá si se detienen los esfuerzos una vez terminada la semana. Ínstese a los jóvenes a realizar los estudios devocionales de la Devoción Matutina y del Año Bíblico como parte de la vida cristiana diaria. Oriénteselos en la adopción de algún plan para compartir su fe, a fin de que puedan experimentar el nuevo gozo resultante del servicio.
10. Durante la semana y a continuación de ella empléense las publicaciones especialmente destinadas a la juventud. El material para la Semana de los Jóvenes, aparecerá en el número de Programas dedicado expresamente para la ocasión. Los ejemplares podrán pedirse a los directores de jóvenes locales.
Esperamos que la próxima Semana de Oración de jóvenes nos ayude a ganarlos y conservarlos con miras a promover la gran tarea de terminar la obra en todo el mundo.
Sobre el autor: Director adjunto de J.M.V de la Asociación general.