El autor de este artículo es el pastor de una de nuestras iglesias más grandes. Confiamos en que nuestros lectores sabrán apreciar sus útilísimas sugerencias. Con su artículo nos envió esta nota: “Sin duda que en algún lugar hay una iglesia de la que seré pastor cuando abandone esta ciudad. Cuánto deseo que su actual pastor comprenda y ponga por obra el sistema que explico aquí antes de que yo llegue allá. Eso me ahorrará, literalmente, meses de esfuerzos inútiles, como si hubiera estado trabajando en la oscuridad. Así eliminaría ese peligroso período que se presenta después del cambio de un pastor, cuando los hermanos débiles se alejan de la iglesia y se pierden, porque el nuevo pastor no sabe quiénes son. Ello haría posible ganar más almas más rápidamente” Y ése es el objetivo de todo verdadero ministerio. Cualquier método de trabajo que le ayude al pastor a cuidar del rebaño ya la vez le permita dedicar más tiempo a la salvación de los perdidos, realmente vale la pena. Sin embargo esto requeriría un secretario que mantenga al día los registros. Pero ofrece posibilidades admirables.

De todos los métodos que he ensayado en mi afán de alcanzar eficiencia pastoral entre los seiscientos miembros de la Iglesia Central de Honolulú, ninguno resultó tan satisfactorio como el registro de asistencia a la iglesia en combinación con un sistema de archivo.

A instancias de nuestro tesorero compramos un archivo para tarjetas de 15 por 27 cm. En esas tarjetas colocamos el nombre de cada miembro y un conjunto de 52 casillas; una para cada sábado del año.

Cada sábado de mañana, en un momento convenido del servicio, los diáconos, obrando con discreción, entregan a los miembros de la primera fila de asientos de cada sección una hoja de papel fijada a un rectángulo de madera con un lápiz alado y la siguiente instrucción:

“Para ayudarnos a ayudarle.—Tenga la bondad de anotar su asistencia al culto de esta mañana escribiendo su nombre en esta hoja. Muchas gracias.”

La hoja pasa silenciosamente de mano en mano hasta llegar a la última fila; tanto los miembros como las visitas firman sin vacilación.

El lunes de mañana el pastor asociado y yo, con nuestras esposas, nos dedicamos a transferir esos nombres a las tarjetas del archivo. Ninguna visita pasa inadvertida. Si no la conocemos, podemos obtener información del miembro cuyo nombre aparece anotado a continuación del suyo. Así logramos valiosas relaciones que con frecuencia culminan con una serie de estudios bíblicos. Además, logramos identificar rápida y fácilmente a los jóvenes de la iglesia que no se han bautizado.

Iniciamos este sistema a comienzos de 1955; y dejamos que los datos se acumularan por un tiempo. Al cabo de dos meses revelaron datos notablemente claros y orientadores.

De inmediato resaltaron los nombres de los miembros que no habían asistido. Por conocer con tanta exactitud quiénes eran, estuvimos en condiciones de trabajar por ellos y de traer a muchos de vuelta a la iglesia. Supimos de algunos que hacía años habían dejado de asistir. Esto puso de relieve el peligro de creer que si el templo está lleno de gente es porque asisten todos los miembros. Algunas veces el edificio puede estar repleto de personas que no pertenecen a la iglesia.

Además, conocimos los nombres de los que asistían irregularmenle. A éstos también les prestamos atención particular, y les enviamos una tarjeta cada vez que faltaban al culto. Esto ha producido resultados muy alentadores. Mientras en los primeros meses del año enviábamos unas 40 tarjetas a los miembros de asistencia irregular, ahora no pasan de diez, término medio. Esta cifra representa, tal vez, un mínimo irreductible. Y esto se debe a que cada semana hay hermanos que visitan otras iglesias. y algunos que no asisten por enfermedad.

Este sencillo método ha demostrado ser de ayuda para mantener el interés de lo miembros y de este modo prevenir las pérdidas por apostasía. En lugar de que el grupo de los ausentes en forma permanente continuara en aumento, hemos logrado reducirlo lenta pero seguramente. Descubrimos, para nuestra sorpresa, que los miembros se sienten complacidos al comprobar que el pastor se preocupa de ellos aun si faltan una sola vez. Algunos recurren al teléfono para explicar su ausencia.

La obtención de estos beneficios justifica el precio pagado por el archivo; pero éste proporciona algunas ventajas adicionales. Ciertas marcas de color hechas en las tarjetas, por su presencia o su ausencia o su posición, revelan si el miembro es fiel en el pago de los diezmos, de la promesa para gastos de iglesia, si recibe algún conjunto de revistas, si sus hijos van a la escuela de la iglesia, su nacionalidad, etc.

Antes de acudir a visitar a un miembro, estamos en condiciones de comprobar su relación con todos estos puntos vitales con sólo consultar la tarjeta correspondiente. Cuando la iglesia está por emprender una campaña, conocemos la fuerza real con que podemos contar recorriendo las tarjetas y observando estas marcas de colores.

La tarjeta ha demostrado ser un retrato de la personalidad del miembro; contiene el registro de su trabajo en la iglesia, de sus talentos, de las herramientas y equipo que posee, etc. Al dorso se anotan algunos datos financieros de la persona, que han sido de mucha utilidad para el pastor.

El pastor que recién llega a una iglesia donde se practica este sistema, en unas pocas semanas adquiere la información que de otra manera demoraría años en obtener. Y lo que es mejor, evita tpie realice un trabajo de adivinación al pastorear el rebaño.

Sobre el autor: Pastor de la Misión Hawaiana.