Los bautistas
Los adventistas concordamos en muchos puntos con los bautistas, porque sus creencias también están centradas en la Biblia. Se da la siguiente razón para explicar el mayor énfasis que ponen en el Nuevo Testamento: los bautistas se consideran los continuadores de la iglesia neotestamentaria primitiva; y algunos pretenden que Juan el Bautista es el fundador de su denominación. Antes de 1640 ya existía en Inglaterra un cuerpo organizado de bautistas. Aparecieron algunos grupos conocidos como anabaptistas (ahora menonitas), porque insistían en la necesidad de rebautizar al creyente, puesto que el bautismo infantil no es bíblico. Roger Williams fundó en 1639 la primera iglesia bautista en Providencia, Rhode Island (EE. UU.). Esto nos hace recordar a los bautistas que lucharon por la separación de la iglesia y el Estado, principio que los adventistas hemos aprendido de su fervor.
Los bautistas están fundamentados en las doctrinas cristianas básicas. Insisten en la vida espiritual; pero difícilmente podrá colocárselos con los reformadores, según entienden los adventistas este término. Son celosos evangelistas. Los principios básicos de los bautistas podemos resumirlos como sigue: (1) La supremacía de la Biblia sobre la iglesia en cuestiones de fe y de doctrina; (2) libertad religiosa; y (3) el bautismo de los creyentes y no el de los niños. No todos los bautistas están de acuerdo con un castigo eterno en el lago de fuego, pero muchos de ellos sostienen esta creencia. Afirman tener “ritos dignificados” más bien que sacramentos. La cena del Señor es para ellos un servicio recordativo que por sí mismo no confiere gracia sobrenatural. Los adventistas concordamos con muchas de sus doctrinas, pero no con todas ellas.
Respecto de la inminente venida de Cristo, los adventistas se adhieren a la interpretación profética historicista, en tanto que los bautistas están del lado de los futuristas. Su posición se conoce con el nombre de dispensacional. En la cronología y en los eventos relacionados con el fin notamos graves errores.
Los bautistas del séptimo día guiaron a los adventistas hacia la verdad del sábado. Queremos hacer notar que los bautistas como grupo no son rígidamente calvinistas o arminianos.
Se distinguen numerosos grupos, que dan lugar al liberalismo, y su tolerancia admite cosas que los adventistas no podríamos apoyar. Para nosotros, las doctrinas bautistas a menudo carecen de certeza. Ellos necesitan ahora un claro mensaje profético, como el que proclamamos los adventistas.
Los discípulos, la iglesia cristiana
Las denominaciones de Discípulos de Cristo, Iglesia de Cristo e Iglesia Cristiana, pertenecen a una vasta comunidad religiosa originaria de los Estados Unidos, aparecida en el primer cuarto del siglo XIX. “Históricamente, las iglesias de Cristo, que pretenden identificarse con la Iglesia del Nuevo Testamento, y que propician vigorosamente el retorno a un cristianismo neotestamentario, poseen los mismos antecedentes que los Discípulos de Cristo.”—Vergilius Ferm, en American Church.
Cuando se estableció el censo federal de 1906, estos dos grupos fueron catalogados separadamente; desde entonces cada uno ha ido por su camino, siguiendo los principios que han tendido a mantenerlos separados. Pero como poseen tantos antecedentes comunes, nos referiremos a ellos como una unidad, en vista del espacio reducido de que disponemos.
La Iglesia Cristiana se desarrolló en Kentucky y Ohío, con la dirección de Barton W. Stone; los Discípulos se originaron y prosperaron en Pensilvania y Virginia bajo la dirección de Tomás y Alejandro Campbell y Walter Scott. Estos cuatro dirigentes, que poseían precedentes presbiterianos, sustituyeron el pensamiento calvinista por el arminiano. Estas iglesias hacen hincapié en el evangelio de la unidad dentro de la Iglesia Universal. Sus consignas son: “Ninguna otra doctrina fuera de Cristo, ningún otro libro fuera de la Biblia, ningún otro nombre fuera del divino.” “En lo esencial la unidad, en la opinión la libertad, en todas las cosas, la caridad.”
El bautismo lo administran por inmersión. Rechazan la doctrina del pecado original. Pero creen en la naturaleza pecaminosa del ser humano, redimida por el sacrificio salvador de Cristo. Con sus elevadas normas, aunque generalmente no son reformadores en la práctica, ni demasiado dogmáticos en cuestiones de doctrina, ejercen influencia en vastos sectores de la vida norteamericana. Cualquiera haya sido la interpretación que Alejandro Campbell hizo de la profecía, sus escritos nunca se caracterizaron por un marcado énfasis en este sentido. Se requiere un gran esfuerzo para interesar a los Discípulos en este punto. Al tratar con ellos, será de utilidad recordar que sus doctrinas están constituidas por una mezcla de creencias presbiterianas, bautistas y metodistas. Este mismo hecho sugiere que son demasiado inconstantes en la consideración de las doctrinas que requieren una firme posición en nuestros días. En esto los adventistas podrían ser una verdadera ayuda para los miembros de esta denominación.
Los hermanos moravos
Cuando Martín Lulero, fundador del luteranismo, expuso sus 95 tesis en Wiltemberg en 1517, ya hacía 70 años que los Hermanos Bohemios estaban organizados. Eran unos 200 mil miembros agrupados en 400 iglesias. Las raíces de los moraros arrancan de Juan Huss, de Bohemia. La Guerra de los Treinta Años y la Contrarreforma hicieron que estos hermanos se unieran a las iglesias Luterana, Reformada y Católica. Con el conde de Zinzerdorf la Iglesia Morava adoptó una forma decididamente pietista en su posesión de Herrnhut; donde obtuvieron, además, la visión de las misiones al extranjero. La base de los Hermanos Moravos en el Nuevo Mundo quedó establecida en Betlehem, Pensilvania (EE. UU.). Con la expansión de la iglesia a este continente, perdió su concepción luterana.
Los moravos nunca han formulado un credo distintivo; para ellos, la fe en Cristo significa más que un credo. Respecto de la importancia de la doctrina admiten: “En parte conocemos” (1 Cor. 13:9), declaración significativa que debiera tenerse en cuenta cuando se les lleva nueva luz. Son fundamentalistas. Se asemejan a los luteranos en cuanto a su manera de considerar la reconciliación, la justificación, la santificación y la glorificación. Sin embargo, hacen mucho énfasis en la enseñanza de la segunda venida de Cristo. Su culto es menos ritualista que el de los luteranos. Sus iglesias carecen de altares. En el rito de la Cena del Señor tienden a interpretar los emblemas de la misma manera que la Iglesia Reformada. La comunión, como en el luteranismo, generalmente incluye un servicio preparatorio. Administran el bautismo indistintamente por derramamiento o por aspersión. Los moravos insisten más en la reforma personal que en los movimientos reformistas. Practican la colaboración interdenominacional, y esto sugiere un interés por comprender a los demás grupos religiosos. Tienen mucho en común con los adventistas.
Los luteranos
La Iglesia Luterana de América recibió la influencia de los moravos, quienes le dieron una orientación más definidamenle pietista. Los luteranos se aferraron más que éstos a las tradiciones traídas de Europa. Durante varias décadas se esforzaron por celebrar los cultos en su lengua vernácula, principalmente en los diversos idiomas teutónicos.
Los luteranos observan un culto ritualista. Podría comparárselos con la Iglesia Anglicana en su “alto” y “bajo” ritualismo. Creen en la educación parroquial, de modo que no resulta difícil lograr que sus hijos ingresen en nuestras escuelas de iglesia.
Los tres pilares de la congregación luterana están representados por el bautismo (por aspersión), la Cena del Señor, y la confirmación. El rilo de la confirmación—la ratificación personal de los votos que los padres aprobaron en la aspersión del niño—constituye un poderoso factor que une a los miembros luteranos con su iglesia. La instrucción previa a la confirmación generalmente dura uno dos años, y es impartida por el pastor de la iglesia, quien a la vez hace de consejero personal de los candidatos. El catecismo de Lutero se enseña escrupulosamente a cada discípulo, entre los doce y los catorce años de edad. En ese período aprende los antecedentes históricos: y las doctrinas de su iglesia; en su confirmación, hace una confesión pública de cristianismo bíblico. Esta experiencia eminentemente evangélica hace una profunda impresión en el joven comulgante. Contribuye a estabilizarlo en la fe por toda la vida; de modo que no es fácil persuadir a un luterano a abandonar las doctrinas de su iglesia.
Los luteranos también sostienen firmemente la doctrina de la Trinidad. Sus emblemas de la Cena del Señor revelan un catolicismo modificado. Se hace énfasis en la “presencia” del Cristo cuyo cuerpo fué quebrantado y cuya sangre fué derramada. El servicio de la comunión es más que un recordativo; contiene el ingrediente del misterio, posiblemente un vestigio del catolicismo. En esto la instrucción debe preceder a la persuasión. De buena fuente se sabe que el luteranismo no ha progresado doctrinalmenle desde los días de su fundador. En verdad, la madurez de la iglesia ha suavizado su posición dogmática original, pero los luteranos confraternizan menos que los moravos con otras denominaciones. Sin embargo, muchos jóvenes luteranos están derribando esas barreras mediante sus grupos de debate. Aquí los jóvenes adventistas pueden extender una mano amiga a la juventud luterana, que manifiesta marcado interés en nuestra poderosa campaña pro temperancia. Además, nuestras hermanas de la Sociedad Dorcas consiguen la cooperación de los luteranos en tiempos de emergencia y desastre, ya que están muy dispuestos a aliviar el sufrimiento humano.